El valor del trabajo se mide como el de cualquier
otra mercancía. El salario que el capitalista paga al asalariado, a
cambio de la fuerza de trabajo que le vende este último, equivale a la
cantidad de trabajo social necesario para producir las mercancías
indispensables para la vida del obrero y su familia. Se paga el trabajo
humano por su valor, de acuerdo con la ley general del valor que es
aplicable a todas las mercancías.
Marx formula esta proposición por así decido como sobre entendida, como
evidente. En general cuando se formula como evidente una proposición, es
porque se presta a discusión.
Marx dice: Como el obrero llega al mercado de trabajo para vender allí
su fuerza de trabajo, es necesario que ésta le sea pagada por su valor.
Y, agrega, en este caso el valor no puede ser sino lo mismo que es
siempre, es decir, algo medido por la cantidad del trabajo. Pero no se
trata exactamente de la cantidad de trabajo necesaria para producir un
trabajador, lo que nos obligaría a salir de los cambios sociales y nos
llevaría a los cambios biológicos. Es necesario suponer que la cantidad
de trabajo que medirá el valor de la fuerza de trabajo es la de las
mercancías que el obrero necesita para sobrevivir él y su familia.
La dificultad de esta proposición reside en que la teoría del
valortrabajo se funda en el carácter inidentificable del trabajo en
tanto que principio del valor, y en que, en la segunda proposición,
cuando se trata de las mercancías necesarias para la vida del obrero y
de su familia, aparentemente salimos del ámbito de lo cuantificable. En
este último caso, se trata, en efecto, de una suma definida por el
estado de las costumbres y de la psicología colectiva, hecho que el
propio Marx reconoce. Por esa razón Schumpeter declaraba que la segunda
proposición de la teoría de la explotación no era más que un juego de
palabras.
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