21 de Septiembre de 2002
Alberto Nolia
Red Bolivariana
Realmente me cuesta trabajo aceptar que alguien pueda oponerse a la nacionalización petrolera. Veo normal que, por ejemplo, la Exxon o su gobierno apoyen la reprivatización de la industria petrolera criolla, pues ése es un objetivo estratégico estadounidense, país que nunca aceptó que esta cuerda de indios y negros -que no nos ven de otra forma- adquiriese el control sobre las mayores reservas de crudo en este lado del Atlántico.
Sigo sosteniendo que es absurdo pretender establecer alguna relación de causalidad entre la nacionalización petrolera y la crisis económica, por más que hayan estado cercanos en el tiempo ambos hechos. Insisto en eso de cuidarse de los argumentos post hoc, ergo própter hoc, que es una trampa en la que se cae fácilmente. El sol no sale porque cante un gallo, aunque siempre un fenómeno se produzca inmediatamente después del otro.
Por cierto, y sin ánimus injuriandi, mueve a risa eso de que la propiedad privada se tambaleó o se sintió amenazada con la estatización petrolera. Algunos defensores del derecho a la propiedad -y, repito, es sin intención de injuriar- recuerdan a esas doncellas temerosas del desfloramiento y que, por lo visto, creen que la propiedad es tan frágil como el himen de esas ciudadanas de antaño. En todo el mundo existen los monopolios estatales, sin que nadie crea que vulneran el sacrosanto derecho al dominio individual. Por ejemplo, en toda o casi toda Europa Occidental, en países capitalistas industrializados, el Estado ejerce el monopolio absoluto sobre la importación, producción y comercio de cigarrillos. Otros países lo ejercen, además, sobre la sal. Quien lo dude le recomiendo que en Italia, sí, en la Italia gobernada (es un decir) por el empresario Berlusconi, intente comprar un kilo de sal en el automercado o el abasto. Se reirán del que lo intente -a mí me pasó- y no entenderán que haya alguien que ignore que ese producto se adquiere en el Tabacaio, en el Estanco, que es donde se venden todos los productos monopolizados por el Estado. Dicho sea de paso, Italia también tenía -no sé si aún tiene- nacionalizada su industria petrolera, a través del ENI (Ente Nazionale Idrocarburi, para quienes no se acuerden de cómo las transnacionales petroleras que financian la propaganda contra la nacionalización, asesinaron a Enrico Mattei). Igual sucedía en España con Campsa, en Inglaterra con British Petróleum y muchísimos otros ejemplos. Así que, los defensores de la propiedad privada están rompiendo lanzas inútilmente pues nadie los ataca. Actúan como esas señoritas de antes, cuya férrea defensa de su virtud las deterioraba de tal manera que al final no tenían de quién defenderla, pues poseían una castidad sin enemigos.
La nacionalización petrolera no afectó el concepto de propiedad privada, como un piropo gentil, una mera cortesía de caballero, no afecta la virginidad de esas proverbiales doncellas vitalicias. En Venezuela el petróleo no fue confiscado, sino expropiado, previo pago de un justiprecio. Aquí, como en todo el mundo, la legislación contempla figuras como la expropiación e, incluso, la confiscación o apropiación por parte del Estado de algún bien sin pago de ningún precio. No creo que nadie en su sano juicio, a no ser que quiera hacer politiquería, dirá que el derecho de propiedad está amenazado porque el Estado expropie determinada finca para construir una carretera. O confisque las casas, carros y aviones de un narcotraficante.
Por cierto, por ahí alguien, no recuerdo quién por eso no lo menciono por su nombre, recordó la frasecita esa de Úslar Pietri sobre sembrar el petróleo. Creo que en toda nuestra larga historia nunca se pronunciaron palabras tan desafortunadas como ésa de sembrar el petróleo. Lo que logró fue sembrar en la mente de los venezolanos la idea de que el petróleo era algo ajeno, una realidad diferente y extrínseca a nuestro país. Una vaca que había que ordeñar y el dinero que se sacaba de ella invertirlo en otra cosa. No digo que haya relación de causalidad en el escaso desarrollo petrolero aguas abajo, pero algo debió ayudar en eso, al menos en la mente del ciudadano común, que aún no entiende que somos un país petrolero y sólo un país petrolero.
Tomado de Red Bolivariana