30 de Abril de 2002
Por Andrés Cañizález
Red Bolivariana
"En la medida que pasaban las horas del sábado (13 de abril) y pasaba de canal a canal, me parecía que estábamos en Suiza, que aparentemente en el país no estaba pasando nada, cuando en realidad había tantas cosas en la calle, pero que favorecían el regreso de Chávez, que los medios optaron por el silencio y eso me causaba más stress". Esta opinión de un estudiante de Comunicación Social, en el marco de una reflexión en aula, refleja lo que vivió la mayoría de la población de Venezuela en un día crucial para nuestra sociedad, en el cual los medios hicieron silencio.
Este silencio tuvo una mayor resonancia porque el papel de los medios de comunicación, en los días previos, fue más de bien de estruendo, de hacerse sentir y de hacernos partícipes a todos, minuto a minuto y detalle a detalle de lo que aconteció durante el jueves 11 y el viernes 12 de abril: multitudinaria marcha de oposición, muertes en el centro de Caracas, alocución presidencial con la pantalla dividida para seguir presentando lo que ocurría en las calles, derrocamiento del presidente Chávez y asunción provisional de Pedro Carmona.
He conversado con al menos una decena de periodistas en ejercicio profesional, ninguno asume como propia la versión dada por los canales de televisión y principales periódicos, de que las amenazas "chavistas" (que son ciertas) hayan sido la razón verdadera para hacerse eco de un dramático silencio informativo. Algunos de esos colegas, especialmente los de prensa escrita, tuvieron en sus manos información importante que sencillamente se encontró con la orden de que no circularía la prensa ese domingo 14 de abril.
Un estudiante se preguntaba cómo podría ser la tarea de un historiador, dentro de 20 ó 30 años, que intente reconstruir lo ocurrido en estos días de abril y su fuente sea -entre otras - estos medios. Será, seguramente, una lectura incompleta.
El país pasó de un extremo a otro en 48 horas, con el derrocamiento de Chávez por el alto mando militar, la instalación de un gobierno interino encabezado por Carmona y el regreso al poder del jefe de Estado elegido en las urnas en diciembre de 1998. La cobertura informativa, general pero especialmente la televisiva, también pasó de un extremo a otro entre el jueves y el domingo. La abundante e inmediata información sobre la caída de Chávez y el ascenso de Carmona tuvo como contracara el casi absoluto mutismo sobre el retorno del presidente.
Esta crisis política vivida en el país pone sobre el tapete la necesidad de debatir sobre la responsabilidad de los medios de informar a la ciudadanía más allá de sus intereses.
Los medios asumieron un rol opositor, se asumieron como representantes de una oposición al presidente Chávez, y al encauzar sus labores diarias en esa línea perdieron de vista que su rol social primordial es informar, contarle a sus lectores y audiencias lo que efectivamente ha ocurrido, aún cuando esto vaya en sentido contrario a lo esperado (y aupado) por la persona y la empresa que informa.
En algún momento, para tratar de zanjar una innecesaria polémica iniciada por él mismo, Chávez ha hecho deslinde entre los periodistas, que a fin de cuentas son empleados, y los medios, que son empresas y sus propietarios. Esta experiencia debería colocar en debate no sólo la parcialidad del medio, sino también la responsabilidad del periodista, en medio sí de duras presiones, pero teniendo en claro que su nombre o su cara son los que dan la imagen (parcializada o imparcial) de un medio.
La tarea de informar en sí misma no resulta fácil si se le pretende hacer con profesionalidad y una buena dosis de imparcialidad. Ambos elementos se relacionan, sin duda. Cuando un reportero sale a la calle además del grabador va con su corazoncito, sale con sus propias creencias o visión del mundo, pero de ningún modo eso debe ser una plataforma de proyección a través de la cual informe lo que pasa.
Lo que vimos en abril, y hemos venido viendo en los últimos meses, va en otro sentido y se refleja cuando una misma periodista asume actitudes tan diametralmente opuestas si su entrevistado es oficialista o de oposición; al primero casi no lo deja hablar y le pone en entredicho cada afirmación, con el segundo es tan indulgente que nunca lo cuestiona a lo largo de la entrevista. Eso lo tenemos a diario.
No será en este espacio en el que analizaremos la política estatal, aunque es imposible dejar de mencionar la errática conducción de los medios del Estado, durante el gobierno de Chávez, que al quejarse de la "conspiración mediática" de las empresas privadas, ejerce similar actitud desde los aparatos comunicacionales oficiales.
Una muestra de ello lo hemos tenido en los diferentes rounds entre gobierno y oposición de estos meses: la pantalla oficial encadena al resto con sólo una cara de lo que pasa, mientras que la pantalla comercial también se encadena entre sí para mostrarnos apenas una parcialidad del país. Esa esquizofrenia mediática, como la bautizó Tulio Hernández en un artículo reciente, nada bien le ha hecho ni al gobierno (que es de todos y no sólo de los que le apoyan), ni a los medios, cuya credibilidad -que también es para todos- debe ser puesta seriamente en duda por actuar como una de las partes en conflicto en el marco de esta crisis.
