17 de marzo

26 de Enero de 2002

El análisis

Bush, ante una crisis de credibilidad

María O´Donnell
De la Redacción de LA NACION

Según la Casa Blanca, el escándalo de Enron no tiene ningún potencial para dañar a la administración Bush. La versión oficial es la siguiente: los directivos de Enron, si bien tenían muchos vínculos con el gobierno, no obtuvieron nada a cambio de sus contactos; George W. Bush jamás se enteró de los problemas que atravesaba la empresa y su pobre suegra fue una de las damnificadas por la quiebra repentina.

"Me indigna que los empleados y los tenedores de acciones no conocieran toda la información sobre Enron. Mi suegra compró acciones hace poco, y ahora no valen nada. Si hubiera tenido toda la información, no sé qué habría hecho", dijo Bush el martes último.

La estrategia de la Casa Blanca se hizo evidente: ubicar al presidente del lado de las víctimas y preservar el eje de atención en el terreno donde el gobierno se mueve con comodidad.

"Espero que el Congreso mantenga el foco. Estamos en guerra", agregó, en alusión a las investigaciones sobre el escándalo, el presidente.

Pero la estrategia de la Casa Blanca enfrenta un problema de credibilidad. Jenna Welch, suegra de Bush, no sufrió un daño muy significativo: sólo perdió 8096 dólares. En cambio, como la mayoría de los empleados tenían todos sus ahorros concentrados en acciones de la compañía, miles se encontraron sin trabajo y sin fondos jubilatorios.

Diferente es la historia del presidente de la compañía, Kenneth L. Lay, un amigo tan cercano a Bush que el presidente lo llamaba "Kenny Boy". Lay obtuvo varios millones al desprenderse de gran parte de sus acciones cuando aún cotizaban bien en Wall Street.

Un donante generoso

Enron y sus directivos fueron los principales donantes de fondos de campaña para la carrera política de Bush con un aporte total de medio millón de dólares. Es cierto que la compañía también puso plata en otras campañas, republicanas y demócratas. Pero sus vínculos con un presidente que había sido gobernador de Texas (el Estado donde estaba basada Enron) y antes empresario petrolero por herencia familiar eran muy estrechos.

La Casa Blanca sostiene que el acceso privilegiado de Lay a las principales figuras del gobierno no le valió de nada, porque a pesar de sus insistentes llamados ningún funcionario hizo gestiones ilegales para salvar a Enron ni obstruyó la investigación que puso en marcha una oficina del gobierno.

Hasta ahora, ningún dato comprometió a Bush, pero la historia recién empieza y los demócratas ya se apuntaron un triunfo al convertir al presidente -si no en culpable- en sospechoso por asociación. Y, según un sondeo de la cadena CBS, el 63% de la opinión pública cree que la administración Bush esconde algo.

Tomado de LA NACION


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