17 de marzo

8 de Febrero de 2003

Según el periodista argentino Darío Pignotti

Venezuela demostró que los medios de comunicación están al tope de la agenda política

Claudia Quiñónez
ARGENPRESS.info

Darío Pignotti es un periodista argentino radicado en Brasil, donde trabaja para la agencia ANSA y se desempeña como colaborador de distintos medios como Página 12, ha realizado, entre otras, coberturas informativas en Chiapas y en Venezuela. A partir de la realidad venezolana y el papel de los medios de comunicación, el Observatorio Político, Social y Cultural de Medios de la Utpba entrevistó a Darío Pignotti.

¿Cual es la visión con la que el Media Watch Capítulo San Pablo está observando la situación de Venezuela, donde los medios de comunicación han asumido la dirección política del proceso de confrontación con el gobierno de Hugo Chávez?

Así es, efectivamente las cadenas televisivas privadas como la Venevisión, Globovisión, Televen y los grandes diarios son, no ya el brazo periodístico de la oposición y el antichavismo sino la dirección política de la conspiración. Esto plantea una nueva categoría, una categoría actualizada respecto del colaboracionismo de la prensa, como lo ha habido en los golpes de estado en América Latina en los últimos treinta años. Vemos, entonces, que ya no sólo colaboran o son parte del golpismo, sino que son los actores dominantes. Consecuentemente esto ha suscitado que el pueblo, no ya la opinión pública venezolana, haya identificado sin máculas este desenfado del juego golpista que lideran los medios de comunicación privados.

Este desenfado del juego golpista es bien claro en crónicas y artículos de prédica antichavista y no se limita al género informativo. Se ve también en programas de humor bizarro en los que no hay sketch donde Chávez no sea ironizado o directamente degradada la imagen del presidente. Es una ofensiva orgánica y a tiempo completo contra Chávez. El proceso es muy interesante porque, aun ante la magnitud de esa oposición, cualquiera sabe que la mayoría está a favor de Chávez. En ese proceso es interesante observar cómo, por un lado, cualquier ciudadano ha incorporado casi como un adminículo de bolsillo, un ejemplar de la Constitución Bolivariana. Por otro lado, es notable cómo se ha socializado el debate público sobre el papel de los medios desde una visión crítica. Y más allá del debate existen hasta reacciones abruptas, hay cada dos por tres paradas de grupos de ciudadanos que arrojan una molotov ante las puertas de algunos diarios a los que identifican con la conspiración golpista.

¿Se puede establecer una casuística de la relación y reacción popular frente a los medios de comunicación a partir del caso venezolano?

A manera de conjetura, de intuición interpretativa, se observa una suerte de malestar que atraviesa a varios países de la región a la manera de una tendencia que, acaso, sea histórica: la de corporizar a la prensa con 'el' actor político. No ya como un factor conspirativo, sino como un actor que amenaza a la democracia. Ignacio Ramonet lo viene planteando en esos términos, tal como está la prensa hoy tan comprometida con movimientos sediciosos.

En tal sentido, podríamos hablar de un correlato que no es sólo regional, tal vez sea histórico en occidente, y habría dos hitos que marcan una temporalidad. El primero, en enero de 1991 cuando se inicia la ofensiva militar contra Saddam Hussein en la guerra contra Irak capítulo 1 y el segundo, diez años después en septiembre con los atentados a las Torres Gemelas.

En ese lapso, por ejemplo, podría trazarse una eventual curva sobre el desempeño de la CNN. Son los años en los que se acaba aquella vieja y noble tradición del corresponsal de guerra. Aquella tradición que tal vez haya escrito sus mejores páginas en Vietnam y comienza la mentira en tiempo real. Ahí, me parece que se perpetra un doble proceso que afecta, por una parte, al relato y por la otra, a la tecnología. La calidad del relato de guerra es aniquilada por el lobby mediático-militar y esto ocurre cuando la dotación tecnológica disponible es exponencialmente superior. Las mentiras de la CNN por repetidas se volvieron evidentes. La inmerecida credibilidad de CNN en la Guerra del Golfo cayó en Kosovo, donde buena parte de la opinión pública empezó a comprender que lo que se ve por televisión es mentira. Esto eclosionó como paradigma informativo para tratar la actualidad internacional en tiempo real con las Torres Gemelas. La versión de la CNN a media hora de que impactara el primer avión contra las torres ya era puesta en duda por una retahíla de informaciones que demostraban la existencia de instrucciones de la empresa que colocaban a sus periodistas frente a la 'disyuntiva' de ser patriotas o contar lo que veían.

Me parece que son relatos locales o generales de lo que está pasando con la información a nivel internacional y con la demanda cada vez más acuciante de que haya relatos que obedezcan a la pluralidad. Hace unas semanas la BBC de Londres tuvo que ceder ante esta evidencia y terminó firmando un contrato con la cadena Al Yaseera, que demostró tener una excelente calidad informativa.

En suma, la obscenidad con que actúan los medios en Venezuela no es mayor a la que exhiben en otros países, sólo que se ha hecho mas explícita y, lo que es más importante para el análisis global es la consagración del tema mediático en el tope de la agenda política. En este caso, me parece que la sociedad le está exigiendo más a los medios de comunicación y en ese plano, creo que la sociedad estuvo un paso adelante de la vanguardia política o intelectual.

Desde esta visión ¿qué lineamientos aplicados a la comunicación y los medios deberían considerar las organizaciones que resisten?

Me parece que es el momento de concebir ideas más atrevidas respecto del orden jurídico con que el poder mediático es concebido.

Así como existe la propuesta de Tasa Tobin con la que se gravarían las transacciones financieras destinando un porcentaje del 0,01 al desarrollo social, habría que pensar en una suerte de tasa por el derecho a la imagen. Imaginate, si por todo lo que se ha filmado y emitido en horario noble, con publicidad vendida, sobre el conflicto en Chiapas, por ejemplo, se cobrara un porcentaje. Deberíamos pensar en una tasa por el derecho a la imagen para reapropiarnos económicamente del patrimonio simbólico con el que los medios de comunicación lucran.

(*) Claudia Quinónez es periodista, secretaria de cultura de la Utpba. Responsable del Area de Comunicación de la C.T.A. y del Taller de Comunicación Contrahegemónica-Observatorio de la Utpba.

Tomado de ARGENPRESS.info


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