Literatura y Culturas Autóctonas
DONDE ARDE LA HISTORIA DE MI PUEBLO...
Revista INTRAMUROS N°8
Por Maximino Fernández Fraile *
En la Tierra no había nada. Un espíritu poderoso vivía en el aire y aplastó a los de menos poder que se rebelaron, convirtiéndolos en montañas y volcanes, y a los arrepentidos, en estrellas. Para que habitara en la Tierra, el Poderoso transformó en hombre a un espíritu que era hijo suyo, el cual al caer quedó aturdido. La madre del joven sintió pena y para mirarlo abrió en el cielo una ventanilla por donde asoma su cara pálida.
El Poderoso tomó una estrella y, convirtiéndola en mujer, le ordenó que fuera a acompañar a su hijo. Ésta, para llegar hasta el joven, tenía que caminar a pie. Para que no se lastimase, el Poderoso ordenó que a su paso crecieran las hierbas y flores. Ella jugaba con éstas y las trocaba en aves y mariposas. Y después que pasaba, la hierba que su pie había tocado se convertía en selva gigantesca. El joven y la niña se juntaron y, unidos, hallaron que el mundo era más bello. 1
Si bien, en sentido estricto, la literatura chilena existe sólo a partir del 12 de febrero de 1818, fecha de la declaración de la Independencia nacional, es evidente que las obras producidas en los trescientos años transcurridos entre la llegada de los conquistadores hispanos al país y dicha fecha se consideran también parte integrante de nuestra literatura, aunque Chile fuera en ese extenso período sólo una lejana colonia española, eufemísticamente llamada Reino de Chile, y muchos de los escritores de aquel tiempo fueran españoles avecindados en estas tierras. Con el mismo criterio, y por cierto con mayor fundamento, hay que incluir en el repertorio de las letras chilenas la producción oral, más tarde recogida parcialmente y fijada por escrito, de los diferentes pueblos aborígenes que habitaban, antes de la llegada de los españoles, lo que hoy es Chile y, por cierto, sus creaciones literarias posteriores, que alcanzan hasta nuestros días.
A pesar de la diversidad de razas, lenguas y costumbres, las creaciones literarias de estos pueblos indígenas -aymara, mapuche, yámana y rapanui, por nombrar sólo los habitantes de los extremos y del centro geográfico del país continental y del lejano occidente oceánico- tienen muchas características comunes. La primera, obviamente, es la condición oral de sus creaciones, dado que ninguno de dichos pue-blos tenía escritura. La segunda, el hecho de que, mayoritariamente, dichas creaciones consisten en mitos -verdaderas concepciones de la vida e interpretaciones de la naturaleza, íntimamente relacionadas con la religión y la organización social y cultural de sus grupos humanos- y leyendas, complementarias de los mitos en un plano más puntual, sencillo e ingenuo, aunque igualmente cargadas de una visión mágica del universo. La tercera, muy relacionada con la anterior, el deseo de transmitir a las generaciones posteriores la explicación de ciertos fenómenos naturales y algunos acontecimientos relevantes que, de un modo u otro, marcaron sus existencias individuales o colectivas. Y la cuarta, la coincidencia notable en cuanto a las características y gradación del punto de vista interpretativo utilizado, coincidencia que se da, por lo demás, en un contexto más amplio, en las creaciones legendarias de casi todos los pueblos primitivos -en la mejor acepción del término- del mundo. Sobre este último punto, el investigador Carlos Keller ha expresado su sorpresa ante la “gran unidad que revelan todos los relatos. Aún los de los yámanas, que no han recibido influencia directa de parte de las otras culturas indígenas, ni mucho menos de la española, calzan perfectamente…”
Hay una gran belleza en los mitos y leyendas indígenas, cuya creación no ha cesado hasta hoy. A veces intentan contarnos sólo el origen de una flor -el copihue mapuche, por ejemplo-; otras, pretenden explicarnos cómo se formó un lago, un río o una montaña; en ocasiones, buscan inculcarnos, a modo de fábulas o parábolas, ciertos valores o habilidades, a través de ejemplos de la vida animal: la astucia del zorro, la valentía del puma, la mansedumbre del cordero, etc.; otras nos recuerdan hechos que no debe olvidar ningún hombre, como, entre varios, el diluvio universal. (El mito del diluvio en versión mapuche es hermosísimo: la lucha de las serpientes Trentrén y Caicaivilú, representadas por las montañas y el mar, respectivamente; lo que demuestra, además, la importancia del suceso y su recuerdo en las regiones más remotas.)
