17 de marzo

Vistazo a la VI República

Fue el silencio lo que lo despertó. El silencio más absoluto. Carlitos se sintió desorientado por un momento, pero pronto se ubicó. Estaba en su habitación. La iluminación tenue, mas suficiente, se había encendido automáticamente al primer movimiento y su brillo era el característico de las horas diurnas.

-¿Qué hora es?, murmuró.

-Son las 10 y cinco minutos de la mañana. Hoy es 23 de enero del año 2020.

Para nada le sorprendió la perfecta voz femenina del reloj de la habitación.

Se desperezó. Estiró la mano por encima de las sábanas y palpó la viscosa humedad fría en su ropa interior.

-¡Coño, me embadurné dormido!

Hizo un esfuerzo por recordar qué fue lo que le produjo el derramamiento nocturno. Era frecuente para él tener sueños húmedos desde que su pareja lo abandonó hace años. Pero casi nunca eran sueños eróticos, sino sueños heroicos pronorteamericanos, que ha experimentado con creciente placer desde que era niño, llegando al punto máximo durante los acontecimientos en que la mano del Tio Sam intervino a favor de los golpistas venezolanos hace justamente 17 años. A pesar del esfuerzo finalmente no logró recordar el detalle del sueño de esta noche. Lástima. Estaba seguro de que había sido un sueño heroico.

-¿Dónde estará él?

Pensaba en su pareja. Habían sido beneficiarios de la caída de la dictadura chavista y la sustitución de la Constitución Bolivariana. La constitución actual, la de la sexta, permitía explícitamente el matrimonio entre parejas del mismo sexo, siempre y cuando se pagara el impuesto correspondiente. Carlitos había logrado varios años de plena felicidad casado con el hombre que amaba.

-¿Qué estarán pasando por Globovisión?

Automáticamente la habitación se llenó con el escenario tridimensional. Estaban cubriendo en ese momento las incidencias del asalto a un banco con toma de rehenes. La periodista, muy joven, discutía agriamente con el gerente del banco quien se negaba a colaborar con los asaltantes. Se había abierto la votación del público y la participación era elevada.

-Voto que el gerente colabore o que lo maten por imbécil.

-Gracias por su participación. Su voto ha sido registrado, respondió una voz idéntica a la del reloj.

-Gracias a ti, maravillosa tecnología.

Y pasó por alto que la maravillosa tecnología ignorara el cumplido.

Estaba aburrido. Años de aburrimiento. Desde que decidieron pensionarlo y dejó de prestar sus servicios a la Brigada Especial de la CDFINA, no hacía nada y rumiaba una especie de rencor porque lo consideraba injusto. El había prestado sus servicios desde antes de la fundación y ahora ellos decían que no lo necesitaban más. Estaba muy joven para vivir pensionado.

El había formado parte de las primeras Brigadas de Emergencia que se habían conformado en la Sociedad Civil para luchar contra la dictadura. Durante los días previos al derrocamiento había salido a la calle como un caballero medieval, armado con su pistola automática, su pote de gas, el bate y la china con las metras, para usarlas según las circunstancias y el objetivo de la acción. Su padre le había regalado un chaleco blindado de los mejores y, con arrojo, había penetrado, junto con otros valientes de la época, por entre las hordas desordenadas y cobardes de los diabólicos Círculos Bolivarianos. Era mentira que estuvieran armados, pero eran muchos y muy tercos. Después del derrocamiento si comenzaron a armarse, pero ya era demasiado tarde para ellos.

El día del derrocamiento, Carlitos estuvo en las primeras filas, los llamados "grupos de choque", con su moto de alta cilindrada, su pistola con silenciador cargada de balas especiales, enfundado en su chaleco antibalas y enmascarado con su antifaz contra los gases lacrimógenos. Para esta acción habían entrenado meses enteros, entrenamiento que también sirvió para borrar de su conciencia el más mínimo escrúpulo.

Pero ahora, con los años transcurridos, sentía como una especie de remordimiento porque se le había encomendado el asesinato de niños. Los estudiantes se habían convertido en una especie de trofeo del conflicto y los chavistas lo perdieron. Claro, ellos fueron los culpables porque así lo hizo ver la televisión. Hasta él mismo, que había sido uno de los verdaderos asesinos, después había llegado a creerse la mentira porque ésta fue repetida hasta la saciedad, con pruebas irrefutables, por todos los medios.

Cuando se produjo la caída de la dictadura hubo de inmediato un riguroso toque de queda al punto que él mismo se vio forzado a permanecer encerrado.

Nunca entendió bien por qué fueron asesinados o desaparecidos tantos miembros de la misma Coordinadora Democrática, que era la que estaba dando el golpe. Lo cierto es que al final se impuso una Junta de Gobierno Democrático que nadie supo de dónde salió. La misma que todavía gobierna.

Entonces fue cuando lo llamaron para que formara parte de la Brigada Especial del cuerpo secreto de seguridad que acababan de formar: la CDFINA. Esta ocupación le gustó mucho porque le permitió practicar sin inhibiciones la ultraviolencia que siempre había deseado y, sobre todo, aplicarla en contra de los odiados Círculos Bolivarianos. Hoy no sabría decir cuantos bolivarianos torturó o vio torturar ni cuantos mató o vio asesinar.

Recuerda que, una vez que se despejó la duda de quién iba a gobernar, comenzaron a suceder cosas positivas, además de la muerte de los chavistas:

Lo primero, que también comenzaron a morir escuálidos. Los llamados "arrepentidos" porque después de haber respaldado el derrocamiento comenzaron a decir que el nuevo régimen era infinitamente peor.

