Colombia, miércoles 26 de marzo de 2003
El Tiempo
EDITORIAL
El cubrimiento de la invasión de Irak por parte de las grandes cadenas estadounidenses ha sido todo menos 'objetivo e imparcial'.
La de Irak, como todas las guerras, ha vuelto a poner sobre el tapete la espinosa cuestión del papel de los medios de comunicación en la guerra. Pero, por la magnitud de los medios tecnológicos empleados, del control de los militares y del patriotismo que exhiben algunas empresas periodísticas, está pareciendo, a diferencia de todas las anteriores, un hueso tremendamente duro de roer, y algunos medios amenazan salir con su credibilidad maltrecha.
"No están cubriendo la guerra; están promoviéndola", escribió en estos días una comentarista estadounidense sobre lo que están haciendo las grandes cadenas de los Estados Unidos en Irak. Un veterano reportero inglés se quejaba de que hasta uno de los medios más independientes del mundo, la BBC, ha adoptado términos militares como ciudad "asegurada", "fuego amigo", y de que todos hablan de "la coalición" o "los aliados" en un intento por revivir los imperativos éticos de la Segunda Guerra Mundial. Hasta la frase tremebunda con la que el Pentágono calificó lo que iba a hacer en Irak como una campaña de "shock and awe" ha sido traducida en los medios de habla hispana con expresiones que sugieren sus posiciones ante la campaña iraquí: "choque e intimidación", para unos, es, para otros, "conmoción y pavor".
Basta ver las transmisiones de más de 600 periodistas "incrustados" (embedded) en los regimientos invasores. Gracias a estas, se veía la guerra en función de una poderosa aplanadora militar norteamericana avanzando inatajable por el desierto. No había muertos ni víctimas civiles; no se veía a norteamericanos heridos y sí a uno que otro iraquí saludando a los "aliados" y muchos prisioneros de guerra iraquíes. Hasta que aparecieron las imágenes -provistas por Bagdad- que transmitió la cadena árabe independiente Al Yazira, de los primeros cinco prisioneros estadounidenses y de otros tantos muertos en combate. Documentos que, además de mostrar otra faceta de la guerra, tuvieron como consecuencia la revocatoria de la Bolsa de Valores de Nueva York de las credenciales de los dos corresponsales de la cadena qatarí y el sabotaje de su página en inglés en Internet a manos de unos hackers. Pese a las represalias, la de Al Yazira podría convertirse en la única alternativa periodística para conocer con relativa independencia lo que está ocurriendo en la orilla de las víctimas de los ataques norteamericanos y británicos.
Hay, por supuesto, matices. Desde aquellos que reflejan posiciones más independientes como las del New York Times o las de la cadena ABC, hasta las de CNN, que se han ganado el calificativo en manifestaciones públicas ante sus sedes, en Hollywood y Atlanta, de ser "el ministerio de información del gobierno". O la de Fox News, que envió como uno de sus corresponsales al célebre Oliver North, condenado por el escándalo Irán-contras a comienzos de los años 90. North entregó al Pentágono -y no a la cadena que lo contrató- el casete con las imágenes exclusivas del choque de dos helicópteros británicos en el que murieron varios militares.
Casi todos dedican infinitamente más espacio a uno de los muertos de las tropas de la mal llamada "coalición", que a la dramática situación que enfrentan un millón de civiles en Basora, ciudad dada por "caída" desde el primer día de operaciones y en la que aún se libran feroces combates. Comentaristas y asesores son generales en retiro, entre ellos Norman Schwartzkopf, que dirigió la primera guerra contra Irak. Con raras excepciones, están contando la guerra de tal modo que esta parece más un espectáculo para ver a la hora de la cena, que una confrontación real, con todo su contenido de horror, como de incertidumbres tácticas.
En el campo iraquí las condiciones no son mejores. Todos los corresponsales que quedan en Bagdad son objeto de drásticos controles de un régimen que sólo les muestra lo que le interesa y que miente con descaro. Allí tampoco hay la menor posibilidad de fuentes que no sean interesadas.
Esta es una guerra, como todas, de mentiras. De uno y otro lado. Lo cual hace más imperiosa la necesidad de orientarse entre el flujo de propaganda, rumores y afirmaciones interesadas de ambas partes. Corresponde a los medios electrónicos ofrecer una información que vaya más allá de la guerra-espectáculo que nos están brindando, 24 horas diarias, con la tecnología más potente del mundo. Hacerlo es la obligación primordial del periodismo. Sobre todo cuando estalla la guerra.
Los primeros ganadores de la guerra contra Irak no han sido los batallones desplegados en el desierto, ni los bombarderos que azotan a Bagdad y otras ciudades, sino los hombres de negocios de Estados Unidos. Cuando no ha pasado una semana del inicio de las hostilidades, el gobierno de Washington ya otorgó a compañías estadounidenses dos contratos, uno para reparar pozos petroleros y otro para manejar el puerto de Um Qasar. Y aunque su monto no alcanza a 10 millones de dólares -cuantía mínima del total de 1.700 millones que se destinarán a este 'capítulo' de la guerra-, el anuncio de los contratos generó un explicable malestar en el Reino Unido, el principal aliado de Estados Unidos.
Varias firmas británicas que se ofrecieron para la reconstrucción de Irak se quejaron porque no fueron llamadas a licitar y sólo se les prometió incluirlas como subcontratistas. El escozor aumentó cuando se supo que una de las estadounidenses beneficiadas era Kellog, Brown & Root, filial de Halliburton, la firma que dirigió el vicepresidente Dick Cheney antes de unirse a George Bush en la campaña presidencial en 1999. No se sabe cuál es la 'palanca' de la otra, Stevedoring Services of America, pero debe de ser muy alta porque desplazó, entre otras, a la británica P&O Ports, líder mundial en operación de puertos en Europa, Asia, África y los propios Estados Unidos. Otra muestra de que donde manda el capitán George Bush, poco puede hacer el marinero Tony Blair.
Tomado de Rebelión
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