Domingo, 20 de Octubre de 2002
Terrorismo internacional en Santiago
Víctor Gutiérrez
La Nación
El golpe de Estado que hubo en Venezuela en abril pasado iba a tener un pie en Santiago de Chile. Ante el inminente asilo en nuestro país del brazo derecho de Chávez, José Vicente Rangel, dos agentes de la Dirección Superior de Inteligencia Policial de ese país viajaron a nuestro país para asesinarlo a él y su familia.
Al entrar a Chile, en Policía Internacional del Aeropuerto Pudahuel, el encargado les preguntó si venían de paseo. Los corpulentos hombres contestaron que venían por motivos de trabajo. Y no mintieron. Lo que no confesaron fue que eran agentes operativos de la Disip (Dirección Superior de Inteligencia Policial), agencia política de Venezuela. Y menos aún que en Santiago tenían un objetivo que cumplir: afinar todos los detalles para asesinar en nuestro país al entonces ministro de defensa, hoy vicepresidente, de Venezuela, su esposa, hijos y nietos.
Los dos agentes venezolanos llegaron a Chile el lunes 8 de abril de este año. Ese día buscaron la prensa local para ver noticias de su país, pero se encontraron con que las preocupaciones de los medios eran la muerte de la actriz mexicana María Félix y que Colo Colo seguía con racha ante un triunfo frente a los autobuseros. No entendían nada. Para ellos había algo más importante. Mientras esperaban sus maletas en el Aeropuerto Arturo Merino Benítez, sabían que faltaban sólo tres días para el frustrado golpe de Estado contra el Presidente Hugo Chávez. Su misión era perseguir y luego exterminar a la cúpula cercana a Chávez después que éstos pidieran asilo político. Se trataba de un crimen perfecto. Un plan creado en Venezuela, coordinado desde Perú, y ejecutado en Chile con ayuda y logística de un camarada de armas. Un ex alto militar chileno.
Al llegar a Santiago los esperaba su contacto en Chile, el brigadier (R) Manuel Provis Carrasco, ex agente de la DINA y la CNI. Fuentes de la Disip en Venezuela explican que Provis era un hombre de confianza de los agentes, y que por tal motivo conocía el plan. Sin embargo, los cercanos a la operación en Chile indicaron que es posible que Provis no hubiera recibido mayores detalles de la misión al principio. Los venezolanos dijeron también a "Manolo" que realizaban investigaciones sobre opositores en Chile. "El plan de los agentes de la Disip era confidencial y provenía de una alta autoridad de dicha agencia venezolana. Provis, también nombrado como 'Omar Shariff' por los agentes por su parecido al actor egipcio, no sé si estaba informado de todo en un comienzo". Es más, los agentes se movilizaban en ocasiones solos. Pero de que estuvieron juntos, y más aún, que los agentes se alojaron en la casa de un familiar del brigadier, "no cabe duda", señaló un testigo que vio a los Disip junto al militar chileno. "Si hasta se abrazaban cuando se veían".
Ya más tranquilos, los agentes extranjeros le informan al brigadier Provis su interés por obtener antecedentes de un político de su país con lazos en Chile. Además le informan que en dos días más (11 de abril) habría un golpe de Estado en su país. Los agentes de la Disip manejaban con seguridad la información que el entonces ministro de Defensa y ahora vicepresidente de Venezuela, José Vicente Rangel, se asilaría en Chile junto a su esposa, la pintora chilena Ana Avalos, sus hijos y nietos. La misión de ellos era asesinarlos a todos. Vicente Rangel, para los agentes, significaba un futuro enemigo político de los golpistas, y podría tomar más fuerza desde el extranjero.
