17 de marzo

20 de Febrero de 2003

En defensa de la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión

Isrrael Sotillo (*)
Rebelión

El Proyecto de Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión ha generado apasionadas discusiones en el seno de la sociedad venezolana. Este artículo se suma a ese gran debate, con la idea esperanzada de contribuir a la elaboración de una ley que permita una mejor utilización de los medios radioeléctricos. Es obvio, que del propio nombre del Proyecto de la Ley, se desprende el tema que desarrollamos en la presente nota periodística: "La responsabilidad social".

Si partimos de las teorías del derecho natural, por ejemplo, la del contrato social, convenimos en que todos somos firmantes de un contrato, mediante el cual perdemos la libertad originaria y la transferimos a la sociedad. Entonces, debemos aceptar también, que todos somos sujetos de obligaciones, y no solamente recipiendarios de derechos, por lo tanto, cada uno de nosotros es un sujeto de responsabilidad social.

Cabe señalar que el Pacto Internacional Sobre los Derechos Civiles y Políticos de la Organización de Naciones Unidas, entraña deberes y responsabilidades en el uso de la libertad de expresión.

Igualmente, la Convención Americana Sobre Derechos Humanos, conocida como el Pacto de San José, contempla responsabilidades ulteriores en el ejercicio de la comunicación pública.

De otro lado, la Convención Sobre los Derechos del Niño, establece la obligación que tienen los medios de comunicación social de promover el bienestar social, espiritual y moral, la salud física y mental de los niños.

Por su parte, la ley de leyes, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, consagra el derecho de libertad de expresión y a su lado ubica el elemento "Responsabilidad", de tal forma que: "Quien se exprese públicamente tiene que asumir plena responsabilidad por todo lo expresado". Asimismo, introduce un concepto novedoso en nuestra legislación: el de "la comunicación libre y plural", cuyo ejercicio también acarrea deberes y responsabilidades. Esa es la razón que nos sirve de fundamento filosófico, de piso jurídico, para aprobar hoy en primera discusión la Ley de Responsabilidad Social en la Radio y la Televisión.

No puede quedar al arbitrio de la libertad de información la capacidad para deshonrar, vilipendiar o simplemente insultar. El ejercicio de la libertad de información no puede ser arbitrario o discrecional de quien la ejerce, irrogándose, en ocasiones, el interés de un público que seguramente nadie se lo ha dado. La libertad de información es una libertad para todos; no únicamente una libertad para los radiodifusores, para los empresarios de la televisión y para los periodistas.

Dice el chileno Emilio Filippi, catedrático del periodismo que "la libertad es un bien social, y que la misma está limitada por los derechos de los demás, ya que nadie es libre de entorpecer la libertad de los otros o de impedir el ejercicio de los derechos del prójimo". Tampoco es concebible un estado de libertad que haga imposible todo ordenamiento social mínimo.

En ese mismo orden de ideas, Proudhon señalaba que "La justicia es la última palabra de la libertad; y las dos acababan por fundirse; y por su puesto, como añade Bernard Voyenne: "Con la condición de que lo queremos".

De tal manera, que el contenido de la Ley de Responsabilidad Social en la Radio y la Televisión, se ajusta al imperioso y necesario desarrollo de la norma constitucional, es decir, al nuevo equilibrio que obligatoriamente ha surgido entre el orden institucional y la libertad de expresión. No olvidemos que la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de 1789 contiene un axioma bien conocido: "La libertad consiste en poder hacer todo aquello que no daña a otro"; y que en todo grupo humano es preciso un acuerdo mínimo sobre valores de la libertad en el respeto de todos. Jean Paul Sartre en El existencialismo es un humanismo le dedica una profunda reflexión al tema de la libertad. Dice el irreverente filósofo, autor de La crítica de la dialéctica: "Queremos la libertad por la libertad y a través de cada circunstancia particular. Y al querer la libertad descubrimos que depende enteramente de la libertad de los otros, y que la libertad de los otros depende de la nuestra

Ahora bien, los medios de comunicación social, evidentemente, no son el problema, pero los dueños de los medios de comunicación sí que son parte de casi todo el problema.

Aquí en nuestro país, como en ningún otro, pueblo del mundo, el discurso de los medios de comunicación social tomó una posición frente a la existencia, frente a la realidad. Tomaron partido en contra del poder popular naciente, conjurándolo y espantándose de inmediato por el peligro que este representaba y representa para sus intereses particulares. En palabras del último maestre de la filosofía, el francés Michel Focault: "Intentaron dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar, la pesada y temida materialidad" del poder popular que se construye en la patria del Libertador Simón Bolívar, el añadido es nuestro.

Para nadie es un secreto, que en este momento, nos conseguimos en Venezuela unos medios de comunicación social fomentando la incomprensión de la realidad, obligándonos a una lectura condicionada del mensaje, y, en consecuencia, a una actuación manipulada frente a los acontecimientos del día a día; el mismísimo mito de las cavernas, pues, donde las sombras superan la realidad.

