Planteamiento del Problema.
Colombia ha venido padeciendo en las últimas cinco décadas una ola de violencia, día a día más creciente, caracterizada por asesinatos de toda índole, desapariciones, secuestros, extorsiones (Gonzalo Sánchez, 1987) (Alvaro Camacho, 1990) ; inicialmente como una expresión de lucha política por el poder formal del Estado en sus más altas esferas y posteriormente sumándose otros componentes sociales como la delincuencia común, el narcotráfico y el terrorismo (Orlando Fals Borda, 1996) . Los índices de violencia superan en proporciones significativas a lo que pueda ocurrir en cualquier otro país que no se encuentre directamente comprometido en una guerra (Estanislao Zuleta, 1991) . La Defensoría del Pueblo ha expresado que en nuestro país se presentan más de 30.000 muertes violentas al año, obligando a hablar de un fenómeno de violencia estructural. En la ciudad de Cali, por ejemplo según datos de la Consejería Desepaz (1997) , la tasa de homicidios se ha incrementado cuatro veces desde 1993, cuando se tenía una tasa de 23 por 100.000 habitantes hasta 102 por 100.000 habitantes en 1996. Este fenómeno ha llevado a que se ubique a nuestro país entre los países más violentos del mundo y a peligrosas generalizaciones que sostienen la hipótesis de que pertenecemos a una “Cultura de la Violencia”. Este panorama de terror ha generado un clima tenso y hostil en los ciudadanos que sólo atinan a reaccionar con angustia y escepticismo.
En estas circunstancias ha cobrado gran importancia hablar de paz y convivencia pues la gente siente que se ha quebrado el orden “natural” de los vínculos interpersonales y las relaciones sociales. El problema de la convivencia adquiere más importancia en la medida que la vida va perdiendo terreno en el contexto de las luchas entre los que codician el poder. Hoy día, todos los sectores sociales resaltan la importancia de elaborar propuestas de paz en términos esencialmente de crear condiciones para resolver los conflictos de manera pacífica y diminuir la utilización de formas violentas. De acuerdo a COLCIENCIAS, los estudios sobre la violencia y el conflicto realizados en Colombia le permiten ocupar el primer lugar a nivel mundial. Estos estudios se han centrado en la violencia como un producto social y solamente en las conclusiones han destacando la importancia de que se avance en una dirección preventiva y educativa, que contribuya a la democratización de la sociedad y a la construcción de la convivencia. Por ejemplo el estudio “El Cali que queremos” se refiere a la necesidad de la construcción de una cultura para el desarrollo humano mediante acciones educativas integrales para la convivencia, la democracia y la participación ciudadana. Por lo tanto, además de pensar en estrategias correctivas de la violencia, a través de propuestas y diálogos de paz, es necesario trabajar preventivamente para contrarrestar de raíz los factores causales de la violencia estructural. En estas circunstancias surge la imperiosa necesidad de construir caminos para entender y fortalecer los procesos de convivencia tratando de sobreponer al discurso negativo de la violencia, el lenguaje creativo de la convivencia.
La violencia en Colombia no es más que la resultante de la sumatoria de los actos u omisiones intencionales de todos los colombianos. En este contexto, es pertinente preguntarnos de qué manera y en que sentido los psicólogos colombianos estamos contribuyendo a recrear y reproducir esta situación de violencia. Realizamos nuestro trabajo profesional haciendo caso omiso de la existencia de este problema? Actuamos de manera reactiva frente a este fenómeno, quedándonos reducidos al trabajo de la rehabilitación, la intervención en desastres y la realización del inventario sobre los efectos psicosociales de la violencia? Estamos cooptando los subproductos de la violencia y convirtiéndolos en un negocio rentable y respetable, que no modifica en nada la situación del país?. O escasamente introducimos modificaciones en el contexto personal del que puede pagar un servicio psicológico? En el nivel personal nos colocamos como espectadores pasivos o como víctimas de la violencia social? La indiferencia, la apatía, la pasividad, además de ser indicadores de un estado depresivo es el terreno a partir del cual se legitiman y se afirman las acciones de los violentos.
Tenemos la responsabilidad de desarrollar estrategias de trabajo psicológico que contribuyan a revertir este proceso y a construir una cultura de la convivencia.
Al interior del “Grupo de Investigación en Psicología Comunitaria” de la Universidad del Valle y del “Programa de Educación para la Participación y la Convivencia Cudadana” EDUPAR hemos asumido el reto y estamos construyendo una estrategia investigativa y de intervención psicosocial que apoye los procesos de educación ciudadana para la convivencia. Trabajamos con un grupo de 30 líderes del Barrio Calimio-Decepaz de la ciudad de Cali. Presentaré algunos avances que se derivan de esta experiencia, realizada con la financiación de COLCIENCIAS .
