17 de marzo

8 de Abril de 2002

La propaganda antichavista

Abdel M. Fuenmayor P.
Red Bolivariana

En la propaganda insistente y machacona contra el Presidente Chávez y su gobierno, propaganda que casi todos los medios de comunicación social destilan con meticulosidad científica empleando las técnicas persuasivas de la publicidad comercial, se vierten unas pocas muletillas que se repiten una y otra vez, sin ninguna base argumental, para impresionar y convencer por vía subconsciente a la masa de televidentes, radioescuchas o lectores. Esta publicidad organizada, por detrás de la cual se encuentran las tradicionales cúpulas de poder del país, se disfraza de una presunta actividad comunicacional objetiva y profesional de esos medios en cumplimiento de las exigencias de la vida democrática. Tal disfraz no logra ocultar la verdadera intención que anima a los propietarios de las empresas de divulgación, intención que nada o poco tiene que ver, como ellos pretenden, con la vida democrática ni con la libertad de expresión. Dan implícitamente por sentado los agentes de la publicidad antichavista que las situaciones que critican tan ácidamente no existían antes del gobierno de Hugo Chávez. Y ello es implícito puesto que esos agentes nunca antes, en los gobiernos anteriores, adecos o copeyanos, elevaron al unísono y en tan altísimo grado[1] las voces de sus críticas y de sus dicterios. Valga examinar las más típicas expresiones que caracterizan de modo rutinario, como un leit motiv, o como el sonido monótono y persistente de los tambores de la música rock, la mencionada propaganda:

1. - "El actual Presidente de la República, Hugo Chávez, propicia la desunión, la división del pueblo venezolano, la discordia y el enfrentamiento".

Esa propaganda quiere dar por sentado que la desunión no existía antes, y que ella es obra de Chávez. Nada más falso. Los hechos están ahí, palmarios y hablando elocuentemente por sí solos, y de ellos resalta que tales afirmaciones son una fantasía. En Venezuela nunca ha habido tal unión ni siquiera algo que pueda llamarse "pueblo venezolano". En todo caso, habría que parodiar a George Orwell ("Animal Farm") diciendo que lo que pasa es que hay venezolanos que son más venezolanos que otros. Venezuela siempre ha estado profundamente dividida entre los que tienen todo o casi todo y los que nada o muy poco tienen. Esa división es real, no inventada por Chávez. Lo único que este mandatario hace es poner de manifiesto la división existente, única forma, al darle nombre y conciencia, de tratar de disminuir las diferencias hasta un límite tolerable. Quienes hoy preconizan la conciliación (que el Gobierno atenúe su lenguaje y sus acciones, es decir, que los cambie, que los retroceda al estado anterior) sólo buscan la persistencia -o el agrandamiento- de la división, dee la escisión social, del status quo que engendra y mantiene la pobreza y la miseria. Se objeta a menudo que las clases altas y media también son pueblo, que también forman parte de "el soberano". Es cierto; pero, hasta ahora, estas dos clases han sido el único pueblo existente; la clase baja, la de los excluidos, nunca ha sido pueblo ni ha tomado parte en el gobierno o en la expresión, como clase, de su voluntad, de sus necesidades, de sus carencias y de sus aspiraciones. El Presidente Chávez pretende incorporar estas mayorías pobres al status de pueblo; las otras clases ya lo son, y Chávez no las excluye; al contrario, pide a ellas (pedido que cae en el vacío) que se incorporen al proceso de transformación para lograr esa unidad nacional en un proyecto de mayor justicia y paz.

2.- "Chávez atenta contra la libertad de expresión".

Nada más alejado de la verdad. En Venezuela nunca ha habido libertad de expresión. Los medios para expresar sus ideas, opiniones, críticas, necesidades, etc. al alcance de los ciudadanos siempre han estado reservados a los sectores privilegiados de la sociedad. Las mayorías pobres nunca han tenido la instrucción mínima ni la cultura política ni la posibilidad material de utilizar los recursos de la comunicación social. Sólo las minorías privilegiadas (que tan enardecidamente protestan hoy por la "falta de la libertad de expresión" o por el "atentado contra ella") han tenido acceso a esos medios de comunicación social, ya sea directamente o -más comúnmente- por intermedio de personal a sueldo o de beneficiados por el sistema (locutores, periodistas, "expertos", intelectuales). Jamás los medios de comunicación social habían tenido la libertad de la que gozan ahora para que las elites que dominan la sociedad, que son los propietarios directos o indirectos de estos medios, vuelquen a tal grado su veneno publicitario contra el Gobierno. Ese veneno, a veces insolente, es la mejor prueba de que existe no sólo un grado de libertad del que ellos nunca habían usado hasta ese extremo para criticar y menospreciar la labor gubernamental, sino que siguen siendo esas clases altas las que dominan los medios de comunicación social y hacen uso de esa "libertad".

