UN NOMBRE - En la pequeña ciudad de Naju, al Sudoeste de la península coreana, el 30 de junio de 1985 empezaron a ocurrir manifestaciones sobrenaturales que dejaron al mundo entero maravillado y repleto de admiración , con la grandeza del celo Divino en demostrar la verdad Cristiana y mostrar a través de NUESTRA SEÑORA, que ÉL ama cada uno de sus hijos de una manera muy especial y quiere nuestro retorno de amor. Esto a pesar de nuestras debilidades y limitaciones, quiere también que nosotros demostremos a ÉL las dimensiones de nuestro amor.
Para esta misión Divina y seductora, el SEÑOR escogió a Júlia Kim, para ella ser su intérprete cerca de la humanidad, a fin de transmitirnos la Última Voluntad del CREADOR.
Con sus propias palabras, la Vidente resume su vida y su encuentro con DIOS y la VIRGEN MARIA.
JÚLIA KIM - Cuando yo recuerdo el pasado, mi mente queda llena de asombro y admiración debido a la Providencia Divina.
Nací el 3 de marzo de 1947, en Naju, Corea del Sur. Hasta los cuatro años de edad viví en perfecta y completa felicidad con mis padres y familia, hasta que los días felices terminaron cuando la guerra coreana empezó. Murieron mi padre, mi abuelo y mi hermana más joven. Mi madre y yo sobrevivimos y tuvimos que luchar con perseverancia contra la pobreza y dificultades de varias naturalezas, sobretodo porque teníamos que ejecutar la misión de nuestra vida. En 1972 yo me casé con Júlio Kim y de nuestro matrimonio nacieron dos muchachos y dos muchachas. Yo tuve que interrumpir mis estudios en la escuela secundaria, debido a la pobreza, aunque me gustaba estudiar y deseaba desarrollarme aprendiendo lo que era posible. Pero también, tuve serios problemas de salud durante largos y dolorosos años, con hemorragias que no cesaban, habiendo sido sometida a una cantidad interminable de exámenes, tratamientos y operaciones, sin cualquier éxito, porque en la última vez ellos descubrieron cáncer generalizado en mi cuerpo. Además, anunciaron de una manera formal y categórica mi condenación a la muerte. Los recursos técnicos y la esperanza de los especialistas se habían agotado. Sin embargo, nació en mí una misteriosa e impresionante fuerza interior, porque yo quería vivir y no deseaba descorazonar a mi madre en transmitirle las noticias fatales, ella que nunca me abandonó y me ayudó en todas las ocasiones. Aunque la enfermedad era muy fuerte y minó mi cuerpo completamente... En varios lugares, la piel de mi cuerpo empezó a ser insensible. Mi madre y mi marido aplicaban masajes en los lugares para recuperar la sensibilidad. Mejoró, pero a veces algunas partes se quedaban insensibles. La presión de la sangre bajó al nivel alarmante y debido a los problemas en mis venas, no podía tomar inyecciones en ellas o cualquier estimulante alcohólico. En verdad, mi vida lentamente se apagaba. Varias mujeres que pertenecían a la Iglesia presbiteriana del lugar me visitaron y me llevaron para orar a su templo y después, me trajeron de vuelta a mi casa, (aunque de hecho yo deseaba mismo frecuentar la Iglesia católica). Cierto día, dos de esas mujeres, después de decir palabras para amenizar mis dolores se despidieron de mi y partieron. Mientras salían de mi casa, comentaron entre ellas: "Que hecho triste el de esta mujer, aunque la vida es una cosa preciosa, su enfermedad que no tiene cura también está matando a su familia". Entonces yo raciociné: "Es verdad, por qué yo no pensé antes en esto"? Preparé una dosis fuerte de cianureto de potasio y escribí siete cartas: a mi madre, a mi marido, a los cuatro niños y a una de aquellas que podría ser la futura esposa de mi marido.
LA LUZ DE DIOS BRILLÓ - Con el pensamiento en mi padre y por veces en el tiempo de la juventud, pensaba también acerca de como ejecutar mi siniestro objetivo, cuando entró en casa mi marido que había regresado más temprano del trabajo y él dijo: "Mel! Alguna cosa me hizo una confidencia interior que debemos visitar la Iglesia católica."
En ese mismo día nosotros visitamos la Iglesia en Naju. Encontrando al sacerdote de la parroquia, yo hablé: " Sacerdote, si DIOS realmente existe, yo también puedo afirmar que ÉL es muy cruel. ¿Por qué yo debo beber este cáliz tan amargo? ¿Qué hice para merecer todo esto?"
El sacerdote me contestó: " Mi hija, usted está recibiendo gracias en cantidad incomparables en su cuerpo. Ellas son gracias repletas de sufrimientos y dolores y por eso, muy especiales. Yo no recibí ni un poco de estas gracias. Créame y piensa en esta verdad que yo le digo."
Cuando oí esas palabras, una reflexión rápida impuso silencio a mis labios, mientras mi cara manifestaba una actitud de credibilidad. Yo contesté con una voz casi imperceptible: "Amén."
Hasta ese momento, mi cuerpo estaba frío y sin vida. De súbito, empezó a calentar, la circulación de la sangre aumentó, los latidos del corazón aceleraron y yo sudé por todas partes. El ESPÍRITU SANTO empezó a trabajar en mí.
