CRONICA DE LOS CARNAVALES EN HUAMANGA '97
Por: Alberto Eyzaguirre*
Dice el adagio popular: "Huamanguino de honor, músico, poeta o cantor". Esto es lo que he comprobado en un reciente viaje de retorno a mi querida tierra con motivo de los carnavales. Si bien esta festividad ha sido asimilada de occidente por nuestra cultura popular, cada región del país se ha encargado de dotarle de un contenido diferente, peculiar. En la histórica ciudad de Huamanga, los carnavales, han logrado conformar una identidad propia, donde confluye, básicamente, la dulzura y picardía del pueblo quechua, con la elegancia e ingenio del mestizo. En los carnavales de Río de Janeiro se exacerba lo artificioso en lo estético, en lo rimbombante, pomposo, incluído -sin caer en puritanismos- la morbosidad.. En los carnavales huamanguinos es el alma quechua que aflora. Barrios, asociaciones, instituciones y familias enteras, pasean orgullosas por calles y plazas, bailando y entonando dulces melodías, compuestas para la ocasión. Incluso el vestuario que emplean las comparsas respeta la armonía del medio andino que lo acoje y no "desentona" como ocurre, por ejemplo, en Cajamarca que es un remedo, en sus "personajes", de los carnavales de Viena. El carnaval ayacuchano, por su autenticidad, merece el reconocimiento y agradecimiento de todos los peruanos.
Masiva participación
Este año, la participación de la población huamanguina ha realmente "desbordado" las calles y plazas. Centenares de ayacuchanos organizados en sus famosas "pandillas" (comparsas carnavaleras guiadas por un "capitán) de hasta 100 integrantes desfilaban por las principales calles el 9, 10 y 11 del pasado mes de febrero, con el único fin de exteriorizar su alegría al son de las guitarras, mandolinas, quenas, violines, acordeones, tinyas y pitos.
La consabida quema del "Ño Carnavalón" (la gente del pueblo lo llama "Niño Carnavalón", lo de "Ño" les resulta extraño), a través de la lectura del "testamento", se ha convertido en oportunidad para que la población exteriorize sus frustraciones, reclamos e insatisfacciones, convirtiéndose en la práctica en una auténtica válvula de escape social. Esto, en una ciudad convulsionada como Ayacucho es muy necesaria. Días antes, se realiza un concurso de "testamentos", resulta ganador quien mejor exprese y cumpla con este fin. Este año, además de las infaltables quejas contra el alcalde, prefecto y autoridades militares y policiales, se satirizó las constantes visitas del monseñor Cipriani a la embajada japonesa en Lima. Tampoco se libraron los terroristas del MRTA, quienes fueron duramente censurados..
Es cierto que no se puede afirmar que sea una festividad "pura" sin contaminación foránea, pues se sigue eligiendo una "Reina" del Carnaval, al igual que se inicia y termina con el "Ño Carnavalón". Sin embargo, entre todas las formas de celebrar que existen en el Perú, en Ayacucho, realmente aún se siente la fuerza de la milenaria cultura andina cantando y bailando en el siglo 2000. Cultura ancestral que no niega el desarrollo ni la modernidad, pues, al asimilar costumbres foráneas, sabe dotarlas ingeniosamente de un contenido propio.
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*Presidente del Círculo Cultural "Tradiciones de Huamanga".