17 de marzo

9 de marzo, 2002

Los ciegos disputan por el país de los tuertos

Nelson Méndez
ZNet

En lo que ha corrido de 2002, la farándula política venezolana se ha esforzado por presentar lo mejor de sus gracias y por embelesar al auditorio con la promesa de novedades en sus rutinas tantas veces vistas. Sin duda que ese esfuerzo no ha dejado de tener impacto en sus clubes de admiradores, formados por esa fracción de la población que aún les cree los cuentos y que ha hecho rol de comparsa en el espectáculo mediático que hemos presenciado hasta marzo, cuyo principal logro ha sido convencer a los protagonistas del show y a su crédula minoría de fans que este sainete de mal circo es en verdad una trascendental dramatización histórica.

De un lado, el "Comandante" Chávez vocifera que ahora es cuando va con todo en su "revolución bolivariana", como si estos tres años de gobierno no nos hubiesen enseñado bastante sobre esa mezcolanza de verborrea torpe, mesianismo incompetente, exaltación a la mediocridad militarista y nacionalista, autoritarismo chabacano, robo desvergonzado de las arcas públicas y demás prendas que adornan al proyecto chavista. Por tomar una de esas referencias bíblicas tan citadas por el Presidente: "el que tenga ojos, que vea", pues es fácil comprobar que en ningún modo significativo hay divergencia con el modelo económico-social de los gobiernos anteriores, como bien lo certifican el FMI, el Banco Mundial y otros chupasangres transnacionales al dar sus bendiciones al actual mandato.

Desde el gobierno se argumenta que los cambios económico-sociales vendrán de ahora en adelante, pues primero había que impulsar transformaciones políticas y jurídicas que dieran sustento al "Proceso" (nombre al gusto de Chávez y sus secuaces), en especial la reconstrucción del escenario político en el marco de una nueva Constitución. Tuvimos el parto de una flamante Carta Magna y una estructura institucional de estreno, pero poco tiempo pasó para que la mayor parte de los venezolanos cayésemos en cuenta que tras esa cosmética de nombres y fórmulas sacramentales se repetían los males estructurales del anterior sistema político del país (corrupción, obediencia ciega al liderazgo, sectarismo partidista, relación clientelista con las masas, etc.), aquellos ante los cuales el actual gobernante prometió con toda vehemencia ser una alternativa, agravados con los complementos de soberbia autoritaria e incontinencia oral que son aporte personal del ex-oficial paracaidista, y tal vez producto de algún aterrizaje de cabeza.

Los co-protagonistas de la parodia son una variada tropa que reúne a los antiguos y disminuidos partidos gobernantes (los socialdemócratas de Acción Democrática y los democristianos de COPEI), nuevas formaciones políticas como los yuppies neoliberales de Primero Justicia, ex-seguidores enojados con Chávez por razones diversas (pocos por diferencias ideológico-políticas, los más por pleitos en el reparto de poder), burócratas sindicales molestos por la intención de sustituirlos por otros más dóciles ante el gobierno, burgueses excluidos del selecto grupo de pocos civiles y muchos militares que ahora se reparten la renta petrolera, la jerarquía eclesiástica recelosa ante la pérdida de espacios de poder que conquistó en la década pasada por el declive de los partidos tradicionales, y - en función de extras que hacen el rol de "ciudadanía-decente-que- protesta" en los videos de CNN - una amplia representación de la pequeña burguesía de las principales ciudades, alarmada tanto por el discurso seudo-izquierdoso del Comandante como por las versiones manipuladoras que divulgan los medios masivos de difusión, que escandalizan contra el gobierno por el resentimiento de sus dueños al ver reducidas sus rebanadas del pastel petrolero.

