17 de marzo

10 de Febrero de 2003

Sobre la Ley de responsabilidad social de los medios radioeléctricos

Los tele-maulas de la autopista

Gonzalo Fragui
Rebelión

Los indígenas no concebían que se pudiera vender un río, un pedazo de tierra, de mar, de aire, o de cielo, porque consideraban que es algo que es de todos. Desde hace mucho tiempo, los dueños de los medios radioeléctricos, radio, televisión, etc., nos han hecho creer que son también dueños del espacio radioeléctrico, es decir de esa franja de aire, de cielo, de mar, por donde se mueven las ondas. Pero ese espacio no es de nadie en particular, es de todos, es un bien común, un bien social. Es como una autopista que no vemos.

Supongamos una autopista. Varios canales y diferentes tipos de automóviles. Supongamos que las estaciones de televisión son unas supercamionetas de lujo que van por el canal rápido, que las radios son automóviles más pequeños, que Venezolana de Televisión es ahora un Maseratti 3 litros, de esos que le gustaba al Chino Valera Mora, que los medios alternativos son bicicletas, y que Radio Perola, por ejemplo, es una patineta, que se mueve por el hombrillo, por donde también van los transeúntes. Que el fiscal de tránsito es el Estado a través de CONATEL, y que usted para poder manejar uno de esos automóviles necesita una licencia y se somete a un reglamento.

Hasta aquí vamos bien. El dueño de los equipos, de las cámaras, de los micrófonos, en fin, del automóvil, puede comprar hasta los periodistas, si quiere y ellos se dejan, pero no es dueño de la autopista ni puede hacer lo que quiera. Si se come una luz roja, el fiscal de tránsito le pone una boleta de multa. Si maneja ebrio se le decomisa el automóvil. Si atropella a los peatones, se detiene y se le suspende la licencia por un tiempo.

Finalmente, si reincide, se le quita la licencia para siempre.

Pero aquí entra la realidad real. Los dueños de los medios, por lo general, apuestan a ganador. Estando cerca las elecciones presidenciales, se "cuadran" con el que está de primero en las encuestas verdaderas. Lo invitan a programas. Reúnen al personal para que lo aplauda mientras brindan. "Esta es su casa". "Estamos a la orden".

Cuando el candidato gana, los medios son los primeros en felicitarlo. Le hacen apologías. Entrevistan a los padres y compañeros de estudio. Muestran fotos de cuando era niño. "Tan bonito que era desde pequeñito", dice emocionado el conductor del programa, según el guión que le ha dado el dueño del medio. Risas. Babas. Luego la despedida, casi entre llanto, y la consabida frasecita: "No se olvide, ¿no?". Imponen a alguien de confianza en CONATEL y en algunos ministerios, y a hacer negocios. Pan comido.

Lo demás es Radio Rochela. Los dueños de los medios inventan una supuesta rivalidad entre los canales. Radio Caracas contra Venevisión. Pero en realidad se juntan entre ellos para aumentar la fortuna. Los Cisneros se casan con las Phelps, mientras los televidentes hablan de preferencias. Un "animador" de un canal, Chataing, le saca la lengua a otro "animador" de otro canal, Zarcos, hablan de rating, de libre competencia, para ver si el público y los anunciantes se las creen. El show apenas comienza.

Los dueños de las camionetas ponen a sus choferes, a sus cuidones. Hay los que tienen un aspecto bonachón, quieren hacer millonarios a todo el mundo, como Eladio Lárez; hay los que manotean en la cara, como Federico Ravel; hay los imparciales, los bigoteparao, los serios, los que nunca han quebrado un plato. ¿Ya adivinó?. Sí, es él; hay otros como Ferreres, que debería cambiarse el apellido por el de Borregales; y hay los que no dan la cara, ni la talla. Todo chofer cuando se sienta al frente del volante se cree el dueño del mundo. Echa pinta. Trata de levantar carajitas, bueno, a los que les gustan las féminas. Cada quien buscará según sus gustos. En realidad, todos-sabemos-que-es-un-simple-chofer, pero a veces son más feroces que los mismos dueños de la camioneta. La defienden con los dientes. Claro. Se entiende. No quieren que los boten.

Quieren demostrarle a los dueños que son eficientes, que aman a la empresa. En fin, que se comen el cuento de que "somos una gran familia", consigna que sólo sirve para hacer la cuña de Navidad.

