TERREMOTOS EN CHILE
LOS PRIMEROS REGISTRADOS EN LA
HISTORIA
TERREMOTO
DE 1570
TERREMOTOS
DE 1575
EL
LAGO RIÑIHUE TAMBIÉN ENTONCES
VERSIÓN
MAPUCHE DE LA CRECIDA DE LAS AGUAS
Chile, por su ubicación sobre una falla geológica, ha sido
y será territorio de terremotos de magnitud considerable. Para la
historia de la Tierra, quinientos años son sólo un suspiro,
de modo que las leyendas araucanas sobre grandes diluvios, erupciones volcánicas
y cataclismos tienen, sin duda alguna, una gran cuota de veracidad.
Al no haber lenguaje escrito previo a la llegada de los españoles, deberemos basarnos en los documentos por ellos realizados para tener una relación de los primeros terremotos en Chile. Valiosos han sido los aportes de sacerdotes Jesuitas como el padre Escobar (no se registra su nombre) o el padre Diego de Rosales, quienes han registrado los terremotos de 1570 y 1575 como los primeros de intensidad notable en nuestra historia posterior al descubrimiento por los españoles. El 8 de Febrero de 1570, alrededor de las nueve de la mañana, la celebración del miércoles de ceniza fue interrumpida en Concepción por un fuerte terremoto que derrumbó la mayor parte de la ciudad a sólo veinte años de su fundación. Las crónicas relatan que que la tierra se habría abierto en varios lugares manando desde su interior un agua negra con olor a azufre. Un violento maremoto destruyó, al cabo de algunos momentos, lo poco que quedaba en pie. No se reportaron víctimas fatales, pero se informó de intentos de saqueo de parte de la población indígena, los que habrían resultado infructuosos a pesar de la vulnerabilidad en que había quedado el asentamiento. Después de ese episodio se decidió erigir una ermita para homenajear a la Virgen María cada año con una procesión descalza que incorporara a todo el pueblo. La destrucción de los archivos que la Real Enmienda había confeccionado en sus tres años de funcionamiento en Concepción, hizo que se decretara su traslado y el de sus oidores. (Ver crónica completa) El 17 de Marzo a las 10 de la mañana hubo en Santiago un sismo que agrietó las casas y causó alarma en la población. Antes de finalizar el año, el 16 de Diciembre de 1575, un nuevo terremoto, esta vez de mayor fuerza, arruinó las ciudades del sur del país. El padre Escobar, basado en los manuscritos de Mariño de Lobera, corregidor de Valdivia, relata: "Hora y media antes del anochecer comenzó a temblar la tierra con gran rumor y estruendo yendo siempre el terremoto en crecimiento sin cesar de hacer daño derribando tejados, techumbres y paredes, con tanto espanto de la gente que estaban atónitas y fuera de sí de ver un caso tan extraordinario. No se puede pintar ni describir la manera de esta furiosa tempestad que parecía ser el fin del mundo, cuya priesa (sic) fue tal, que no dio lugar a muchas personas a salir de sus casa, y así perecieron enterradas en vida, cayendo sobre ellas las grandes machinas de los edificios." "Era cosa que erizaba los cabellos y ponía los rostros amarillos, el ver menearse la tierra tan a priesa, y con tanta furia que no solamente caían los edificios, sino también las personas sin poderse detener en pie, aunque se asían unos de otros para afirmarse en el suelo." "Demás desto, mientras la tierra estaba temblando por espacio de un cuarto de hora, se vio en el caudaloso río, por donde las naos suelen subir sin riesgos, una cosa notabilísima, y fue que en cierta parte dél se dividió el agua corriendo la una parte de ella hacia la mar y la otra parte río arriba, quedando en aquel lugar el suelo descubierto; de suerte que se veía las piedras como las vio Pedro de Lobera de quién saqué esta historia, el cual afirma haberla visto por sus ojos. Ultra desto salió la mar de sus límites y linderos corriendo con tanta velocidad por la tierra adentro, como el río de mayor ímpetu del mundo. Y fue tanto su furor y braveza, que entró tres leguas por la tierra adentro, donde dejó gran suma de peces muertos, de cuyas especies nunca se habían visto otras en este reino." "Aun en campo raso - continúa Mariño de Lobera - no estaban del todo seguras las personas, porque por muchas partes se abría la tierra frecuentemente con los temblores, que sobrevenían cada media hora sin cesar esta frecuencia por espacio de cuarenta días." Rodrigo de Quiroga, gobernador de Chile en esa época, relataba por su parte, en carta de 2 de Febrero de 1576 al rey: "En un momento derribó las casas y templos de cinco ciudades, que fueron La Imperial, Ciudad Rica (Villarrica), Osorno, Castro y Valdivia, y salió la mar de su curso ordinario, de tal manera que en la costa de La Imperial se ahogaron casi cien ánimas de indios (ya los indios tenían alma), y en el puerto de Valdivia dieron al través dos navíos que allí estaban surtos, y mató el temblor veintitantas personas, entre hombres, mujeres y niños"... "Yo he mandado a hacer plegarias y procesiones, suplicando a Nuestro Señor aleje de nosotros su indignación."
