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...donde el contacto humano es una realidad


¿Por qué el cielo es azul?


'Cielo azul foto 1'

Durante el día el cielo es azul, mientras que de noche es negro. Esta observación trivial nos indica que el cielo no brilla por sí solo y que de alguna manera su color está relacionado con la presencia del Sol. En un día sin nubes el cielo envía a nuestros ojos una cantidad de luz de aproximadamente 10% de la que nos llega directamente del Sol. ¿Cómo brilla el cielo de día? Dado que el cielo de noche es oscuro, la luz que vemos llegar de todos lados del cielo de día debe venir originalmente del Sol.

El Sol brilla con luz de todos los colores del arco iris al mismo tiempo: rojo, anaranjado, amarillo, verde, azul y violeta. Si nosotros mezclamos luz de estos colores obtenemos luz blanca. Por otro lado es posible separar los distintos colores de la luz blanca al hacerla pasar por un prisma de cristal. De hecho así es como se produce un arco iris: la luz del Sol pasa por pequeñas gotas de agua que separan la luz de distintos colores de la misma manera que un prisma. Este mismo fenómeno ocurre cuando hacemos incidir luz sobre la cara de un disco compacto, el cual refleja los colores en direcciones ligeramente distintas.

'Cielo azul foto 2'

El brillo del cielo viene del hecho de que los átomos y moléculas de la atmósfera "dispersan" la luz, es decir la separan en sus componentes y la desvían de su trayectoria original. Así mientras que algunas moléculas del aire desvían algún rayo de luz que de otra forma hubiera llegado directamente a nuestros ojos, otras moléculas dirigen hacia nuestros ojos luz solar que de otra forma no hubiera llegado a ellos. Si nosotros saliéramos al espacio veríamos un cielo negro y el Sol más brillante de lo que lo vemos aquí en la Tierra.

Esto no sólo nos dice por qué el cielo es más brillante de día que de noche, sino también por qué en las noches de Luna llena podemos apreciar el cielo más brillante que en las noches sin Luna. Las moléculas que forman la atmósfera también dispersan la luz de la Luna, llegándonos una fracción de ésta de todas partes del cielo. De hecho lo mismo sucede de noche: la atmósfera dispersa la luz de las estrellas y el cielo nocturno no es estrictamente negro. Sin embargo, su brillo es tan débil que nuestros ojos no pueden percibirlo. Los telescopios, en cambio, sí pueden medir el brillo del cielo en ausencia de Sol y Luna. Por esto el telescopio espacial Hubble puede ver objetos más débiles que telescopios en la Tierra: como el cielo que ve el Hubble es muchísimo más oscuro, es más fácil ver estrellas más débiles.

Los astrónomos clasifican al Sol como una estrella amarilla. Es decir, si bien el Sol brilla con luz de todos colores, la mayor parte de la luz es en realidad amarilla. Estrellas mas frías que el Sol brillan preferentemente con luz roja, mientras que estrellas mas calientes, como Sirio, brillan preferentemente con luz azul. Entonces, si el Sol brilla con luz amarilla, y el cielo dispersa la luz del Sol, ¿por qué el cielo es AZUL? Fue el físico inglés Lord Rayleigh quien a finales del siglo XIX descubrió que los átomos y las moléculas dispersan mucho más la luz violeta o azul que la luz amarilla o roja. Así, el Sol se ve más (ligeramente) azul en el espacio que en la Tierra, ya que es este color el de la luz que nuestra atmósfera dispersa. Es también por este motivo que el Sol al meterse en el horizonte se ve rojo: la luz que viene del horizonte pasa por una capa de aire más grande que cuando viene del cenit, y por ello es aún mayor la cantidad de luz violeta y azul que es dispersada. A tal punto que cuando el Sol está cerca del horizonte, sólo la luz roja no ha sido dispersada.

Nuestra atmósfera, además de proveernos de aire para respirar, nos protege de los rayos ultravioleta que dañarían nuestros ojos y piel, así como de meteoritos y partículas que vienen incluso de más allá del sistema solar. Por si esto fuera poco, al robarle luz dañina al Sol nos regala el azul del cielo y el rojo del atardecer.

Fuente: Esperanza Carrasco Licea & Alberto Carramiñana Alonso, Diario Síntesis, 7 de enero de 1997