Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!

Benjamín Valdivia
Paseante solitario

Se presenta aquí la sección Paseante solitario
primera del libro del mismo nombre
publicado por Ediciones La Rana (Teléfono 52-473-22083)
en México, en el año de 1997.
De este libro de 127 páginas se publicaron 1000 ejemplares

inter minora sidera
HORACIO

Aquel que mira al exterior a través
de una ventana abierta
no ve nunca tantas cosas como aquel
que mira una ventana cerrada.

BAUDELAIRE




TURISMO

Llámese Guanajuato
a este signo.

Aun así no quedará
ni piedra sobre piedra.




CALLEJÓN DEL BESO

La hora nos encuentra única
por la estrechez de nuestros dos balcones.

Ahítos del tiempo que ha pasado
allí estamos de pie.

Las palabras del cuento
enarbolan tu risa
y la procacidad de los viandantes.

Mas yo, para que nada te suceda,
un beso te resguardo (uno excelente)
en el tercer escalón de la leyenda.




EL JARDÍN DE LA UNIÓN

De las enredaderas un aroma de escándalo:
los cabellos del sol entretejidos
verdean las tapias del porvenir.

Dos figuras esconde este silencio
en su recinto breve.

Mira bien esas bardas floridas de vital
espejismo;
contempla el futuro que se muestra
en la mágica fuente del Jardín de la Unión:

Dos coronas de cedro incomprensible
han caído en el agua.




MUCHACHAS

Pasan de largo las muchachas,
esbeltas como trozos de luz.

Como si con la tierra no tuviesen
un solo compromiso.

Pasan argumentando un calor:
la insomne verdad de su carne
en la que el tiempo, aún,
no echa raíces.




LA MARGEN DERECHA DE LA JUÁREZ

Por la margen derecha, sobre la calle Juárez,
memoro la figura de tu morenidad,
el tinte de una tarde en una alcoba,
la luz de una mañana.
Recorro nuevamente las curvas de la calle y
me convenzo:
puertas existen que no
se abrirán dos veces.
Te llamo y no te encuentro. Busco
por el barrio latino en la Calzada.
Para mí la ciudad es una enferma.
Ciudad henchida de olvidos y premuras,
amor mío.




EL QUE SE HA PERDIDO

Andamos sin fe por las banquetas.
Solamente un recuerdo nos anima, la posibilidad
de entregar nuestra vida inútilmente.
Andamos en el aire, pero nada somos:
yo ya no estoy aquí
sino que ya navego por un claustro de fervor impredecible.
Quien viene a la ciudad me encuentra solo.
¿Puede necesitar alguien así de tu presencia?
Entonces mira las cosas que soy cuando no estás.
Soy el que se ha perdido,
soy el que no pesa.




SAN SEBASTIÁN

Sobre la tierra de estas tumbas
edificaráse un árbol.
Espléndido y antiguo como un árbol genealógico.
Ramas que serán los arcos vivientes
para las flechas del tiempo.
Lanza erguida su tronco, en desafío celeste.
Las ráfagas de febrero revelan los lugares proféticos
en el soleado panteón.
Habla tú, el de los cuatrocientos huesos.
Dile a los habitantes de la moda,
a los paladines de lo efímero de diario,
que hay sustancia en la tierra, virtud entre los huesos.
Nuestros destinos aspiran a ser más que un instante.
Nuestra ambición terrestre es habitar dentro del árbol.
Este árbol para los elegidos que tiene por raíces
cuatrocientos fémures derechos de Caballeros Águilas.




NOCTIFER

Mírame tú,
señora de los párpados cerrados.
Desvela los secretos que en tus sueños aparecen.
¿Estoy contigo en las subidas
cavernas de la piedra como el antiguo místico?
Te alabo por los ojos con que sueñas.
En tus venas como en las venas de la hoja de un álamo
se cifran los minutos con diáfanos aromas.
Detengo la respiración que me agitabas.
Ya desciendo otra vez al cuerpo que viví por siglos.
Ya te digo: celeste niña de plata
déjame beber agua metálica
en una copa de cristal tuyo por la noche.