En todo caso, tras cada mito o leyenda, se encuentra siempre una verdad, un recuerdo o una explicación, envuelto siempre en la belleza formal de las palabras. Hay cientos de tradiciones aborígenes, muchas de las cuales continúan, aún hoy, transmitiéndose oralmente en diferentes lugares de Chile. La llegada de los conquistadores españoles y, más adelante, el advenimiento de la República, no detuvo el proceso creativo, todavía plenamente vigente. Y aunque el mensaje oculto en dichas tradiciones, debido al paso de los siglos, se haya hecho a veces oscuro o ininteligible, el legado de nuestros aborígenes nos ha enriquecido para siempre con una belleza literaria ingenua y profunda, tal vez por eso mismo más hermosa.
Con el tiempo, las creaciones literarias míticas y legendarias indígenas han pasado también a formar parte integrante de la cultura popular chilena, mezclándose en hermosa simbiosis con tradiciones hispanas; e incluso han sido tomadas temáticamente por muchos grandes escritores nacionales, que las han incorporado a algunas de sus más importantes obras.
Pero también los pueblos indígenas de lo que hoy es Chile se han expresado artísticamente, desde tiempos prehispánicos, a través de relatos y canciones o poemas. Especialmente interesante en este sentido, por su vigencia hasta hoy y por su vigoroso resurgimiento escrito en el último tiempo, es el caso de la literatura mapuche. Hermosos son sus relatos —“epeu” o narraciones de hechos ficticios y “nütram” o narraciones y discursos de hechos verídicos—, entretenidas sus “koneu” o adivinanzas y delicados y fuertes a la vez sus poemas, denominados “ül”. Estos últimos, en general improvisados de acuerdo a las circunstancias, incluyen una mezcla armoniosa de canción y poesía, pueden ser de distintos tipos —machi ül (canciones o poemas de la machi), kawiñ ül (canciones o poemas de la fiesta), kollon ül (canciones o poemas de enmascaramiento o disfraz), paliwe ül (cantos de chueca), ngawiwe ül (cantos de pájaros), ñuiñn ül (cantos de trilla), awarkudewe ül (cantos de juegos de habas)—, y se crean para usos comunales o individuales, sagrados (“trayel”, interpretados especialmente por mujeres) o seculares, para varones (“nënëulün”) o mujeres (“llamekan”), o de tono elegíaco. Los ül, que siempre se dirigen de modo simultáneo a los dioses y a los oyentes, y las demás manifestaciones literarias mapuches, han permanecido vivos en el alma del pueblo mapuche hasta hoy, pues, como ha señalado un gran conocedor del tema, “todo mapuche es un poeta que sólo requiere una situación adecuada para manifestar su sentido artístico del mundo y su creatividad.”
En la actualidad coexisten dos tipos de autores: aquellos que viven en su comunidad de origen y practican habitualmente el poema cantado y que, a veces, transcriben sus manifestaciones orales al lenguaje escrito, y los que escriben conscientemente literatura, aún manteniendo relaciones con la tradición oral, y utilizando indistintamente el mapudungun y el castellano.
El surgimiento de la poesía mapuche escrita se inició con la publicación de Cancionero Araucano en 1939, antología de Anselmo Quilaqueo Curaquea, y siguió en 1966 con Poemas Mapuches en Castellano, obra bilingüe de Sebastián Queupul Quintramil. Aparecieron luego poetas como Lorenzo Aillapán, Elicura Chihuailaf, Leonel Lienlaf, Pedro Aguilera Milla, Jaime Luis Huenún, José Ancán, Victorio Pronao , Graciela Huinao y otros, con hermosas obras, incluso traducidas en algunos casos al inglés — Ül, Four Mapuche Poets, antología editada por Cecilia Vicuña en Pittsburgh, Estados Unidos, en 1998 — y suscitando el interés de medios de comunicación de amplia difusión, como “Revista de Libros” de El Mercurio, la que ha publicado noticias y reportajes sobre el particular: entre otros, “Poesía mapuche hoy”. La poesía mapuche quiere ser “el primer grito de un pueblo al que no dejan nacer.” Con cierto tono narrativo y extensión y métrica variables, presenta características de desarraigo y nostalgia y, especialmente, de resistencia cultural -“En lenguaje indómito / nacen mis versos / de la prolongada / noche del exterminio”, canta Graciela Huinao-, lo que no obsta a un elevado nivel de lirismo al tratar del hombre, la naturaleza, la vida y la muerte.