No podemos plantearnos el problema de la convivencia sin haber hecho
una observación y descripción de la vida cotidiana de un
sector de la comunidad. A partir de esta descripción nos preguntamos:
¿Cuáles son los núcleos temáticos y las
prácticas culturales alrededor de las cuales se producen relaciones
de reconocimiento, aceptación, intercambio, encuentro, compromiso
y fortalecimiento de los vínculos personales y comunitarios?.
¿Cuál es la relación entre estas prácticas
culturales de convivencia y el desarrollo integral de las personas?
¿A partir de esta información, qué acciones educativas
pueden conducir al fortalecimiento de la convivencia social?
La racionalidad que puede orientar el trabajo psicológico sobre
la convivencia.
Para responder a las anteriores preguntas nos preguntamos ¿hasta
qué punto los paradigmas clásicos del conocimiento que adoptamos
los psicólogos generan, mantienen o fortalecen los problemas que
supuestamente pretendemos resolver?
¿La pretensión del conocimiento como el ejercicio de
la razón asertiva donde un pensamiento racionalista, analítico,
reduccionista y lineal vinculado a los valores de la expansión,
la competición, la cantidad y la dominación ha impulsado
la idea del control sobre la naturaleza y el comportamiento humano, tendrá
algo que ver con el problema actual? ¿No es este un pensamiento
orientado por la codicia de poder? Consideramos que la racionalidad funcional
e instrumental, centrada en la producción de conceptos cerrados
o Ratioides, que convierte al comportamiento humano en un objeto a ser
manipulado por otros, se encuentra en la raíz misma del problema
de la violencia.
Para abordar el tema de la convivencia nos identificamos con la posición de Fritjof Capra que propone una razón integrativa orientada por un pensamiento intuitivo, sensible, sintético, holístico, histórico, dialéctico y crítico donde se realicen los valores de conservación, cooperación, calidad y asociación, que respetan el proceso de la vida y la dignidad de los seres humanos. Consideramos que este sería un pensamiento orientado por la compasión en el sentido budista del término, o mejor, por el amor desinteresado hacia los demás. Por tal motivo, este trabajo pretende ser un ejercicio de la razón sensible al servicio de la vida, donde la producción del conocimiento sea un acto estético que nos vincule cariñosamente con las personas involucradas en el proyecto común de vivir y conocer para amar.
Al interior de este paradigma integrativo trabajamos desde una perspectiva psicosocial. El ámbito de lo psicosocial es el campo de la interexperiencia, donde, a partir de la interacción y el intercambio de significados entre las personas, se configuran los procesos y objetos en función de los cuales construimos nuestra subjetividad, nuestra identidad, la realidad personal, social y cultural que hacen parte de nuestra vida cotidiana. Este ámbito es entonces un contexto relacional. Desde esta perspectiva, la experiencia individual, es desde el nacimiento de la persona, un ámbito relacional. La experiencia personal no es algo interno inherente al individuo sino el producto de la interiorización de las relaciones o interacciones sociales que han hecho parte de la vida del individuo y que permanentemente se transforman, se mantienen o debilitan de acuerdo a las relaciones que el individuo mantiene con otros en el presente inmediato. Mi experiencia personal en este momento depende de las relaciones que aquí y ahora entablo con los que me escuchan o me interpelan, y como tal no se encuentra en mi interior y si hubiera que establecerse una dicotomía entre lo interior y lo exterior se encontraría fuera de mi cuerpo y en este lugar. Por lo tanto, toda experiencia personal es social y relacional. La experiencia colectiva desde una perspectiva psicosocial se refiere al grado de confluencia, en el acuerdo o desacuerdo al que puede accederse entre dos o más personas. Se refiere a la consciencia del compartir un conjunto de significados que hacen posible las relaciones de acuerdo o desacuerdo entre las personas.
