28 de octubre del 2002
FAIR (http://www.fair.org)
Publicado en Znet el 7 de julio de 2002
(Traducción del inglés para Rebelión: Beatriz Morales Bastos)
El periódico israelí Ha´aretz informó el mes pasado (31 de mayo de 2002) de que a instancias de un ministro del Likud, la Dirección de Radiotelevisión israelí (IBA, en sus siglas en inglés) había prohibido a sus departamentos de redacción utilizar los términos "colonos" y "asentamientos" en radio y TV. Según Ha´aretz "no está claro si los jefes de redacción van a obedecer la orden", que ha sido vista como un intento por parte del nuevo director del IBA de ganarse el favor del primer ministro, Ariel Sharon. Lo que parece claro es que los asentamientos -viviendas construidas en terrenos ocupados ilegalmente por Israel después de la guerra de 1967- son un tema tan polémico en Israel que al gobierno de este país le gustaría impedir que los periodistas incluso dejaran de pronunciar esa palabra.
Sin embargo, las páginas de opinión de un periódico israelí como Ha´aretz suelen ofrecer un debate más abierto sobre la agresiva política israelí de asentamientos del que suele ser dominante en los media de EEUU. No parece que hayan sido necesarias las interferencias directas del gobierno para convencer a algunas de las principales agencias de noticias de EEUU de que eviten investigar seriamente acerca de los asentamientos, y a veces incluso para que eviten la palabra misma.
Esto se puede deber en parte a campañas llevadas a cabo por grupos de presión dentro de EEUU. Tomemos el caso de Gilo, un asentamiento israelí que algunos grupos pro-colonos han convertido en punto principal de sus campañas para eliminar el término "asentamientos" y utilizar el de "barrios". En septiembre de 2002, la CNN cambió su política acerca de cómo había que caracterizar Gilo: "Nos referimos a Gilo como un barrio judío en el extrarradio de Jerusalén, construido en territorio ocupado por Israel en 1967. No nos referimos a él como un asentamiento", decía la orden de la dirección de la CNN. Esta cadena niega que su decisión fuera una concesión a presiones exteriores, pero según el periodista veterano en Oriente Medio, Robert Fisk (London Independent, 3 de septiembre de 2001), fuentes de la cadena afirmaron que el cambio seguía a "meses de debate interno en la CNN, que ha sido constantemente criticado por CNN Watch, honestreporting.com y otros grupos de presión pro-israelíes".
La CNN no es en absoluto el único medio que tiene problemas para identificar Gilo. El crítico de los media Ali Abunimah señaló el 29 de junio en una carta a la NPR que la cobertura de esta cadena de los recientes atentados suicidas que mataron a 26 israelíes afirmaba incorrectamente que estos tuvieron lugar en "Jerusalén". De hecho, ocurrieron en los asentamientos de Gilo y French Hill, ambos fuera de los límites tradicionales de la ciudad de Jerusalén, en una tierra anexionada ilegalmente por Israel. Abunimah explicaba que "aunque absolutamente nada puede justificar estos atentados.... la exactitud geográfica a la hora de informar sobre ellos sigue siendo muy importante", especialmente dada la intensidad emocional del tema.
Una lectura atenta de algunas de las últimas noticias dadas por el New York Times acerca de los asentamientos ilustra las políticas que pueden estar funcionando en estos casos. En un artículo del 29 de mayo sobre los ataques palestinos a israelíes el corresponsal del New York Times, John Kifner informaba acerca de la campaña llevada a cabo por el ejército israelí para levantar muros fortificados entre Belén y Gilo, al que Kifner describía como un "barrio cercano a Jerusalén Este, donde se ha construido un área judía de crecimiento urbano en territorio ocupado tras la guerra de 1967". La frase hubiera sido mucho más sencilla sintácticamente si Kifner hubiera llamado a Gilo lo que es: un asentamiento israelí.
Como Kifner indicaba, Gilo está construido en territorio ocupado por Israel después de la guerra de 1967. Sin embargo, lo que no decía el NY Times es que esta ocupación es ilegal según el derecho internacional. Gilo, como otros asentamientos israelíes en territorio "ocupado", fue construido violando la resolución 446 del Consejo de Seguridad de NNUU, que estipula que los asentamientos israelíes construidos en territorios ocupados desde 1967 "no tienen validez legal y constituyen una seria obstrucción para lograr una paz total, justa y duradera". La resolución 446 también insta a Israel a respetar la Cuarta Convención de Ginebra, que estipula que un poder ocupante "no deportará o transferirá parte de su propia población civil a los territorios que ocupa". Desde que en 1979 se aprobara la resolución 446, NNUU ha aprobado otras resoluciones "deplorado" que Israel no las cumpla.
Por otro lado, el estatuto de Gilo como asentamiento ilegal no justifica el asesinato en ellos de civiles [israelíes] por parte de palestinos, pero es básico para comprender por qué Gilo es un punto tan conflictivo. Porque el hecho de que los media hablen de Gilo simplemente como un barrio de Jerusalén que está siendo atacado, sin explicar su estatuto legal, supone una enorme distorsión, especialmente porque el conflicto palestino-israelí, que tantos miles de vidas ha costado, subyace en el fondo de quién debe controlar el territorio. Los asentamientos siempre han sido uno de los puntos principales de la discusión.