Oramos en la Iglesia y después que dijimos adiós al sacerdote, regresamos a casa, pero también decidimos dar bienvenida a la religión católica y con esta intención, adquirí una Biblia, un libro de oración y una pequeña imagen de NUESTRA SEÑORA en la tienda de la Parroquia.
En casa, puse la imagen encima de un mueble en el cuarto y adorné con una rosa e una vela. Oré y lloré con mis dolores y preocupaciones e hice una ferviente suplica a NUESTRA SEÑORA por su maternal y afectuosa protección.
Tercer día, oí la Voz de JESUS: " Lea la Biblia, es Mi Palabra Viva."
Inmediatamente abrí la Sagrada Escritura exactamente en el Evangelio del SEÑOR JESÚS CRISTO que fué escrito por S. Lucas (Lc 8,40-48), sobre la mujer que tuvo hemorragia durante 12 años. Su fe era tan grande que dijo, si ella tocara de leve que fuese en el traje de JESÚS se curaría de su enfermedad y esto ocurrió de hecho, cuando ella alcanzó NUESTRO SEÑOR con un toque en su vestimenta. En la Biblia se escribe que ÉL le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz". (Lucas 8,48)
En el texto a continuación enfoca la historia de la hija de Jairo que estaba muerta. JESÚS dijo: "No temas; cree solamente, y serás salva." (Lucas 8,50)
Jairo creyó en la Palabra del SEÑOR y su hija vivió de nuevo.
Meditando, entendí que esas palabras también eran para mí, por esto, solamente en mi cuarto yo hablé con convicción: " SEÑOR, yo creo; mi DIOS, yo creo fervientemente."
Nosotros frecuentamos la Catequesis Parroquial y estudiamos (yo y mi marido) la doctrina cristiana, preparándonos porque deseabamos recibir el Bautismo, que recibimos en las semanas seguientes.
Entonces el CREADOR hizo un gran milagro... yo me curé del cáncer y de todo los males que infestaban mi cuerpo. Tan feliz me quedé, que no supe cómo hacer para agradecer a DIOS, estaba repleta de satisfacción y llena de admiración por la gran bondad y compasión del SEÑOR. Yo hubiera querido correr, volar, escalar la colina más alta, para estar más cerca del CREADOR y gritar, gritar mucho, gritar sin hacer ningun descanso, con todas las fuerzas de mi pequeño y frágil corazón, con la mayor unción y la ternura más profunda de mi alma, un grito legítimo y repleto de inmenso amor, traduciendo la más grande expresión de mis agradecimientos: "Yo lo amo, lo adoro mi DIOS, luz de mi vida, mi amor y mi todo". Sería la manera que mi pobre espíritu hubiera elegido para manifestar mi sincera alegría y mi mejores agradecimientos a nuestro DIOS y a nuestra SAGRADA MADRE.
Yo empecé a frecuentar la Iglesia católica con asiduidad e interés. Entré en el Movimiento Carismático y en la Legión de María, porque quise estar al lado del SEÑOR y de nuestra MADRE SANTÍSIMA, ejerciendo un apostolado en el honor y laudación de nuestro DIOS y NUESTRA SEÑORA. Mi organismo estaba perfecto y mi disposición para trabajar era envidiable. Establecí un salón de belleza para colaborar en el mantenimiento de la casa. Mi existencia ganó nueva vida y era otra persona llena de felicidad y ideales.
Desde entonces JESÚS reestableció completamente y maravillosamente mi salud, y el 30 de junio de 1985, comenzaron las manifestaciones sobrenaturales, con las lágrimas de la imagen de nuestra SAGRADA MADRE, también las lágrimas de sangre, el derramamiento de aceite perfumado que salía del cuerpo de la pequeña imagen, la gracia que me concedió sufrimientos en oportunidades definidas por ÉL, los estigmas de la Pasión del SEÑOR en mis pies y manos, los dolores terribles de la crucifixión, todo por la conversión de los pecadores, en reparación debido a los abortos abominables que se hacen y también en beneficio de las almas del purgatorio para que ellas se levanten para el Cielo, y por fin, todos esos extraordinarios y admirables Milagros Eucarísticos, que yo criatura pobre e indigna, he tenido el honor de mostrar en mi propia boca, el Cuerpo y Sangre Vivo de nuestro querido y adorado DIOS.
El SEÑOR es mi luz y salvación. ÉL es el propio Amor que nació y crece en nuestra vida. Es un Amor bonito, dulce, lleno de pasión, pero demanda fidelidad y sacrificio. Para hacer la flor del amor florecer y ser bonita, es necesario superar todas las dificultades, hasta amar el frío cortante del invierno y aceptar con resignación y coraje, los dolores que nos visitan incesantemente e imitan a los mártires, de la misma manera como ellos ofrecieron la vida para el honor y gloria más grande del CREADOR.
Para esto, yo quiero ser el consolador del SEÑOR, aceptando todo los dolores y sacrificios para suavizar las decepciones y tristezas del Corazón Divino, debido a las transgresiones e indiferencias de nuestros hermanos que todavía no encontraron la Luz de DIOS,:
"que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto." (Juan 12,24)
Los dolores de la crucifixión son tan grandes que hacen Julia hasta perder el sentido. - La capilla de Naju con obispo Kim y sacerdotes.