17 de marzo

VIERNES 12 DE ABRIL DE 2002

Política

PROTESTA Y REPRESIÓN

Francotiradores disolvieron marcha a tiros

Rafael Luna Noguera, Edgar López, Fausto Masó
El Nacional

Fotos ALEX DELGADO. La violencia se desató pasadas las 4:00 pm, cuando manifestantes de los grupos de oposición quisieron subir al palacio de gobierno

Simpatizantes del Gobierno se apostaron, armados, en varios edificios situados en las adyacencias de Miraflores -entre éstos La Nacional, donde funcionan oficinas administrativas de la Alcaldía de Libertador- y dispararon contra los manifestantes, periodistas y policías. Mientras, el presidente Hugo Chávez daba una cadena nacional y aseguraba que la situación estaba controlada en todo el país

Grupos armados del oficialisno, integrados incluso por francotiradores, acabaron a tiros la marcha pacífica que realizaron ayer miles de opositores al gobierno del presidente Hugo Chávez Frías, quienes pretendían, luego de transitar casi toda la capital, desde el este hasta el centro de la ciudad, llegar al palacio de Miraflores. El resultado preliminar, de acuerdo con cálculos policiales, fue de por lo menos 9 muertos y casi un centenar de heridos. Y aunque el casco central de Caracas se convirtió en un verdadero campo de batalla, el primer magistrado de la República aseguró, en cadena nacional, que la situación estaba controlada. Algunas personas salvan obstáculos para escapar de los francotiradores

La violencia se desató pasadas las 4:00 pm, cuando decenas de manifestantes de los grupos de oposición quisieron subir al palacio de gobierno por las vías paralelas del liceo Fermín Toro y El Calvario, así como por la avenida Baralt, pero piquetes de la Guardia Nacional se lo impidieron con gases lacrimógenos. La GN estableció cordones de seguridad del lado de los cientos de manifestantes del chavismo, que pululaban en los alrededores de Miraflores desde tempranas horas de la mañana, al tiempo que las brigadas de Orden Público de la Policía Metropolitana hicieron lo propio del lado de los miles de opositores al régimen.

Hubo gran tensión por momentos y luego de que la Guardia Nacional arrojó la segunda "oleada" de bombas lacrimógenas, sobrevino el pandemónium en el centro de Caracas. Los enfrentamientos se prolongaron hasta entrada la noche, cuando los chavistas permanecían en los alrededores del palacio de Miraflores

Francotiradores apostados en varios de los edificios adyacentes a Miraflores, entre éstos La Nacional, en la esquina de Capitolio, donde funcionan oficinas administrativas de la Alcaldía del Municipio Libertador, dispararon ráfagas de ametralladoras y otras armas de fuego automáticas contra las personas presentes en el perímetro, fundamentalmente las que se encontraban en la avenida Baralt.

Tony José Velásquez Romero, funcionario de la Dirección General de los Servicios de Inteligencia y Prevención adscrito a la Casa Militar; José Tamayo; un agente de la Policía Metropolitana; un empleado de Pdvsa; un hombre identificado con un carnet de la Hermandad Gallega, y otro con una camisa y una cachucha de la Shell fueron algunos de los que resultaron muertos en el tiroteo.

Jorge Tortoza, reportero gráfico del diario 2001; Luis Hernández, fotógrafo de un diario de Los Teques; Jhonatan Freitas, reportero gráfico del vespertino Tal Cual; una joven militante del partido Primero Justicia y decenas de manifestantes, cuyos nombres no pudieron ser precisados, resultaron heridos como consecuencia de los disparos.

Fuera de control

Los proyectiles silbaban entre los grupos de manifestantes, que veían impávidos cómo les disparaban desde los edificios oficiales. La Guardia Nacional se replegó, aunque posteriormente actuó en varios puntos de la zona en conflicto.

Comisiones de la Policía Metropolitana se hicieron presentes en el sitio e inicialmente trataron de controlar la situación con perdigones y gases lacrimógenos, pero dado que a los uniformados también les disparaban con armas de fuego, utilizaron sus revólveres de reglamento. También se apoyaron con subametralladoras.

Varios hombres que ocupaban un vehículo de color blanco, con papeles ahumados en los vidrios, dispararon contra cuatro uniformados de la PM en las cercanías de Metrocenter de Capitolio; todos resultaron heridos. Fueron socorridos por compañeros y trasladados en ambulancias y motos a hospitales cercanos y la Clínica Vista Alegre.

Mientras se recrudecían los enfrentamientos en la avenida Baralt y grupos de asalto de la PM trataban de ingresar al edificio La Nacional, para detener a los francotiradores, en El Calvario y en el liceo Fermín Toro permanecían apostados decenas de manifestantes, que, cada cierto tiempo, retrocedían hacia la plaza O'Leary y los bloques de El Silencio, con la intención de evitar los efectos de los gases lacrimógenos dispersados en toda la zona.

En apariencia, los bandos estaban definidos: uno en las adyacencias de Miraflores, a favor de Chávez, y otro en Capitolio, contra el mandatario. Pero, de pronto, un grupo de simpatizantes del Gobierno estableció una barricada en las cercanías de la sede principal de la Oficina Nacional de Identificación, en la avenida Baralt, y luego de cercar a decenas de sus opositores, los atacaron por sorpresa con piedras y botellas.

