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HISTORIAS DE NAVIDAD

Por: Pbro. Luis Eduardo García Ciro.

No se sabe con precisión la fecha en que nació Jesucristo Nuestro Señor. Lo cierto del caso es que la costumbre llegó a señalar la del veinticinco de diciembre.

Con el emperador Constantino, después de la victoria sobre Majencio el 13 de junio del año 313, cesaron las persecuciones contra los cristianos y la Iglesia pudo libremente expandirse por todos los dominios del Imperio. Santa Helena, madre del emperador, viajó a Palestina y emprendió la construcción de la Basílica del Nacimiento del Señor, en Belén. Fue entonces, cuando se pensó en celebrar solemnemente la fecha del nacimiento de Jesús. Como de nadie era conocida, se optó por dar sentido cristiano a la festividad ya popular de los romanos que celebraban el día del nacimiento de dios Sol el 25 de diciembre. La Iglesia empezó a celebrar el nacimiento de Cristo, sol de justicia. Así nació la celebración de Navidad en ese día.

De todos modos lo importante es que el acontecimiento del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo cambió la vida del mundo. Desde el mismo momento en que Jesús nació, en cualquier fecha que haya sido, el mundo nunca volvió a ser igual. Hasta el tiempo se volvió a contar de nuevo y con Jesús empezó la era cristiana. Es decir: a partir de ese momento el tiempo se empezó a llamar “después de Cristo”

En otro nivel, el religioso, se sabe que en este punto y hora empezó la “Nueva Alianza”. La primera Alianza se había realizado también en la antigüedad incalculable, precisamente con Abraham. Ahora la Alianza Nueva empieza en Jesús. Obviamente aquí también empieza el Nuevo Testamento.

El relato de Lucas

El evangelio de San Lucas nos narra el nacimiento de Jesús y las circunstancias que rodearon el alumbramiento. También lo hace el evangelista San Mateo, pero de una manera menos poética y de más difícil representación. Probablemente la fuente que utilizó San Francisco de Asís cuando se ingenió el pesebre fue la narración de San Lucas.

San Lucas nos muestra cómo un niño pobre, como el que más, se convierte en un punto de convergencia hacía el cuál se dirigen todas las miradas: los magos, los pastores, Simeón…

La organización de un evento tan complicado como el censo, decretado por la autoridad civil, se convirtió en el motivo por el cuál el nacimiento de Jesús debió ocurrir en una pesebrera. En este contexto “un niño envuelto en pañales y puesto en una pesebrera” podría tener alguna relación con la forma como apareció otro prócer que cientos de años antes sacó al pueblo de Israel de la opresión de Egipto y lo llevó hasta la tierra prometida. Así como María acostó al niño en el pesebre, la madre de Moisés lo acostó en una canasta que colocó sobre el río Nilo hasta que lo encontró la hija del Faraón.

San Lucas no tiene interés en contarnos cómo fue el censo, ni los resultados de su tabulación. La importancia la centra en el niño, quien ocasionalmente nació durante éste y su presencia produjo admiración en unos y animadversión en otros.

Desde entonces siempre fue signo de contradicción. Muchos se sintieron admirados, otros se vieron amenazados.

San Lucas quiere dejar muy en claro que el ángel del Señor dio aviso a los pastores, quienes desde aquel momento se sintieron iluminados, en medio de la noche, y dejando sus rebaños, que cuidaban, fueron hasta el portal y con sus mismos ojos “vieron a María, a José y al niño acostado en el pesebre” y dieron testimonio de gloria y alabanza por lo que habían visto y oído.

El relato de Mateo

Ahora pasemos un instante al Evangelio de San Mateo, éste mucho más lacónico en la narración del nacimiento pero nos trae el episodio de los magos, señalándonos aquí la animadversión hacía Jesús representada en la persona de Herodes.

