Para los amantes de la historia militar, el 10 de mayo se conmemora el 61º aniversario de uno de los hechos más importantes y sorprendentes ocurridos durante la II Guerra Mundial.
En las primeras horas del 10 de mayo de 1940 el ejército alemán invadió los Países Bajos, y uno de los primeros y decisivos éxitos de la Wehrmacht fue la conquista del fuerte de Eben–Emael, considerado, en aquella época, la obra fortificada más poderosa del mundo.
¿Quién podía sospechar que para conquistar semejante construcción se utilizarían planeadores? Los diseñadores del baluarte crían haber creado una fortaleza a prueba de cualquier método de ataque. Sin embargo, no habían considerado un ataque desde el aire, y esa era, precisamente, la forma como el alto mando alemán pensaba tomar Eben-Emael, junto con tres puentes sobre el sistema fluvial del río Mosa y el canal Alberto que las fuerzas de tierra de Block, jefe del Grupo B del ejército, necesitarían en su avance hacia el oeste de Bélgica.
Habría sido prudente y bastante sencillo colocar obstáculos en las partes más elevadas del fuerte para impedir o prevenir este tipo de aterrizaje. Se cursaron órdenes en tal sentido, pero cuando atacaron los alemanes aún no se habían llevado a cabo.
Los paracaidistas de la Luftwaffe habían sido organizados –y aún estaban bajo su mando– por el teniente general Kurt Student, un militar profesional entregado que había sido piloto en la I Guerra Mundial. Student había reunido a algunos de los más duros jóvenes soldados de infantería de Alemania y los había convertido en un cuerpo de élite, experto no sólo en saltar de los aviones, sino también en el manejo de armas automáticas y cargas de demolición. Los hombres de Student se volvieron tan entregados que si un paracaidista entraba en pánico y se negaba a realizar un salto de entrenamiento, no era castigado; sencillamente era transferido a otra unidad. Ello era suficiente castigo.
En 1939, Student tenía a su Séptima División Aerotransportada lista para la acción. Sus tropas estaban entrenadas para entrar en combate, bien lanzándose desde aviones Junkers 52. Bien descendiendo silenciosamente en grandes planeadores remolcados hasta el objetivo por las mismas "Anas de Acero“, como llamaban los alemanes a los robustos y corrugados trimotores.
ASALTO DESDE EL CIELO: EBEN-EMAEL
Como fortificación más septentrional de Lieja, Eben–Emael se encontraba en una situación excepcional, ya que dominaba el canal Alberto, las carreteras que conducían a Occidente desde Maastricht y, sobre todo, los dos puentes de vital importancia que atravesaban el canal en Vroenhoven y Weltwezelt.
Las obras de defensa, que se extendían a lo largo de 700 metros de Este a Oeste y 900 metros de Norte a Sur, estaban constituidas por un impenetrable conjunto de posiciones artilleras y de infantería, emplazadas de modo que pudieran apoyarse entre sí y con una defensa exterior cuidadosamente construida en todo su perímetro. A lo largo del lado nororiental, una abrupta escarpa de 40 metros sobre el canal garantizaba la seguridad más absoluta. En la parte noroccidental se habían elevado las aguas del río Jeker a su nivel máximo mediante obras de ingeniería, a las que, para mayor seguridad, se les había añadido una trinchera elevada. Al oeste y al sur, donde el terreno circundante estaba casi al mismo nivel de las fortificaciones, éstas se habían protegido con amplias zanjas y con muros de 4 metros de altura como mínimo.
En 1940 la posibilidad de una rápida ruptura del frente por el ejército alemán, entre Roermond y Lieja, dependía del hecho de poder neutralizar rápidamente estas defensas fronterizas. Por esta razón era imprescindible apoderarse de los puentes sobre el canal Alberto antes de que sufrieran daños, y poner fuera de combate a Eben-Emael Teniendo en cuenta los preparativos del ejercito belga, no sería posible conseguir ninguno de estos objetivos empleando sistemas de guerra ortodoxos, ni siquiera recurriendo a las tropas paracaidistas. Por lo tanto, el mando alemán decidió utilizar planeadores de transporte, capaces de acercarse a las posiciones enemigas de un modo silencioso e invisible, a la media luz del alba; y como hasta entonces no se habían utilizado nunca en tan amplia escala como medio de combate, tendrían a su favor el importante “factor sorpresa“.