Los choferes a veces se ponen generosos, prestan la camioneta para que otros la conduzcan un ratico. Un metro, un kilómetro. Los que manejan menos son peores. Mingo, la Colomina, Rondón, Napoleón, Giusti etc.

Iba a escribir todos los nombres, pero mis dedos tocaban las teclas con asco, como si estuviera caminando sobre estiércol. Estos "conductores de programas", y algunos periodistas que sufren cuando leen las noticias y ponen ojos de vaca degollada, Suárez, y otros héroes a los que los dueños les piden que se dejen romper la cabeza, que salga sangre, y después se les busca un premio en el exterior, Fernández, se han convertido en lo que hoy es La Noticia. Estos "conductores" dan lo- que-sea por ir un ratico al frente del volante. A algunos les gusta ir en las piernas o donde va la palanca.

Entonces los medios radioeléctricos se vanaglorian de ser los paladines de la libertad, pero en realidad hacen gárgaras con la palabra "democracia". Traen todos los bodrios enlatados más baratos que encuentran y hacen lo que les viene en gana con la supuesta programación. Para ello compran gobernantes, jueces, gremios de periodistas, y todo aquello que les garantice actuar con impunidad.

Con los otros medios pasa igual. Pongamos un ejemplo. Marcel Granier, Hernán Pérez Belisario y Carlos Ball, en 1987, invitan a un desayuno a Lusinchi y a Blanca Ibáñez, les prometen cambiar la línea editorial, eliminan las columnas de periodistas como José Vicente Rangel y Tarre Murzi, (Sanín), aceptan las llamadas diarias de Miraflores sobre las cosas que se deben publicar. Permiten que periodistas vayan presos. Prohíben la propaganda de partidos de izquierda. Etc. Resultado: El Diario de Caracas recibe ese año el Premio Nacional de Periodismo. Hasta la fórmula es sencilla.

El problema se presenta cuando la fórmula falla. ¿Y si el presidente no se deja comprar?. No queda otra. Plan B: Echarle paja. El gobierno es incompetente. El presidente es un corrupto, un asesino, un dictador. Un maluco, pues. Ya no es tan bonito. Además tiene una verruga, es bembón, es negro. Entonces reúnen al personal del canal para cacerolearlo y ponen a las peores actrices a llorar y a los cómicos para eso, para poner la cómica, Graterolacho cambia de nuevo de color, y así uniforman a la población, y les dictan las pautas de lo que debe hacer.

Usted hace caso. Marcha, llega cansado a casa, con su banderita. Los "animadores" que estaban "bravos" se contentan. Le dicen "Hoy tampoco cayó, pero, tranquilo, de mañana no pasa". Usted se la cree. Es lo que llamaríamos un telemaula de la autopista. Un transeúnte del hombrillo que no ve más nada, deslumbrado por la magia de las supercamionetas.

Pero el superautomóvil se desespera, actúa con violencia, va a exceso de velocidad, mete propaganda subliminal, atropella a niños y ciudadanos, utiliza el medio exclusivamente para su parcialidad política, no le para al fiscal de tránsito. Denuncia ante los organismos internacionales que el gobierno le está poniendo tachuelas legales en el pavimento de la autopista. Pone tachuelas reales en las autopistas. Llora, patalea.

Miente. Se contradice. Trata de negociar. Un rato suavecito, otro pendenciero. Inventa cancioncitas y pone a cantarlas a artistas agarrados de la mano. Se hace el mártir. Nada. La gente se cansa. Ya nadie se la cala. Hay que buscar, entonces, un árbitro ecuánime.

Y es eso lo que está proponiendo la Ley de Responsabilidad Social de los Medios, ahora en discusión. La nueva Ley, además de que permite estimular el talento nuestro, la música venezolana, el cine nacional, etc., deja en manos de un árbitro imparcial, es decir, el fiscal de tránsito del que venimos hablando, para velar por la responsabilidad social de quienes transitan por la autopista radioeléctrica. Un nuevo Instituto integrado por los mismos dueños de los medios, pero no sólo ellos, sino también el Estado, los comités de observadores de los medios, las iglesias, Organizaciones no Gubernamentales, las universidades, médicos, psicólogos, y la sociedad civil, pero de todos lados, ya está bueno de que le estén preguntando a uno: "qué clase de bombona tienes y te diré qué clase de sociedad civil eres". Aunque hay una clase de sociedad civil que no sabe lo qué es una bombona.