Aquí también hay muchas dificultades para establecer la fecha exacta y probablemente nunca se pueda lograr. Como quiera que sea San Mateo sitúa el nacimiento de Jesús en tiempos del rey Herodes, ante quien se presentan unos magos (que la tradición cristiana, con el paso del tiempo, llamó reyes y los montó en camellos, probablemente basada en el texto de Isaías 60, el cuál habla de reyes orientales y de multitud de camellos y dromedarios de Madián y de Efá, portadores de los mismos presentes que le ofrecieron los magos) con el fin de indagarle a esta primera autoridad real de Judea por “el rey de los judíos que ha nacido”. Estos ilustres visitantes, que venían con el fin de adorar al niño, tal vez eran miembros de la casta sacerdotal de los persas, pues venían del oriente o eran simplemente personas dotadas de conocimiento y poderes ocultos, pues la mención de la estrella pone de manifiesto sus conocimientos astrológicos.

Herodes fue tomado sorpresa, sorpresa que además le debió disgustar. Él engañó a los magos, a quienes despachó haciéndoles creer que él también estaba interesado en saber el lugar del nacimiento para adorar, así lo demuestra, como que un rey de los judíos, así fuera un niño, podría ponerlo en aprietos. San Mateo parece amigo de los contrastes. Los magos lo quieren encontrar para matarlo. De esta forma los magos llegaron humildes, se postraron en medio de la pesebrera ante el niño rey para adorarlo y hacerle entrega de sus presentes, como corresponde a su majestad: oro, incienso y mirra Estos tres regalos probablemente dieron pie para que más tarde la tradición dijera que eran tres y les diera nombre.

Junto al nacimiento de Jesús es necesario mencionar también el episodio de la huída a Egipto y la matanza de los inocentes, narrada únicamente por Mateo, y valga decir que no aparece mencionada en ningún otro escrito canónico o profano. San Mateo pone de manifiesto que tanto los magos como José fueron advertidos en sendos sueños por un ángel: los primeros para que pasaran por otro camino evitando dar parte a Herodes del lugar del nacimiento y José para que huyera a Egipto porque Herodes buscaba al niño para matarlo.

Un crimen como este parece estar de acuerdo con la personalidad de Herodes, identificado como un ser excesivamente celoso de su poder como gobernante. Según algún historiador de la época éste había hecho matar varios familiares suyos porque sospechaba que trataban de suplantarle.

¿Cuántos niños fueron víctimas de la crueldad de Herodes? No lo sabemos. Ni siquiera resulta fácil comprobar la veracidad del luctuoso acontecimiento. Aceptando que la matanza fue un hecho, de todos modos no podemos creer que se trató de un número elevado de infantes (la tradición ha llegado a sugerir cerca de cinco mil). Belén era apenas un pequeño poblado, considerado insignificante “entre las principales ciudades de Judá”, lo que nos hace suponer que no podría tener un crecido número de niños. De cualquier manera la cifra por pequeña que fuera debió crear un gran estado de conmoción.

La Iglesia venera desde siempre en la fecha 28 de diciembre la memoria de este hecho violento, bajo la categoría de fiesta de los “Santos Inocentes”, indudablemente con un sentido muy distinto al que popularmente se le da, cargado de humor y de ingenuidad. No podría estar bien que hiciéramos mofa de ninguna de las matanzas que en mala hora han enlutado a nuestro país, sino que ellas son más bien motivo de vergüenza. Difícilmente a un creyente conciente del sentido de la celebración religiosa le queda bien un chiste que ridiculice la carencia de culpabilidad de unos mártires, para terminar diciendo ¡pásala por inocente!.

En síntesis, podemos decir que esta es la historia de la Navidad, centrada en los relatos bíblicos. Alrededor de las narraciones de Mateo y Lucas son muchos los análisis de carácter crítico que se pueden lograr. Otra cosa puede ser la historia de la celebración de cómo se ha ido enriqueciendo con el paso del tiempo y el aporte de las diversas culturas.