Segundo, el desmontaje de la Quinta República. Cambiaron todas las instituciones llenándolas con gente de COPEI y de AD. También cambiaron todas las leyes, empezando por la constitución.

Tercero, llegaron los gringos. Carlitos los amaba demasiado. Después de la muerte de los chavistas fue el acto que más lo emocionó. Vinieron por montones. Rápidamente negociaron PDVSA (ahora no se llama así) con el nuevo gobierno y luego trajeron a todos sus técnicos y la pusieron en marcha en menos que canta un gallo. Redujeron la nómina a la mitad y duplicaron la producción. También redujeron el sueldo a los que quedaron. La verdad es que esa gente estaba ganando unos sueldos exorbitantes. Los gringos instalaron sus bases militares en Maracaibo, en Oriente y en las fronteras. Al cabo de cierto tiempo, los gringos también decidieron hacerse cargo de las industrias básicas de Guayana y de las centrales hidroeléctricas. Y, por último, desalojaron a los marginales a quienes Chávez les había dado tierras para conformar inmensos ingenios agropecuarios bajo propiedad de grandes empresas multinacionales. Hubo momentos de gran prosperidad.

Cuarto, como una ironía se consolidó la integración con Colombia y Ecuador, sueño bolivariano. Las guerrillas colombianas fueron barridas y el régimen del Ecuador también fue derrocado. Las compañías petroleras de los tres países fueron fusionadas en una sola, propiedad de multinacionales. Se suscribió un tratado de libre comercio entre los tres países con Estados Unidos. Para hoy, la guerrilla, el ejército y la oligarquía de los tres países es la misma. Al igual que las multinacionales que manejan las riquezas.

La parte más difícil fue debida a la resistencia de los trabajadores petroleros que se negaban a aceptar la entrada al progreso. Nadie había tenido bien claro la profundidad con que había calado la ideología chavista en las clases bajas. Para ser sinceros, era una mayoría abrumadora. Por eso hubo necesidad de imponer una autoridad férrea, y la CDFINA fue un instrumento valioso porque era el encargado de eliminar a los líderes, de intimidar a otros, de infiltrarse en sus filas y desbaratarlas. Así que lo único que les quedó fue irse para los cerros y las montañas y unirse a los colombianos. Fue la oportunidad para que los gringos los declararan terroristas y, con el pretexto de la ayuda militar, se involucraran de manera directa en el conflicto. Fue así como los caraqueños vieron volar por los aires aquellos cerros atestados de ranchos, atacados por la fuerza aérea pronorteamericana con armas de precisión quirúrgica que causaron una real masacre entre los bolivarianos.

Claro que más tardaron en destruirlos que ellos en volver a llenarse de marginales. Hoy, 17 años después, hay más marginales que nunca, estemos claros. Pero, a conciencia, que esa gente no merece otra cosa, por incapaz, por su poca inteligencia, por su baja cultura, por su eterna costumbre de vivir en la mendicidad.

La Sociedad Civil, en cambio, ha prosperado mucho, porque se ha beneficiado de los aportes que hacen los gringos. Carlitos, por ejemplo, ha recibido los mejores sueldos y ahora goza de una jugosa pensión.

Sumido en sus recuerdos no prestó mucha atención al desenlace del asalto que se transmitía en vivo por Globovisión. Los asaltantes siguiendo los resultados de la votación del público, terminaron asesinando al gerente del banco por negarse a colaborar. Los policías en el rescate mataron a los clientes y a los demás empleados del banco, pero lograron arrestar a los asaltantes. Los periodistas salieron ilesos, como era de esperarse, porque el gobierno respeta plenamente la libertad de expresión, y salieron volando (literalmente) a cubrir en vivo otro suceso: se había descubierto una célula bolivariana en un barrio marginal.

De pronto Carlitos nota algo que hubiera notado antes si no hubiera estado sumido en los recuerdos y la televisión no hubiera estado haciendo tanta bulla. Es un ruido en crescendo, algo inmenso que hace estremecer la habitación.

-¿Qué será?

Su apartamento está situado muy cerca del sitio histórico de Altamira y hoy en día ese es uno de los lugares más tranquilos de Caracas. Pero el ruido aumenta progresivamente y comienza a lastimar el cerebro. Abre los ojos. Es un ruido de muchedumbre, de pitos, de cornetas, algo despiadado que taladra el cerebro. Ahora nota que el apartamento pulcro del año 2020 ha desaparecido y en cambio aparece el viejo apartamento de su juventud. La tecnología maravillosa ahora es sustituida por un ordinario televisor antiguo de 20 pulgadas y modelo de por lo menos 20 años de edad. Está puesto a todo volumen y la pantalla muestra una bulliciosa gran concentración de personas. Se incorpora.

-¡Coño! ¿Qué es lo que está pasando?

En eso se da cuenta que el teléfono ha estado repicando insistentemente, pero no lo había notado por el ruido. Lo levanta.

-¡Aló!

-¡Mijita! Pero si tienes el sueño pesado. ¿No vas a bajar?

-¡Ay, no me grites! Acabo de tener una horrible pesadilla. ¿Qué fecha es hoy?

-¿Cómo que qué fecha? ¡Enero de 2003 querida! Baja que te estamos esperando. Asómate por la ventana para que veas un millón de personas en la plaza Altamira. ¡Hoy si vamos a tumbar a Chávez!

-Lo tumbarás tu, chama, porque yo a esa mierda ya no voy. Ya me hastié y ojalá que se acabe todo ese paro y toda esa mierda que nos tiene jodidos a todos. Mejor vamos a dejar a Chávez tranquilo, realmente ese carajo no es tan malo, yo que te lo digo. Hay vainas peores.


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