El trabajo del brigadier Manuel Provis, quien se retiró del Ejército en diciembre del año pasado, era asistir a los agentes venezolanos en lo que necesitaran. Conseguirles celulares, armas, servirles de guía, protegerlos y darles la información de inteligencia que requirieran. La confianza entre el brigadier Provis y los agentes venezolanos era tal que para no dejar registro de ellos en hoteles y departamentos, los alojó por unos días en la casa de un familiar ubicada en la comuna de Las Condes. Lo que no sabían los involucrados en este macabro plan era que estaban siendo seguidos, incluso hasta las puertas de la casa de calle Sebastián Elcano.
Los agentes de la Disip que llegaron a Chile se identificaron como Samuel y Víctor Hugo. Samuel era quien estaba a cargo de la misión en Chile. Testigos que compartieron con él lo describen como un hombre corpulento, de 1,80 de altura. Aproximadamente de unos 50 años. Dijo ser coronel activo del ejército venezolano y amigo personal del brigadier Provis. Según el coronel Samuel, Provis lo había atendido muy bien en Israel, lugar donde el brigadier chileno estuvo en una misión militar. Por su parte, Víctor Hugo tenía aproximadamente 40 años, de bigote. Era gordo y de casi 1,70 de altura. Nunca dijo ser militar, sólo miembro de la Disip.
Los agentes Samuel y Víctor Hugo en ocasiones se trasladaban solos en el Metro. Buscaban sus propios restaurantes y tomaban café mientras revisaban documentos relacionados con la familia Rangel. Los días previos al golpe, los venezolanos chequeaban antecedentes de sus propiedades, incluso fueron a Dicom de Tobalaba para sacar vía legal más antecedentes de la familia.
Específicamente, buscaban a través de los parientes de la cónyuge, Ana Avalos, información de cuánto dinero había en Chile, a qué propiedades podría llegar la familia asilada, y ver las direcciones de las hermanas de la pintora chilena. El plan se había diseñado en Caracas y coordinado desde Lima, pero ellos tenían que tener todas las opciones cubiertas. Los operativos de la Disip esperaban ansiosos la llegada de la familia Rangel a Chile. El plan no era rebuscado: simularían un asalto y liquidarían a los que estuvieran en la casa, no sería el primer asalto con víctimas fatales. Rápido y efectivo. No había tiempo, ni organización, para secuestros, salidas del país ni operaciones más rebuscadas.
A través de las noticias en Chile e informados por sus superiores desde Venezuela, los agentes de la Disip se dirigen al Ibérico, un conocido restaurante de Borde Río, para afinar los detalles de la inminente llegada de la familia del entonces ministro de defensa. Mientras Samuel y Víctor Hugo se quejaban de lo malo del café nacional, le dieron más detalles del golpe en Venezuela a su contacto chileno. Le señalaron que el entonces director de operaciones de la Disip, Eliecer Otaiza, era quien los había enviado a Chile, y que éste se encontraba en Perú esperando a que el presidente Hugo Chávez llegara a Lima a través de un asilo.
Fuentes de la Disip en Venezuela confirmaron a La Nación Domingo que el plan en Perú era asesinar a Chávez, labor que efectuaría el propio Otaiza. La misma suerte había dictado Otaiza para los Rangel-Avalos en nuestro país.
En Perú, Eliecer Otaiza, tenía redes cercanas. Su estrecha relación con Vladimiro Monetesinos era conocida. Otaiza personalmente se encargó de encubrir y proteger al macabro ex asesor de Alberto Fujimori hasta el momento de su captura.
La relación entre la Disip y la DINA es antigua y se inició durante la operación Condor (que unía a las agencias de inteligencia de Latinoamérica en su lucha contra los militantes de izquierda y grupos subversivos). Otaiza, quien dice ser la reencarnación de Napoleón, aprobó el contacto con el Brigadier chileno Manuel Provis para ser enlace en la misión en Chile debido al "buen currículum" del chileno en actividades de represión.