Según el grupo israelí de defensa de derechos humanos B´Tselem, la población de colonos de Cisjordania (excluyendo Jerusalén Este) aumentó casi un 100% entre 1993 y 2000, y ahora viven 380.000 israelíes en los asentamientos de Cisjordania (incluyendo Jerusalén Este).
En un informe del 13 de mayo, "Apoderarse de la tierra", B´Tselem afirma que este incremento ilegal es el resultado de la política israelí de anexionarse "de facto" territorio palestino por medio de los más diversos mecanismos, incluyendo unos incentivos económicos para los colonos tan grandes que en el año 2000, "los ayuntamientos regionales de los asentamientos recibieron subvenciones que eran un 165% superiores a las de sus homólogos en Israel. B´Tselem denunció que aunque "las áreas construidas de los asentamientos" constituyen sólo el 1,7 % de Cisjordania, los límites de los ayuntamientos municipales y de sus ayuntamientos regionales significan que de hecho los asentamientos controlan completamente el 41,9 % de la tierra de Cisjordania.
Desde luego, el NT Times no es el único o el peor infractor en términos de una inexacta cobertura de los asentamientos, pero algunos de sus artículos más recientes son significativos respecto a cómo la falta de atención a los detalles respecto a los asentamientos puede enturbiar las aguas en la cobertura informativa del conflicto israelo-palestino en conjunto.
El artículo de Kifner en el NY Times del 30 de mayo acerca de 6 civiles israelíes asesinados por los palestinos utiliza siempre el término "asentamiento" donde corresponde. Pero la entradilla del artículo parece diseñada para dar la impresión de que la legalidad de los asentamientos no es más que una cuestión de perspectiva.
Kifner describe a una de las personas muertas como "un estudiante yeshiva de 17 años en lo que él creía ser la tierra de Israel, que fue asesinado por un pistolero palestino que creía que la tierra era suya". En ninguna parte se explica la cuestión de la legalidad [del asentamiento]. La simpatía que se muestra a lo largo de todo el artículo por las víctimas israelíes y por sus seres queridos es perfectamente adecuada. Lo que, sin embargo, es menos adecuado es el hecho de que Kifner no contextualice el complicado e importantísimo asunto de los asentamientos en el marco del derecho internacional.
Kifner repite este enfoque de "él dijo, ella dijo" en un artículo del 4 de junio. Describe la construcción de un lujoso complejo israelí de muchos millones de dólares, construido en tierra palestina, como algo que sería "para los israelíes, un barrio; para los árabes, un asentamiento".
Explicando el enorme aumento de la población de colonos desde los Acuerdos de Oslo de 1993, Kifner apuntaba que los asentamientos "habían generado la ira y la frustración palestina". De nuevo da la impresión de que no existe un árbitro en la controversia, de que solamente existen las exigencias emocionales de grupos étnicos enfrentados. Las fuentes citadas en el artículo del NY Times aclaran cómo las afinidades culturales de EEUU pueden estar influyendo en el enfoque de las noticias norteamericanas sobre los asentamientos. Haciendo propaganda de las perspectivas locales en el lujoso desarrollo [israelí], Kifner habló tanto con judíos como con palestinos. O, mejor dicho, habló con quienes hablaban el mismo lenguaje que él.
Se cita al alcalde de Jerusalén explicando que las nuevas construcciones son un signo de la positiva influencia de "diligentes empresarios privados que saben cómo hacer consideraciones económicas", y uno de los promotores ensalzó "orgullosamente" los servicios que ofrecía el "barrio" que se estaba construyendo. En violento contraste, los árabes citados por Kifner son presentados como personas que se limitan a gritar confusas objeciones -porque no hablan inglés.
"Los árabes que viven al pie de la colina eran menos optimistas. En una tienda de alimentación, la ira era palpable. "Esta tierra; mi padre, mi primo", dijo el dueño, Mohammed Abedat, luchando en un inglés limitado. "Turquía, aquí; Gran Bretaña, aquí; Israel, no" "Una anciana, vestida con el tradicional traje bordado palestino, gritó a un bulldozer que pasaba".
Parece que, en el conflicto israelo-palestino, se puede perder mucho con la traducción.
Notas:
(1) FAIR, el grupo [norteamericano] de vigilancia de los media nacionales, lleva desde 1986 ofreciendo una bien documentada crítica de la parcialidad de los media y de la censura. Trabajamos para dar un nuevo ímpetu a la Primera Enmienda abogando por una mayor diversidad en la prensa y escudriñando las prácticas de los media que marginan puntos de vista de interés público, minoritarios y disidentes. Como organización en contra de la censura, exponemos noticias que han sido omitidas y defendemos a periodistas en activo cuando son amordazados. Como grupo progresista, FAIR considera que, en última instancia, se necesita una reforma estructural para romper los grupos mediáticos dominantes, para establecer emisoras públicas independientes y promover fuentes de información fuertes y sin afán de lucro.
Tomado de www.rebelion.org