29 de abril del 2003
David Walsh
InformationTimes.com
Traducido para REBELIÓN por Ángel Cristóbal Colmenares E.
La agresión que los Estados Unidos llevan a cabo en el Medio Oriente provoca el más serio cuestionamiento acerca del papel de los medios de comunicación de masas en la sociedad moderna. En el período previo a la invasión, los medios [corporativos] de comunicación estadounidenses presentaron acríticamente los argumentos de la Administración Bush, arraigados en mentiras, distorsiones y verdades a medias, para un ataque sobre Irak. Ello excluía virtualmente todos los puntos de vista críticos, al punto de silenciar las noticias de masivas manifestaciones públicas anti-guerra y cualquier otro hecho que contradijera la propaganda de la Casa Blanca y del Pentágono.
El fin obvio era desinformar y manipular a la opinión pública, y convencer a las decenas de millones que dentro de los Estados Unidos se oponían a la política guerrerista del gobierno que ellos constituían una pequeña y desvalida minoría. Ahora, como si obedecieran a una señal, los medios de comunicación estadounidenses han vuelto su obediente atención a Siria, evidentemente el próximo blanco del ejército estadounidense. Si el enfoque de la Casa Blanca y del Pentágono debe cambiar a Corea Norte o Irán, artículos apropiados empezarán a aparecer acerca de la terrible amenaza representada por esos regímenes para la seguridad del pueblo estadounidense.
En los medios de comunicación norteños hay apenas un rastro de análisis serio en relación a las realidades políticas y sociales del Medio Oriente. Hace mucho tiempo fue abandonado cualquier sentido de responsabilidad por educar e informar al público o llevar a cabo la función democrática crítica tradicionalmente asignada al "Cuarto Poder", esto es, servir como un perro guardián que vigila los abusos y falsificaciones gubernamentales. En vez de ello desarrolla servilmente la tarea asignada por la élite dominante: confundir, aterrorizar e intimidar al pueblo estadounidense, restándole capacidad para resistirse al programa reaccionario de la pandilla derechista de Washington.
Las redes de la televisión y los principales periódicos son la primera fuente de noticias e información para decenas de millones de personas en los Estados Unidos. Sin embargo, esos recursos públicos están en manos de empresas gigantes, controladas por individuos fabulosamente adinerados que ante nada se detendrán para defender sus ganancias y propiedad. Los cadáveres de miles, o, si es necesario, de millones de iraquíes, afganos, sirios, iraníes y otros son un pequeño precio a pagar, en lo que a los billonarios medios de comunicación concierne, por lograr el dominio militar y económico estadounidense del globo.
Esto convierte a los medios de comunicación estadounidenses en un accesorio antes y después de los crímenes perpetrados en Irak y los que en el futuro se cometan contra otros pueblos en la región y alrededor del mundo. Sentados lejos de las asoladas ciudades iraquíes, en las elegantes salas de reuniones, los magnates de los medios de comunicación pueden creer que nunca enfrentarán tales cargos. Hay, sin embargo, paralelos y precedentes históricos que muestran lo contrario.
El papel de la propaganda y de los propagandistas figuró en forma prominente ante el Tribunal de Crímenes de Guerra de Nuremberg, instalado para enjuiciar a los líderes nazis luego de la Segunda Guerra Mundial. El tribunal era una institución organizada por los victoriosos gobiernos aliados, sirviendo en última instancia a las clases dominantes de esos países.
No obstante, en sus argumentos los fiscales estadounidenses partieron de un democrático principio legal derivado de la experiencia internacional de medio siglo de carnicería: que planificar y lanzar una guerra agresiva constituía un acto delictivo y que aquéllos que ayudaron a preparar tal guerra mediante sus esfuerzos propagandísticos eran tan culpables como quienes prepararon los planes de batalla o manufacturaron las municiones.
El caso presentado contra Hans Fritzsche, uno de los individuos principalmente responsable de la propaganda nazi de prensa y radio es particularmente significante. Fritzsche, nacido en Bochum, Westfalia, en 1900, sirvió en el Ejército alemán en la Primera Guerra Mundial y estudió artes liberales en la universidad, pero salió sin graduarse. Empezó una carrera como periodista trabajando para Hugenberg Press, una cadena de periódicos que apoyaba las fiestas "nacionales" derechistas, incluso las nazis.
Fritzsche empezó haciendo comentarios en la radio en septiembre de 1932, discutiendo eventos políticos en su propio programa semanal, "Habla Hans Fritzsche." Ese mismo año el régimen de Franz von Papen lo puso a la cabeza del Departamento de Noticias Inalámbricas (Radio), una agencia gubernamental. Fritzsche era simpatizante de la causa nazi, pero no un miembro del partido.