En ese nuevo flanco se generó otro enfrentamiento, que culminó con más personas heridas. Motorizados de la Policía Metropolitana trataron de rodear a los chavistas, pero al no lograr tal acción, decidieron enfrentarlos cuerpo a cuerpo, y esta vez sí pudieron dispersarlos.

Los enfrentamientos se prolongaron hasta entrada la noche, cuando todavía los grupos de simpatizantes del presidente Hugo Chávez permanecían apostados en los alrededores del palacio de Miraflores. Casi a las 7:00 pm circulaban rumores sobre el derrocamiento del mandatario nacional.

Concejal dispuesto a matar

Era obvia la filiación política del individuo que vestía una franela con los símbolos del Movimiento Quinta República. ¿Pero quién era ese flaco de bigotes que quedó al descubierto por las imágenes de televisión, que captaron el momento en que también disparaba un arma de fuego desde el puente de la esquina de Llaguno, en la intersección de las avenidas Baralt y Urdaneta? "Ese es Richard Peñalver", aseguró Paula Tovar, que se comunicó por teléfono para identificar a aquel hombre en actitud delictiva que, para mayor gravedad, es concejal del Cabildo Metropolitano por el partido de gobierno.

"Sí, no tengo dudas, vestía franela blanca y estaba en el puente disparando junto con otros cinco hombres armados", añadió Tovar, empleada de la Gobernación del Distrito Federal en la época de Hernán Grüber Odremán.

Richard Peñalver fue presidente de la Junta Parroquial de El Recreo y se ha manifestado a favor de la gestión del alcalde del Municipio Libertador, Freddy Bernal, y en contra de la administración del alcalde mayor Alfredo Peña. Ahora todo el país lo conocerá como un defensor tan radical del régimen chavista que está dispuesto y es capaz de salir a la calle a matar

Edgar López

Hablabas y hablabas

Fausto Masó

Hablaba y hablaba mientras sonaban los disparos. Tenía que haberlos oído, sabía lo que estaba pasando. Un mínimo de decencia te hubiera obligado a interrumpir la cháchara. Pero le encanta hablar. Hasta habló de amor mientras los francotiradores disparaban desde las azoteas contra los manifestantes. Habló de concordia mientras que otros apuntaban a la cabeza. ¿No escuchaba los disparos? ¿No le informaron mientras hablaba y hablaba que estaban disparando? ¿Qué decían esos papelitos que un edecán le pasaba? Le importó poco. Siguió hablando y hablando, porque le encanta oírse a sí mismo. Y eso que en otra situación hubiera sido una muestra de vanidad lamentable, ayer sirvió para revelar su verdadero rostro, siguió hablando y hablando mientras ocurría la masacre. Tenía que haberse callado, ordenado que terminaran la matanza, hacer algo. Habló al ritmo de los pistoletazos. Las palabras matan, le repetimos, y se vuelven obscenas en esas circunstancias. Tenía que callarse. No lo hizo. ¿Para qué? Habrá pensado, había dado la orden.

Al final de la trama se caen las mascaras. Termina la presentación. Conocemos a cada personaje tal como es. El asesino se muestra como asesino, el cobarde como cobarde. En su caso primero mató con las palabras, ayer con plomo. Las palabras matan. Y ese fue su intención desde el primer día: comenzó a asesinar al pueblo venezolano, descalificando a los que se le oponían. Cuando llamaba a alguien escuálido, o gusano, cualquier atrocidad a continuación estaba permitida. Sembró el odio, es tarde, muy tarde, para ocultarse con el evangelio, unir las manos en posición de rezar, como hizo en la cadena. Lo de ayer comenzó a fraguarse desde el primer día que incitó al desprecio contra seres humanos. El pasado domingo llamó a los trabajadores de Pdvsa, pdvagos, los despidió humillantemente de sus trabajos, los presentó como oligarcas egoístas.

Ayer, apretó el gatillo, fue el responsable de los disparos. Lo hizo porque le importa poco la vida humana, como todo supuesto revolucionario: siempre los falsos salvadores de la humanidad desprecian a los hombres de carne y hueso.

Constantemente proclama que eres un simple soldado, aunque ya por alguna razón no se vista de militar. Afirma que le gusta la batalla. No, mentira. Lo que le encanta es hablar, y que otros disparen. Pero cometió un error. En este país si algo está distribuido democráticamente es el valor; los testículos, pues. No has logrado nada, sólo convencernos de que fue el que apretó el gatillo. Ayer puso punto final a la historia. Quedará asociado para siempre con los disparos contra una manifestación. Ese es su verdadero discurso. Cada vez que hable, recordaremos la escena: mirando fijamente a la cámara, pretendiendo seducir y engañar a los televidentes y, de fondo, como una sinfonía macabra, los disparos.

Ya nunca más oiremos esas peroratas sin asociarlas con disparos, muerte.

Está acabado.

Así quedará para la historia. Hablando y hablando y, de fondo, disparos.

Ese es su verdadero estilo oratorio, el de la masacre.

Tomado de El Nacional


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