La visión apocalíptica a que nos han conducido los medios de comunicación social, no es para menos: Además de ser instrumentos al servicio de la impostura y de la violencia neofascista que se pretende instaurar, adquirieron el máximo derecho de alienar con la máscara y de indicarle a la gente el sendero por donde debe transitar, marchar, oír, pensar. Pero, además, con un agravante, y es que, no le dejan posibilidad alguna al usuario de explotar la complicidad, la resistencia o la negociación, la misma que ahora, prácticamente derrotados, siguen reclamando, pero esta vez con voz menos desafiante, claro. Rompieron toda posibilidad de acuerdo entre emisores (los medios) y receptores (la gente); esto lo digo sin utilizar el tamiz del esquema dominadores-dominados.

Los medios de comunicación social en Venezuela se convirtieron en instituciones de violencia que evitan cualquier clase de comunicación entre las personas, entre el pueblo, es decir, entre los que nunca habían tenido voz ni vez, entre los que quieren vivir como hermanos y hermanas, entre los que sueñan con un mundo sin explotadores y sin explotados. Los medios de comunicación social dejaron de integrar las necesidades conflictivas; por eso alimentan eficaces controles ideológicos. Incluso, le arrebataron groseramente a los periodistas su condición de trabajadores sociopolíticos. También renunciaron a ser críticos que sirvan, verdaderamente, de punto de referencia para el gobierno.

El exclusivismo que impugnamos corresponde al propósito de las oligarquías de impedir el acceso al pueblo a las funciones de dirección social que implica la comunicación masiva. Y puesto que la información pública es una forma del poder político, es decir, una forma de dirección social, su ejercicio no puede residir en las manos de los monopolios de los dueños de los medios de comunicación.

Ahora con esta ley de Responsabilidad Social de la Radio y la Televisión vamos a hacer un mejor registro junto con el pueblo-pobre que poco a poco desarrolla niveles de conciencia, se organiza y se moviliza para protestar las realidades hostiles e insolentes que le plantea el neofascismo que hoy deambula con su guadaña a cuestas a través de las ondas hertzianas y del espectro radioeléctrico por las calles de esta tierra tropical de gente morena y caribeña.

No podemos evadir nuestra responsabilidad, como revolucionarios, tenemos que combatir la violencia de los medios de comunicación social, estamos obligados a superar la aberración de que unos pocos puedan influir sobre millones de mujeres y hombres, incluso en contra de sus propios intereses y por sobre sus derechos a la información, a la cultura y a la recreación sana.

Entonces, nos toca luchar contra esa violencia de cuchillos largos en medio de la noche, eso si, con la única arma que disponemos: La Constitución Nacional. Con normas del nuevo derecho, ese que se construye en Venezuela con el calor del pueblo, en las barriadas, en las fábricas, en las escuelas, en las universidades, en los sindicatos, en los cuarteles, en las calles, en los rincones todos de la patria.

Tengo en mi memoria un canto de la gente del pueblo que decía: "La revolución destruye para construir mejor". Por eso pienso, que al igual que la industria armamentista, al igual que las oligarquías, la tiranía de los medios de comunicación social y su disfunción narcotizadora deben ser destruidas.

En una conferencia de Eduardo Galeano, el autor de Las Venas Abiertas de América Latina, le respondió a un periodista que le había preguntado acerca de la responsabilidad del capitalismo en este estado de cosas que vive la humanidad. Le contestó el escritor uruguayo lo siguiente: No, el capitalismo no tiene la responsabilidad de todos los males que vive la sociedad, pero tiene la culpa de casi todos los males que vive la humanidad.

Igual, a mi modo de ver, los medios de comunicación social no son el problema, pero sus dueños si que son casi todo el problema. De allí, la urgente necesidad de legislar acerca de la responsabilidad social que se deriva de su utilización, y es más, de la necesidad de socializar en gran medida la propiedad de la Radio y la Televisión, para posibilitar así, su uso por las distintas organizaciones sociales y acabar con el monopolio de unos pocos que manejan como poderosas armas de mentiras y calumnias con las cuales tratan de engañar al pueblo impunemente y desorientarlo, al tiempo que alientan la contrarrevolución todos los días sin descanso.

José María Desantes Guanter, profesor de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Navarra, hablando acerca de la prohibición ética, decía: "la prohibición ética y jurídica de comunicar el mal no es limitación de la libertad informativa, sino que el mal es incomunicable, no es difusivo, no es información". Una frase parecida salió de la boca de Luis XIV: "todo hombre que está mal informado hará malos razonamientos"

Por lo tanto, en términos éticos, diríamos, que la información es un bien, y el bien es por sí difusivo. Es más, el autocontrol es necesario, debe haber un compromiso afirmativo con la causa de la paz, una ética para la paz, pues.