De acuerdo a Berger y Luckmann , acercarnos psicosocialmente al estudio de la vida cotidiana implica reconocer que la aprehendemos como una realidad ordenada que se presenta en pautas: “Vivo en un lugar geográfico, uso objetos determinados y me muevo en una red de relaciones humanas. La realidad de la vida cotidiana se organiza alrededor del “aquí” de mi cuerpo y el “ahora” de mi presente. Este aquí y ahora es el foco de la atención que presto a la realidad de la vida cotidiana. La realidad de la vida cotidiana no se agota por estas presencias inmediatas sino que abarca fenómenos que no están presentes “aquí y ahora”. Experimento la vida cotidiana en grados diferentes de proximidad y alejamiento, tanto espacial como temporal”. En la dimensión espacial identificamos diversas categorías de contextos, desde el nivel microsocial donde localizamos la persona y su experiencia de si, avanzando en el seguimiento de niveles contextuales y relacionales cada vez más amplios, como la relación con el otro o la otra y el pequeño grupo de referencia, la familia, el vecindario, el barrio, la comuna, la ciudad y los ecosistemas correspondientes hasta al nivel macrosocial más amplio. En la dimensión temporal identificamos los ciclos de la vida cotidiana que se repiten en pautas de comportamiento y de relación especificas para cada unidad temporal. Identificamos en este trabajo el ciclo diario, semanal, mensual, anual, vital e intergeneracional que permite acceder a procesos que van más allá del nacimiento y muerte de los individuos.
A partir de la descripción de la vida cotidiana podemos identificar los significados que son intercambiados en los procesos de comunicación e interacción, así como los procesos objetivos y subjetivos mediante los cuales se construyen y mantienen como válidos dichos significados. En una dimensión objetiva identificamos los procesos de institucionalización expresados en las formas de organización y distribución de roles en los programas institucionales, así como los diferentes niveles y estrategias de legitimación desde la conceptualización incipiente hasta el conocimiento científico-técnico y los universos simbólicos propios de las formaciones socioculturales. Accedemos así a la comprensión del papel que las instituciones y la estructura social juegan en la configuración de la vida cotidiana y viceversa. De forma complementaria en la dimensión subjetiva identificamos los procesos de socialización primaria y secundaria asi como los procesos de identificación social que nos permiten acceder a la manera como ha sido interiorizada la sociedad y se ha configurado una subjetividad que se concreta en la experiencia sensible de las personas.
De esta forma este enfoque psicosocial nos permite acceder conceptualmente a los fenómenos sociales tanto en su dimensión objetiva como subjetiva de una manera integral, haciendo posible reconocer de una manera ordenada la complejidad de la vida cotidiana y la realidad social.
Una vez reconocida la realidad de la vida cotidiana como el contexto humano fundamental, podremos enfocar lo que entendemos por convivencia. Siendo coherentes con nuestro marco conceptual, el primer paso necesariamente es el de acceder al conjunto de significados relacionados con la convivencia que expresaron los participantes de esta experiencia. Para ellos: “Convivir se refiere al hecho de “vivir con”, es decir que se refiere, en primer lugar, al proceso integral de la vida, y en segundo lugar, a que esa vida se da en relación con otros. Convivencia es la forma como nos relacionamos con los demás”. “El hecho de que haya una relación no implica necesariamente que esa relación sea de convivencia. Hay personas con las que coexistimos y personas con las que convivimos. Igualmente convivimos con la naturaleza, con plantas y animales, con todo lo que nos rodea como seres vivos, con todo lo que podemos mirar, tocar, oler, sentir, admirar y soñar. Por lo tanto no es la coexistencia con otros lo que define la convivencia sino la calidad de esas relaciones”.
De acuerdo con los aportes de este grupo, la convivencia se refiere
a la calidad de la vida resultante de las relaciones en las que nos involucramos.
El preguntarnos por la calidad de las relaciones interpersonales nos remite
al estudio de las formas de vincularnos los seres humanos entre si. Pero
más allá de ello, estudiar estas relaciones desde el punto
de vista de la convivencia nos remite a desentrañar las relaciones
con la vida en sus diferentes niveles de complejidad llevándonos
a hacernos preguntas como las siguientes:
- Nuestro modelo de desarrollo económico y social hace
posible la preservación de la vida del planeta?
- Estamos permitiendo que la vida de los demás pueda realizarse
de manera libre y creativa?
- Aceptamos a los demás sin distinción de credos, agrupación
política, origen social o étnico, sexo, género u orientación
sexual?
- Permitimos vivir libremente a los seres que amamos?
- Nos permitimos a nosotros mismos experimentar la vida, dando rienda
suelta a nuestra libertad de sentir plenamente?. Nos hemos llegado a aceptar
hasta el punto de saber amarnos a nosotros mismos?
- Es nuestro amor por los demás una extensión del amor
propio o nos relacionamos con otros para huir de nuestra soledad?
