Parece que multitud de estudios médicos y estadísticas, permiten comprobar hoy que esa apreciación del sentido común, tenía un carácter anticipatorio. Está comprobado que el buen humor alarga la vida, ejerce un poder curativo ante enfermedades y resulta un antídoto eficaz contra las depresiones.
Recientes estudios confirman la existencia de una relación entre el humor y la salud mental y física del individuo. Abrir la boca generosamente, provoca contracciones en todos los músculos de la cara y relaja el cuello y los hombros. Por otra parte, se verifican movimientos del diafragma que ayudan a respirar; así, la ventilación respiratoria alcanza niveles máximos, por lo que el hígado y los órganos digestivos producen jugos gástricos y saliva.
En el momento en que una persona se ríe, le aumenta temporalmente la frecuencia y presión cardíaca, lo cual acrecienta la circulación, hecho que ayuda a mejorar la entrega de oxígeno y de nutrientes a los tejidos de todo el cuerpo. Incluso pueden elevarse los niveles de inmunoglobulina A, un antiviral que se ha detectado en la saliva. La clave está en el sistema inmunológico. Se ha demostrado que hay una relación directa entre éste y el estado de ánimo de la persona. Cuando el ánimo decae, cuando surge una situación de amargura, el sistema inmunológico ve bloqueada parte de su actividad y el organismo aumenta su exposición ante los agentes externos. En cambio, un buen humor lleva a un mejor funcionamiento del sistema de defensas. Tanto en patologías temidas como el cáncer o más simples y frecuentes como gripes, cataratas y molestias digestivas, está suficientemente comprobado que la capacidad del paciente para enfrentarse a ellas, su optimismo y las ganas de luchar son elementos fundamentales para una evolución favorable.
Los niños, ríen entre 300 y 400 veces por día, mientras que los adultos sólo lo hacen 10 veces en promedio. Esa es una de las razones por la que hay muy pocos chicos contracturados, reírse permite distender y relajar la musculatura de la nuca y el cuello. Pero a veces ponernos de malas tiene sus beneficios: gritar, llorar, demostrar el enfado, "largar" una dura confesión, son elementos que ayudan contra la ansiedad.
Los científicos reconocen que el buen humor ayuda a mejorar la salud, siempre que responda realmente a los sentimientos de quien lo muestre. Si el buen humor es un ceder continuo por temor al enfado de otro o por dificultad en defender las propias opciones, más que un aliado para la salud, contribuirá directamente con la enfermedad.
Cada vez que reímos, el cerebro libera endorfinas, unas hormonas que detienen el dolor y nos llenan de optimismo y ganas de vivir. Cuando su presencia escasea, aparecen la apatía y hasta la depresión.
Fuente: Revista “Selecciones”