Esta última razón es el fundamento de la furiosa oposición de casi todos los "luchadores por la democracia" (como ellos se autodenominan) o "escuálidos" como los bautizó el mediocre jugador de "base-ball" de Miraflores en alguno de sus interminables discursos (de obligatoria retransmisión en las radios y televisoras del país). No se molestarían mayor cosa con él y su populismo hablador si hubiese mantenido lo esencial de los anteriores procedimientos de reparto del botín, pero ahora la invitación a la piñata se hizo más restringida, lo cual se suma a una mal disimulada furia racista contra un morenito que no reparte sino con sus amigos cercanos y, por si fuera poco, fanfarronea con tener el apoyo de los otros morenitos pobretones. Un resultado de tal neurastenia reaccionaria de la oposición ha sido llevar a que el apoyo popular a Chávez (aún cuantioso, pero que venía desgastándose) tome un relativo segundo aire, pues en reacción defensiva algunos de los de abajo consideran que es obligado respaldar a quien es tan repudiado por los que nunca han podido ocultar su desprecio hacia la chusma menesterosa. De este modo, las élites opositoras parecen haber propiciado un juego tan ventajoso para ellas como para el gobierno: el este de Caracas - donde residen la clase media acomodada y la burguesía - enfrentada al resto de la ciudad, en medio de resentimientos y temores colectivos que son fomentados por los líderes de ambos bandos en pro de consolidar el control sobre sus seguidores.

Pero hay aspectos fundamentales del cuadro que convenientemente olvidan unos y otros: como dicen los "escuálidos", sin duda la gran mayoría es contraria a la gestión actual, pero tienen razón los partidarios del gobierno al replicar que en proporción igualmente elevada la gente rechaza la vuelta al modelo político previo, que es lo único que pareciesen ofrecer los nuevos aspirantes a "salvadores de la patria"; esto en el caso de que ofrezcan algo, pues buena parte del antichavismo ha demostrado con creces que su máximo ideal es tener otro Chávez, pero de ellos, que comparta con quienes se debe, que no se abrace con Fidel Castro, que vaya a Disneyworld y (¡por supuesto!) tenga piel más clara. Con la ilusión de levantar ese nuevo Mesías, no ha dejado de jugarse a la conspiración militar, pero de momento pareciese que al menos el sector más grueso de la Fuerza Armada está contento con su papel como soporte central del gobierno y beneficiario principal de oscuros negociados oficiales.

Ya la masiva desconfianza tanto frente al chavismo como respecto a sus contrincantes se había manifestado contundentemente en los distintos procesos electorales que hemos tenido desde 1998; en ninguno de los tantos comicios de los últimos 4 años se llegó al 55% de votantes entre los aptos para ello, así que las victorias electorales del gobierno deben matizarse con la salvedad de que nunca han representado a más allá del 30% de la población, mientras la oposición parlamentaria a duras penas ha superado el 20%. En las recientes manifestaciones y contra-manifestaciones ocurridas en Caracas, nada indica que esas proporciones se hayan modificado en esencia, pero respecto a esa mayoría que no está ni con unos ni con otros debe apuntarse un detalle importante: lo animado y masivo del debate que sobre estos temas hemos mantenido los venezolanos en nuestra vida cotidiana, evidencia que la desconfianza hacia el gobierno parlanchín y sus opositores de utilería no obedece a desinterés, oportunismo o temor, sino a bien fundadas suposiciones respecto a que en el fondo y en lo esencial poco o nada hay de distinto entre unos y otros.

Para quienes desde posiciones libertarias queremos hacer llegar un mensaje radical de cambio a los que comparten el repudio a la comedia de chavistas contra antichavistas - bandos diferentes sólo en lo secundario e iguales en demagogia y ansias de poder -, se plantea la enorme tarea de movilizar a esa gente desde el desencanto más o menos crítico a la construcción de una opción que - basándose en la libertad, la igualdad y la solidaridad - presente una alternativa real que reúna voluntades y acciones para construir un futuro distinto. Hasta ahora, el desencanto viene del rechazo a tales aspirantes a representarlos; nuestro reto en la Comisión de Relaciones Anarquistas de Venezuela es hacerlos a la idea de que ni siquiera son necesarios los representantes para que una colectividad decida del mejor modo sobre sus propios asuntos. Quien desee conocer lo que proponemos al respecto, sólo tiene que visitar nuestro periódico El Libertario.

Tomado de ZNet


Regresar
Home