El brigadier Manuel Provis Carrasco alias "Francisco Valenzuela", se graduó en 1970 de la Escuela de las Américas en la especialidad de orientación de armas de combate. También estuvo asignado al centro de tortura de la Villa Grimaldi y perteneció a la brigada Caupolicán de la DINA. A fines de 1977, cuando era un capitán de la DINA, le propuso a la ex agente Marcia Merino (conocida como "La flaca Alejandra" por sus ex compañeros del MIR) que para no tener problemas en el futuro, muriera legalmente y cambiara de rostro e identidad. Y así fue. La ex mirista se sometió a una operación de cirugía plástica en la Clínica Santa María.
Por su parte, la ex agente de la DINA Luz Arce recuerda que a fines de 1989 recibió un llamado del entonces teniente coronel Manuel Provis Carrasco, quien le dijo que venía llegando de Israel. Su nueva destinación sería el Ministerio de Defensa, y le ofreció trabajo en la BIE (Brigada de Inteligencia del Ejército). Provis continuó en tareas represivas y fue comandante del cuartel de CNI de calle Borgoño al mando del Area Metropolitana.
El 2 de noviembre de 1999, el ministerio de Defensa publicó en el Diario Oficial la designación del brigadier de Ejército Manuel Provis Carrasco como reemplazante del jefe de plaza de la VIII Región durante las elecciones presidenciales. Provis Carrasco se retiró del Ejército en diciembre del año pasado. Ahora trabaja en el área de la salud.
Mientras en Venezuela el golpe se debilitaba gracias al apoyo de los chavistas y de diferentes mandatarios del mundo, los agentes de la Disip viajaron a Viña del Mar como turistas. Según ellos, todo saldría como estaba planeado. A menudo, al disfrutar de mariscos y vinos chilenos, los funcionarios de la Disip se quejaban del supuesto dinero que José Vicente Rangel tendría en Chile. Hablaban de cientos de miles de dólares y de cuánto lo odiaban. Sabían de su cariño por Chile. Rangel, abogado y periodista de 73 años, es considerado uno de los más fieles colaboradores de Chávez. Para los agentes, asesinarlo era una misión que debía cumplirse.
La cercanía del vicepresidente venezolano con Chile no es sólo a través de su esposa. En 1948, Rangel hizo parte de sus estudios de Leyes en la Universidad de Chile. Luego, en nuestro país se casó con Ana Avalos, quien destacaría en Venezuela como artista plástica (escultora y ceramista) y productora de televisión.
Los agentes y Provis sabían a través de antecedentes que traían desde Caracas que el matrimonio llegaría a Chile junto a sus dos hijos y sus dos nietos. Todos estaban en la lista para ser asesinados. La orden era clara: no debía quedar ningún heredero de Rangel, ningún sobreviviente cercano a Chávez. Por lo menos ese era el plan del jefe de operaciones de la Disip, Elicer Otaiza.
Al empeorar la crisis en contra de Hugo Chávez, la prensa en Chile publicaba que Ana Avalos habría llamado a la esposa del entonces embajador de Chile en Caracas, Marcos Alvarez, para ver la posibilidad de conseguir asilo en nuestro país en caso de que se agravasen los hechos. Esta información, sin embargo, fue desmentida por el ministro Secretario General de Gobierno, Heraldo Muñoz.
El Secretario de Estado dijo entonces que no había nada oficial al respecto y que las informaciones que circularon esa mañana eran sólo rumores. Luego se sumó el propio embajador Alvarez, quien dijo que nadie del gobierno venezolano se había acercado a la embajada con tal objetivo. Por su parte, los agentes de la Disip recibieron la confirmación de que el asilo se había pedido y que el plan para ejecutarlos continuaba.
Mientras la incertidumbre y la preocupación aumentaban en Caracas, los agentes venezolanos llamaban cada media hora a su país para saber qué hacer. Aunque el apoyo a Chávez aumentaba y el golpe se debilitaba, en Chile todo seguía su curso.