Subrayando la importancia con la cual el hitlerismo vio la radio como un instrumento de propaganda, en la tarde que los nazis llegaron al poder, el 30 de enero de 1933, dos emisarios de Joseph Goebbels, quien en breve sería ministro de propaganda y esclarecimiento, hicieron una visita a Fritzsche, a quien fue permitido permanecer a la cabeza del Departamento a pesar de su rechazo a ciertas condiciones puestas por Goebbels, incluyendo el despido inmediato de todos los judíos y de quienes rehusaran unirse al Partido nazi. El caso contra Fritzche en el juicio de Nuremberg señala: "Fritzsche continuó efectuando transmisiones de radio durante ese período, en el cual él apoyó al gobierno de coalición Nacionalsocialista (nazi) entonces existente".
En abril de 1933, Goebbels hizo una visita personal a Fritzsche y le informó de la decisión de colocar el Servicio de Noticias Inalámbricas bajo jurisdicción del recientemente creado Ministerio de la Propaganda a partir del 1 de mayo de 1933. Aparentemente satisfecho con los resultados de la primera reunión, Goebbels arregló una segunda en la cual Fritzsche informó al Ministerio de Propaganda de los pasos por él tomados para "reorganizar y modernizar" a la agencia, incluyendo desembarazarse de empleados judíos.
"Goebbels informó luego a Fritzsche de que le gustaría que reorganizara y modernizara enteramente los servicios de noticias de Alemania bajo control del Ministerio de la Propaganda.
... Él [Fritzsche] procedió a concluir la reorganización pedida por Goebbels de los Servicios de Noticias y el 1 de mayo de 1933, junto con los miembros restantes de su personal, se unió al Ministerio de la Propaganda. Ese mismo día se incorporó al NSDAP [Nazionalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei, el Partido nazi] y tomó el acostumbrado juramento de lealtad incondicional al Führer." Luego de ingresar al Ministerio de Propaganda, Fritzsche fue a trabajar para su "División de Prensa Alemana". Desde 1933 hasta 1942 Fritzsche ocupó varias posiciones en ese departamento, dirigiéndolo por cuatro años durante los cuales el régimen nazi lanzó sus invasiones a países vecinos. La acusación de Nuremberg sostenía: "En virtud de sus funciones, la División de Prensa Alemana se volvió un importante y único instrumento de los conspiradores nazis, no sólo dominando a las mentes y psicología de los alemanes, sino también como un instrumento de política exterior y de guerra psicológica contra otras naciones".
Según la propia declaración jurada de Fritzsche: "Durante todo el período desde 1933 hasta 1945 era tarea de la División de Prensa Alemana supervisar la prensa doméstica completa y proporcionarle directivas, por lo que esta división se convirtió en un instrumento eficaz en las manos de la dirección estatal alemana.
Más de 2.300 periódicos diarios alemanes estaban sujetos a este control. ... La dirección de la División de Prensa Alemana daba conferencias de prensa diarias en el Ministerio para los representantes de todos los periódicos alemanes. Por este medio se daban todas las instrucciones a los representantes de la prensa."
La acusación, llevada por Drexel Sprecher, un estadounidense, hizo énfasis considerable en el papel de los medios de propaganda en la facilitación de oportunidades al régimen de Hitler para preparar y llevar a cabo guerras agresivas. "El uso dado por los conspiradores nazis de la guerra psicológica es bien conocido. Antes de cada agresión, con algunas pocas excepciones basadas en la conveniencia, ellos comenzaron una campaña de prensa calculada para debilitar a sus víctimas y preparar psicológicamente al pueblo alemán para el ataque. Usaron la prensa, después de sus primeras conquistas, como un medio parar posterior influencia en la política externa y maniobrando para la siguiente agresión." Fritzsche fue nombrado director de la División de Prensa Alemana en 1938 después de que los métodos "casi militarmente primitivos" de su predecesor, Alfred Ingemar Berndt, crearon "una crisis notable en la confianza del pueblo alemán en la honradez de su prensa", en palabras de Fritzsche. El fiscal de Nuremberg detalló las campañas de propaganda desarrolladas por los medios de comunicación alemanes, bajo la supervisión inmediata de Fritzsche, en relación a varios actos de agresión extranjera, incluyendo la anexión de Bohemia y Moravia (1939) y las invasiones de Polonia (1939), Yugoslavia y la URSS (1941).
