17 de marzo

21 de abril de 2002

El picotazo de los halcones

Juan G. Tokatlián
gLOBALIZACION

La fallida conjura contra Hugo Chávez puso en evidencia la peligrosa posición de EE.UU. frente al golpe en Venezuela. La reacción de Washington pareció deliberadamente encaminada a definir un nuevo tipo de golpe de Estado: el "benévolo"; es decir, darle tácita bienvenida al intento de derrocamiento de un gobierno democrático si es que los golpistas actúan en consonancia con las preferencias ideológicas actuales de EE.UU. El 12 de abril, Ari Fleischer, vocero presidencial, y Peter Reeker, vocero del Departamento de Estado, plantearon que la administración Chávez provocó la crisis en Venezuela, afirmaron que había renunciado y que antes de dimitir, el presidente había destituido al vicepresidente y a su gabinete. Además de culparlo por su caída y desnaturalizar la realidad anunciando su renuncia y la autoremoción de su gobierno, se rehusaron a calificar lo ocurrido como golpe de Estado. Esta inversión de valores responsabiliza a la víctima en lugar del victimario.

Mientras tanto, el subsecretario de Estado para Asuntos Hemisféricos, Otto Reich -embajador en Caracas entre 1986-89 y principal promotor de la Contra nicaragüense-, el director de Asuntos Hemisféricos del Consejo Nacional de Seguridad, John Maisto -embajador entre 1997-2000-, el director para la Democracia, los DD.HH. y las Organizaciones Internacionales del Consejo Nacional de Seguridad, Elliott Abrams -ex subsecretario de Estado y patrocinador de los contras-, el director de la Región Andina del Departamento de Estado, Thomas Shannon -consejero político de la embajada en Caracas durante la gestión de Maisto- el responsable de la oficina (desk) de Venezuela en el Departamento de Estado, Brian Naranjo, mantuvieron un sorprendente mutismo. El embajador de EE.UU. ante la OEA, Roger Noriega -quien fuera mano derecha del republicano Jesse Helms- y el embajador de EE.UU. ante la ONU, John Negroponte -vinculado a los contras cuando era embajador en Honduras- también preservaron un llamativo silencio. Ningún funcionario estadounidense vinculado a Latinoamérica y a los foros multilaterales repudió el golpe.

Con independencia de la calificación que merezca el estilo y gestión de Chávez, el suyo es un gobierno democrático. Por ello, la reacción de EE.UU. recuerda las horas más oscuras de la Guerra Fría: antes que defender la democracia se buscaba una presunta estabilidad de corto plazo. Así, se abre una Caja de Pandora de la cual puede salir cualquier cosa. Es posible que debamos empezar a considerar si EE.UU., bajo el gobierno de Bush, no se está convirtiendo en un problema de seguridad para nuestras precarias democracias.


Juan G. Tokatlián es politólogo. Publicado originalmente en Clarín, Buenos Aires, 21 abril 2002.

Tomado de gLOBALIZACION


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