Sin embargo, cuando el inminente regreso del mandatario al palacio presidencial tomaba fuerza, la angustia de los encargados de ejecutar el plan en Chile se acentuó. Finalmente, los eventos políticos que le costaron por 48 horas la salida del poder a Chávez, cambiaron. Las noticias anunciaban que Rangel conversó dos veces con Chávez mientras este último estaba recluido y que además participó en el movimiento para reponerlo en el poder.
Por su parte, la Disip manifestaba un amplio respaldo a los manifestantes favorables a Chávez. La Dirección de Seguridad e Inteligencia Policial fijó un día después del golpe una posición a favor del pueblo venezolano y aseguró que no saldrían a la calle a reprimir las manifestaciones chavistas.
En nuestro país, los agentes venezolanos perdían contacto con su agencia de inteligencia, debido a que las prioridades fueron cambiando para la Disip. Samuel y Víctor Hugo compraban los diarios locales buscando información, y se encontraban con temas ajenos y frívolos como que la animadora Margot Kahl, trabajaba un proyecto en solitario luego que Alvaro Salas se negara a trabajar con ella. De Venezuela, muy poca información. Entonces, le pidieron al ex DINA, Manuel Provis que los llevara a un ciber-café en Providencia para ver noticias de los medios venezolanos.
Al sentarse frente al computador se dieron cuenta que Chávez había vuelto al poder y que la oscura misión de asesinar a los Rangel-Avalos estaba cancelada. José Vicente Rangel no se asilaría. Rangel no llegaría a Chile. No habían opositores que eliminar, no había víctimas.
El brigadier Provis no entendía lo ocurrido. Sus amigos venezolanos tampoco. ¿Qué hacer ahora? ¿Qué pasa si alguien los busca en Venezuela?
El mensaje les llegó con claridad desde Perú. Eliecer Otaiza les ordenó quedarse unos días, porque según él, las cosas cambiarían, habría otro golpe. Pero éste nunca llegó. Chávez volvía al poder.
Sospechas de que el autor intelectual de este frustrado crimen era alguien superior a Eliecer Otaiza hay muchas. Pero los propios agentes en Chile siempre afirmaron que el director de la Disip, el capitán Carlos Aguilera, era inocente y que desconocía del plan de la masacre de los Rangel. Siempre apuntaron responsabilidad a Otaiza.
Una periodista venezolana lo compara al director operativo de la Disip con Vladimiro Montesinos. "Creen tener una imagen de imprescindible. Chávez con un pasado de conspirador vive paranoico. Eliécer era encargado de su seguridad. Le advertía de las amenazas y, de ser necesario, las creaba. Salía en público para afirmarlo: 'Quieren matar a Chávez'. Cuando Chávez estaba por hacer pública su decisión de remover a Otaiza de su cargo, justo un funcionario de la Disip era capturado con cargas explosivas que pretendía dejar en la pista en la que aterrizaría el avión de Chávez. Eliécer Otaiza montaría un "operativo" y desmantelaría la acción. Un burdo manotazo de ahogado que no deja de tener una connotación tierna".
El modo de operación descrito por la profesional, es muy parecido al de Lenin Guardia: al no existir conspiraciones, simplemente, las creaba.
En Venezuela afirman que Eliecer Otaiza es el hijo pródigo de Chávez. ¿Cómo sacarlo de su lado, si siempre había sido como su hijo? Lo más grave es que, a pesar de que Otaiza salió formalmente de la Disip, sus redes continúan activas.
Provis y los agente de la Disip estaban preocupados. Estaban decepcionados de los golpistas. Temían por sus vidas. Si el plan se filtraba, los venezolanos sabían que eran hombres muertos. Por seguridad, las salidas a restaurantes cambiaron por reuniones en la casa del familiar de Provis. El temor a ser aprehendidos aumentaba. Al manejar por las calles de Santiago veían un vehículo policial y temían. Los agentes abandonaron Chile, el viernes 19 de abril, ocho días después del golpe de Estado. Permanecieron en Chile un total de once días.
