23 de agosto del 2002
Pável Mudarra
Venpres
Para 11 magistrados no sólo durante el 11 de abril no hubo en nuestro país un golpe de estado, para esos 11 jueces de gran envestidura tampoco se aportaron las pruebas suficientes para determinar la posibilidad de un enjuiciamiento por rebelión, para los 4 militares acusados por este delito en contra de la democracia y las instituciones públicas, para ellos tampoco el pueblo ha reclamado justicia por más de una semana frente al nuevo edifico de una corte, igual de repugnante, como cuando billetes del soborno fueron lanzados al cielo capitalino desde la ventana del apartamento de aquella jueza corrompida, ligada por cierto a Acción Democrática.
Tampoco tienen ninguna validez los pronunciamientos de la comunidad internacional a través de instituciones como la OEA, The Human Right, El Grupo de los 77, el de Río, y hasta de los mismos Estados Unidos que le negaron la visa al servil Carmona títere de Recao y Molina Tamayo. Tan largo puede ser entonces el velo de una justicia que oculta hasta lo evidente, lo que no necesita comprobación para la sabiduría popular, conocedora poco de leyes pero mucho de mentiras y engaños orquestados en los cenáculos de los traidores de la historia.
Pero la decisión de sobreseimiento no se debe a que los 11 son marcianos o pasaron los últimos meses escondidos detrás de las rejas de sus casas. Cómo tantas, fue una decisión política, que obedece cómo cualquier mortal podría entender, después de exponerse brevemente a la angustia de las noticias, a los manejos del combo Adeco de la Coordinadora Democrática, de políticos como Carmelo Lauría, Luis Miquilena con su resentimiento de más de 40 años persiguiendo el poder, todos representantes de la legendaria manipulación de un pasado supuestamente en vías de superación, maneras que lejos de morir se fortalecen, gracias a hombres que anteponen sus intereses a la evidencia y aceptan como exclusiva verdad a uno de los rostros de la Medusa, el punto de vista expuesto por la defensa de los golpistas, para componer una nueva ficción de las tantas que son utilizadas como argumentos ideológicos en contra del pueblo venezolano y su gobierno.
Esa brecha sin embargo, no es culpa exclusiva de los 11, también tienen culpa quienes abrieron las puertas para que estos señores, algunos con documentos falsos integraran la Cámara Plena, Miquilena antes de saltar la talanquera el mismo 11 de abril en la noche, cuando desde la Colina de los Cisneros se separó (afortunadamente en la opinión de muchos) de Chávez, había organizado sus amplias cuotas de poder y al estilo de Alfaro Ucero, pero desde las filas del MVR, colocaba en lugares claves de la estructura del estado y de los distintos poderes de públicos, a quienes marcados por un cuestionable accionar podrían serle útiles en ese ajedrez político que tan inteligentemente había aprendido a jugar desde los tiempos de Rómulo Betancourt.
Fue así como muchos de los líderes revolucionarios, le abrieron camino otorgándole un poder que incluso puede hacer tambalear los objetivos del proceso de transformación. Y los mismos oficialistas eligieron a los 11 jueces, algunos se separaron rápidamente incluso hasta del mismo Miquilena en esa larga lista de traiciones, otros, los más peligrosos siguen las indicaciones del viejo, ayer comunista, hoy aliado del Carmelo, del mismo Pérez, de Ortega y de tantos otros que defienden las realidades contra las que alguna vez luchó. La evidencia de la traición llegó a su cumbre en la mentira judicial de los sobreseidores, sin embargo se veía venir, ya desde 1999, el viejo Miquilena fue el que le dio instrucciones al fiscal de entonces, su otro secuaz Elichiguerra, para que mutilara, el expediente de William Dávila y evitara el enjuiciamiento del corrupto exgobernador de Mérida, uno de los líderes golpistas del 11 de abril, su otro inseparable Alejandro Armas, traía una larga trayectoria adecopeyana, en el ejercicio de distintos cargos en la administración pública de los que siempre salió bajo sospechas de corrupción. En el CONAC silenció una investigación por malos manejos administrativos dentro del sistema de Orquestas Nacionales, especialmente en el estado Aragua.
Si huele, ladra, muerde y anda como perro, probablemente es perro, sin embargo la utopía revolucionaria, tan generosa como siempre, le dio la oportunidad a estos personajes de pasado oscuro, a quienes absolvió como en el caso de Miquilena para convertirlo en uno de sus líderes, los males se heredaron y tan igual que con Peña, o Ángela la guerrillera de libritos la traición no se hizo esperar, esos errores tácticos los sufre ahora el pueblo venezolano, reprimido y ultrajado por unos cuerpos policiales, que confunden sus funciones.
De la equivocación, debe quedar la experiencia y finalmente los correctivos, el poder de un personaje sin ética, no puede estar por encima del sentido común, de la lógica revolucionaria. Los hombres del tribunal y en muchos otros lugares estructuralmente esenciales que reciban el apoyo político de la organización bolivariana deben contar con una ética impecable actuar apegados a la realidad, por cuanto la realidad está de nuestra parte.
Tomado de Rebelióm