3. - "El Presidente gasta el dinero de los venezolanos en frecuentes viajes al Exterior".

No se reconoce que estos viajes, en el mundo de hoy, no sólo son necesarios sino indispensables, especialmente para países como los nuestros que viven en la deprimente dependencia del poder exterior. Los viajes de Chávez, aparte de sostener valientemente la tesis de elevar el valor de las materias primas que tan a su conveniencia propia y al perjuicio de los países explotados extraen los países dominadores, tienen una intención política de considerable importancia para los pueblos sometidos: la de lograr la conveniente, necesaria debería decirse, aproximación política de esos pueblos con el fin de hacer frente al dominio y a la explotación a que los someten los poderes de afuera. Poco es el éxito logrado hasta ahora, es cierto; pero, si no se da este empeño, ninguna esperanza tienen los pueblos marginados de obtener un cambio sustancial en su situación de pobreza y de miseria, y serán nulos los esfuerzos que hagan sus gobiernos, de uno u otro signo, para elevarse por encima de su estado actual. Los anteriores presidentes de la nación venezolana no viajaban, o viajaban poco y casi siempre por motivos personales o para reiterar su sometimiento al poder externo, porque estaban muy satisfechos con el actual estado de dominación que reina en el mundo. Las actuales clases altas, y la clase media que por muy interesados motivos las apoyan, se muestran servilmente adictas a ese poder exterior que explota estos países latinoamericanos, porque de este sometimiento dependen sus innumerables ventajas y posiciones.

4. - "Chávez es comunista".

Otra especie que se difunde con profusión es la maliciosa calificación de comunista o de inclinación comunista del Presidente Chávez. Esta especie reproduce con fidelidad la sostenida y exitosa propaganda norteamericana -a la cual hacen eco los países de Europa Occidental y el Japón- que quiere hacer ver en el comunismo un invento del demonio. Chávez trata de establecer relaciones con todos aquellos países que de uno u otro modo se enfrentan con coraje al imperialismo de la Tríada EE.UU.-Unión Europea-Japón. Concordante con este objetivo, estrecha la mano a jefes de estado de la más disímil inclinación política e ideológica, pero que tienen en común ese coraje: Fidel Castro, Sadam Hussein, Gadafi o los dirigentes de China o Corea del Norte son para él posibles socios en esa empresa de sacudimiento del poder imperial, no importa cuan diferentes sean sus ideologías y posiciones. Es, bien entendido, una jugada estratégica del más alto potencial. El petróleo que el actual gobierno venezolano pone a bajo precio a los países del Caribe, aparte de constituir un gesto de amistad, aproximación y colaboración dado como ejemplo de las pautas que deben regir la relación entre seres humanos y naciones en un mundo con futuro, tiene un sentido similar. La cuestión es que Chávez piensa en Venezuela, y sus adversarios sólo piensan en sus bolsillos.

5. - "Chávez es guasón, familiar, chabacano, de lenguaje agresivo".

La propaganda de la oposición destaca repetidamente la imagen caricaturesca de un Presidente guasón, familiar, y hasta chabacano, agresivo para sus adversarios políticos. Hay antecedentes de presidentes o de candidatos a esta alta magistratura que han asumido parecidas características en nuestras naciones latinas. Un poco (¿o mucho?) de esto lo tuvo Larrazábal en nuestro país, Perón en Argentina, Fujimori y Toledo en el Perú y otros más. En el Presidente Chávez, creo, estas actitudes y posturas son, en parte, espontáneas, nacidas de su condición social, origen y carácter personal; pero, también, son estratégicas, por deliberación política. Su "populismo" contiene deliberación. Chávez no habla, como lo hicieran todos los otros presidentes anteriores, para las clases altas y medias sino para las clases bajas. Y ellas sólo a él lo entienden, y sólo a él escuchan. De anteriores presidentes ni entendían su lenguaje ni les interesaba su discurso. Chávez, en cambio, con sus expresiones que bien pudieran considerarse como actuaciones de payaso, tiene eco en los desarraigados, en los desposeídos de siempre. Él, como ninguno antes, ha sabido llegar hasta ellos, y ellos se sienten con él identificados; se reconocen, al fin, en su máximo representante. Chávez no representa las clases altas, ni siquiera las clases medias; las clases altas y medias no necesitan representación porque ellas siempre han tenido el poder en sus manos. Chávez representa las clases bajas, a quienes ningún gobierno anterior había representado. El "soberano", para él, es el pueblo bajo. Esta actitud, repito, no sólo es el objeto esencial de su gobierno, sino también es estratégica: el único y decisivo soporte que en realidad tiene Chávez es este estrato inferior de la población; y los integrantes de ese estrato no comprenden otro tipo de discurso. Si Chávez no hablara para ellos y por ellos, su gobierno no diferiría de los anteriores, de los gobiernos de adecos y copeyanos. Sería otro agente más del poder de las cúpulas nacionales y del dominio exterior.