SOLSTICIO PARA EL PÍPILA

Llego al Jardín cuando cruza el mediodía.
El delirio con pasos de gato
en la alfombra adormecida de la piel.
La corola flamígera florece
dentro de mis dormidos pensamientos.
Ya sé que amaneció por la mañana, como siempre.
Mas este día, en esta hora,
en estratégico sitio frente al Teatro,
el sol puede mirarse convertido
en la antorcha que remata al Monumento.




EL DOLOR DEL INSOMNE

En el dolor del insomne la burla
del creciente cuarto de la luna,
el ahogo del aire,
la falta de tus ojos.
Con la garganta ahíta de la muerte,
con el dormir despoblado.
En esta hora oscura enmedio del silencio trágico
únicamente impulsa a proseguir el mundo
la promesa del otro despertar.




EVIDENCIA DEL INSOMNE

La evidencia del insomne son estos ojos en la hora neutra,
la soledad que le imponen todos los otros:
los que duermen, los objetos.
No otra cosa quisiera sino la sombra pacífica de los inocentes,
la aceptación de la noche que tienen los irreflexivos.
La falta de sueño es una síncopa en el alma,
un sobresalto, una luz a la que estamos obligados.
Las luces distantes al insomne lo aluden con sus múltiples pupilas
en el abandono de la ciudad.
Y sonidos que nadie más escucha lo mantienen
alerta detrás de una muralla que nadie puede
ni quiere ni debe cruzar.




FRONTERA INTANGIBLE

No hay una sola dicha en el sitio del insomne.
Solamente la oscuridad impenetrable,
el silencio impecablemente dormido.
¿A qué hora comenzó por sucederme esta vigilia?
¿Cuándo mis ojos fueron obligados a observar
los peregrinos pensamientos?
Todo es noche en los dos ámbitos.
Se presiente una ausencia mundial, esa iracunda
cerrazón de un agua densa que nunca beberemos.
En otros puntos del aire respiran con paciencia
los más afortunados.
Aquí, en cambio, yo, salvaje desterrado de mí mismo,
no puedo residir en ninguno de los lados
de la intangible frontera.




LA DAMA DE LAS CAMELIAS
(ANTES ROCINANTE)


Entras en la escalera de lo oscuro,
manos en la pared te acechan,
se te acercan las lámparas y te besa la luz,
y los ritmos del aire te quisieran poblar.

Es un recinto opalescente,
una tendencia simple a la penumbra,
flama de incitación.

Ese brebaje que te bebes es el tiempo.

Lo que dicen mis labios es la sal
(la sal que no te trajo la fortuna
para escarchar el borde de tus labios).




NOCHE DE PERROS

Noche guanajuatense, noche de perros
ELSA CROSS

Un ladrido en los bordes de la luna.
Me despierto de noche.
He creído escuchar voces del alba.
Eran múltiples perros.
Sombría serenata
en la que todo es negro, sin volumen.
Desperdiciada hora en la que vuelvo a dormir
para de nuevo despertar.




ÁNGEL DE PLATA

Por la escalera del mediodía,
ángel de azul desciendes a los ojos
que por lo alto te contemplan.
Besa tu luz en las pupilas
lo que duran todas las horas
después de haberte visto.
En esa terrestre cavidad celeste
compartimos el cruce de los signos,
las memorias del tiempo y de las razas.
Agua bebemos de otro sitio,
sonrisas y miradas.
Tú, lejos de lo mortal que te ofreciera,
me envías a vivir en la distancia.
Tus palabras acepto,
porque debes regresar a lo que eres:
mismidad resguardada en nubes propias.
Me extravío en el mundo que no pisas.
Vago por las vacías vastedades volátiles.
Te busco entre la comba de la noche,
azul marítima
como tus ropas en la luz de la escalera.
Pero muere la noche sin que hables.
Es la noche una herencia de almas negras.
Y es la luna
redondo libro de plata voladora.




