LA ÚLTIMA NAVIDAD

LA ÚLTIMA NAVIDAD

Escrito por Marina

LA ÚLTIMA NAVIDAD

En la historia de los tiempos, concretamente en Navidad, todos nos volvemos más humanos, más alegres, más melancólicos... Todos menos Mr. Trodat, un viejo gruñón que siempre detestó la Navidad de una forma exagerada. Cuando llegaban estas fechas, se encerraba en su casa, se armaba de sus libros y cuando sonaban los villancicos, salía por la ventana a echar a los niños que los cantaban. - ¡Malditos niños! ¡Fuera de aquí y dejáos de ñoñeces!-. Todos le temían por su mal genio, y hasta Mrs. Antino, que limpiaba en su casa una vez por semana, le tenía no poco miedo. - De buena gana no le limpiaba más, total, para lo que me paga... pero mis hijos necesitan comer. ¿Este hombre no tiene sentimientos?- Les contaba a los que como ella, le conocían tan bien. Sabían que sus hijos le habían pedido limosna y que con patadas los había echado de su casa. Pero las nieves acechaban con sus garras heladas aquel año, impidiendo a los niños y las gentes cantar y estar felices. El hambre y el frío también tuvieron encuentro, y mucha gente enfermó aquella Navidad, en fin, como casi todas.

La noche anterior a Navidad, Mr. Trodat se acostó muy temprano. Cenó un poco de pan con ajo y se fue a la cama. Mientras dormía, alguien picó a la puerta de su habitación. -¿Quién recórcholis es? ¿Quién ha osado a entrar en mi casa sin mi permiso? ¿Es usted, Mrs. Antino?- Pero nadie contestó. Muy enfadado, sin un ápice de miedo en su retorcido rostro, cogió un trozo de leña y, poniéndose las zapatillas, se acercó a la puerta. Abrió súbitamente, -¡Maldito ladrón, te... !- pero no vio a nadie. - ¿Qué clase de broma es esta?-. Y gruñendo de nuevo, volvió a cerrarla.

De pronto, cuando solo se hubo acostado en la cama, la puerta se abrió y Mr. Trodat pudo ver asombrado una figura negra llevando consigo una hoz. -¿Quién eres? ¿Qué quieres?- Dijo titubeante- ¿No sabes quién soy?- Dijo la figura negra. -No, acércate más-. Y la figura negra así lo hizo. Cuando estuvo en sus mismas narices, Mr. Trodat pudo ver quién era. -¡No! ¡No! ¡Eres la Muerte! ¡Vete de mi casa! ¡Aún no me quiero ir!-. La Muerte, silenciosa, se sentó a su lado y le dijo: - Hace muchos años que estás muerto, Trodat. ¿Cuándo fue la última vez que sonreíste a un niño? ¿Cuándo fue la última vez que ofreciste tu cariño a la gente que lo necesitaba? Ya te he concedido demasiado tiempo. Esto se acabó-. ¡No, por favor! ¡Haré lo que me pidas, lo que quieras, pero no me lleves todavía! ¡Sí, sí, es verdad! ¡Soy un cascarrabias y un tonto viejo gruñón! ¡Tengo dinero para toda esta pobre gente! ¿Ves? Lo guardo aquí... - Señaló a una baldosa debajo de su cama.- No puedo creerte. Tienes más de ochenta años y no has cambiado nunca. ¿Qué más da? Tarde o temprano, vendré a por ti, y a donde vas les caerás muy bien -. ¡Dame un día! ¡Sólo un día! ¡Te prometo que cambiaré! Oh, Dios mío, siempre he estado solo y nadie me ha dado cariño. Me he transformado en un monstruo...- Dijo abatido.- He esperado muchos años para oír esas palabras, pero ya es demasiado tarde. Ahora acuéstate, ponte cómodo. Tu nueva vida te espera...- Mr. Trodat hizo lo que la Muerte le había pedido, no sin antes levantar la baldosa y sacar de ella todos los billetes, dejándolos todos encima de su mesita de noche. Y esperó, esperó, hasta que dejó de pensar y sentir.

Al cabo de un tiempo que no supo medir, Mr. Trodat, suponiéndose muerto sobre su cama, fue deslumbrado por una luz cegadora, y a lo lejos, creyó oír unos angelicales cánticos. - ¡No puede ser, estoy en el cielo!- Pensó, pero no fue capaz de abrir los ojos, no hasta que escuchó unos fuertes golpes y una voz femenina. -¡Mr. Trodat! ¡Mr. Trodat! ¡Abra la puerta, soy Mrs. Antino!-. Entonces fue cuando abrió los ojos, y vio su cuarto, sus billetes encima de la mesita de noche y un rayo de luz entrando por la ventana.

- ¡Vamos, Mr. Trodat! ¡Hoy es Navidad! Le he traído un poco del pavo que he cocinado. ¡Vamos, no sea tan orgulloso y abra la puerta!- Y Mr. Trodat comprendió que la Muerte le había perdonado la vida. -¡Es maravilloso! ¡Estoy vivo! ¡Vivoooooo!- Así que dio un salto, se puso su batín, sus zapatillas, cogió unos cuantos billetes y bajó a saltos escaleras abajo hasta la puerta. Mrs. Antino ya se marchaba resignada con su pavo entre las manos y al oír los gritos del anciano, se volvió asustada, pensando que se había vuelto loco. -¡Mrs. Antino! ¡Vuelva aquí, por favor! ¡Es Navidad, Navidad, y estoy vivo! ¡Je,Je, vivoooooo!-

Y con sus gritos de euforia logró despertar a los que todavía dormían. A lo lejos se oyeron villancicos y había dejado de nevar, y habiéndole entregado cinco billetes a Mrs. Antino se fue corriendo hacia los chicos que cantaban, uniéndose a ellos y lanzando billetes a todos los pobres que acudían a su encuentro. -¡Se ha vuelto loco!- Decía la gente, y Mrs. Andino, llorando de emoción, dijo: - Dejadle que disfrute de su locura. Mr. Trodat sabe que ésta va a ser su última Navidad-. Y lo vieron regresar a su casa con un reguero de niños a sus espaldas, cantando y riendo, feliz por poder disfrutar de su última Navidad.

Fin.


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