Pero para que fuera efectivo era indispensable que los planeadores aterrizaran en el mismo instante en el que el ejército alemán comenzara a cruzar la frontera. Por lo tanto, el ejército debía establecer el momento de su ataque adaptándose a las exigencias de los paracaidistas, algo que les costó mucho conseguir ya que era un medio poco conocido y hasta entonces nunca experimentado.
Ante todo, existía el peligro de la misión fracasara si los alemanes experimentaban grandes pérdidas durante el despegue, el vuelo, el aterrizaje y, sobre todo, durante el periodo crítico en el que las tropas aerotransportadas se encontrasen dentro del alcance de las armas de la infantería belga. No obstante, este periodo crítico podía reducirse empleando frenos aerodinámicos y paracaídas de frenaje. Además, soltando los planeadores a una cota de 2000 metros y a una distancia de 24 km. del objetivo, un piloto experto podía aterrizar dentro de un radio de 20 m de un punto preestablecido.
La misión de expugnar el fuerte y ocupar los puentes del canal Alberto se encomendó al destacamento de tropas de asalto “Koch“, formada en Hildesheim en noviembre de 1939 bajo las órdenes del capitán Koch. La unidad estaba constituida por:
- La 1ª compañía del 1º regimiento de paracaidistas.
- El destacamento de zapadores paracaidistas de la División Aerotransportada 7 (en esa época, la única división alemana de paracaidistas).
- La unidad de planeadores de transporte.
- Un destacamento de balizaje y reflectores.
- Una pequeña unidad del campo de aviación.
- Una unidad de Junkers 52 destinada a efectuar el arrastre.
La misión de la compañía de paracaidistas era apoderarse de los puentes de Vroenhoven, de Weltwzelt y de Canne. El ataque a la fortaleza de Eben-Emael se encomendó al destacamento de zapadores de asalto.
Operación secreta
Durante seis meses se había concedido a esta operación una prioridad absoluta. El secreto era cuestión vital, puesto que el éxito de la empresa dependía de sorprender al enemigo. A los hombres que iban a tomar parte en la operación se les informó de ello y aveces tuvieron que someterse a especiales y drásticas medidas: el adiestramiento, los detalles del equipo, los procedimientos tácticos y el objetivo tenían que mantenerse en un secreto absoluto; algunos no supieron el nombre de la fortaleza hasta después de haberla tomado. No se les concedió permiso alguno y se les prohibió entrar en contacto con individuos de otras unidades. El destacamento cambió continuamente de localidad, bajo diversos nombres supuestos, y se suprimieron todos los distintivos de paracaidista y los uniformes. Hasta las prácticas con los planeadores, en la zona de Hildesheim, se realizaron a escala muy reducida, los planeadores se desmontaron después, se transportaron a Colonia y se montaron de nuevo en hangares rodeados de alambradas y vigilados por los propios paracaidistas.
A la misión se asignaron 11 planeadores, y cuando el plan llegó a una fase de elaboración más avanzada, fue necesario subdividir el destacamento en 11 pelotones de 7-8 hombres cada uno. Cada pelotón tenía que apoderarse de dos plataformas de artillería o de dos casamatas y estar preparado, además, para sustituir a cualquier otro que hubiese quedado fuera de combate.
Aunque el inicio del ataque se aplazó varias veces, la moral de los hombres no disminuyó, ya que todo el tiempo lo emplearon en aprender y experimentar nuevos procedimientos técnicos. Además de los lanzallamas y de las escalas de asalto desmontables, el equipo incluía 2,5 toneladas de explosivos: se trataba especialmente de cargas huecas que se usaban por vez primera para hacer saltar los “bunkers”. Asimismo, los hombres del destacamento de asalto tenían en dotación las siguientes armas:
- 6 fusiles ametralladores.
- Fusiles automáticos.
- Granadas de mano.
- Pistolas.
- Granadas fumígenas.
- Utiles de trabajo.
- Una radio.
Un último detalle, que indica lo cuidadosamente que se había preparado la operación, fue el de lanzar en paracaídas, detrás del canal Alberto, numerosos muñecos vestidos de uniforme, lo que creó gran confusión en los mandos belgas.