El estudio de la convivencia nos remite pues a caracterizar las formas en que las personas se vinculan entre si, desde el nivel personal, siguiendo por niveles interpersonales cada vez más amplios, hasta la forma en que se vinculan con la vida y la naturaleza como una totalidad más amplia, a la vez que nos remite a caracterizar la génesis y desarrollo de los vínculos sociales. Entonces, desde esta perspectiva psicosocial y holística, entendemos la psicología de la convivencia como el proceso de reconocimiento, elaboración, fortalecimiento y/o transformación de nuestros vínculos interpersonales de tal forma que hagan posible la realización de la vida.
Uno de los desarrollos actuales de la psicología que más ha contribuido al trabajo sobre la convivencia es el enfoque de la “Terapia del Reencuentro” desarrollado por Fina Sanz . De acuerdo con la autora concebimos el trabajo sobre lo psicosocial a partir de la autopercepción que las personas tienen de sí mismas, de su forma de relacionarse o vincularse con las demás y de su contexto sociocultural. Esto es lo que la autora denomina el Espacio Personal (EP) que se desglosa en el Espacio Interior, el Espacio Relacional y el Espacio Social: “Según una persona se siente, se percibe, según sus valores y creencias, se relaciona con los/as demás de una forma u otra. Ese sistema de creencias y valores son fundamentalmente sociales. Y a su vez, una sociedad que funciona con base en un sistema de valores educa a sus miembros para que se relacionen de acuerdo a la interiorización de los mismos. Todo se produce coordinadamente”. (Sanz, 1993) . Es decir que reconocemos una relación dialéctica entre la estructura socio-cultural y la experiencia de la persona que se concreta, se interioriza, se exterioriza, se desarrolla y cambia a través de las formas de relación o los vínculos entre las personas : “La forma en que los individuos de una sociedad se vinculan afectivamente es una clave para entender la estructura social. O dicho de otra forma: cada sociedad educa afectivamente a sus miembros para que reproduzcan o mantengan un orden social establecido” (Sanz,F.1995) . De esta autora retomamos algunas estrategias que serán descritas en la metodología de trabajo.
El papel del conocimiento sensible.
No es suficiente contar con unos valores ideales y un enfoque conceptual
explícito para abordar el problema de la convivencia. Para actuar
en consecuencia es necesario adoptar un método de trabajo que sea
coherente con el objeto de investigación, los intereses y valores
que lo orientan. En este sentido reiteramos que el fin no justifica los
medios. Para estudiar los procesos de convivencia, debemos construir los
escenarios y las situaciones donde las relaciones de convivencia y la posibilidad
de su estudio sean evidentes y estén al alcance de los interesados
a la vez que respeten su naturaleza intrínseca: “La vida social
en su totalidad está inmersa en una atmósfera estética,
la vida está hecha ante todo y cada vez más, de emociones,
de sentimientos y de afectos compartidos” (Maffesoli, 1997 ). Por tal motivo
la estrategia metodológica debe reconocer y respetar la dimensión
sensible y afectiva de los procesos de convivencia.
En esta dirección hemos adoptado los principios y procedimientos
de la Investigación – Acción- Participativa, buscando ser
cada vez más precisos en la implementación de técnicas
de recolección y procesamiento participativo de la información
que no distorsionen el carácter sensible y la dimensión afectiva
de la convivencia.
Cuando se habla de la Investigación-Acción-Participativa
nos referimos un procedimiento metodológico sistemático,
insertado en una estrategia de acción definida, que involucra a
los beneficiarios de la misma en la producción colectiva de los
conocimientos necesarios para transformar una determinada realidad social
(Arango,C. 1995) . Como muy bien lo señala Schutter (1981)
se trata más de una estrategia metodológica para la acción
que genera conocimiento, que una estrategia metodológica orientada
a la producción del conocimiento. Desde este punto de vista la producción
del conocimiento está subordinada a la realización de acciones,
y es en esas acciones donde se valida el conocimiento producido. Al integrar
una metodología de investigación que es sistemática
sobre procesos activos, se constituye en sí misma en una estrategia
de acción definida, a través de la cual se generan conocimientos
colectivos. Por lo tanto no es solamente una estrategia de investigación
sino también una estrategia de educación popular (Fals-Borda,1990)
.