Dando cuenta de su mayoría de edad, los escritores mapuches, a través del Centro de Documentación Mapuche Liwén y con la colaboración de la Sociedad de Escritores de Chile, organizaron el Primer Diálogo de Escritores Mapuches y Chilenos, denominado también Primer Encuentro en la Palabra (“Zugutrawn”), que se realizó en Temuco entre los días 5 y 7 de mayo de 1994 con la asistencia, entre otros, de Elicura Chihuailaf, Leonel Lienlaf, Lorenzo Aillapán, Jaime Huenún, Rayén Kvyeh, Nicanor Parra, Jorge Teillier, Gonzalo Rojas, Isidora Aguirre, Jaime Valdivieso y Jaime Quezada. Y tiempo después, en abril de 1997, en Temuco y Purén, se reunieron para intercambiar experiencias en el Taller Suramérica de Escritores en Lenguas Indígenas, con participación no sólo de escritores mapuches, sino también de otros de lenguas maya, nahuatl, huichol, yanacona, ñengatú, rapanui y quechua; además, acordaron algunos de los temas que se tratarían a fines del mismo año en el Encuentro Continental de Escritores en Lenguas Indígenas de América, realizado en Puerto Ayacucho, Venezuela.
La poesía mapuche ha logrado ya un lugar importante en el concierto de nuestras letras e incluso algunos de sus principales cultores han obtenido premios relevantes, como Leonel Lienlaf, Premio Municipal de Poesía en 1990; Lorenzo Aillapán, Premio Casa de las Américas en 1994, y Elicura Chihualaf, Premios Municipal de Literatura de Santiago y Consejo Nacional del Libro y la Lectura en 1995; y, aprovechando las posibilidades tecnológicas, la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos auspició, en 1998, la edición de un disco compacto preparado por Leonel Lienlaf: Canto y Poesía Mapuche.
En este ámbito, se debe recordar, además, el apoyo dado por Raúl Zurita a las creaciones poéticas mapuches y la antología de poemas de dicha etnia elaborada por el conocido dramaturgo Juan Radrigán: Nepegñe, Peñi, Nepegñe (Despierta, Hermano, Despierta) (1987).
La literatura mapuche, al igual que todas las creaciones artísticas indígenas, ¡qué duda cabe!, es hermosa y su actual resurgimiento escrito permite esperar mucho de ella. Baste para confirmar esta afirmación el siguiente poema, versión recopilada por Saint Loup:
Como remedio
yo te traeré tres clases de aguas
de la bruma de una cascada.
Nadie sabe qué hacer contigo
pero yo dominaré tu enfermedad
con este remedio.
Encontré sobre el volcán
al Diablo del Norte.
¡Para detenerme
en el camino,
él me ha lanzado
sus bolas de nieve
en el viento turbulento!
Yo he luchado por ti,
porque tú me has llamado.
Entonces encontré a mi amigo Tigre
al pie del volcán.
Me dijo:
“¿A quién temes en el gran camino?”
Le respondí:
“Al toro Chupei”.
Caminamos tres días.
Dormimos tres noches.
Tres días y tres noches juntos en el camino.
El toro Chupei nos alcanzó
donde termina la nieve,
donde están las grandes rocas huitralcun.
El Tigre luchó contra Chupei
durante siete días y siete noches
y Chupei fue precipitado
desde la cumbre de la montaña.
Así yo salvé mi vida. Encontré la cascada para dominar tu enfermedad, porque tú me has llamado. Ella salía de las nubes, de las nubes que son más altas que el volcán; y en su bruma he tomado para ti tres clases de aguas. He tomado el agua que traen los extranjeros por el norte de la montaña. He tomado el agua que cura a los guerreros heridos en Chöel Chöel y el agua que desciende de la tierra de rostro blanco que está en medio del cielo. Cesa de llorar. Traigo el buen remedio para tranquilizarte y sanarte. Cabalgarás entonces tu caballo de guerra, Gran Capitán, Volverás a cruzar el paso de Tromen hacia Chöel Chöel, Gran Capitán. Y como si estuvieras ya en el país de Huilchei- Maihué, más allá de las más altas cumbres de la Cordillera, te haré volver a ver la tierra y tus tropas innumerables, Gran Capitán.
Antes de concluir, entregamos algunas referencias sobre seis de los principales poetas mapuches de la actualidad.