Los desastres tuvieron también influencia en los huilliches, aborígenes
de la zona que habían logrado una buena convivencia con los españoles,
pero que al ver sus ciudades y fuertes destruidos se decidieron a rebelarse
librándose varias batallas con resultados generalmente favorables
a los conquistadores, pero que vinieron a arruinar aún más
aquella zona, que era entonces la más próspera del país.
(Ver
crónica completa)
Tal como estuvo a punto de ocurrir en Mayo de 1960, el cataclismo desplomó un cerro vecino a la salida del lago Riñihue, afluente del río Valdivia, lo que provocó la acumulación de una inmensa cantidad de agua, al no poder bajar normalmente hacia el mar. Al cabo de cuatro meses, esta "represa" accidental cedió con las consecuencias previsibles para los lugareños. El capitán Mariño de Lobera, corregidor de Valdivia, dispuso la evacuación de todos los habitantes y sus efectos a las partes altas, previendo el desenlace. Esto aminoró un poco los afectos de la avalancha. Dejemos que él mismo lo cuente: "Tanto por la cantidad de agua acumulada, como por estar el lugar alto, salió bramando y hundiendo el mundo sin dejar casa de cuanta hallaba por delante que no llevase consigo. Y no es nada decir que destruyó muchos pueblos circunvecinos anegando a los moradores y a los ganados, mas también sacaba de cuajo los árboles por más arraigados que estuviesen. Y por ser esta avenida a medianoche, cogió a toda la gente en lo más profundo del sueño, anegando a muchos en sus camas, y otros al tiempo que salían dellas despavoridos. Y los que mejor libraran eran aquellos que se subieron sobre los techos de sus casas, cuya armazón era de palos cubierto de paja y totora como es costumbre entre los indios. Porque, aunque las mesmas casas eran sacadas de sus sitios, y llevadas por la fuerza del agua, con todo eso por ir muchas de ellas enteras como navíos, iban navegando como si lo fuera y así los que iban encima podían escaparse, mayormente siendo indios, que es gente muy cursada en andar en el agua." Los habitantes refugiados en las partes altas se encontraron pronto rodeados por la avenida. Las casas pasaban arrastradas por la corriente, muchas con sus pobladores encima de ellas, e iban a perderse en el mar. Los indios se desprendían de los ranchos, al aproximarse a los islotes: algunos lograron salvarse ganando a nado su riberas; el golpe de los troncos de los árboles mató a muchos, y los más, murieron enredados en las ramas o arrastrados por el ímpetu de la corriente: "Esto mesmo hacían los caballos, y otros animales, que acertaban a dar en aquel sitio, procurando guarecerse entre la gente con el instinto natural que les movía"..."En ese tiempo no se entendía otra cosa, sino en disciplinas, oración y procesiones, todo envuelto en hartas lágrimas para vencer con ellas la pujanza del agua, aplacando al Señor que las movía"..."Finalmente, fue bajando el agua al cabo de tres días, habiendo muerto más de mil doscientos indios, y gran número de reses, sin contarse aquí la destrucción de casas, chacras y huertas, que fuera cosa inaccesible."
Cada vez que temblaba, los aborígenes corrían a los cerros
( donde habitaba el Ten Ten) con sus hijos y comida para varios días
transportada en platos de madera sobre sus cabezas. Le temían al
gran diluvio, que ya había ocurrido antes, debido a que el dios
de las aguas, una enorme culebra llamada Cay Cay, hacía salir las
aguas del mar súbitamente para sorprender y destruir al dios de
la tierra (Ten Ten o Tren Tren) acabando de paso con toda la gente. Ten
Ten les había aconsejado ascender hasta los cerros más alto
so pena de ser convertidos en peces, animales marinos o rocas a los que
no lo hicieran. Ya una vez había ocurrido tal cosa años atrás,
cuando Cay Cay hizo subir las aguas de tal manera que aún los hombres
en las cimas de los cerros peligraban ser inundados. Tuvo entonces Ten
Ten que hacer subir los cerros para salvarlos. Tan alto subió los
cerros, hasta cerca del sol, que los hombres comenzaron a sufrir insolación,
de la que se salvaron cubriendo sus cabezas con los platos de madera en
que habían llevado sus víveres. Cay Cay no pudo más
y tuvo que replegarse lleno de rabia, con terribles bramidos, prometiendo
vengarse. Las aguas inmediatamente volvieron a sus niveles normales.
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Fuente: Historia de Chile, Francisco Encina