17 de marzo

20 de diciembre del 2002

Desestabilización en Venezuela

Propaganda, petróleo y huelga general

Maurice Lemoine
Le Monde Diplomatique

Tras sufrir un hiriente fracaso en su intento de golpe de estado, el 11 de abril de 2002, contra el presidente Hugo Chávez, la oposición venezolana, minoría electoral liderada por la organización patronal Fedecámaras, la burocracia sindical de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) y un conjunto de partidos tradicionales y de organizaciones encuadradas en el seno de la Coordinadora Democrática, se ha lanzado a un nuevo intento de desestabilización. En muchos aspectos, éste recuerda la estrategia que preparó en Chile, a comienzos de los años 70, el derrocamiento de Salvador Allende. Si bien la huelga general, primero "ilimitada", luego "irreversible", lanzada por sus dirigentes -el patronato ha prometido pagar los salarios de los días de huelga- sólo ha conseguido un seguimiento parcial y pierde fuerza con el paso de los días, han vuelto a hacer acto de presencia todos los elementos del guión al que se ciñó el golpe de estado de abril:

Esta última medida ha tenido repercusión. La suspensión de la producción ha golpeado duramente la capacidad exportadora del país, provocando unas pérdidas estimadas en 50 millones de dólares al día e interrumpiendo las entregas de PDVSA, especialmente a los Estados Unidos. En un contexto de "preguerra" en Irak, este debilitamiento de uno de sus principales proveedores ofrece un pretexto a Washington para incrementar su presión -entre otros medios, a través del secretario general de la Organización de Estados Americanos, César Gaviria, presente en Caracas para promover el diálogo-en favor de la organización inmediata de elecciones, al margen del marco constitucional. Aún más radical, la oposición exige la "renuncia" del presidente en ejercicio. Es cierto que con la actual relación de fuerzas, la oposición perdería muy probablemente las elecciones, a menos que se prohibiese la participación de Hugo Chávez, lo que constituiría sin duda una concepción muy particular de la democracia.

Tenemos un ejemplo en la evolución de la situación en estos últimos días. Desde el 11 de diciembre, exasperados por la propaganda de odio que difunden los medios de comunicación privados, los partidarios del presidente se manifiestan regular y pacíficamente al grito de "Digan la verdad" alrededor de las sedes de las cadenas de televisión y los diarios. Cada día, los defensores de la legalidad democrática toman la calle y afirman su presencia en número cada vez mayor. Con la ayuda de esta movilización popular y de las fuerzas armadas (depuradas de los oficiales facciosos del 11 de abril), el poder parece recuperar, siquiera hasta hoy parcialmente, el control de PDVSA.

El gobierno venezolano ha recibido estos últimos días numerosos mensajes de apoyo, entre otros del Grupo de los Verdes y de la Izquierda Unitaria Europea, del Parlamento Europeo; de 16 miembros de la Cámara de Representantes norteamericana; de 39 ONG; de cerca de 200 personalidades norteamericanas, que piden al presidente Bush el apoyo de Washington a los gobiernos democráticamente elegidos; de los sindicatos petroleros argentinos; de la Central Sindical Única, de Uruguay; de la Unión Sindical Obrera (USO) de la industria del petróleo colombiana; de la Central Única de Trabajadores de Chile (CUT); de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP); etc.

Por razones de seguridad, el gobierno de los Estados Unidos ha autorizado a una parte de su personal diplomático a que abandone Venezuela. La necesidad que tiene la oposición de "víctimas", provocaciones y autoatentados, como el 11 de abril pasado, amenazan con ensombrecer el futuro inmediato. Del resultado de esta batalla, que desprende un fuerte aroma a petróleo, depende el futuro de Venezuela. Y las reformas sociales que con tanta urgencia necesita este país.

Tomado de Rebelión


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