LORENZO AILLAPÁN (1940)
En 1994, Casa de las Américas premió la obra de este poeta mapuche nacido en las cercanías de Puerto Saavedra, Novena Región, conocido como Unümche u Hombre-pájaro debido a sus imitaciones de las características y cantos de diversas aves: “la primera poesía que hice fue del pidén, un pájaro azul-negro con el que me identificaba cuando chico, porque era muy flaco, meticuloso y retumbante.
En el libro también incluí un poema largo sobre una ballena que lleva en su lomo a los pájaros hacia otros continentes. En realidad, yo vendría a ser un poeta ecologista, pero lleno de humorismo.
Después de estudiar en el Instituto Superior de Comercio de Santiago y en la Universidad Técnica del Estado, de trabajar una docena de años en la capital y de escribir La Vida de un Mapuche en colaboración con el sociólogo Carlos Munizaga, decidió volver a su tierra, haciendo largos recorridos por la región y encontrando su vocación: “Le tomé amor a mi propio pueblo. Sentí el deseo de ser un gran poeta para poder decir.
ELICURA CHIHUAILAF (1952)
Nació en Quecherewa, Novena Región. Se recibió de Obstetra en la Universidad de Concepción y se radicó en Temuco, donde ejerce la docencia universitaria y se dedica a la creación poética y a la difusión de la cultura de su pueblo, en el Centro de Estudios y Documentación Mapuche Liwen y en la revista “Kallfupullu”.
Poeta bilingüe, traducido a diferentes idiomas y muy antologado, ha sido jurado del Premio Casa de las Américas en la categoría de Literatura Indígena, ha publicado la revista “Poesía Diaria” en Temuco, junto a Guido Eytel; ha participado en encuentros de poetas en Chile y Suecia y ha promovido congresos de escritores de etnias aborígenes americanas, especialmente el Zugutrawn o “Reunión de la Palabra”, Primer Encuentro de Poetas Mapuches y Chilenos, organizado junto a Jaime Valdivieso y Esteban Navarro; y el “Taller Suramérica de Escritores en Lenguas Indígenas”, que se realizó en Temuco entre el 15 y el 18 de abril de 1997, con el auspicio del Fondo Nacional del Libro y la Lectura.
Su poesía, aunque esté escrita, tiene fundamentalmente carácter oral: “Nosotros buscamos la cercanía a la oralidad. Algunos incluso hablan de “oralitura”. De hecho, mis textos nunca están terminados, cambian de un libro a otro. Lo único que se mantiene es la musicalidad que aproxima nuestros textos al canto”.
Su primer libro, publicado en 1977, fue El Invierno y su Imagen, poemario que ya evidenciaba las que serían sus principales características. Vino luego En el País de la Memoria (1988), de tipo experimental, con tipografías diversas, gráficos y papel de colores. Siguieron A Orillas de un Sueño Azul (1991), El Invierno, su Imagen y Otros Poemas Azules (1991) y De Sueños Azules y Contrasueños (1995), también bilingüe y Premios Municipal de Literatura de Santiago y Consejo Nacional del Libro y la Lectura. A ellos debemos agregar la traducción que hizo de poemas de Pablo Neruda al mapuche: Todos los Cantos / Ti kom Ül (1997). Es necesario, sí, recordar que el propio Chihuailaf ha dicho que “Mis libros son un solo libro, al que agrego o quito poemas que, a su vez, para bien o para mal, modifico con frecuencia”.
A las obras anteriores, hay que agregar Recado Confidencial a los Chilenos (1999), Premio Consejo Nacional del Libro y la Lectura, en que el autor quiere hacer ver, a quienes alude en el título, cómo son, sienten y piensan los mapuches.
Preguntado sobre por qué escribe, ha dicho: “Parece que la poesía escrita se inició en mí como una manera de conversación conmigo mismo, porque al estar lejos de mi lugar de origen pensaba que no podía hablar con otras personas de las experiencias que a mí, en esa lejanía, me sonaban todavía más fuertes: las voces de mi infancia. Me veía escuchando a mi abuela, sentado en sus rodillas, o con mi abuelo conversando en la noche, a la intemperie, y él mostrándome el cielo, señalándome qué significaba cada conjunto de estrellas y diciéndome cómo se llamaban, cómo las nombraban nuestros antepasados. Me veía oyendo el canto de mi tía Jacinta, o a orillas del estero que comienza a vivir en el período de otoño, atravesando un gran bosque, al que aún voy frecuentemente con mis hijas. (...) Todo eso yo necesitaba expresarlo, por eso comencé a escribir”. Y por eso, en el poema “Aún deseo soñar en este valle”, canta:
Veo, en mí, al anciano que esperando el regreso de las mariposas habita los días de su infancia. No me pregunte la edad -me dice- y estaré contento ¿para qué pronunciar lo que no existe? En la energía de la memoria la tierra vive y en ella la sangre de los antepasados. ¿Comprenderás, comprenderás, por qué -dice- aún deseo soñar en este valle?
