17 de marzo

23 de september del 2002

Entre las petroleras con la vista puesta en Iraq figura el consorcio hispano-italiano de Repsol y Agip

El muy apetitoso petróleo iraquí

Eusebio Val
La Vanguardia

Si Estados Unidos decide finalmente invadir Iraq y derrocar a Saddam Hussein, no sólo enviará sus tropas de elite y lo más sofisticado de su arsenal militar. Detrás de los misiles Tomahawk, de los tanques Abrams y de la 82 división aerotransportada, llegarán los ejecutivos y los técnicos de gigantes petroleros como Exxo-Mobil y Chevro-Texaco. Por sus inmensas reservas de crudo y la necesidad de reparar y modernizar sus dañadas instalaciones, el Iraq post-Saddam ofrece fabulosas posibilidades de negocio. Las compañías estadounidenses confían en llevarse la parte del león, frente sus competidoras de otros países, si el presidente George W. Bush consigue instalar en Bagdad un régimen pronorteamericano.

Este análisis de la situación en la zona no procede del Gobierno iraquí ni de ninguna plataforma antiamericana, sino que apareció ayer en la portada del diario "The Washington Post", que, junto a fuentes de la industria petrolera, citaba a líderes de la oposición iraquí en el exilio y hasta a un ex director de la CIA.

Tal vez una de las principales tareas de la diplomacia estadounidense para lograr el visto bueno de las Naciones Unidas a un ataque será convencer a algunos miembros permanentes del Consejo de Seguridad, como Rusia, China y Francia, de que sus respectivas compañías petroleras no serán marginadas por las futuras autoridades iraquíes. "Francia y Rusia tienen compañías petroleras e intereses en Iraq -declaró a The Washington Post R. James Woolsey, ex director de la CIA-. Se les debería decir que si ayudan a empujar a Iraq hacia un gobierno decente, haremos lo que esté en nuestras manos para asegurarles que el nuevo gabinete y las compañías norteamericanas colaborarán estrechamente con ellas. Pero si se alinean con Saddam, será difícil, si no imposible, que el nuevo gobierno iraquí trabaje con ellas." Desde el final de la guerra del Golfo, en 1991, compañías de numerosos países han firmado preacuerdos o intentan hacerlo para explotar yacimientos de crudo iraquíes, reconstruir instalaciones o modernizarlas. La mayoría de estos acuerdos no se ha podido implementar debido a las sanciones de la ONU impuestas contra Bagdad.

Entre las empresas que tienen la vista puesta en Iraq figuran la francesa TotalFina Elf, la angloholandesa Royal Dutch Shell y un consorcio hispano-italiano formado por Repsol y Agip (para el yacimiento de Nassiriya, a orillas del Éufrates, en el sur del país), así como compañías de Rusia, China e India. Estos proyectos de colaboración abarcan un amplia área geográfica que se extiende desde el Kurdistán al extremo sur del país, junto a la frontera con Kuwait, y la frontera con Irán. A Iraq se le adjudican unas reservas probadas de 112.000 millones de barriles de crudo, las mayores del mundo después de las de Arabia Saudí.

Los líderes de la oposición iraquí no se sienten comprometidos. "Por supuesto que revisaremos todos estos acuerdos", dijo Faisal Qaragholi, un ingeniero petroquímico que dirige la oficina londinense del Congreso Nacional Iraquí (CNI), el bloque que agrupa a los grupos anti-Saddam y que Estados Unidos intenta preparar como alternativa para cuando el dictador sea derrocado.

El líder del CNI, Ahmed Chalabi, fue aún más explícito cuando habló de la formación de una consorcio, bajo dirección estadounidense, para explotar la riqueza petrolera iraquí. "Las compañías estadounidenses tendrán una gran tajada del petróleo iraquí", admitió Chalabi.

Pese al gran enfrentamiento abierto entre Washington y Bagdad, Estados Unidos aún importaba a principios de año casi un millón de barriles de petróleo iraquíes al día. Pero las compañías norteamericanas no operan allí directamente desde que las relaciones entre ambos países comenzaron a deteriorarse, a finales de los años ochenta.

Entre las compañías que firmaron contrato con Iraq tras la guerra del Golfo figura la rusa Lukoil, que se comprometió en 1997 a desarrollar el yacimiento de Qurna Occidental, pero no ha empezado a trabajar debido a las sanciones. Tampoco la francesa TotalFina Elf ha podido hacer lo propio en el campo de Majnoon, que se cree alberga 30.000 millones de barriles. Esa parálisis ha llevado a Bagdad a amenazar con la cancelación de los contratos. Pero una futura "pax americana" en la región barajará de nuevo todas las cartas y no hay duda sobre qué jugador partirá con ventaja.

[Lunes, 16 de septiembre de 2002]

Tomado de Rebelión


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