27 de abril de 2002
Documentos sobre los sucesos de abril de 2002 en Venezuela
Luis Britto-García
El Nacional
Uno no debería contar películas, salvo cuando las películas lo cuentan a uno. De la novela cumbre de Patricia Highsmith se han filmado por lo menos dos obras maestras: A pleno sol, dirigida por René Clement, y El talentoso mister Ripley, por Minghella. Hace poco vimos en la última de ellas a un marginal de clase media, el mimético mister Ripley (Matt Damon) imitar minuciosamente al rico heredero Dickie Greenleaf (Jude Law) con la ilusión de convertirse en él. El imitativo mister Ripley espía de lejos el rostro de Dickie y dice: esa es mi cara. Envidia el velero de Dickie y añade: este es mi yate. Se entera de que su modelo ha estudiado en Princeton, y le miente: esa es mi universidad. Investiga qué música ama Dickie, y lo engaña: esa es mi música. Se hace invitar a la mansión de Dickie y piensa: esta es mi casa. El advenedizo mister Ripley usa a escondidas la ropa de Dickie, los zapatos de Dickie, el anillo de Dickie, copia abiertamente su voz, su apariencia, su firma.
¿Por qué acepta este engaño el engreído Dickie? Como todo oligarca, acaricia la ilusión de ser admirado por algo distinto de su fortuna. Ignora que la imitación es el culto más repulsivo que la indigencia rinde al dinero. Fascinado o asqueado por este bufón o este espejo, el heredero Dickie no deja de marcar la diferencia: Ripley, no estás bronceado. Ripley, no puedes timonear un velero. Ripley, no sabes esquiar. Ripley, usas chaqueta de corduroy en Italia. Ripley, quítate mi ropa. Ripley, definitivamente no has estudiado en Princeton.
Ciego y sordo ante tales advertencias, el ambicioso mister Ripely se le declara a su modelo en diáfanos términos: amo tu estilo de vida. Creyendo que el hábito sí hace al monje, aprovecha un paseo en bote para proponerle vivir juntos, compartir ese estilo de vida equiparable a una aventura amorosa. Basta tal insolencia para que caigan las máscaras. ¡Ripley, no te conozco, eres un fastidio, un arribista, un don Nadie!, le espeta el ofendido oligarca. El vengativo mister Ripley le parte la cabeza a su ídolo a golpes de remo, y con el traje y los documentos de su víctima inicia un patético intento de hacerse pasar por él.
La principal artimaña del poder es hacer creer a los esclavos que pueden convertirse en los amos remedando sus gestos. Para convencer a la clase media de que es lo mismo que la oligarquía existen liturgias tan persuasivas como la revista ¡Hola!, los partidos de derecha, algunos medios. Sólo a través de estos mecanismos de instigación de la esquizofrenia social se explica que tanta baja clase media, tanto sindicalero, tanto politicastro de medio pelo, imaginándose ser Pedro Carmona Estanga, se movilizara para asesinar al orden institucional y a cuantos lo defendieran.
Los talentos combinados de Patricia Higsmith, de René Clement y de Minghella no bastarían para plasmar la escena de ruptura que ocurre cuando Pedro Carmona Estanga, llevado al poder por sus talentosos golpistas, sindicaleros y sicarios, se dedica a marcar la diferencia. Y qué diferencia: ¡Trabajadores y clase media! Contad con la pérdida de la estabilidad laboral y los créditos indexados, aun siendo inocentes. ¡Militares! La defensa está a cargo del traficante de armas Isaac Pérez Recao y de sus milicias caucásicas, entrenadas en un país extranjero. ¡Médicos! A trabajar como maquiladores para las aseguradoras de pensiones. ¡Mujeres! Vuestro puesto está en el gabinete, pero en el de cocina. ¡Medios! Os sale censura en pago de favores recibidos. ¡Frijolito junior y políticos electos! Renunciad a vuestras investiduras. ¡Carlos Ortega! Usted no estudió en el San Ignacio de Loyola. ¡Alfredo Peña! Usted huele a huevos chimbos. ¡Gabriel Puertas! Si te he visto no me acuerdo. ¡Francisco Arias Cárdenas! Usted no tiene sangre azul. ¡Julio Borges! Usted es un farandulero que no se compara con mi numen jurídico, el constitucionalista Allan Brewer Carías. Luis Pedro España: ¿Quién le dijo que se mudara de la UCAB para Miraflores? ¡Eso no es posible! Guaicaipuro Lameda: despídase de la comisión por la venta de PDVSA, porque ese negociado nos lo reservamos Pepe Rodríguez Iturbe y mis condiscípulos del Opus.
Todos fueron por el pastel y perdieron su tajada. Cayeron sobre la piñata solo para descubrir que la piñata eran ellos. De casualidad la flamante junta no les frió las cabezas en las cacerolitas que llevaban meses tocando. Una vez más el decepcionado mister Ripley desenmascaró el verdadero rostro de la oligarquía neoliberal con la que había creído confundirse. Plutocracia pretoriana, la llamó un adeco desencantado. O, como dirían los centenares de miles de bolivarianos que salieron inermes a restablecer la institucionalidad: no orina para que la tierra no chupe. Verdaderamente afortunado fue que irrumpieran en palacio y detuvieran a Pedro Carmona Estanga antes de que una turba de despechados mister Ripley le partiera a su ídolo el cráneo a golpes de remo y huyeran disfrazados con sus ropas para seguir el patético intento de hacerse pasar por él.
Recibido por El Nacional