EL PESEBRE

En nuestro ambiente cultural y religioso no puede haber Navidad sin pesebre. El mismo es evocador de los recuerdos más tiernos que con nosotros llevamos a todas partes en el corazón. La Edad Media fue muy rica en representaciones y el arte siempre ha sido, en su origen más profundo, una verdadera explosión del espíritu.

Sin embargo, era muy avanzada la Edad Media cuando irrumpió el pesebre como representación. Hasta entonces la Navidad era una fiesta religiosa muy importante pero sin pesebre, que se venía celebrando desde los comienzos del siglo IV, en Roma aprovechando la época decembrina y convirtiendo, de esta manera una fiesta pagana, dedicada al sol naciente e invencible, que desde entonces se despaganiza y en vez de rendir homenaje al astro, se festeja a Jesús, considerado “luz para alumbrar a las naciones”.

El siglo XIII dio un personaje que fue centro para la vida de la Iglesia. Aun hoy se le mira con respeto inmenso y admiración. Francisco de Asís con su vida, siempre admirando la creación y por supuesto al Creado, marcó su huella y dejó para la posteridad, un estilo de vida, que sigue teniendo vigencia. ¡en efecto, a él se le debe el pesebre. Era la Navidad del año 1223. Grecio, en Italia, un pequeño y pintoresco pueblecito, como Belén, tuvo el primer pesebre hecho por la mano del hombre, tal vez del hombre más tierno de la historia de la época. Desde entonces, cada año por Navidad se hacen más pesebres en el mundo.

San Francisco estaba fascinado leyendo la Sagrada Escritura. Su contemplación del relato del nacimiento lo llevó a hacer composición de lugar. Un humilde aldeano, Juan Vellita, que de no ser por esto no lo recordaría la historia, fue la persona que preparó la escenografía con los aldeanos a quienes invitaba a contemplar el Belén recreado. Ese 25 de diciembre inolvidable marcó para siempre la celebración navideña en el mundo cristiano. Allí en el primer pesebre se obró un milagro que sólo puede ser producto de la fe y la contemplación del Pobre de Asís, Juan Vellitas y un poco más de cien personas: un bebito hizo presencia, justo lo que faltaba en aquella escenografía, para aquel momento de adoración. Francisco, de pie junto al pesebre, acarició el milagro, suspiró y lloró. Rápidamente se celebró la Eucaristía donde le tiempo y el espacio, desde entonces, se confundieron en el infinito. Es Dios mismo que s comunica a los hombres en un misterioso encuentro de proximidad y lejanía.

EL ÁRBOL DE NAVIDAD

No es extraño encontrar, que numerosas familias tengan una marcada preferencia por el árbol de navidad al juzgarlo más moderno y significativo. No obstante es un elemento mil años más viejo que el pesebre.

El origen del árbol de navidad es necesario buscarlo en los pueblos bárbaros, los cuales entraron en contacto con el imperio romano en el siglo II de nuestra era. Entonces era costumbre de los pueblos nórdicos adornar los árboles, tan deprimentes durante el tiempo de invierno, para halagar a sus dioses y pedirles que los llenaran de frutos durante el verano. Los romanos gustaron de esos signos y los unieron a los suyos. Fue así como luces y arbustos que significaban divinidad y eternidad, servían para reverenciar a los dioses de ambos pueblos paganos.

Años más tarde cuando la celebración navideña fue tomando lugar, los cristianos aprovecharon esos signos, le buscaron alguna afinidad con los misterios que celebraban y comenzaron a usar un frondoso árbol verde que llenaban con manzanas, símbolo medieval del pecado. En ocasiones lo simplificaban con una vara larga que adornaban con globos y antorchas hasta que en los siglos XVI y XVII se combinaron estos dos elementos hasta configurar el actual árbol de navidad. D esta manera, los cristianos le cambiaron de sindicado: Cristo es el árbol de la vida que va creciendo año tras año e ilumina como “luz de las naciones”.

Se espera que una familia que prepara el árbol de Navidad se esfuerce por irradiar a Cristo, si no lo hace está aparentado lo que no es.