José Vicente Rangel, ex ministro de Relaciones Exteriores, luego de Defensa y ahora Vicepresidente Ejecutivo de la República Bolivariana de Venezuela, nunca supo del plan del atentado en su contra.
Mientras celebraba junto a su amigo Hugo Chávez, los agentes de la Disip se paseaban libres por las calles de Caracas. De haber triunfado el golpe de Estado, y si la información que manejaban los agentes de que los Rangel se asilarían en Chile, el destino de esta familia hubiese sido otro.
Además, de haberse concretado el macabro acto terrorista de la Disip en Chile, nadie hubiese entendido el exterminio de esta familia de diplomáticos. Probablemente hubiesen pensado en los golpistas como culpables. Quizás un asalto con un final fatal.
La despedida entre el coronel venezolano Samuel, Víctor Hugo y el Brigadier Provis estuvo cargada de agradecimientos y estima. El vuelo N° 56O de Lan Chile, del viernes 19 de abril, llevó de regreso a Venezuela a los agentes operativos de la Disip. En Santiago, el brigadier Provis seguiría su vida normal, ya está acostumbrado. Era sólo un operativo más.
Seis meses después de la frustrada visita de los agentes a Chile, el pasado jueves 17, llamé a la casa del brigadier Manuel Provis Carrasco para preguntarle por el operativo para asesinar a la segunda autoridad política de Venezuela y su familia. Con una inusual tranquilidad me respondió que no conocía a ningún militar venezolano. Tampoco recordaba haber estado con ningún miembro de la Disip en Chile, y menos ser parte de un atentado para eliminar al vicepresidente de Venezuela y su familia. "No tengo ningún problema en reconocer que trabajé en la DINA, la CNI y en el DINE (Dirección de Inteligencia del Ejército), pero yo no recuerdo haber estado con agentes venezolanos, para nada", contestó el brigadier.
Le expliqué al ex militar que personas cercanas al operativo escucharon que Samuel (coronel de la Disip) lo recordaba desde Israel, pero insistió en que no lo recuerda. "Sí, estuve en Israel, pero no me recuerdo de ningún venezolano. Y mucho menos estuve con él en el mes de abril".
La calma con la que contestaba el brigadier era sorprendente. Incluso cuando le dije que fuentes de la Disip lo señalaban a él como uno de los participantes en el plan para asesinar a la familia Rangel en Chile, incluidos menores de edad. "No, para nada. Yo no haría algo así", contestó pausadamente. "Yo no tengo contacto con nadie. Yo ahora estoy jubilado".
Al pedirle si podíamos juntarnos para hablar del tema, el brigadier Provis accedió de inmediato. Acordamos juntarnos al mediodía del día siguiente en un café del sector Las Condes.
La reunión, que duró más de dos horas, fue relajada. Cuando nos sentábamos para disfrutar de un café, me pregunta el objetivo de haberlo llamado a su casa, lo hace muy tranquilo: "¿Usted esperaba una confesión? ¿Esperaba que le dijera sí, yo le voy a contar todo? ¿Para qué me llamó?". Le expliqué que era su derecho a réplica. Y que para mí era necesario tener su lado de la historia. Asintió y me explicó que él no tiene nada que ver con los señores venezolanos. "No voy a Venezuela desde hace más de 30 años. No conozco, ni soy amigo de ningún venezolano".
Ordenamos unos cortados, y me pide que le entregue detalles de cómo me enteré de esta operación. Cuando nos desviábamos del tema, él me volvía a lo que nos convocaba. "No es que me meta en tu trabajo, yo que tú no publico nada. Si lo haces tendré que demandar. Por qué no investigas un poco más. Tómate un tiempo, porque te aseguro que estás equivocado. Yo no tengo nada que ver, y me vas a manchar sin razón alguna. Seré despedido de mi trabajo y capaz que hasta mi mujer se vaya de mi lado. No me arrepiento de nada de lo que hice en la DINA ni en la CNI, porque no atenté contra nadie. Pero que yo sea parte de un atentado en contra de una familia extranjera, para nada. Imagínate".