La campaña de propaganda de prensa nazi que precede a la invasión de Polonia incluía reclamos fabricados o manipulados de la minoría alemana en ese país. Fritzsche explica:
"Respecto a esto los principales periódicos alemanes, sobre la base de instrucciones dadas en el llamado 'santo y seña diario', publicaba lo siguiente con gran énfasis: (1) crueldad, terror y exterminio contra los alemanes en Polonia; (2) trabajo forzado de miles de hombres y mujeres alemanes en Polonia; (3) Polonia, tierra de servidumbre y desorden; la deserción de soldados polacos; la creciente inflación en Polonia; (4) provocación de choques fronterizos bajo la dirección del Gobierno polaco; la codicia polaca por la conquista; (5) la persecución de checos y ucranianos por Polonia." Con respecto a la propaganda nazi que rodea los eventos yugoslavos, el fiscal notó las "acostumbradas definiciones, mentiras, incitación y amenazas, y el usual intento por dividir y debilitar a la víctima". Fritzsche describe cómo recibió instrucciones en la víspera de la invasión de la Unión Soviética en junio de 1941: "[El Ministro del Exterior Joachim von] Ribbentrop nos informó que la guerra contra la Unión Soviética empezaría ese mismo día y pediría a la prensa alemana presentarla como una guerra preventiva para la defensa de la Patria, como una guerra a la cual fuimos forzados por el peligro inmediato de ataque de la Unión Soviética contra Alemania.
La pretensión de que esa era una guerra preventiva se repitió después por los diarios que recibieron mis instrucciones durante el santo y seña diario del Jefe de Prensa del Reich. Yo, yo mismo he dado también esta presentación de la causa de la guerra en mis transmisiones radiales regulares". Así, la presentación de una invasión ilegal de un país extranjero como un "preventivo" o la guerra preventiva no se originaron con Bush, Cheney o Rumsfeld.
La acusación en el caso de Fritzsche puso de relieve un asunto que es de la mayor importancia hoy: el papel de los medios de propaganda nazi en acostumbrar a la población alemana a los sufrimientos de otros pueblos y, de hecho, instando al pueblo alemán a cometer crímenes de guerra. El Fiscal expuso: "Fritzsche incitó a las atrocidades y animó una política de cruel ocupación. Los resultados de la propaganda como arma de los conspiradores nazis tocan cada aspecto de esta conspiración, incluyendo las atrocidades y la explotación cruel en los países ocupados.
Es probable que muchos alemanes comunes nunca habrían participado en, o tolerado las atrocidades cometidas a lo largo de Europa, de no haber sido condicionados y estimulados por la constante propaganda nazi. La rigidez y acuciosidad de las personas que realmente cometieron las atrocidades eran en mucho debidas a la propaganda constante y corrosiva de Fritzsche y sus asociados oficiales".
Los medios de comunicación estadounidenses hoy reportan resultados de encuestas que indican un 60% ó 70% de apoyo popular a la guerra contra Irak. Tales encuestas no son dirigidas por organismos desinteresados con el propósito de un conocimiento sociológico avanzado. La manera en que los entrevistados son seleccionados y las preguntas formuladas tienen un impacto considerable en los resultados obtenidos. Los poderes que en Estados Unidos existen tienen interés de mantener la ficción de una nación unida tras su presidente y sus fuerzas armadas. En la realidad, hay una extendida hostilidad y oposición a la guerra y a la administración Bush que no encuentran expresión alguna en los medios de comunicación, en el Partido Demócrata o en cualquier otra institución oficial estadounidense.
Sin embargo, hay un grupo de apoyo a la guerra entre las capas más atrasadas de la población.
Aparte del número relativamente pequeño de fanáticos derechistas, quienes pudieran estar a favor de la guerra contra cualquiera, incluso contra buena parte de sus compañeros estadounidenses, aquéllos en favor del ataque a Irak creen: a) que el régimen de Saddam Hussein tuvo las manos metidas en el ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 contra Nueva York y Washington; b) que los iraquíes poseían "armas de destrucción masiva" que intentaban usar contra sus vecinos o contra los Estados Unidos en algún punto futuro; y/o, c) que la población iraquí deseaba la "liberación" de manos del ejército estadounidense.
Y aunque excede a los límites de este artículo exponerlo, se ha demostrado que las tres demandas son mentiras por los eventos de la guerra en sí, quedando su exposición para futuros desarrollos. Si muchos estadounidenses, sin embargo, creen en esos argumentos, con todas las trágicas consecuencias para los iraquíes y otros pueblos, ¿cómo puede ser ello considerado? Claramente, por "la constante y corrosiva propaganda" de los medios de comunicación estadounidenses en el curso de meses e incluso años, yendo a los días de la primera Guerra del Golfo. El mismo éxito de los medios de comunicación manipulando a la opinión pública es una de las pruebas más contundentes de su culpabilidad en la comisión de crímenes de guerra.
Merece la pena citar una extensa parte de la conclusión del Fiscal acusador de Fritzsche, pues arroja considerable luz sobre el papel de los medios de comunicación en la edad moderna, así como las sensibilidades democráticas de aquéllos perseguidores de los delincuentes de guerra nazis, sensibilidades que ya no tienen peso alguno dentro de los círculos de decisión estadounidenses.
