México D.F. 27 de Agosto 2000.- Los Rayados del Monterrey se apuntaron su segundo triunfo consecutivo en el Torneo de Invierno 2000, al recuperarse de un marcador adverso y terminar derrotando por 2-1 a un América falto de inspiración y de creatividad para imponer su condición de local.El delantero Antonio Denigris volvió a ser el artífice de la victoria regiomontana, ya que en un par de minutos le cambió la cara al partido. Primero, al minuto 65, con un remate de cabeza al servcio de Omar Gómez, aprovechando también el resbalón de su marcador Joel Sánchez.Después, al 67', Denigris conectó un balón desde las afueras del área, que resultó mortal para el guardameta Adolfo Ríos, quien nada pudo hacer para evitar la segunda caida de su marco.Monterrey fue el equipo que generó mayor peligro, ya que desde el primer tiempo se acercó a la cabaña americanista, pero la falta de puntería evitó que se fueran al frente en el marcador.América exhibió un negativo control en la mitad inicial y se había llevado el tanto de la ventaja al minuto 15 con un tiro penal que cobró Fabián Estay.Pero la ventaja no pudo mantenerse, en gran parte por los cambios ilógicos del técnico Gonzalo Farfán, quien le quitó a su equipo posibilidad de jugar abierto, amontonando gente en el centro de campo y abortando así la poca proyección ofensiva que empezaba a producir.Con la victoria, Monterrey llegó a siete puntos en el Grupo 3, mientras las Águilas se estancaron con 6 unidades en el cuarto pelotón de la competencia.

México D.F. 28 de Agosto 2000.- A pesar de que son acérrimos enemigos en la cancha y que han caminado por diferentes rumbos en cuanto a estilo de juego y filosofía de trabajo, Pumas y América se parecen mucho, sobre todo en sus decisiones a nivel directivo y en el dolor que arrastran en los últimos años donde suman 10 y 9 años sin poder alzar una corona de campeones, respectivamente.Las Aguilas tuvieron décadas de gloria en las cuales siempre adornaron sus triunfos con vistosas contrataciones millonarias y un futbol que los llevó hasta los extremos, pues eran odiados o amados.Pumas forjó una leyenda en la década de lo 70 y los 80 con un espíritu y una mística que se traslucían a flor de piel en cada uno de los jugadores que defendía con valor y coraje los colores de la Máxima Casa de Estudios. Son por mucho el equipo más querido entre los jóvenes estudiantes, sumando el afecto de sus millones de egresados.Desde que las Aguilas pasaron a formar parte del grupo Televisa, en su cúpula se gestaron muchas decisiones polémicas y caprichosas, pero era entendible pues las cabezas siempre se manejaron con el autoritarismo que da el poder.En la UNAM la situación también era peculiar pues a pesar de ser uno de los equipos que menos pagaba, siempre encontraron entrega en cada uno de sus jugadores y por años nadie se atrevió a levantar la voz. Incluso los éxitos deportivos se engrandecieron por encima de las inconformidades que pudieran haber surgido al interior.Mientras el América estuvo manejado muchos años por Emilio Diez Barroso, hubo altibajos y extravagancias, pero sin duda la que marcó el nombre de este directivo fue la que puso en practica en la temporada 94-95 cuando cesó el holandés Leo Benhakker, simplemente porque el timonel no accedió a sus caprichos.De nada le valió al internacional estratega tener al América en los primeros lugares con un futbol espectacular que por primera vez en mucho tiempo tenía contenta a la afición. Simplemente lo cesó.Esta postura fue ampliamente criticada por los directivos de pantalón largo que conforman la familia futbolera y hoy se recuerda como una debacle importante pues Diez Barroso jamás pudo recuperarse de ese golpe que acabó por aniquilarlo.En Pumas la crisis llegó de la mano junto con la mortal enfermedad que minó el estado de salud de Guillermo Aguilar Alvarez, el último gran dirigente del futbol nacional.Nada pudo detener la fractura en el conjunto universitario pues luego de que el control del equipo fuera asumido más claramente por Raúl Borja, a quien se le conoció como el hermano incomodo, la tradición de este plantel se derrumbó.En el invierno de 1996, fecha en que se dio inicio con los torneos cortos, Aguilar Alvarez tuvo que tomar una de las decisiones más duras en su trayectoria al frente del equipo pues cesó a Pablo Luna cuando el campeonato apenas sumaba seis jornadas. Con ello se rompió la continuidad de la que habían hecho gala durante dos décadas de trabajo.Era la primera vez que le daban las gracias a un técnico sin dejarlo concluir el campeonato.Meses después Aguilar Alvarez falleció dejando a la deriva al conjunto pues con él se fue la sabiduría de un hombre que tuvo la visión para fortalecer y formar una cantera hecha a base de su buen "ojo" que le permitió reclutar a los más grandes talentos de este equipo.Los Pumas comenzarían así un largo peregrinaje en busca de recobrar el estilo y la fuerza que antaño habían formado el honor de este equipo.Los técnicos, de la cantera o no, desfilaron uno tras otro, con diferencias a cuestas y sobre todo con una ruptura total con las directivas pues cada uno de ellos tuvo motivos suficientes para dejar a la institución.De la mano de la nueva administración presidida por Guillermo Soberón y Javier Jiménez Espriú se vio caer a Enrique López Zarza, Roberto Saporiti, Rafael Amador y recientemente a Hugo Sánchez.Y si bien en casos como los de Amador, la directiva universitaria se dio el lujo de rogarle en dos ocasiones para que no se fuera, en el caso de Hugo, no lo pensaron mucho para darle las gracias.Al igual que Diez Barroso, esta decisión, a todas luces impopular, podría significar el inicio de un fisura importante en la cúpula de los Pumas, ya que afición y jugadores parecen no estar dispuestos a soportar más inestabilidad pues el respeto por los símbolos se ha perdido y tanto América como Pumas se dieron el lujo de despedir sin más a dos de sus grandes estandartes.Para Pumas, este golpe anímico puede costarles la perdida de credibilidad al interior del plantel pues si alguien había logrado imponer respeto y admiración ese había sido Hugo Sánchez, el mejor jugador mexicano de todos los tiempos, un lujo que muchos equipos hubiera querido tener.