Después de cuarenta años de impunidad mediática, lo que el gobierno quiere hacer es algo que los televidentes y lectores hemos venido haciendo de manera particular con las televisoras y con los periódicos.

Dejar de verlos, dejar de comprarlos.

Pero hay un sector indefenso que ya empieza a presentar señales alarmantes. En los actuales momentos, y desde hace tiempo, la supuesta programación de los medios es en realidad una programación mental.

Los medios preparan sus laboratorios de la muerte donde, mediante especialistas de publicidad y psicólogos perversos, expertos en vender cosas inútiles o dañinas haciéndolas aparecer como necesarias y buenas, utilizan a la población para cambiar sus hábitos de conducta e inculcarles otros, a veces totalmente contrarios a su forma de ser.

El psicólogo por la paz, Dr. Heriberto González, cuenta que desde hace tiempo conoce a unas jóvenes de espíritu vital y sereno. Sin embargo, a partir de la situación del tanquero Pilín León cambiaron de actitud. Se juntaron con otras personas en el puerto, desde donde se veía el buque fondeado, y saludaban con banderitas a la tripulación "rebelde". Cuando el barco pudo ser movido, querían morirse, golpeaban las barandas, se tiraban al suelo, lloraban histéricas, rezaban, pedían a Dios que el barco estallara, no importaba si también morían ellas y mucha gente, imploraban que por lo menos chocara contra las barandas del puente y lo tumbara, y que el barco se hundiera. Este hecho absurdo, en gran medida por culpa de ese estado de hipnosis que es la televisión, que hace que nuestro sistema nervioso sea más vulnerable y manipulable, y ante la irracionalidad, que empieza a incubarse de manera peligrosa en los corazones de gente tranquila, con los continuos y abiertos llamados a delinquir que hacen los medios, evidencia la necesidad de una ley que ponga fin a estos desmanes.

Aunque es de esperar que los medios se opongan. Van a hablar de censura, de ley gomecista, de terrorismo de estado, de ataque a la libertad de expresión. Van a hacer una campaña Pepeganga. Qué pasaría en Venezuela si no existiera tal televisora o fuera suspendida por algún tiempo. Anteriormente nos habían preguntado qué pasaría en Venezuela si no existiera MacDonalds o la coca cola. Después del supuesto paro nos dimos cuenta. Nada. Fuimos más saludables.

Los medios, de todas maneras, van a tener sus representantes en la Asamblea Nacional para tratar de impedir la aprobación de la ley, o por lo menos para entorpecerla. Argumentarán que debe ser orgánica o inorgánica, y para eso tienen a los de "primero injusticia", a los izquierdistas arrepentidos, como Tablante, y al puntofijismo trasnochado.

Ya da fastidio ver a los vagabundos de Ramos Allup, o a Marín, socarrones, duchos en triquiñuelas, abandonando el hemiciclo en el momento que se va a verificar el quórum. Sólo que esta vez el país los está viendo.

La Ley de Responsabilidad Social de los Medios, o "ley de contenidos" o "ley mordaza" es en realidad una ley desmordaza, porque la mayoría de las veces es CONATEL y la comunidad quienes están amordazados. Se trata, también, de quitarle a cualquiera de las partes la tentación de hacer lo que ha venido sucediendo desde siempre, es decir, que ni el gobierno cierre arbitrariamente un canal porque no le gusta la línea editorial, pero tampoco que los canales hagan lo que les venga en gana porque tienen comprado a CONATEL, o tienen chantajeado al gobierno con vetarlo en sus noticiarios si se mete con ellos, y todos esos vicios que conocemos de la IV república.

Los medios son un servicio social. Es decir, de todos. No sólo de los dueños de los equipos. La comunidad no es una invitada de piedra, un telemaula de la autopista. La democratización de los medios reconoce a la comunidad como garante de la soberanía popular y de la salud social, es por ello que es imprescindible que participe de manera decisiva en la conformación y vigilancia de la programación de los medios radioeléctricos. Con esta Ley de Responsabilidad Social, los medios, nunca más, van a poder dispararnos con sus rifles mientras estamos amordazados e indefensos.

Tomado de Rebelión


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