Dice el profesor Steven Rose que el problema de esa pregunta es querer comparar las papas con la danza.
Nuestros cerebros en nada se parecen a las computadoras. Éstas últimas transforman los datos que les llegan a través del teclado en señales eléctricas que almacenan en un disco. Cuando requerimos acceder a la información, la computadora la busca en el dispositivo de almacenamiento y la despliega en la pantalla. En el cerebro, la recuperación de los datos se hace a través de mensajes químicos que estimulan las neuronas o células nerviosas.
Nuestra memoria no se organiza como la de una computadora, ya que no almacena la información en pequeños cajones, sino en las células nerviosas distribuidas a lo largo del cerebro que se ponen a funcionar. Se trata, más que nada, de un patrón de conexiones aleatorias cuyo curso y orden puede cambiar. Ello hace de la memoria humana un proceso mucho más complejo, ya que al haber 50 millones de células nerviosas en la materia gris, la forma de combinarse puede variar mucho. Al parecer, la capacidad de nuestro cerebro es, en teoría, de una vastedad casi fantástica y mucho mayor que la de cualquier computadora. Sin embargo, las diferencias esenciales que existen entre ambos hacen imposible la capacidad cerebral en términos de bits y bytes.
Fuente: Revista QUO, México