EL PROPIO VER

Vivir el propio ver
en la ciudad marchita.

Nada existe más allá de la mirada:
no hay piedras que soporten estos pasos,
no hay luz que señale los días transcurridos.

Abrir los ojos y cerrar los ojos:
da lo mismo.

Entre la sombra que nos mueve a proseguir
sólo podemos escuchar que suena nuestro nombre.

Entre las letras que se escriben en la tarde no podemos
más que leer los instrumentos de la sangre.




AMANTES

Por un rumbo desconocido los amantes
construyen la vereda.
Siguen a pie la luz que los designia
y ya saben qué hacer.
Se habla de ellos en los altoparlantes
silenciosos del cielo.
Todos aquí y allá
se asoman a mirarlos en la piedra.
Los ángeles se miran sin evitar el nerviosismo,
los seres trascendentes los quisieran alertar.
Mas los amantes siguen
disfrutándose el alma en lo que el mar termina.

El vulgo por la calle se detiene
por poderlos mirar.




LA GENTE

Una ráfaga de rostros desconocidos
busca su sitio
en el absurdo silencio.

La máscara sin faz de las personas,
la mirada perdida en una
mustia canción.

Devengo mares y mundos, aires estupefacientes
lanzando cifras al vacío.
Soy esos rostros, la muchedumbre acidulada,
la nariz rota
y los labios pronunciando a ciegas un nombre.

Pasa la gente como por su casa,
toma sitio en el plan del universo.
Soy esa gente atónita, indiscreta,
lóbrega y maquinal.

Pero al fin del camino me espera el rostro fascinante,
la pupila pasmosa,
la piel irradiante y radiante
en que me reconozco sin verme y me pregunto
sin tener que responder.




LÁSTIMA

Tened lástima de las bellas muchachas
como si algún día fuesen a ser vuestros
los corazones suyos.

Cual si sus bocas fulgentes —tibios relámpagos—
hubiesen de contar la historia frágil
tan sólo en vuestros oídos.

Tal si después de todo
(tiempo lumbre carne cielo convergencia)
una estrella limítrofe fuese a caer
enmedio de vosotros,
irremediablemente.




HIELO PERFECTO

La proliferación de actos
no permite apreciar lo quieto del espacio.

Ciudad henchida,
piedra que no se mueve,
hielo perfecto.

En las inmediaciones de estos pensamientos
acude a devorarnos
el revoloteo trágico del tiempo.

Nos quedan las manos ateridas
manchadas de presagios, de anhelos y vidrierías distantes.

Hunde los dedos en la tierra de nuestra nostalgia el
árbol de las raíces familiares.




LO CAMINADO

Los mismos asombros del principio
aguardan en mis ojos:

Mucho lo caminado,
nada lo comprendido.

¿Quién es esa mujer tocando el piano
del crepúsculo?
¿Dónde dejé las manos transparentes
que me ofrecieron agua?

Cada instante la luna es una piedra
flotando en el espacio.

El sol es otra cosa.

Y los mismos asombros del principio,
esas mismas preguntas,
y las mismas mudas
palabras.




COSMOPOLITA

De la patria del mundo mis banderas.

Ajenas a la piel del panorama
las convicciones de mis pies.

No hay más terruño que el fúlgido horizonte.

Dejaría la sangre en el camino si tuviera
un atisbo del sol,
un acceso a los astros,
la espada del cometa.

Lo demás es tan sólo la tierra entre las uñas,
el egoísmo secular.




BALADÍ

Baladí como las aguas que no hemos de beber
el paso de aquella desconocida
jamás reposará
a nuestro lado.

Sus ojos nunca vistos
no tocarán la herida.

Mejor así: que todas esas calles
pululadas de pasos imposibles
lejanas continúen.

(Esa desconocida no imagina
que su sola existencia es suficiente
para arraigar un dolor.)




ESTAS MURALLAS

En estas calles retorcidas se cifra mi presencia:
también yo soy retorcimiento, infamia
y luz que se termina en el momento que se enciende.

