Arturo Volantines

1955


Biografía

Nació el 14 de febrero de 1955 en el pueblo legendario de Copiapó - Atacama de Chile. Residió un par de años en Antofagasta, donde dirigió el "Grupo Salar* y fue editor de libros y revistas. Llegó el 80 a la ciudad de La Serena, donde funda las revistas literarias, "Lapislázuli" y "La servilleta de la poesía" y co-funda la SECH Filial Coquimbo y otras instituciones de la cultura.
Ha sido considerado en las antologías de la poesía chilena del norte realizadas por Juvenal Ayala y en la de José Martínez Fernández; y, en la nacional, de Aristóteles España. Su obra ha sido incluida en antologías de la "nueva poesía chilena* en Suecia, EE.UU., Costa Rica, México y Argentina. Colabora habitualmente en diarios con temas patrimoniales del norte chileno.

Obra:

Premios

Poema

1.-

Los flameñandúes ¿qué son?
Esos atravesando la noche,
como cuchillo en odio remoto.
Tal vez, rayos del día
viajando a los nichos del olvido,
o nidos donde van abrigarse niños abortados;
pero quizás sólo sean trompos ancianos
buscando en los páramosantos
a los nietos desaparecidos.
Pero si no son los buitres de la muerte;
puede ser esto: el gorjeo de frutóse gancho
anunciando a las óvulabras del amanecer.
¿Qué flameñandúes son nuestra alma?
Tal vez, uno tratando de volar,
como semilla en el cuesco: mi O,
que todavía está naciendo.

de "Lo que la tierra echa a volar en pájaros"


PAISANO DEL DESIERTO FLORIDO

Quizás tengan razón ¿lugareño? Tal vez, sí. Pero cómo no comprometerse con el Desierto Florido si nuestros muertos son la misma raíz de esta floración.
Veo a mi abuelo pastando en la niebla de la cordillera. Veo al trapiche persistiendo en el asno que gira y gira en mi memoria.
No me molesta que digan que adhiero a lo elegiaco. Cómo no voy a cantar a las hazañas de Pedro León Gallo. Cómo no recorrer con el aliento las gestas por los pueblos de la pampa de Luis Emilio Recabarren. En el huevo de las tradiciones, de lo que nos dicen nuestros muertos, están las huellas que nos pueden conducir a meter el arado en el granero del cielo.
Tal vez tengan razón. Me veo, miro esperando al tren de Copiapó, con una carga de leña. Cómo no cantar al jote elevándose en el oleaje de sus ramas. Cómo no recordarme; recordar a mi hermano, juntos: sentados en una acequia, frente a una plantación de pepinos dulces. O juntando a la tropa, arriba en la cordillera, para recoger una remesa de carbón y de rostros curtidos por el soroche. O correr, para decirle a mi abuela que su hijo Jovino Segundo besó en medio de la niebla a la Viuda. Y ese Alicante que todavía viene a conversar conmigo y a ofrecerme su estómago cargado con tesoros.
No puedo yo ser de otra forma, sino lo que soy: adhiero al Desierto Florido, al movimiento de poetas del Desierto Florido, porque simplemente soy de aquí. Cómo quieren que sea urbano cuando no conozco la gran ciudad, ni su smog, ni sus crímenes. No puedo ser otro: soy hijo de arriero, barroco, hincado sólo a la Candelaria, a brazadas en el aguacero del mundo.
Vengo del viento cúprico de Copiapó. Voy en el vientre de la tierra húmeda. He visto dormirse los trenes. He visto el rostro de una madre buscando a su hijo desaparecido. Sin embargo, he visto la osamenta llenarse de musgo. Dios quiera que mis hijos den frutos, a semejanza de mis anchas raíces del Desierto Florido.
Qué importancia tiene que esta poesía sea desgarbada, al decir de los notarios estilísticos. Importa que tenga sentido. Importa la verdad. Por lo mismo, poco la define que sea encorcetada; importa que sea fuerza anclada en el espíritu: trabajando hacia el granero del cielo.
¿Efímera? Bien sabemos por nuestros padres que volverá a llover sobre la gracia del desierto: mariposa floral del universo.

Publicado en Punitaqui y el Desierto Florido (Lectura de poesía y Video, Sala de las Américas - Biblioteca Nacional)
Santiago, viernes 19 de junio de 1998.


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