Poemario
para web de
Barlovento
Conocí a Barlovento en una de mis escaramuzas por un depártamento
público. Ya obnubilado por la frialdad del edificio, que hacía
aún más terrible las extensas jornadas de espera en pos
de alguna argucia legal o documentaria, Barlovento me dejó entrever
una de sus crónicas. De ahí comenzó un extenso epistolario,
en cuyo último contacto, me deja noticias de una movilización
de trabajadores públicos. Desde su trinchera de reinvindicaciones,
lanza este poemario casi improvisado que contribuye a nuestra literatura
regional.
Introducción
Barlovento = de donde sopla el viento.
Seudónimo de Fernando Sepúlveda Chavarría, chileno,
porteño de tomo y lomo (más de tomo que de lomo), casado,
45 años, bien mueble comunitario de cuatro hijos (una Eva y tres
patanes), funcionario público.
Jamás ha ganado un concurso, jamás ha publicado fuera de
la web, ha competido sólo una vez (Centropético, Madrid,
2004, semifinalista).
Estériles Precauciones
La cautela de mis pasos,
mi seguro de accidentes,
los consejos amistosos,
mi experiencia clandestina,
la carrera funcionaria,
de nada me han servido.
Fueron defensas inútiles,
estériles precauciones,
obstáculos de tramoya,
parapetos de papel.
Tu amor llegó a sentar reales,
sin concesión ni permisos,
sin viento ni aspavientos,
sin pasaje ni retorno,
como condena con costas,
como huracán de romance,
como aluvión de ternura,
como aguacero de besos.
Atendido lo expuesto:
¿servirá de algo comprarme
un nuevo impermeable?
Arriba
Contagio por contacto
Algo así ha de haberle
ocurrido a mi cuerpo:
adquirió un virus,
peligroso, conocido,
implacable e incurable.
Un virus que tú me contagiaste:
con tus besos,
con tu cuerpo,
con tus gritos
y susurros.
Un virus que vive
en el sabor de tu boca,
en la humedad de tu sexo,
en el ancho de tus muslos,
en la tersa piel de tus caderas.
Un virus que no admite cura:
solo tratamiento.
Para calmarlo,
dicen los entendidos,
para poder combatir
la febril inquietud que provoca,
las insomnes noches que acarrea,
los cansados párpados que no cierra,
el jadeante anhelar que le acompaña,
hay solo una receta:
tú.
Lecciones de Canto
He captado tu paso sigiloso
antes de que la aurora
rompiese la noche
de los corredores.
He sentido tus ojos en la sombra,
tus ojos prisioneros
como canaritos.
He palpado tus manos heridas
como tierra sembrada,
en las que germina el sueño
de un mejor mañana.
Y he aprendido
del odio de los esclavos
en el instante que precede
a la revuelta.
Arriba
Memoria Frágil
Ya no recuerdo
en que día naciste,
ni en que jornada
tú y yo nos conocimos,
ni qué tan cargado
te gustaba el café.
El tiempo se ha llevado
tu risa de contenta,
tus lágrimas de pena,
tu aroma evocador.
Se han ido las palabras,
los susurros
y las lecciones
de derecho procesal.
Ya no tengo el tacto
de tu piel entre mis manos,
ni el sabor de tus besos
en mi boca,
ni el calor de tu cuerpo
entre mis sábanas.
Hoy por hoy
solo recuerdo tus ojos,
tus bellos ojos.
El brillo que en ellos asomaba
cuando jugabas con niños,
la chispa de malicia
al contar tus chascarros
y ese parpadeo
que hacían en el lecho,
justo antes de cerrarse,
cuando llegábamos juntos
a la cima del amor.
Arriba
Tarde de Sábado
Ahíto de mi la tersura de tu vientre
y llenos de mis besos los cuencos de tus manos.
Mis ojos que se cierran al roce de tus senos
y dentro de tu boca la sal de mi distingo.
Tu risa que estalla cual precoz primavera
y un sueño de quirófano que inunda mi carne.
