17 de marzo

5 de junio del 2002

Estragos mediáticos y reales

Por Mercedes Otero
Rebelión

Venezuela sigue bajo el asedio de una campaña de desgaste. Mentiras van y vienen: en Venezuela no hubo golpe, no hay conspiradores, no hay libertad de expresión, los medios son ecuánimes e imparciales reprimidos por las restricciones (auto)impuestas a la información veraz.

Lo que sí hay son muertos y malucos, eso no lo niega nadie. La arremetida contra la embajada de Cuba, cuyas imágenes recorrieron el globo terráqueo, no fue más que una demostración pacífica de ciudadanos civilizados, bien educaditos y respetuosos de la propiedad privada, como quedó globalmente demostrado, para vergüenza de un país.

Habrá que aprender a leer el mensaje subliminal, para no dejar de creer absolutamente: no hubo golpe ¿porque falló?. La libertad de expresión se manifiesta, por ejemplo, en una pacífica marcha para pedir la renuncia del Fiscal General, transmitida por medios televisivos, lentes puestos en un cerdo (cochino, marrano, chancho) vivo, montado en una tarima rodante, que ostenta un cartel que lo identifica como "Chávez asesino".

El descaro manifiesto en titulares, altisonantes y evidentes mentiras arrojadas con premeditación y alevosía, revelan que la palabra de honor ha sido abolida por los grandes medios de manipulación masiva. La ética está caduca. Se repiten los insultos a la inteligencia y al más elemental sentido común. Es cierto, urge admitirlo: la desinformación veraz no es libertad de expresión, es libertinaje.

Hace rato que la oposición se autoperdió el respeto y cultiva el irrespeto para aliñar la ya insípida instigación al desprecio, el descrédito, la desesperanza, el odio, el miedo recíproco de cada ciudadano frente a cualquier semejante no identificado, en un constante refuerzo del tono de mediocridad que pone de relieve la carencia de ideología, de argumentos y de pensamiento.

Algunos ciudadanos reaccionan porque se sienten excluidos del término "compatriotas" en boca del Presidente de la República, tanto como la gran mayoría de los venezolanos sin voz pero con piernas para andar se siente excluida del término "sociedad civil" en boca de los fascistas desenmascarados. Pero fue Chávez quien dividió a los venezolanos. Fue Chávez quien "sacó del closet" el fascismo que creíamos lejos de estas latitudes.

Hubo un conato de instauración de un régimen totalitario, sanguinario y fascista, con suficiente tiempo en el escenario como para darnos a probar su sabor amargo. Pero el horror que más ha sacudido a los venezolanos han sido esas imágenes, tanto "virtuales" -en las pantallas de TV- como reales, en las calles, en las esquinas, del odio desmesurado y apasionado que afloró entre la gente, esa fealdad sobrecogedora lista para arrojarnos a todos contra todos durante las fatídicas horas que duró la pesadilla, y que aún persiste pese al llamado a diálogo (¿cuál diálogo?). Cuántos no se precipitaron a las calles a vomitar sus odios, hermanos contra hermanos, compañeros de trabajo contra compañeros de trabajo. Cuántos alcalditos y gobernadores no se precipitaron a decretar engendros de "guerra a muerte" que ahora menudean en vergonzosas gacetas municipales -¿para protegerse de los dictadores al mando, alinearse con ellos? Pero los "malucos" siguen siendo los seguidores de Chávez, los seguidores de la dignidad, de los derechos humanos, los mestizos y de paso pobres, los indios, algunos intelectuales que sin ser incondicionales del gobierno lo defienden, los blancos "puros" o saltoatrás teñidos de chavistas, revolucionarios o izquierdosos, o simplemente quienes se resistan a ser patio trasero de los EEUU. Porque ellos atentan contra la American Way of Life (The American Way of Freedom), y constituyen la verdadera amenaza, porque son la mayoría. No tienen poder mediático, pero tienen el poder del voto, mientras se preserve la democracia y la vigencia de la Carta Magna de 1999.

Tomado de Rebelión


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