17 de marzo

21 de Febrero de 2003

El Golpe Mediático en Venezuela

Naomi Klein
The Nation

La nueva "ley de contenidos", que camina rumbo a la aprobación con el voto chavista en la Asamblea Nacional, ha provocado fuertes reacciones de las organizaciones internacionales de defensa de la libertad de expresión. Ciertamente, contiene algunos ingredientes (una cláusula que castiga las referencias "irrespetuosas" a funcionarios del gobierno) que tenderían a amordazar a los críticos. Pero la historia reciente de Venezuela muestra que no es Hugo Chávez la principal amenaza de la prensa libre. Ese honor lo merecen los dueños de los medios Pobre Endy Chávez, outfielder de los Navegantes del Magallanes, uno de los grandes equipos de beisbol de Venezuela.

Cada vez que va a batear, los locutores deportivos de televisión locales comienzan con los chistes. "Aquí viene Chávez. No, no el dictador pro cubano Chávez, el otro Chávez". O: "Este Chávez le pega a las pelotas de beisbol, no al pueblo venezolano".

En Venezuela, hasta los comentaristas deportivos forman parte del abierto intento de los medios comerciales por derribar al gobierno, democráticamente electo, de Hugo Chávez. Andrés Izarra, un periodista venezolano de televisión, dice que la campaña ha violentado tanto la información verdadera en las ondas nacionales que las cuatro estaciones privadas de televisión han perdido, de hecho, su derecho a transmitir. "Creo que sus licencias deberían de ser revocadas", dice.

Este es el tipo de pronunciamiento extremista que se puede esperar de Chávez, quien les dice a las estaciones "los cuatro jinetes del Apocalipsis". Sin embargo, es más difícil descartar a Izarra. Un hombre que rechina de limpio, del tipo hecho-para-la-tele, trabajó como editor en jefe para Latinoamérica en CNN en Español hasta que fue contratado como gerente de Producción de Noticias para el noticiero de más alto rating en Venezuela, El Observador, en Radio Caracas Televisión (RCTV).

El 13 de abril de 2002, un día después de que el líder empresarial Pedro Carmona tomó el poder brevemente, Izarra renunció bajo lo que él describió como "extremo estrés emocional". Desde entonces, ha alertado sobre el riesgo que representa para la democracia que los medios decidan abandonar el periodismo y usen todos sus poderes de persuasión en ganar una guerra que se libra por el petróleo.

Las estaciones de televisión privadas en Venezuela son propiedad de ricas familias con serios intereses financieros en derrotar a Chávez. Venevisión, la cadena más vista, es propiedad de Gustavo Cisneros, un magnate apodado el "rey del joint-venture" por The New York Post. El Grupo Cisneros se ha asociado con muchas de las principales marcas estadunidenses -desde AOL y Coca-Cola a Pizza Hut y Play Boy- y se ha convertido en el portero del mercado latinoamericano. Cisneros también es un incansable proselitista del libre comercio continental, y le dice al mundo -como hizo en un perfil de 1999 en la revista LatinCEO- que "América Latina ahora está completamente comprometida con el libre comercio, y totalmente comprometida con la globalización. Como continente, ha tomado una decisión".

Pero con los electores latinoamericanos escogiendo a políticos como Chávez, aquello parece publicidad falsa, que vende un consenso que no existe. Todo esto ayuda a explicar por qué, en los días que precedieron al golpe de abril, Venevisión, RCTV, Globovisión y Televen sustituyeron la programación habitual con incesantes discursos contra Chávez, sólo interrumpidos por comerciales que llamaban a los televidentes a salir a las calles: "¡Ni un paso atrás! ¡Fuera!" Las estaciones los transmitían gratis, como "anuncios de servicio público". Y fueron más allá: en la noche del golpe, la estación de Cisneros fue anfitriona de reuniones entre los conspiradores, incluyendo a Carmona. El presidente de la Cámara Venezolana de Radiodifusión confirmó el decreto a través del cual se disolvía la Asamblea Nacional electa. Y mientras las estaciones abiertamente se regocijaban por la noticia de la "dimisión" de Chávez, cuando las fuerzas a favor de Chávez se movilizaron para su retorno, impusieron una completa censura.

Izarra dice que recibió claras instrucciones: "Nada de información sobre Chávez, sus seguidores, sus ministros y todos aquellos que podrían estar relacionados con él de alguna manera".

Miró con horror mientras sus jefes activamente suprimían las noticias que llegaban. Izarra dice que el día del golpe, RCTV recibió un reporte de una filial estadounidense de que Chávez no había renunciado, sino que había sido secuestrado y puesto en prisión. La información no llegó a los noticieros.

México, Argentina y Francia condenaron el golpe y se rehusaron a reconocer al nuevo gobierno. RCTV lo sabía pero no lo dijo. Cuando Chávez finalmente regresó al Palacio de Miraflores, las estaciones renunciaron a dar la noticia. En uno de los días más importantes de la historia de Venezuela, transmitieron Pretty Woman y caricaturas de Tom y Jerry. "Teníamos a un reportero en Miraflores y sabíamos que los chavistas lo habían retomado", dice Izarra. "(Pero) la censura informativa se mantuvo. Ahí fue cuando decidí que había sido suficiente para mí y decidí irme".

La situación no ha mejorado. Durante el paro recién terminado, que tuvo como eje la industria petrolera, las televisoras transmitieron un promedio de 700 anuncios diarios a favor de la huelga, según cálculos gubernamentales. Es en este contexto que Chávez decidió ir en serio tras las televisoras, no sólo con retórica encendida, sino con una investigación a las violaciones de las reglas de transmisión y con una nueva "ley de contenidos". "No se sorprendan si comenzamos a cerrar televisoras", dijo a finales de enero.

La amenaza ha despertado un frenesí de condenas del Comité de Protección de Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés) y de Reporteros sin Fronteras. Y hay razón para estar preocupados: la guerra de los medios en Venezuela es sangrienta, con ataques tanto pro como anti Chávez. Pero los esfuerzos por regular a los medios no son un "ataque a la libertad de prensa", como ha reclamado el CPJ -más bien lo opuesto-.

Los medios en Venezuela, incluyendo a la televisión estatal, necesitan duros controles para asegurar la diversidad, el equilibrio y el acceso, así como distancia de los poderes políticos. Algunas de las propuestas de Chávez (como una inquietante cláusula que prohíbe hablar de manera "irrespetuosa" de los funcionarios) se salen de estos límites y podrían fácilmente ser usadas para amordazar a los críticos. Dicho lo anterior, es absurdo hablar de Chávez como si fuera la principal amenaza de una prensa libre en Venezuela. Claramente, ese honor lo merecen los dueños de los medios. Este hecho ha quedado fuera de la vista de las organizaciones encargadas de defender la libertad de prensa en el mundo, aún atoradas en el paradigma de que todos los periodistas sólo quieren decir la verdad y de que todas las amenazas provienen de horrendos políticos y enojadas multitudes.

Esto es desafortunado, porque actualmente necesitamos desesperadamente defensores valientes de la libertad de prensa, y no sólo en Venezuela. Después de todo, Venezuela no es el único país donde se está librando una guerra por el petróleo, donde los dueños de los medios se han vuelto inseparables de las fuerzas que reclaman un cambio de régimen, y donde la oposición es borrada cotidianamente por los noticieros nocturnos. Pero en Estados Unidos, a diferencia de Venezuela, los medios y el gobierno están del mismo lado.


Traducción para Aporrea: Tania Molina Ramírez

Tomado de Aporrea


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