Alarma-despegue-ataque
Después de seis meses de entrenamientos y aplazamientos, a primeras horas del 9 de mayo de 1940 se ordenó iniciarse el ataque. El destacamento “Koch” se reunió en los aeródromos de Colonia-Ostheim y de Colonia-Butzweilerhof, y al caer la noche, los aviones encargados de efectuar el remolque de los planeadores salieron a la pista, se engancharon estos últimos y cada hombre ocupó su puesto. El despegue se realizó a las 4.30 horas; el momento se eligió con toda precisión para que los cuatro grupos de asalto aterrizaran simultáneamente, a las 5.25 horas en los puentes, y en Eben-Emael cinco minutos antes de que el ejército cruzara la frontera. Los planeadores despegaron en la oscuridad más absoluta e iniciaron su viaje nocturno.
Entre una ligera neblina, a través de la cual apenas se podían distinguir los contornos de las fortificaciones, nueve planeadores aterrizaron en el fuerte (dos se habían perdido durante el vuelo). Cuando se acercaron, entraron en acción las ametralladoras antiaéreas, pero en cuanto tomaron tierra los pelotones se lanzaron al ataque al mando del segundo jefe, que sustituyó temporalmente al comandante del destacamento.
Todos los hombres habían sido perfectamente adiestrados para la consecución de sus misiones específicas y para la realización de las órdenes que, dada la exigüidad numérica del destacamento (85 hombres, incluidos los pilotos), era necesario ejecutar lo más escrupulosamente posible. Después de un estudio preventivo de la acción, basado en fotografías aéreas y en un mapa en relieve de la zona realizado a escala, se había llegado a la conclusión de que el ataque inicial debía limitarse a las instalaciones centrales. Primero, era preciso destruir todas las armas de infantería y las ametralladoras antiaéreas que se hallasen al descubierto; después las piezas de artillería, sobretodo las que estaban orientadas en dirección norte. La rapidez era de una importancia vital, por cuanto todo lo que no se consiguiese hacer en la primera hora sería después imposible debido a la creciente eficacia de la defensa belga.
Lo primero que se capturó fue la posición antiaérea número 1. Los ocupantes de la casamata 2 opusieron cierta resistencia, pero enseguida se les redujo; en los primeros diez minutos se atacó con éxito nueve obras ocupadas y defendidas (3,4,5,6,7,8,9,10,11), si bien la 7 comenzó más tarde a hacer fuego desde la cúpula enterrada. Se colocaron cargas en siete de las cúpulas acorazadas, cinco de las cuales estallaron con éxito total; se destruyeron nueve cañones de 75 mm. en tres casamatas, mientras en la obra 8, otra cúpula acorazada aplanada de seis metros de diámetro, cuya coraza resistió una potente carga hueca de 50 kg., se inutilizaron por completo dos cañones gemelos de 120 mm.
Mientras tanto, las unidades de asalto aterrizadas en Vroenhoven y Veltwezelt cumplieron con éxito su misión: se apoderaron de los puentes intactos y, con la ayuda de ametralladoras, los defendieron eficazmente.
Pero en Canne, los belgas habían conseguido volar el puente. En esta zona los paracaidistas se vieron obligados a sostener duros combates durante todo el día, lo que impidió atravesar el canal a un batallón de zapadores. Los intentos de atravesarlo en botes de goma eran prácticamente irrealizables a causa del fuego de una posición artillera 15, situada junto al canal. Después de muchos esfuerzos se consiguió neutralizar parcialmente la posición, colocando cargas explosivas a fin de bloquear, con humo y tierra, las troneras de la cúpula de observación.
A las 7 del día 11 de mayo, un pelotón avanzado de zapadores, al mando del sargento Portsteffen, después de cruzar en un bote de goma el canal frente a una posición artillera 14, llegó finalmente al fuerte. A mediodía, otras tropas consiguieron trepar por la escarpa occidental, y las últimas posiciones belgas (7, 15, 16) dejaron de hacer fuego. La guarnición había capitulado.
Según fuentes belgas, en el momento del ataque al fuerte sólo se encontraban 750 de los 1200 hombres que constituían su guarnición; al parecer, el 15 % estaba de permiso y los restantes acantonados en los pueblos vecinos. Muchos llegaron más tarde.
Los belgas tuvieron 23 muertos y 59 heridos, en tanto que de los 85 zapadores alemanes que entraron en acción el 10 de mayo, 6 resultaron muertos y 15 heridos, sin contar las heridas recibidas por algunos en el momento del aterrizaje.