28 de Enero de 2003
Guillermo García Ponce
Panorama
Fue José Carlos Mariátegui quien dijo que la revolución no era una idílica apoteosis de ángeles sino la compleja y dolorosa batalla de un pueblo por un nuevo orden social, político y económico. Quien imaginó un proceso revolucionario sin la más obstinada resistencia de la cúpula racista de Fedecámaras y de la mafia sindical, sin la constante conspiración de los círculos ultraderechistas norteamericanos, sin duda pecaba de una infantil ingenuidad. Quien suponía que la revolución es un camino recto sin recodos ni zigzag no ha tomado aún sentido de la realidad social y política de nuestros países.
Por los poderosos intereses que ha tocado, por el cuadro internacional bajo dominio unipolar y por la pesada herencia de una cultura de resignación neocolonial, no será fácil abrir camino a la liberación de nuestro pueblo de la exclusión, la pobreza, la injusticia social y la intervención extranjera. Como hemos dicho en otras ocasiones, los revolucionarios bolivarianos podríamos caer en grave error si asumiéramos una visión inmediatista de la confrontación con la ultraderecha. El Libertador puso de relieve la diferencia entre las luchas que libran los pueblos y las guerras que hacen los imperios. En su conocida "Carta de Jamaica", decía que los pueblos necesitaban una lucha prolongada para vencer mientras que las potencias..." ...como en Waterloo libran una batalla y desaparece un imperio".
En cada episodio de la confrontación es útil repetirnos que, para erradicar la exclusión, las injusticias sociales, la pobreza, el dominio de la oligarquía y la subordinación a los intervencionistas extranjeros, es necesario prepararnos para una lucha prolongada y difícil; organizarnos y unirnos para sostener un esfuerzo persistente y sin desmayo, elevar nuestro aliento ideológico para hacernos cada día más firmes y decididos.
Desde 1998 hasta la fecha, la joven revolución bolivariana no ha tenido ni un día de descanso porque la vieja política no ha cesado en su plan de restituir el poder de la partidocracia y la subordinación del Estado venezolano a los intereses extranjeros. En este tiempo, la joven revolución bolivariana se ha visto obligada no sólo a enfrentar al golpe de Estado y los atentados terroristas, sino también la labor de la quinta columna infiltrada en sus filas y la traición de ministros, magistrados y diputados.
La revolución ha vencido en todas las pruebas y continuará venciendo porque representa las exigencias de nuestra época; porque defiende los intereses y derechos de nuestro pueblo y porque es una causa justa identificada con valores morales y principios.
Tomado de Panorama