Poco antes de 1980 cuando
Glenn Monroig inrumpió en el mercado discográfico, fueron
muchos los que cuestionaoron hasta dónde podría repecutir
este joven artista con su música. Para ellos, Glenn era un
reto difícil de enfrentar; un cantautor que rompía con los
moldes establecidos por los intérpretes de moda. Era imposible
desasociarlo por completo de su padre, una de las grandes voces de américa
Gilberto Monriog para aceptarlo con su propia identidad artística.
Más aún cuando en sus comienzos, Glenn no temía expresarse
libremente, ni encontraba frontera musical que lo limitara en su búsqueda
personal como músico, más allá de cualquier consideración
de aceptación por parte del publico. Con el tiempo y la madurez,
llegó a balancear sus inquietudes artísticas con la exigencias
comerciales de la industria discográfica ubicándose como
uno de los baladistas pop más creativos, con una trayectoria de
consistente excelencia de producción musical y unas de las mejores
voces de America. Su debut discográfico fue claramente indicativo
de que el público se encontraba ante un artista diferente.
Alguien que no cantaba por cantar, sino que en cada canción demostraba
su sensibilidad y respeto a quienes le escuchaban. Interpretaba canciones
de amor sin caer en la cursilería fácil de la típica
balada comercial. Tocaba temas sociales con valentía. Fusionaba
géneros disímiles manteniéndose dentro de un marco
vangurdista.
Esa sensibilidad del artista
fue la que capturó la atención de su gente. Y por ello,
la sinceridad de sus canciones comenzó a calar profundo en el gusto
popular. Al entrar a la década del '90 el trabajo de Glenn
ha sido sumamente consistente en calidad. Disco tras disco, Glenn
ha ido de la balada a los temas sociales; de la bachata a la salsa con
sentido. El próximo sábado 24 de septiembre Glenn Monroig
presentará en el Centro de Bellas Artes. |