El presidente Chávez ha hecho un uso excesivo y arbitrario de las cadenas nacionales de radio y televisión, como advirtió la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Es un error tremendo creer que con las cadenas, el gobierno logrará contrarrestar la prédica opositora de los medios de comunicación. Pero igualmente fallida, en aras de dar respuesta a su misión de informar, han tenido las empresas y los periodistas que de forma marcada han silenciado una parte de lo que pasa en el país.
Los hechos ocurren, pasan, aunque no se presentan a través de la visión massmediática, pues los medios sólo reflejan una realidad (o una parcela de la ella) y no la crean, aunque muchos -incluidos altos funcionarios oficiales- lo crean así.
El presidente de Globovisión, Alberto Federico Ravell, negó que existiera un acuerdo entre los canales de televisión para ocultar las manifestaciones "chavistas". Globovisión, al transmitir 24 horas de noticias al día, es decir que su función principal es informar, fue el canal que más se colocó en falta el sábado 13 de abril cuando en su pantalla no se reflejaba lo que ocurría en las calles. Ravell, en el corto mandato de Carmona, había dicho el día 12 que las televisoras rompieron el cerco que Chávez intentó ponerles poco antes del golpe de Estado, cuando ordenó sacar del aire sus señales. "Nos la jugamos", afirmó el presidente de Globovisión en esa oportunidad.
Gracias a sistemas satelitales y a la televisión por cable, varios canales venezolanos esquivaron la censura que intentó poner el gobierno, el jueves 11. Sin embargo, no exhibieron esa misma audacia y prefirieron retraerse ante los riesgos que implicaba salir a la calle a reportar el inminente retorno de Chávez al poder.
Desde afuera del manejo de empresas mediáticas, pero estando en la línea de informar como periodista en ese momento, un grupo de estudiantes de comunicación nos sugería que ante una situación tan dramática como la vivida, y para justamente contrarrestar la imagen "antichavista" con la que son vistos por los "chavistas", los medios debieron "ingeniárselas" para informar y demostrar que, a pesar de las amenazas, defienden la libertad de expresión y el derecho a la información.
Las opciones manejadas en el ejercicio, teniendo una imposibilidad de salir a la calle por el temor a ser atacados, eran variadas: desde enviar periodistas menos conocidos y sin la identificación del medio, hasta llamar por teléfono y sacar al aire llamadas con fuentes confiables, pasando por apelar a las señales internacionales que si estaban informando (y sin ser agredidos los periodistas) de lo que ocurría en la calle.
De forma paradójica, las señales internacionales de televisión por suscripción, básicamente a la mano de una clase media urbana, no sirvieron en esta ocasión para saber lo que ocurría en el resto del mundo, sino para conocer lo que pasaba dentro del país. Quien tenía acceso a estos canales, especialmente CNN, servía de altoparlante a través de teléfonos celulares (que colapsaron esos días) para reproducir de boca en boca lo que no era dicho por los medios nacionales.
Las razones de seguridad argumentadas por los medios venezolanos, según percibí personalmente -en un recorrido por el centro de Caracas la tarde del sábado y portando una credencial de prensa-, surtió un efecto negativo porque reafirmó entre los partidarios del presidente Chávez, la postura opositora de las empresas comunicacionales, que al jugarse una carta política sencillamente dejaron de informar, profesional e imparcialmente, sobre lo que acontecía.
El nuevo período político y social que se abrió, tras el retorno de Chávez al poder, lo inició el presidente con un mensaje bien claro y directo a los medios. El mandatario pidió perdón a los propietarios con los que se peleó públicamente, reconoció que se había exagerado la política de las cadenas nacionales y llamó a sus simpatizantes a que no atacaran a los periodistas, camarógrafos y fotógrafos.
Más allá de poner en duda o validar las palabras del jefe de Estado, lo que debe rescatarse de su discurso es la revisión de actitud y posiciones pasadas. De ninguna manera olvidamos que en buena medida la crisis se agudizó por un estilo presidencial de la confrontación y de la incapacidad de generar alianzas, entre otras causas, pero la necesidad de hacer una revisión -en el papel jugado- no corresponde úniicamente a Chávez.
Un punto que aparece de forma ineludible en agenda tanto para periodistas, estudiosos, profesionales y gremios del sector, es la apertura de espacios para analizar el tipo de periodismo que se venía haciendo en el país, y pensar en el tipo de información a la que tenemos derecho los ciudadanos de este país. De esta reflexión no escapa, por supuesto, el gobierno y los diferentes entes del Estado con una labor comunicacional, como el Canal 8, Radio Nacional y la agencia Venpres.
Globovisión, a través de Ravell, dio un primer paso en lo que parece la dirección necesaria, según apunta la investigadora Elizabeth Safar: "Los medios de comunicación radiotelevisivos le deben explicaciones a su público si quieren conservar algo de credibilidad". Ravell admitió que "hubo un día sin la información adecuada" y reconoció que "el rol de los medios se desvirtuó por todo lo que estaba pasando en el país".
La exigencia de un marco adecuado para la libertad de expresión en el país, va acompañada según la Constitución vigente, de que se garantice a los venezolanos el "derecho a la información oportuna, veraz e imparcial". La necesidad de que esto no sea letra muerta quedó en evidencia en este movido mes de abril.
Tomado de Red Bolivariana