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...donde el contacto humano es una realidad


Inteligencia emocional


'Inteligencia emocional'

Una cualidad que también distingue a las personas emocionalmente inteligentes, es el optimismo. Evita que la gente caiga en la apatía, la desesperanza o la depresión ante la adversidad y reporta importantes beneficios en la vida (por supuesto, siempre y cuando sea un optimismo realista; el optimismo demasiado ingenuo puede resultar catastrófico).

¿Cómo aplicar las habilidades emocionales? Éstas resultan útiles a lo largo de toda la vida, en cada momento en que sea necesario tomar decisiones y enfrentar desafíos. Pero su aplicación y beneficios se muestran, principalmente, en tres áreas vitales de cada ser humano: sus relaciones de pareja, el trabajo y la crianza de los hijos.

Las actuales tendencias en cuanto a matrimonio y divorcio hacen que la inteligencia emocional sea más crucial que nunca. De los matrimonios norteamericanos que se formaron en 1890, alrededor del 10 % acabó en divorcio. Para aquellos que se casaron en 1920, el índice fue aproximadamente del 18 %; para las parejas casadas en 1950, 30 por ciento. Las parejas que se casaron en 1970 tenían 50 % de probabilidades de divorciarse, y para las que se unieron en 1990, la probabilidad de acabar en divorcio estaba cerca del 67 por ciento. Si el cálculo se mantiene, sólo 3 de cada 10 matrimonios recientes pueden contar que seguirán unidos como pareja.

Goleman se refiere a las diferencias emocionales entre los sexos para explicar esta situación. En una pareja existen dos realidades emocionales: La de él y la de ella. De niños, las nenas están más expuestas a la información sobre las emociones. Por eso, centenares de estudios han descubierto que, en promedio, las mujeres muestran más empatía que los hombres y suele ser más fácil interpretar los sentimientos a partir del rostro de una mujer que de un hombre. Es necesario, entonces, considerar las implicaciones de esta brecha emocional entre los sexos con respecto a la forma en que las parejas enfrentan los conflictos que cualquier relación íntima, inevitablemente, genera. De hecho, temas específicos tales como con cuánta frecuencia hacer el amor, cómo disciplinar a los hijos o cuántas deudas o ahorros resultan aceptables, no son los que unen o rompen un matrimonio. Es más bien la forma en que una pareja discute esos temas críticos, lo más importante para el destino de ella.

Igual para las relaciones laborales. Las vicisitudes emocionales presentes en el matrimonio también funcionan en el lugar de trabajo, donde adoptan formas similares. A veces, las críticas se expresan como ataques personales más que como quejas sobre las que se puede actuar; existen acusaciones con dosis de disgusto, sarcasmo y desdén; ello da origen a actitudes defensivas, evasión de la responsabilidad y, finalmente, al bloqueo por sentirse injustamente atacado. Una crítica razonable, según Harry Levinson, psicoanalista y asesor de empresas, es específica: hay que decir qué se ha hecho bien y qué se ha hecho mal. Además, ofrece una solución abriendo la puerta a posibilidades y alternativas que la persona, tal vez, no advertía que existían. Levinson agrega que es necesario hablar cara a cara y en privado y mostrándose sensible. Ésta es una apelación directa a la empatía, a estar sintonizado con el impacto que provoca en el receptor lo que uno dice y la forma en que lo dice.

En el caso de las relaciones entre padres e hijos, tener inteligencia emocional trae una serie de ventajas para educar niños emocionalmente sanos y equilibrados. Cientos de estudios muestran que la forma en que los padres tratan a los hijos -ya sea con férrea disciplina o una comprensión empática, con indiferencia o cariño-, tiene consecuencias profundas y duraderas en la vida emocional del hijo.

Un estudio determinó tres estilos más comunes de paternidad emocionalmente inepta:

IGNORAR LOS SENTIMIENTOS EN GENERAL: Tratar las aflicciones de sus hijos como algo trivial o aburrido, algo que deben esperar que pase. Estos padres no logran utilizar los momentos emocionales como una oportunidad para acercarse a su hijo o ayudarlo a aprender una lección en el aspecto emocional.

MOSTRARSE DEMASIADO LIBERAL: Estos padres se dan cuenta de lo que siente el niño, pero siempre aprueban la forma que éste usa para enfrentarlo, aunque sea inadecuada.

MOSTRARSE DESDEÑOSO Y SIN RESPETAR LO QUE SIENTE EL NIÑO: Estos son padres típicamente desaprobadores, duros tanto en sus críticas como en sus castigos. Cuando el niño trata de dar su versión de algún hecho que les molestó, suelen gritar "¡No me contestes!" Lo sano es aprovechar la oportunidad de un trastorno del hijo para actuar como un mentor o un entrenador emocional. Los buenos padres toman las preocupaciones del hijo con seriedad, para tratar de entender exactamente qué le preocupa y ayudarlo a encontrar soluciones positivas. Para que los padres sean eficaces entrenadores en este sentido, deben tener un buen dominio de los rudimentos mismos de la inteligencia emocional. El impacto que este tipo de paternidad ejerce en los niños es extraordinariamente profundo.

El equipo de la Universidad de Washington descubrió que cuando los padres son emocionalmente expertos, sus hijos manejan mejor sus propias emociones, son más eficaces a la hora de serenarse cuando están preocupados y se preocupan con menor frecuencia. En el plano biológico, son chicos más relajados, y presentan menores niveles de estrés (una pauta que, de mantenerse, puede augurar una buena salud para el futuro). Otras ventajas son de tipo social: son niños más populares, caen mejor a sus pares y tienen menos problemas de conducta. Finalmente, hay beneficios cognitivos: estos niños prestan más atención y, por lo tanto, son alumnos más eficaces. Si tomamos la constante del CI, los niños de cinco años cuyos padres eran buenos entrenadores tenían mayor puntuación en matemáticas y en lectura cuando llegaban al tercer grado. Un poderoso argumento para enseñar las habilidades emocionales que ayudan a preparar a los niños tanto para el aprendizaje como para la vida.