Es sábado en la tarde,
último día de la semana:
día que Dios eligió para el descanso.
Pero nosotros, en cambio,
no hemos tenido tregua.
Desde el mismo momento
que llegaste a mi puerta,
con tu cara de pena
y tu cuerpo de gloria,
con tu clara palabra
y tus roncos gemidos,
con tus besos de labios
y tus ansias de lucha,
hasta ahora, mi amada,
en que el roce de tu pelo
en mi lado derecho
me convoca nuevamente
a otra ardua y exquisita jornada.
Sana Envidia
Dichoso el sol
que entra por tu ventana,
besa tu cara y tu cuerpo acaricia.
Dichosa el agua
que por la curva de tus caderas
desliza su tibia mano.
Dichoso el viento
que lleva y trae tu aroma,
tus cabellos mece
y en tu oído susurra.
Feliz el techo que te cubre,
la sábana que te envuelve
y el pan que te da vida.
Gozoso el suelo
por el que tus pasos andan,
el tímido farol que tu calle ilumina
y la clara pared en que luce tu sombra.
Bienaventurados tus días,
tus noches,
tu tiempo.
Arriba
Recetario magistral
Para días nublados,
la luz de tus ojos.
Para noches calladas,
el eco de tu voz.
Para ardientes mediodías,
el fresco de tu boca.
Para el anochecer,
tu cuerpo.
Aromas y sabores
Variados como los colores
que estallan en las flores
en esta época del año,
son los aromas y los sabores
del sexo femenino.
Esta exquisitez erótica
llena los sentidos con placeres infinitos
y es objeto de culto
para todos los machos de nuestra especie.
Los hay delicados y sutiles
y los hay fuertes y rotundos.
Los hay claros y límpidos
y los hay espesos e hirsutos.
Los hay generosos y llanos
y los hay esquivos y tímidos.
La experiencia del amante
no está completa
hasta no haber saboreado
los espesos caldos que fluyen
de un sexo de mujer.
Y hasta no haber obtenido
de aquella sublime vivencia
las lecciones de que
en la variedad está el gusto,
y de que no es cierto aquello de que
cuando has probado uno
los has probado todos.
Arriba
High & Bass
Hay días
-los menos-
en que intento
otra mirada.
Hay veces
-escasas-
en que procuro
otra forma.
Más intensa,
más profunda,
más aguda
y más tenaz.
Uso entonces
microscopios,
largavistas
y el tarot.
Me recubro de refranes,
de discursos y de versos,
de sentencias y ademanes,
como un hereje converso.
Izo banderas llameantes,
hago gestos convocantes,
redacto frases punzantes
y ocurrencias hilarantes.
Son ráfagas de delirio,
aconteceres fugaces,
una especie de martirio
que me impide hacer las paces.
Pero nunca dura mucho.
Casi siempre es poco tiempo.
Jamás he iniciado algo
y proseguido el intento.
Se me agotan la ocurrencia,
el empuje y la paciencia.
Se me acaban la pasión,
el empeño y la emoción.
Lo que partió en un galope
de brioso caballo inglés
termina en trote de burro
haciendo huella al revés.
Y así será para siempre
porque está en mi condición:
terminar a pie el camino
que comencé en un avión.
Son los altos y los bajos
a los que llamo avatares.
Son las cimas y los llanos
de mi vida y sus pesares.
El Rey de Siam
Escrito está y escrito quedará.
..... Aunque palabras son palabras y van
al viento, palabras sacan palabras y así se tejen guirnaldas de
luces y de flores que luego adornan murallas sombrías y vidas sin
sentido.
..... Aunque perseguida sea, la palabra encuentra
el modo, la ocasión y su destino.
..... Aunque prisionera en un libro, la palabra
salta al ruedo a la primera vuelta de hoja.
..... Aunque amputada de emoción,
la palabra suda y palpita con tu aroma.
..... Aunque dirigidas a otra, estas palabras
anidarán en tu corazón y morarán perpetuamente allí,
estelares, frías y elocuentes.
Arriba
Barlovento (Fernando Sepulveda)
2004
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