27 de Junio de 2002
Jorge Arreaza Montserrat
Red Bolivariana
De las diversas vías institucionales establecidas en las disposiciones de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela para distender la presión política actual, algunos sectores de la oposición parecen preferir aquellas que ignoran la opinión de los ciudadanos. Los referenda revocatorios y la propia enmienda, dejan en manos del pueblo la decisión final. Por esta razón, da la impresión de que algunos voceros opositores se inclinan por las opciones jurisdiccionales o por el absurdo llamado a la desobediencia civil y al paro general, suponemos que como preámbulo e incentivo de un nuevo alzamiento militar. ¿A qué le temen? Obvio: a la voluntad popular, a la mayoría. Las encuestas, incluso las manipuladas, hablan por sí mismas: las cuentas no les dan. Así que, olvidándose de la participación como elemento fundamental de nuestra democracia, prefieren apelar a lo que algunos han denominado el golpe institucional.
De nuevo, subestiman al pueblo. Ya se sabe cuál es la posición de los sectores duros que apoyan el gobierno: su confianza y su esperanza están cifradas en el liderazgo del Presidente y quieren mantener a Hugo Chávez al frente aún a costa de sus vidas, a menos que el pueblo diga lo contrario. A la inversa, los secuestradores de la oposición, harán todo lo posible por sacar a Chávez del Palacio de Gobierno, no a costa de sus vidas, claro está, pero sí de las vidas de venezolanos de parte y parte (véase 11 de abril 2002). Pero la mayoría no se inscribe en los sectores fuertes de uno u otro bando. En el país se está llevando a cabo un proceso de reivindicaciones sociales y humanas, que trasciende cualquier tipo de individualidad, liderazgo o parcialidad partidista. La letra y el espíritu de la Constitución son la esencia de este proceso que se ha generado en el marco de la legalidad y la paz, y que no puede desarrollarse en un ámbito distinto. Venezolanos de todas clases, ideologías y procedencias, comparten ese ideal, esa visión de país que contempla la Constitución, y están dispuestos a defenderla y a hacerla realidad a pesar de aquellos militares, empresarios y medios golpistas, a pesar del egoísmo, a pesar de los poderes que se opongan desde el exterior y más allá del propio Chávez, si fuera algún día necesario.
Las transformaciones estructurales que se vienen desarrollando en Venezuela son inexorables. Hemos apostado por una sociedad más democrática, más equitativa, más humana y participativa. Una sociedad que, por definición, es una amenaza para los intereses particulares, para la corrupción, para la ignorancia, para el hambre, para los privilegios materiales de muchos. Hay quienes pretenden salir de Hugo Chávez puntualmente, creyendo que así darán al traste con el proceso de cambios. Sin embargo, subestiman la sustancia del proceso, que ya esta en manos del pueblo, que ya está en las sonrisas de los niños y en las manos de los obreros, en las ideas de los pensadores y en los proyectos de los verdaderos empresarios, una realidad que ya no tiene marcha atrás.
Hay sectores que insisten en secuestrar la oposición una vez más y en "liquidar" el proceso. Sectores ilusos, sin duda. Sectores que creen que pueden volver a manipular un pueblo y que piensan que derrocando a un hombre matan las ideas que ha defendido y que muchos defendieron antes de él. Por ello, el diálogo es posible, porque la inmensa mayoría de los venezolanos estamos convencidos que el modelo de sociedad que hemos comenzado a consolidar es más justo y humano que el que estamos dejando atrás, fundamentándonos en las innumerables coincidencias y acuerdos potenciales que apuntan a la concreción de ese ideal de país que contempla la Constitución. Un ideal que podemos matizar, que podemos perfeccionar, que podemos evaluar y corregir mientras se alcanza.
Quienes pretenden sabotear el proceso de diálogo nacional, pertenecen a esas minorías enceguecidas que se autoexcluyen del camino que ya ha comenzado a recorrer el pueblo. El diálogo, más que dejar sentadas nuestras diferencias, va a demostrarnos esas coincidencias y esa concordancia en los objetivos prioritarios que hemos definido como sociedad. Quienes se oponen al diálogo nacional, quienes lo esquivan, se oponen a la paz y al bienestar del país, ignorando la constitucionalidad y, en consecuencia, tratando de evitar que la Venezuela posible se haga realidad. El diálogo es útil para profundizar la democracia venezolana y para acelerar y hacer más eficientes las transformaciones necesarias que nos permitan avanzar hacia el desarrollo humano, social y económico que nos merecemos. Gobierno, oposición, independientes, venezolanos todos, tenemos el deber y el derecho de dialogar. Un deber y un derecho que, por más que lo intenten, no nos lo van a arrebatar.
Internacionalista
Tomado de Red Bolivariana