Le aclaro que llevo trabajando más de cuatro meses en el caso. También le explico que hay testigos que lo vieron junto a los agentes venezolanos, que los siguieron. El brigadier se queda pensando por un rato como tratando de ayudarme a resolver el crucigrama. Pero su salida no fue para nada la de un ex agente tratando de analizar un tema serio: "Déjame pensar... ¿y si eran chilenos que se hacían pasar por venezolanos? Podría ser ¿no?". Le señalo que las fuentes venezolanas y chilenas son irrefutables y sabemos que eran agentes de la Disip. Otra vez se queda pensando: "Estoy tratando de pensar... Tu me dices que alguien me vio con ellos, pero quizás es alguien que se parece a mí. Imagínate que las fotos mías que aparecen en los archivos de internet de los derechos humanos están erradas. El que aparece ahí, no soy yo". Le digo que los testigos lo identifican por su rostro y por su nombre. Entonces me pide algo que me lo repite en varias ocasiones durante nuestra conversación. "Te pido que por favor no publiques mi verdadera foto".
Le pregunto al brigadier por qué se preocupa si se supone que él no ha hecho nada malo.
Otro detalle importante para él era saber qué había ocurrido con los agentes extranjeros. Deseaba saber si estaban detenidos o bajo vigilancia. Lo raro es que el brigadier no preguntaba qué decían de él estos agentes, y menos aún porque lo involucraron en este caso. Le entregué detalles de cómo los agentes lo mencionaban, y de lo agradecidos que estaban de su cordialidad y atenciones en Santiago, en especial en la casa de su familiar. El militar que sólo escuchaba y sonreía agregó: "que amables que son, pero no los conozco. Te juro que nunca estuvieron en la casa del familiar que mencionas".
Le indiqué que el coronel venezolano Samuel, siempre comentaba de cómo el brigadier lo atendió muy bien en Israel. De inmediato me interrumpió: "Sí, estuve en Israel, pero no me acuerdo de ningún venezolano". Sus palabras eran muy convincentes. Lo hacía con voz baja y suave. Nunca se alteró durante nuestro diálogo. De no haber sido por compromisos la reunión hubiera durado horas.
Finalmente, le insistí que mi investigación y testigos lo señalaban a él como el contacto de los agentes de la Disip en Chile, pero me contestó una y otra vez que no los ubicaba.
Si algo me inquietó de nuestra conversación fue que no me consultara cómo iban a matar a la familia venezolana. Tampoco me pidió que le hablara de que comentaban los gentes de él, ni quienes eran los testigos que los vieron juntos en Chile. Sin embargo, dijo que si algún tribunal investigaba el caso él colaboraría para ayudar a aclarar su inocencia. En ningún momento me ofreció que nos fuéramos de inmediato a una comisaría o a un cuartel de Investigaciones para denunciar algo tan grave como verse envuelto en un atentado de terrorismo internacional. Sólo insistió en que no publicara nada, y sonriendo me dijo que él me podría dar una historia mejor que esta. "Hasta yo te podría ayudar a investigar este caso, pero todavía no lo publiques. No sé cómo investigar algo así porque ya estoy retirado". Le recuerdo que para él no sería nada difícil chequear la información, después de todo había trabajado en inteligencia por muchos años. El brigadier me miró y volvió a sonreír. Llegó la cuenta de los cafés y él se ofreció a pagar. Al despedirnos, el brigadier Provis me agradeció por mi tiempo y yo le correspondí su cortesía.
Mientras me dirigía a mi vehículo, pensaba que Chile estaba cambiando un poco. Después de todo acababa de tener una larga y madura charla con un importante protagonista de las temidas DINA y CNI y no había sido precisamente en un tribunal, ni tras las rejas, ni durante un interrogatorio. El que sonreía ahora era yo.
Tomado de La Nación