Como se ve que no logran asimilar las lecciones de la historia. Les cuesta entender como aquel converso que el Chino Valera Mora inmortalizó en un poema suyo: "Ahí está Pompeyo Márquez dándose golpes en la cabeza para meterse el Manifiesto del Partido Comunista", pero nunca lo entendió, y por su puesto que ya es muy tarde para entenderlo. No comprenden que aquél soldado que por primera vez se responsabilizó de sus acciones ante la nación venezolana, hoy lidera un proceso profundo de transformación de la sociedad, gústenos o no. Y más recientemente, ese mismo hombre asumió haber cometido errores. Y hasta perdón nos pidió a todos por haber incurrido en ellos, conduciendo con ese gesto al país por el camino de la paz, y aumentando con ello su popularidad, aunque la oposición no lo reconozca.

Entonces, es de eso, de lo que se trata, de asumir las responsabilidades que acarrea la libertad de expresión. No de chantajes, censura y mordaza como dijeron los medios de comunicación el mismo día de haberse iniciado el debate. La ley lo que pretende, señoras y señores, es desenmascarar un hecho verdaderamente alarmante: el real poder de manipulación que han alcanzado en Venezuela los dueños de los grandes monopolios de los medios de comunicación conectados a las gigantescas corporaciones multinacionales.

Es la hora decisiva de la revolución, por eso, el gobierno bolivariano de Venezuela debe llamar la atención de la población hacia el hecho de que, en nuestro país, esta pantalla de protección de la libertad de expresión sostenida con argumentos como el chantaje, la mordaza y la censura, encubre el deseo de la oligarquía de quedarse con el monopolio de la radio y la televisión, para envenenar así a la opinión pública y sembrar la confusión en la conciencia de las masas populares.

Todo el mundo sabe que la prensa es una de las armas más poderosas de la burguesía. En este momento, particularmente crítico, en que el nuevo poder popular está consolidándose, no es posible dejar solamente en manos de los enemigos de la Revolución Bolivariana estas armas, no menos peligrosas que las bombas y las ametralladoras. Aunque a la oposición le parezca que la Revolución Bolivariana no tiene intelectuales de la talla de "Danielito el Rojo", aquél que gritó muchas veces "prohibido prohibir" durante y después de los acontecimientos del mayo francés, pero que al mismo tiempo era agente de inteligencia del sionismo y hoy día martilla su adhesión total al mundialismo neo-liberal "ecologista", y a la OTAN; se les olvida que Antonio Gramsci demostró en sus tesis que todos somos intelectuales, a pesar de no cumplir con una función intelectual. ¡Que bueno! que siguen subestimando los poderes creadores del pueblo, del pueblo que participó activamente con sus intelectuales orgánicos en la discusión y elaboración de la Ley de Responsabilidad Social en la Radio y la Televisión que hoy debatimos. Es verdad la Revolución Bolivariana, no tiene en sus filas a esa "pequeña canalla" intelectual tradicional que fue a la Plaza Altamira a aplaudir con furia a los bizarros generales, que poseídos del espíritu de Adolfo Hitler, pretenden emularlo, evidentemente, sin tener condiciones para ello.

¡Voto por la democracia!

¡Voto por la democratización de los medios de comunicación social!

Ser demócrata, señores y señoras, significa, admitir que la lucha es una fuente de progreso. Por eso debemos esforzamos en orientarla hoy más que nunca, hacia la cooperación y el diálogo, es decir, hacia la confrontación de las palabras en lugar del intercambio de puños y de golpes.

Se trata, en conclusión, de responsabilizarnos de nuestros hechos, de nuestras palabras... La lucha es por la democracia comunitaria y participativa, único camino para llegar a la mujer nueva y al hombre nuevo.

Invoco la voz de Pedro Mir, poeta dominicano, nacido en San Pedro de Macorís, quien era hijo de una borincana y de un obrero cubano, para conjugar el nosotros social:

Y un día

¡Oh Walt Witman de barba insospechada!

Al pie de la palabra yo resplandeció la palabra democracia.

Fue un salto.

De repente el más recóndito yo encontró su secreto beneficio.

Y un día en medio del asombro más grande la historia pasando a través de muros y murallas la risa y la victoria encendiendo candiles de júbilo en los ojos.

Y en los túneles y en los escombros, ¡Oh Walt Witman de barba nuestra y definitiva!

Nosotros para nosotros, sobre nosotros y delante el nosotros responsable.

Con esto quiero significar que todos seremos responsables de lo bueno y lo malo que le pase a la patria en esta hora estelar. Es el momento de que asuman su responsabilidad por los daños causados al país, que ya nosotros hace un rato largo asumimos la nuestra.

Creo como Aquiles Nazoa en los poderes creadores del pueblo, creo en la comunicación para la solidaridad sin codicia, y creo, siguiendo la senda ya expuesta, que los instrumentos comunicacionales y los conocimientos de hoy en manos del pueblo, son impulsos formidables para la relación humana y para la construcción política.

Concluyo este artículo haciendo mías las palabras de Horacio Guajardo, valiente periodista vasco, autor de un libro titulado Teoría de la Comunicación Social:

Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva.

Y me dijo:

-No selles las palabras de la profecía de este texto: pues, la ocasión está cerca...

Yo soy alfa y omega.

Seguramente. Para seguir, como el viento...


(*) Abogado y Periodista
isotillo@cantv.net

Tomado de Aporrea


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