Bulma siguió trabajando. Había ido Trunks a buscar comida. Desde que había muerto Son Gohan, Trunks estaba cambiado, estaba sensible a cualquier cambio, ya no era aquel joven alegre. En las noches lloraba con frecuencia por su vida, por la de su amigo y maestro fallecido y por la de su madre.
Bulma se había desmayado varias veces. Nunca se lo había dicho a su hijo. Aquellas veces la había ayudado su vecina y amiga Okinu, una joven que había perdido a su familia.
Okinu la ayudaba en todo, en la casa, la limpieza, la comida... y en sus investigaciones, a cambio, Bulma se daba comida y ropa. Muchas veces Okinu se ofreció como conejillo de indias en la investigación para la medicina para Son Gokuh.
Aquella medicina podía salvarle la vida a Bulma. Pero primero era para Son Gokuh. Tenían que componer su presente. Bulma guardó un poco de medicina para ella, pero sólo la usaría en caso muy necesario, no podía desperdiciarla.
Era ya d enoche. Trunks regresaba de ir por la comida, había recorrido toda la ciudad. De repente oyó unos sollozos en el cuarto de su madre. Entró, la encontró sentada al borde de su cama, con la mano sobre su pecho.
Trunks se alarmó.
-¿Qué tienes mamá?
-Nada... sólo un pequeño malestar.
-No puedes ocultármelo, mamá. Por favor, dímelo, yo necesito saberlo. Debes confiar en mí...
-Es la verdad... no te preocupes.
-Pero...
-Ve a dormir, cariño, mañana estaré bien.
Trunks e marchó. Sabía que Bulma le ocultaba algo. No sabía qué era, pero seguramente era algo importante. Lo invbadió la tristeza porque su madre no confiaba en él y lloró al llegar a su recámara.
A la mañana siguiente, Trunks se marchó al pasado. Bulma se quedó sola, sólo ella y Okinu sabían de su enfermedad.
Bulma sabía que a Okinu le gustaba mucho su hijo, pero sabía que ese amor no era correspondido. Después de todo a Trunks no le caía bien Okinu, pensaba que era una entrometida y resentía que su madre confiara más en ella que en él, que era su hijo.
Continua