6. - "Con su política, Chávez aleja las inversiones de capital y trae consigo la ruina de la economía".

Es esta crítica la única que tal vez tiene una muy pequeña dosis de verdad, aunque en un sentido diferente al que se le quiere dar. La política anti-neoliberal de Chávez no favorece de modo especial, cuando menos en países marginales como Venezuela, las inversiones nacionales o extranjeras. Pero es falso que el gobierno del Presidente Chávez haya invertido una corriente inversionista que existiera en gobiernos anteriores. La verdad desnuda es que -como lo muestran claramente las investigaciones llevadas a cabo por el connotado economista Asdrúbal Batista, con datos del Banco Centra y de otras fuentes- la des-inversión en Venezuela ha sido, desde hace más de 20 años, un fenómeno constante y progresivo. Desde hace varias décadas, los minoritarios estratos elevados de la sociedad, que se han apropiado de un elevadísimo porcentaje de la renta petrolera, sacan masivamente sus capitales del país para depositarlos en bancos del exterior. ¡Y son estos estratos los que más furiosamente claman contra Chávez y lo responsabilizan de la pobreza generalizada!

Un Estado democrático (o pseudo-democrático), aunque sea el ente que perciba las riquezas de exportaciones petroleras, no es mucho lo que puede hacer por fomentar la actividad económica. Ello corresponde al sector privado, interno o externo. ¿Qué es lo que hacen los Estados -con poquísimas excepciones- en el mundo de hoy?: Rendirse de rodillas ante el poder económico de dentro o de fuera de sus países; ofrecer a este poder toda clase de "des-regulaciones", ventajas, premios, indulgencias, libertades y libertinaje para que exploten a su sabor a las poblaciones consumidoras del mundo entero. En los pocos países industrializados (los cuales tienen bajo su poder al resto del mundo para extraer de él el jugo de sus riquezas naturales y explotar su fuerza laboral y su debilidad ante los inducidos y sobre-estimulados apetitos consumistas de sus pobladores), este sistema de vasallaje del poder político al poder económico ha dado hasta ahora buen resultado, si éste se mide por el bienestar material de sus pueblos. Sin embargo, en los últimos años, la tasa de desempleo y otros males sociales comienzan a poner al descubierto que ni siquiera en estos privilegiados pueblos ("Norte") el sistema neo-liberal es la puerta abierta al cielo. Pero en los países marginales ("Sur") el problema es mucho más grave y ruinoso: las inversiones internas son muy escasas y poco productivas por razones variadas: Los capitalistas nativos no están interesados en la inversión interna por ser ellas poco productivas y arriesgadas[2]; prefieren -con la facilidad que hoy brinda la corriente de "globalización" que imponen en el mundo, para su exclusivo provecho, los poderes imperialistas- depositar sus capitales en bancos del exterior o invertirlos en negocios en los países industrializados[3]. El monto de los capitales privados de los países marginales que han emigrado a los países dominantes es astronómico. ¡Los países pobres, haciéndose más pobres, ayudan a los países ricos a que se hagan más ricos! Por otra parte, los gobiernos de los países marginales, "democráticos" o dictatoriales, debido a la urgencia de satisfacer un mínimo de las demandas sociales (para no ser depuestos o para no fomentar rebeliones) y para afrontar los costos que acarrea la deuda externa, tienen que efectuar gastos cuantiosísimos, desproporcionados en relación con sus ingresos -incluso el de países petroleros como eel nuestro- lo cual les impide efectuar inversiones en cantidad suficiente para nivelar su condición de atraso. A tal situación se agrega la corrupción y el mal manejo de los ingresos nacionales reinantes, y la generalizada falta de educación de las poblaciones de estos pueblos pobres.

