17 de marzo

21 de octubre del 2002

El Proceso Revolucionario

William E. Izarra
Rebelión

El llamado "proceso" se ha convertido en un concepto abstracto. Algo difuso, muchas veces inexplicable para algunos. Otras veces se convierte en motivo de burla por parte de los opositores. Sin embargo, ese "proceso" no debe ser causa de descalificación. El "proceso" existe, es real y su intención es verdaderamente transformadora. El "proceso" tiene fundamentos, es fácilmente explicable y, sobre todo, es la vía de la instauración del nuevo modelo de la sociedad venezolana.

El Proceso --ahora sin comillas y en mayúsculas-- es el conjunto de fases y etapas que en tiempos determinados alcanza una meta. La meta es la imagen objetivo. Es el punto de llegada para desarrollar las propuestas ideológicas del sistema político social. Esa meta es la revolución. Acto progresivo de evolución que permite generar cambios estructurales en las relaciones de poder, las relaciones sociales y las relaciones de producción. Por lo tanto, el Proceso no es la ejecución de un decreto que emite directrices de acciones, perecedero en un instante político.

El Proceso, como conjunto de fases y etapas, es la sumatoria de eventos desarrollados por el colectivo nacional durante lapsos, períodos y ciclos dinámicos y permanentes. Proceso que se prolonga en el tiempo para elevar el nivel de vida de la sociedad. Proceso que va en la dirección de escalar estadios de prosperidad, justicia social y libertad plena. El Proceso, para tranquilidad de los opositores, no es la irrupción violenta de la masa armada para aniquilar a la población e imponer una dictadura. Este es el concepto que establece la propaganda fascista que se ha apoderado de la mayoría de los medios de comunicación. Error histórico que lo asume una parte significativa de la población nacional. El Proceso consolida la revolución.

Por su parte, la revolución en Venezuela, en estos tiempos postmodernos del siglo XXI, se construye con la voluntad y la sabiduría del pueblo a fin de emancipar al colectivo nacional. Esto significa vida digna, próspera, libre para decidir el destino de la República y conciencia común para defender los principios de soberanía, autodeterminación y solidaridad internacional.

La revolución no es destrucción ni muerte; sino la búsqueda de la felicidad.

La revolución de hoy apenas es la etapa inicial. Lo que presenciamos ahora mismo, en estos momentos de confrontación, no es la revolución. Es el cabalgar de dos sistemas antagónicos que todavía no se han terminado de escindir. Etapa en donde aún no se ha madurado el cuerpo de preceptos y conjuntos de principios. Ni los mismos sostenedores del Proceso, muchos de ellos, no conocen ni entienden todavía lo que es la revolución. Los opositores mucho menos. La rechazan sin saber sus postulados. Siguen ciegamente las sentencias manipuladas de los medios. No saben que ellos mismos son los grandes beneficiados de la concreción de sus metas.

Principalmente la clase media. Sector indispensable para materializar los cambios de estructura. Desde este punto de vista, opositores y seguidores, necesitan participar de la difusión ideológica y de la formación política.

La revolución no llega por deseos caprichosos, ni por imposición. La revolución es un acto de voluntad individual y colectiva que se asimila, se procesa, se internaliza y se integra a la cultura. Por eso, para alcanzarla, se requiere de tiempo. Darle paso a la fluidez que exige el Proceso. Incidir en el desarrollo de las fases que engendran los fenómenos sociales y las etapas que definen las coyunturas políticas. Todo esto, sin embargo, demanda reflexión, preparación teórica, capacidad para pensar, buena voluntad de cada uno y disposición espiritual para aceptar, de alma y corazón, el amor por el prójimo.

Tomado de Rebelión


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