JAIME LUIS HUENUN (1967)
Nació en Quilacahuín, Décima Región, y estudió Pedagogía en Castellano. La pérdida del lenguaje de sus padres huilliches, lo reduce a escribir en castellano y a sufrir el mestizaje cultural que denuncia en una poesía impregnada de influencias de César Vallejo y Gabriela Mistral:
Sólo puedo leer tu mitad padre, hermano, aquel que diariamente sale a conseguir una mísera ración de estrellas, exiguo alimento de palabras que no saben todavía ni siquiera balbucear.
Su poesía ha aparecido en revistas y antologías como Zona de Emergencia. Poesía-Crítica. Poetas Jóvenes de la X Región y ha sido traducido al inglés por Cecilia Vicuña e incorporado a Ül, Four Mapuche Poems. En 1989 publicó Cartas al Azar y, en 1999, el poemario Ceremonias, que “se mira en el espejo apagado de Sudario, su negativo poético”. Además, ha publicado en Pewma: Revista de Poesía Joven del Sur (primer número en 1994).
LEONEL LIENLAF (1969)
Nacido en Alepue, Décima Región, no alcanzó a concluir sus estudios de Pedagogía en Villarica. Desde muy joven publicó algunos poemas en revistas de Temuco, escribiendo tanto en castellano como en mapudungun, aunque prefiriendo el último, hasta que, en 1989, Editorial Universitaria publicó su poemario Se Ha Despertado el Ave de Mi Corazón, con introducción de Raúl Zurita, obra que obtuvo el Premio Municipal de Literatura de Santiago. Por cierto, las temáticas de los poemas giran en torno a los problemas de su etnia nativa:
Por el tronco caminé a través de cientos de generaciones sufriendo, riendo, y vi una cruz que me cortaba la cabeza y vi una espada que me bendecía antes de mi muerte. Soy el tronco, madre, el que arde en el fuego de nuestra ruka.
En forma paralela a la publicación de su libro, Lienlaf editó el disco compacto Canto y Poesía Mapuche, con el auspicio de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Mueseos; y entre 1991 y 1995, presentó sus trabajos poéticos en Perú, Suecia y España, en este último país en un curso de verano de la Universidad Complutense de Madrid, bajo el título “Mapudungun, de la oralidad a la escritura.”
Ha sido antologado y traducido al inglés por Cecilia Vicuña en Ül, Four Mapuche Poets (1998).
Al ser consultado sobre las características de la poesía mapuche, y en particular sobre la propia, Lienlaf señala que “La oralidad es la base de la poesía mapuche. Nuestra creación es más bien experiencial. En la sociedad chilena, en cambio, la necesidad de expresión se canaliza en la escritura porque no hay interlocutores con los que puedas desarrollar la poesía.”; y agrega que “Cuando dejas el mapudungun estampado sobre un papel se convierte en algo duro que está como asustado, sin permitir a las palabras seguir su rumbo. La oralidad te permite variar el sentido; la escritura no. Y esto sucede también en castellano.”
En carta a Cecilia Vicuña, transcrita en el libro antes mencionado, Lienlaf habla de su actividad posterior: Actualmente sigo desarrollando el tema de la oralidad, además de pertenecer al movimiento Mapuche, colaborando en todas las actividades que vayan en defensa de nuestro territorio y nuestra identidad como Pueblo. Además realicé el guión del video Punalka, el alto Bio-bío, hablado enteramente en mapudungun. Tengo tres trabajos de poesía inéditos y estoy desarrollando otro guión que trata sobre el mito de Mankean. Esto es desordenadamente mi vida.
EMILIO ANTILEF (1972)
Considerado niño superdotado desde pequeño por su capacidad oratoria y su memoria, fue considerado poeta precoz cuando le publicaron Pequeños Poemas de Amor (1979) y Mundo de Niños (1982). Más adelante, en 1988, escribió Ragco, relacionado con su etnia mapuche.