Pero si los capitales internos se fugan de su propio país, los capitalistas externos sólo están interesados en invertir -con toda clase de ventajas y "des-regulaciones"- en negocios productivos para ellos y poco o nada beneficiosos para la mayor parte de las poblaciones de los países receptores. Generalmente esas inversiones recaen sobre la explotación de recursos naturales que emplean poca mano de obra (y a muy bajo precio) o en manufacturas de escasa exigencia tecnológica donde se exprime sin piedad una mano de obra no calificada y sin ninguna protección social.

Queda claro, entonces, que si Chávez pretendiera acatar las demandas de la propaganda antichavista para -supuestamente- atraer las inversiones de capital (lo cual no es cierto, como se ha señalado más arriba), con la creencia -infundada, como se ha demostrado en muchos países latinoamericanos- que ello traería el crecimiento importante del empleo y el bienestar social, tendría que poner en marcha una política similar a la que han llevado a la práctica los gobiernos de Carlos Andrés Pérez, Luis Herrera Campins, Lusinchi y Caldera en Venezuela; los de Menen y De La Rúa en Argentina; el de Fujimori y el de Toledo en Perú; el de Gustavo Noboa en Ecuador; en suma, los de los presidentes y sus gobiernos de la mayoría de los países centroamericanos y los de la totalidad de los suramericanos. ¡El resultado de la gestión de esos gobiernos no puede ser más revelador del fracaso de esa política! Las constantes huelgas, manifestaciones masivas de protesta, miseria extendida, pobreza generalizada, criminalidad en auge y hasta los movimientos subversivos, latentes o abiertos y más o menos organizados en casi todos los países latinoamericanos, son elocuentes testigos del rotundo y reiterado fracaso del neoliberalismo en Latinoamérica. El dilema que crea el reiterado fracaso del neoliberalismo en Latinoamérica, y las tremendas dificultades de llevar a la práctica, dentro de un sistema "democrático", reformas sustanciales orientadas a lograr una elevación en el nivel de vida de las mayorías pobres y de su integración social, lo califiqué en un ensayo que escribí en los comienzos del gobierno de Chávez como "La Encrucijada del Diablo". Ella constituye el nudo gordiano de la actual crisis general que se origina en un mundo trágicamente dividido. No es sólo nuestro país el dividido; es el mundo entero.

El problema estriba, pues, en si las intenciones de Chávez y de su gobierno podrán cuajar en realidades. Parece dudoso. La corriente neoliberal que anega con fuerza arrolladora el planeta entero se opone con tenacidad suicida a todo intento de modificar las enormes desigualdades que padece el mundo en nuestros días. Los adversarios de Chávez (o de cualquier otro que enarbole una bandera similar), de dentro y de fuera del país, son demasiado poderosos, conscientes y tenaces. Los aliados de Chávez son numerosos, pero también débiles, emotivos y erráticos. La pregunta surge inquietante, llena de incertidumbres amenazadoras: y si Chávez y su gobierno son barridos por esos poderes de dentro y de fuera, o si, pese a que persista este gobierno, le es imposible llevar a cabo las transformaciones que se propone, o, todavía, si Chávez se doblega y abandona sus propósitos para poder continuar en el poder, ¿qué futuro le espera a este país?, ¿qué horrores podrán desatarse?

Esta pregunta debiera tener eco resonante en el mundo entero.

Mérida; Marzo de 2002.

Abdel M. Fuenmayor P.

[1] Como tampoco lo hicieron los sectores (cúpulas eclesiásticas, económicas y políticas, numerosos integrantes de la clase media, algunos militares, etc.) que hoy protestan y lanzan denuestos contra el gobierno actual.

[2] Son poco productivas porque los países marginales poseen muy débil o nula estructura industrial, y el desarrollo de esta estructura, muy costoso, es frenado por el dominio que los países industrializados ejercen sobre la tecno-ciencia y sobre los mercados. Son arriesgadas debido a la inestabilidad política habitual en los países marginales, inestabilidad que es consecuencia de la pobreza, la miseria y la exclusión de grandes sectores de la sociedad.

[3] En fechas recientes, la fuga de capitales de Venezuela hacia el exterior, principalmente hacia los bancos de los EE.UU., ha crecido en forma espectacular. Esta fuga tiene, en los grandes capitales, una intención especultativa muy clara: se trata de provocar la devaluación abrupta de la moneda nacional para luego, una vez devaluada, traer nuevamente los dólares antes adquiridos y cosechar una espléndida ganancia en poco tiempo, sin mayor riesgo y sin ningún costo. En la clase media, la fuga de capitales, más que de carácter especulativo, tiene como incitación el temor histérico creado por la propaganda antichavista, la imitación y la indiferencia ante los destinos de su país (nativo o adoptado).

Tomado de Red Bolivariana


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