PAPA NOEL, SANTA CLAUS O SAN NICOLAS

E n nuestro ambiente por una importante influencia norteamericana se ha vuelto motivo de decoración la figura de Papa Noel, el mismo que en las películas es llamado “Santa Claus” y en menor número de personas referido como San Nicolás.

¿De quién se trata? Muchos realmente son de fantasía creados por la mente y con los atributos propios de cada región. Sin embargo si hay una base histórica que se originó en Asia Menor. San Nicolás era Obispo de Myra que vivió en alguna época del Siglo IV. Siempre lo acompañó una reputación de hombre bondadoso y generoso lo cual dio pie para toda clase de leyendas que lo convirtieron en el religioso más popular de los personajes de navidad.

En concreto, cuenta la historia que durante algún diciembre el buen obispo supo de tres hijas de un pobre molinero que eran desdichadas por no tener ninguna dote para llevar al matrimonio. El obispo decidió entonces echarles por la chimenea tres bolsas de oro. Alguna de las bolsas antes de caer se enredó en el tubo de la chimenea y así nació la costumbre de colgar medias (que hoy parecen botas) llenas de regalos para el día de la navidad.

También se sabe que San Nicolás era especialmente seguido por los niños a quienes acostumbraba dar dulces y por cualquier cantidad de milagros que realizaba siempre a favor de personas necesitadas.

Parece que el traje ha cambiado fundamentalmente con el paso del tiempo. El Papá Noel de hoy tiene el perfil que le da la descripción de un poema de comienzos del siglo XIX, que lo presenta como un personaje barrigón y que hoy viste de abrigo rojo decorado con pieles muy blancas en sus bordes y un gorro caído, que bien podría ser la reminiscencia de lo que hoy es una mitra episcopal con la punta doblada hacia un lado.

En cada región este personaje tiene un nombre diferente. Así por ejemplo, en España y entre nosotros le decimos Papá Noel; en Estados Unidos Santa Claus; en Chile, Viejo Pascuero; en Alemania, San Nicolás; etc. En todo caso en las tiendas navideñas lo caracterizan con el eco de su risa “jo,jo,jo” Haciendo comprar a los antojados toda clase de mercancías.

LA CORONA DE ADVIENTO

No es muy popular en nuestro medio pero ha ido penetrando la costumbre de coronas que de pronto se colocan decorativamente en vitrinas, casas y templos, sin conocerse a fondo su significado, motivo por el cual han terminado colgadas en la pared.

En su forma, es una corona parecida a la que se usaba antes que los ramos en las velaciones de los difuntos pero mucho más pequeña sin flores, sólo con pino y con cuatro velas. Esta se coloca sobre una base que posibilita ensamblarle las velas

Se trata de un signo que expresa la alegría del tiempo de preparación a la Navidad. Por eso cantamos en estas cuatro semanas, previas al nacimiento de Jesús: “Ven, ven Señor, no tardes”.

Antes de la cena del primer domingo de adviento, uno de los esposos, o bien de los hijos, bendice la corona y procede a encender una vela. En los domingos siguientes se irán encendiendo las restantes.

La luz de la corona indica el camino que aleja del miedo y favorece la comunión fraternal. Jesucristo es luz del mundo y encender cada semana una vela de la corona indica el ascenso a la plenitud de la luz que es Cristo. En tal sentido en la cena de la noche de Navidad se encienden simultáneamente las cuatro velas.

La corona del Adviento es, pues, un símbolo de la esperanza de que la luz y la vida triunfarán sobre las tinieblas y la muerte. Porque el hijo de Dios se ha hecho hombre por nosotros y con su muerte nos ha dado la verdadera vida.

Se usan así: El primer domingo se enciende una vela morada que indica penitencia. El segundo domingo, una vela blanca que señale la vigilancia en la espera. El tercer domingo, se utiliza una vela roja, símbolo de fidelidad y, finalmente, el cuarto domingo, una vela verde que indique la esperanza que acompaña la espera del que viene.