Aquí busqué el amor: aquí lo tuve.
Sus mágicas parvadas
agitaron mi pulsación y ensombrecieron
con ardor los minutos conforme se escapaban.

Todo se debe a la ciudad perdida.
Todo sucede porque sí, porque nos damos
un aire decadente de dioses imperfectos.

Pero en estas murallas sentimos un amor;
sentimos lo mejor de la sustancia de que fragua el amor.

Entre las noches más insomnes escuchamos un canto:
"Con tal intensidad la amo
que algo terrible está pronto a suceder".




OBEDECIMIENTO DEL TIEMPO

We must obey the time
SHAKESPEARE

Para Lilia y José Ignacio Maldonado

Prisionero de un sello incomprendido,
¿cómo puedo obedecer a quien no sabe lo que quiere?

Esta vida presente se conflagra
con la vida futura, con la esperanza eterna.

Estamos construídos con materiales lúbricos,
materia endeble como lo es la piedra de los ídolos.

Vemos alguien mandar, alguien obedecer:
una cadena mitológica de muertos,
una lista de ciegos, algún río
amaestrado y sin espontaneidad.

Al azar nos debemos para ser felices, mas pregunto:
¿a quién hemos despojado de esta felicidad?

Sabemos que partimos en silencio y sin llanto.
Pero yo les digo: sométanse al tiempo,
pues el tiempo no existe.

Detengamos los latidos para escuchar
lo que se juega en la prohibición.

Obedezcamos al tiempo.
Únicamente obedezcamos lo imposible.




MIRANDO LA CIUDAD

Debajo de la más lejana tarde
una mirada reconcilia el reino.

Será tal vez el hálito de luz,
un punto cómplice del cielo,
un espejeo.

Se encuentran las palabras,
los cuerpos se presagian en la tarde.

Y junto a eso la ciudad corre sedienta
de terminar con todo aquello que pudiera
semejarse a un amor.




LOS SOBREVIVIENTES

Para Liz Narváez y J. Refugio Torres

Envueltos en la antigua esperanza
un día partieron de sí mismos hacia tierras extrañas.
(Todo el mundo es extraño para el que busca una esperanza.)

Después dejaron cifras y señales
en el instinto de sus pasos:
cartas, aviones, autobuses maravillados, nuevos seres.

¿En cuáles aires navega lo propicio?
¿Acaso existe un punto en el planeta que nos pueda
saciar del espejismo?

Hoy cunde, más allá, el renovado brillo de otra distancia:
nueva materia por andar, otros reinos aguardando la conquista.
Y los sobrevivientes se contemplan el rostro,
sonríen de mañana en el espejo
y dan otra vez y otra vez y otra vez el primer paso.




DEL ASNO

Un jumento cargado por la angustia de absurdos costales
apetece el salitre florecido en la ventana.
Hirsuta la piel de su terrible forma, de su especie
lejana de mirar cuando lo evoco al margen de todo lo mortal.
Soporta al mundo con lenguetadas pacientes, con soplidos
naturalmente violentos que anticipan el andar
penoso entre las piedras que rijen este suelo.
Hijo, también, de estúpidos pecados, va de culpa
en culpa rebosando el forzudo lomo de cosas del pasado:
mentiras que propuso aquel día por medio de una fábula de música,
su proverbial poder erectivo y longitudinal envidiado,
la atención que prestara a hembras impecables de pelaje pluvial
y olores del más agrio paraíso.
En la fe de su lengua salitrosa me reflejo, pero inútil a la carga,
insensible al contenido regio de tanta mercancía:
mi arriero es siempre el dios, sus látigos el tiempo.
Triste descanso el paladar en la ventana del poeta.
Al igual que Apuleyo, persisto en el secreto de paladear la rosa
y espero los sabores de la miel exaltada que a su tiempo
la diosa me promete.






Click para:

Volver a la página inicial
Poemas de Benjamín Valdivia
Traducciones de algunos poetas favoritos
Una semblanza del autor
Actividades por área de interés

Email: valdivia@quijote.ugto.mx