17 de marzo

29 de mayo del 2003

El gallo pelón de la libertad de expresión

Augusto Hernández
El Mundo

¿Quieres que te cuente el cuento del gallo pelón de la falta de libertad de expresión?

No, no te estoy diciendo que tengo pruebas que comprueban la falta de libertad de expresión, sólo deseo saber si te cuento el cuento del gallo pelón de la falta de libertad de expresión.

El asunto viene a colación pues las acusaciones sobre la supuesta falta de libertad de expresión en Venezuela se ha convertido en la nueva versión de aquel cuento del gallo pelón. Sí, se trata de aquella fastidiosa costumbre infantil que consistía en repetir de manera interminable, hasta el cansancio o hasta que nos cayeran a golpes, las mismas frases idióticas, las mismas palabras sin sentido, que provocaban que la víctima del "cuento" perdiese los estribos y reaccionara con violencia o tirara la toalla y echara a correr desesperada.

Las denuncias, desde las más dramáticas y espeluznantes hasta las versiones de medio pelo o bobaliconas, tienen un denominador común que las descalifica.

El problema que deben encarar los sufridos denunciantes supone una cruel y desconcertante paradoja.

Resulta que las acusaciones sobre la falta de libertad de expresión son publicadas cada día, a grandes titulares, en los medios de comunicación en los que presumiblemente los censores del gobierno represivo no permiten que se publiquen las noticias en cuestión.

Se trata, a no dudarlo, de un plan perverso del castrocomunismo o de otro ente tan taimado y urdidor de barrabasadas como aquél. Lo que se pretende es poner en tres y dos, quizás hasta volverlos locos, a los distinguidos empresarios de ciertos medios de comunicación quienes, si sale cara pierden, y si sale sello dejan de ganar. Fíjense ustedes hasta dónde llega la perversidad: si publican las denuncias contra la libertad de expresión esto significa que la censura en realidad no existe, puesto que el Gobierno no se atreve a impedir la acusación. Pero si no las publican es peor, pues entonces nadie se entera de que en Venezuela el oficialismo tiene la intención de impedir, con los más burdos pretextos, las denuncias en su contra.

Por fortuna la oposición en Venezuela no tiene miedo a cometer el ridículo. Una de las acusaciones que con mayor frecuencia se elevan ante los organismos representativos, incluyendo la Conferencia Episcopal, el Centro Carter, la Corte de La Haya y las Naciones Unidas, se refiere a la censura de intención. Es decir, si bien por alguna razón cobarde el Gobierno todavía no ha implantado oficialmente la censura de prensa, al Presidente se le nota que pretende hacerlo en lo que tenga oportunidad.

Otra acusación demoledora contra los integrantes de la chusma que apoya al Gobierno se refiere a la forma insolente, desconsiderada y despectiva como miran a los reporteros, a las locutoras y los camarógrafos de la televisión comercial. Muchos de estos sufridos comunicadores han debido recurrir a la psicoterapia de grupo, a la bailoterapia y otros métodos de sanación para sobreponerse a las miradas acusadoras y ofensivas del perraje.

Son cosas de terror; como aquel cuento del gallo pelón.

augusther@cantv.net

Tomado de Red Bolvariana


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