"Fritzsche no era el tipo de conspirador que firmó decretos, o quien se sentaba en los conciliábulos internos planeando la gran estrategia global. La función de la propaganda está, en su mayor parte, fuera del campo de tal planificación. La función de una agencia de propaganda es algo más análogo a una agencia de publicidad o al departamento de relaciones públicas, cuyo trabajo es vender el producto y ganar el mercado para la empresa en cuestión. Aquí la empresa era la conspiración nazi.
En una conspiración que depende tanto del fraude como de medios, los vendedores del grupo conspirador son absolutamente esenciales y tan culpables como los planificadores, aunque no hayan contribuido substancialmente a la formulación de toda la estrategia básica, pero en cambio se concentraron en hacer posible la ejecución de la estrategia. En este caso, la propaganda fue un arma de tremenda importancia para esa conspiración. Además, los propagandistas principales eran los cómplices mayores en esta conspiración, y Fritzsche era uno de ellos...
Fritzsche aprendió una lección de su predecesor, Berndt, quien cayó de la dirección de la División de Prensa Alemana en parte porque se le fue la mano en la manipulación embotada y excesiva de la propaganda de los Sudetenland. Fritzsche caminó por la brecha causada por la pérdida de confianza de los editores y del pueblo alemán, e hizo su trabajo con más habilidad y sutileza. Su agudeza y habilidad para infundir confianza y 'para encontrar', como dijo Goebbels, ` los deseosos oídos de la nación entera, ' --estas cosas le hicieron el cómplice más útil de los conspiradores...
Fritzsche no está en el banquillo de los acusados como un periodista libre sino como un propagandista que ayudó sustancialmente a ceñir el dogal nazi sobre el pueblo alemán, quien hizo de los excesos de los conspiradores algo paladeable por el pueblo alemán, quien estimuló a la nación alemana a la furia y crimen contra los pueblos que esos propagandistas les dijeron eran subhumanos Sin el aparato de propaganda del Estado nazi, el mundo no habría sufrido la catástrofe de esos años, y es por el papel de Fritzsche en nombre de los conspiradores nazis, y sus prácticas engañosas y bárbaras por lo cual se le llama a rendir cuentas ante el Tribunal Militar Internacional".
El tribunal no encontró culpable a Fritzsche sobre las dudosas bases de que él no había tenido la estatura suficiente para formular u originar las campañas de propaganda emprendidas por el régimen nazi. También se afirmó que la acusación no había demostrado que Fritzsche era consciente del exterminio de los judíos o que había difundido noticias que él sabía que eran falsas. (Fritzsche fue inmediatamente vuelto a arrestar y acusado por las cortes alemanas de varios crímenes. Fue sentenciado a nueve años de trabajos forzados, dejó la prisión en 1950 y murió de cáncer tres años después.) La fiscalía, en su réplica a la "Infundada Absolución del Acusado Fritzsche", volvió insistente y significativamente a sus argumentos. Hizo notar que el veredicto no tuvo en cuenta que Fritzsche era hasta 1942 "el Director de facto de Prensa del Reich y que, según él, subsiguiente a 1942, se convirtió en 'Comandante en Jefe de la radio Alemana'. "La fiscalía siguió: "Para la correcta definición del papel del acusado Hans Fritzsche es necesario, primeramente, tener clara la importancia dada por Hitler y sus socios más íntimos (como Goering, por ejemplo) a la propaganda en general y a la propaganda radial en particular. Esto fue considerado uno de los más importantes y esenciales factores en el éxito de dirigir una guerra agresiva".
En la Alemania de Hitler, continúa la réplica al veredicto, "la propaganda era invariablemente un factor de preparación y dirección de actos de agresión y entrenamiento del populacho alemán para aceptar obedientemente las empresas delictivas del fascismo alemán. ...
El método básico de la actividad propagandística nazi descansa en la presentación falsa de hechos. ... La diseminación de mentiras provocadoras y el engaño sistemático a la opinión pública eran necesarios al hitlerismo para la realización de sus planes como lo eran la producción de armamentos y el bosquejo de planes militares. Sin la propaganda, fundada en el eclipse total de la libertad de prensa y de expresión, no habría sido posible para el fascismo alemán realizar sus intenciones agresivas, sentar los fundamentos y poner en práctica los crímenes de guerra y contra la humanidad. En el sistema de la propaganda del Estado de Hitler eran la prensa diaria y la radio las armas más importantes". Hay poco para ser agregado a esta condena. Y aunque todas las analogías históricas tienen sus límites, la acusación al jefe de los medios de comunicación alemanes por crímenes de guerra habla con gran fuerza del papel de los barones de los medios de comunicación estadounidenses en los asuntos internacionales contemporáneos.
Tomado de Rebelión