Ella y yo, escuchando a la lluvia jugar con el viento.
Noche de amor, noche de impaciencia.
No… no se dio lo siempre esperado, no fue buscado.
Sólo sus manos se entrelazaron con las mías y nuestros labios se cruzaron.
Dulce como el panal, fugaz y ardiente como un volcán que en su gemido hacía entrega de su primer te quiero.
Sus profundos ojos ámbar traspasaron los míos como centellas de fuego que hablaban por sí solos.
Sus labios pronunciaron un te amo, y en el silencio mi corazón en total desvelo repetía un te quiero.
En ese beso se dejó el alma y el corazón envueltos en un manto de impaciencia.
En un abrazo de total entrega, su mano se entrelazó en mis cabellos y jugó con ellos como se acaricia lo más tierno… fue un regalo de Dios entre la lluvia, y sin reparo me besó con definidos besos de ternura y galanteo.
De un pincelazo, nuestros besos grabaron un corazón con nuestros nombres, el cual fue borrado por el viento y guardado en el recuerdo como se guarda lo más bello.
Noche de relámpagos y truenos… noche de sentimientos y bohemia… noche de entrega donde dos corazones hambrientos de besos cruzaron el umbral de la inocencia.
Sin desnudar nuestros cuerpos ese beso quedó tatuado en un te quiero con entrega total y sin medidas, engendrado del amor y la locura.
Así, sellamos nuestro amor en ese beso.
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Mi amor fue creciendo
Mi amor fue creciendo
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