Agosto 15 de 2002
Luz María Sierra
EL TIEMPO
La decisión del Tribunal Superior de Venezuela (TSJ), de absolver a las cuatro más importantes cabezas militares del fallido 'golpe de Estado' del 11 de abril, se constituye en una sonora derrota para el presidente Hugo Chávez y de paso en una nueva prueba de fuego para la democracia en Venezuela.
Derrota, porque el mandatario, sin mensajero alguno de por medio, presionó y amenazó públicamente a la alta corte durante la última semana para que decidiera que sí enjuiciaría a los llamados 'golpistas'. Pero no fue así.
Derrota también, porque el concepto emitido ayer por el Tribunal, en el sentido de se trató de "vacío de poder" y no de golpe, deja sin piso jurídico a la tesis de los chavistas y en particular deja mal parado a Chávez que pocas horas antes advirtió una vez más: "Los magistrados deben tener mucho cuidado (...) en todo el mundo se sabe que aquí hubo un golpe".
Lo más paradójico es que este mismo tribunal era considerado por muchos como de bolsillo del presidente Chávez. De hecho, hace tres años, cuando apenas comenzaba su revolución y el Presidente conformaba los poderes del Estado, el partido opositor Primero Justicia llegó al Congreso con un cerdito como símbolo, decían, de las "marranadas" ocurridas en la designación del Tribunal Supremo.
Sin embargo, las fuerzas cambiaron radicalmente en enero de este año con la salida, del gobierno, del entonces ministro de Interior y Justicia, Luis Miquilena. El hasta ese momento mentor político de Chávez, según analistas, se llevó consigo a la oposición a varios de los magistrados que había ubicado en el Tribunal.
Teodoro Petkoff, director del vespertino Tal Cual, anota al respecto: "Quienes quisieron colocar la justicia a su servicio, vulnerando la Constitución al designar los jueces, para asegurarse una Corte sumisa, no pueden reclamar nada".
Las consecuencias de lo ocurrido ayer todavía no se pueden calcular. Dependen en buena parte de cómo siga el comportamiento en las calles de Caracas que, pendientes de la decisión del TSJ, se han mantenido particularmente encendidas en las últimas dos semanas, con heridos y el nacimiento de nuevos grupos armados clandestinos.
Quedan dos interrogantes abiertos. Uno -a beneficio de inventario-, sobre el destino del Presidente, pues, la oposición asegura que el hecho de que no se haya configurado golpe de Estado abre el camino para procesar a Chávez por las muertes ocurridas el 11 de abril.
Y el otro, aparentemente más crucial, el del futuro del Tribunal y de la democracia misma. Chávez llegó a decir ayer que el TSJ se jugaba "su destino" con este caso y habló de convocar nuevamente al constituyente primario para cambiar la Constitución. Aunque algunos podrían apoyarlo, con el argumento de que la oposición se tomó al Tribunal, también es cierto que de cumplir sus amenazas dejaría un cierto aliento de dictadura.
Luz María Sierra
Editora de Internacional
Tomado de EL TIEMPO