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...donde el contacto humano es una realidad


Amores hemofílicos


'Amores Hemofilicos'

"Alguien me explicó que los sentimientos suelen traicionamos. Supongo que se refería a esos combates eternos entre lo que dicta la razón y lo que nos pide el alma. Ausiás March lo explicó brillantemente en sus versos, cuando describía las impecables contradicciones del amor.

El amor tiene siempre forma y medida, aunque no existen termómetros para medirlo. A pesar de que no existan balanzas que pesen gramos de deseo, de añoranza, de desconcierto, de gloria o de infierno. A pesar de que no sepamos cuántos centímetros miden las ganas de estar con alguien o el miedo a perderlo. Sin embargo, cada persona tiene su medida en el amor. Es una cuestión de capacidades: muchos sólo llegan e un punto determinado de deseo y de compromiso. Pueden llegar a creer que aman a alguien, pero su amor es menguado y triste, pálido como una mañana que anuncia la lluvia. Pueden estar convencidos de que quieren de verdad, pero hay verdades que son como hojas de papel, volátiles y mentirosas.

El amor no depende de las intenciones ni de la voluntad. Hay quienes no aprendieron a querer y jamás lo consiguen. Puede que nadie les enseñase. Quizá vivieron una infancia vacía de afectos auténticos y, ya se sabe, los niños que no reciben amor tampoco saben darlo, sino que se convierten en adultos llenos de miedo. Tal vez algunos otros se quieran demasiado a sí mismos para poder dedicarse a los demás. Cuando alguien es el centro de su mundo, los que le rodean se convierten en simples comparsas, o en espejos donde se recrean en la autocontemplación, o en criaturas que no tienen consistencia, como si fuesen de niebla o de humo.

El amor adquiere formas diversas en cada individuo. A veces, hay amores hemofílicos. Quienes padecen hemofilia no pueden detener la sangre cuando se hacen una herida. Hay amantes cuyos sentimientos se desbordan, porque nada los detiene ni los calma. Se trata de una aparente falta de control de los sentimientos que puede ser altamente recomendable; o que puede transformar la vida en un infierno. Pretender controlarlo todo es un error estúpido. Dejar que la vida nos arrastre por completo puede ser un desastre. En el primer caso, me refiero a los amores que son como ríos que tienen un caudal abundante. Amores generosos que valoran la vida en función de la felicidad del otro. Amores que invitan a perder la cabeza y a cometer esas locuras que luego hacen que sintamos algo de vergüenza y, a la vez, la intensidad de estar vivos. Amores que pueden volverse tranquilos, pausados, desde la plenitud que da saber que existe alguien concreto, tangible, cercano. Amores hechos de gestos y de palabras que hacen compañía.

Hay sentimientos que se desbordan y se convierten en ríos que sobrepasan los márgenes, mientras destruyen la tierra a su paso. Son amores posesivos, celosos, que impiden que el otro viva y que recortan las alas, mientras van mirando la energía de quien respira bajo las mismas sábanas. Son amores que vampirizan. Crean la angustia, el miedo, y la sensación de haber perdido el norte. Hacen que surja la desconfianza, porque están hechos de recelos y de palabras que hieren. Palabras que quedan marcadas como fuego y que sólo la distancia convierte en cenizas.

Las hemorragias de sentimientos pueden ser magníficas y convertirse en una fiesta. Hacemos sentir que se nos desborda la vida para mejorarla, que el tiempo adquiere ritmos propios, que el corazón tiene razones que no se olvidan. A veces, sólo a veces -dijo el poeta-, gran amor. Los hemofílicos sentimentales también pueden destruir a quienes creen amar. Su manera de medir el amor debe de estar distorsionada, la forma que adquieren sus sentimientos llega a provocar el desconcierto. Todo es, realmente, muy complicado. Ahí está la gracia y, a la vez, el riesgo.