La metodología adoptada está orientada a la creación de una situación donde pueda darse una “experiencia abierta de aprendizaje” es decir “una situación en la que un grupo de personas, a las que se puede llamar coeducandos, se reúne para crear y mantener un clima de relaciones interpersonales significativas, que facilite el desarrollo de un ambiente de aprendizaje que promueva el crecimiento integral de los participantes” (Gómez Del Campo, 1978)
Esta metodología tiene en cuenta tanto la dimensión racional como la emocional del proceso de aprendizaje. El paradigma de investigación a través de la acción, permite integrar las investigaciones recientes que afirman de la existencia de una inteligencia racional y una emocional en todas las personas de tal manera que “el intelecto no puede operar de manera óptima sin la inteligencia emocional” . “El antiguo paradigma sostenía un ideal de razón liberado de la tensión emocional. El nuevo paradigma nos obliga a armonizar cabeza y corazón” , de tal manera que el conocimiento sensible vuelva a ocupar un lugar en el espacio público.
En esta dirección nos acogemos a la propuesta educativa de Humberto Maturana cuando plantea que la experiencia educativa debe constituirse a partir de un contexto relacional donde lo social se exprese y desarrolle plenamente. Para ello desarrolla su teoría sobre la biología del amor, “el curso que sigue la vida es el de las emociones, no el de la razón” y donde el amor, por ejemplo, “es el dominio de conductas relacionales a través de las cuales el otro surge como un legítimo otro en convivencia con uno; y la agresión es el dominio de las conductas relacionales a través de las cuales el otro es negado como legítimo otro en convivencia con uno”. También sustenta la idea de que “no hay que enseñar valores sino vivirlos” por lo que la mirada del profesor (e investigador) debe dirigirse a acoger a la persona en su totalidad y legitimidad y no al resultado del proceso educacional”.
Retomando estos principios desarrollamos una metodología de investigación donde se trabaja vivencialmente a partir de las emociones que dan vida a las relaciones de convivencia. En el cuadro anexo presentamos un esquema del proceso metodológico implementada en seis etapas:
FASES EN LA INVESTIGACION-ACCION-PARTICIPATIVA
I. Montaje institucional y metodológico de la investigación.
Tres reuniones y un taller.
II. Caracterización de la convivencia en el contexto de la vida
cotidiana. Técnicas básicas entre otras. Historias de vida
participativa y mapas parlantes. 14 Talleres.
III. Análisis participativo de la convivencia en referencia
a los vínculos sociales y los ciclos de la vida cotidiana.
14 talleres.
IV. Definición de núcleos problemáticos y prácticas
culturales dinamizadoras de la convivencia. 5 Talleres.
V. Formulación de propuestas de acción. 6 Talleres.
VI. Evaluación y sistematización del proceso. 2 Reuniones.
El proceso de recolección de la información correspondiente a la segunda etapa se realizó en dos direcciones. En la primera se estudió la convivencia como experiencia individual donde se integraron técnicas vivenciales en el marco de la realización de “Historias de Vida Participativas”(Montero, 1991) . En la segunda se estudió la convivencia barrial como un problema práctico a ser manejado por los líderes, donde se utilizaron los Mapas Parlantes (Bonilla y Findji ) como técnica facilitadora.
LAS RELACIONES DE CONVIVENCIA.
En esta exposición presentaré solamente los resultados
relacionados con la caracterización de la convivencia obtenidos
a partir de la experiencia personal de los líderes, la cual nos
permitirá captar algunas dimensiones a trabajar desde una psicología
de la convivencia.
A partir de la descripción del mundo personal, se estableció el orden de importancia que las diversas categorías de relaciones de convivencia tienen para los líderes, encontrándose una mayor valoración de las relaciones con la naturaleza, la familia, la comunidad, la gente y los amigos, quedando en los últimos lugares la relación consigo mismo y el mundo del trabajo.
En términos generales, podemos afirmar que las relaciones consigo mismo, entendidas como el cuidado de sí mismo y la búsqueda de armonización interior han sido desplazadas por las funciones familiares y las obligaciones laborales que tienen los participantes.
Las relaciones familiares se configuraron como el referente principal de la convivencia. Todos los participantes plantearon un ideal de familia e invierten gran parte de su atención y energías en la realización de este ideal. Objetivamente se identificaron pocos casos de familias nucleares, la tendencia general es la mujer cabeza de hogar, con varios hijos, a veces de varios padres. El proceso real de conformación de las familias de origen como de los nuevos hogares ha sido vivido como un drama o destino inevitable de la vida, más que como una opción libre y responsable. La irrupción del amor y/o los embarazos tempranos, acompañados de una fuerte presión familiar, determinan la salida del hogar y la búsqueda de un nuevo horizonte. En algunos casos la mujer tiene que enfrentar sola este proceso de conformación de la nueva familia. La resultante es encontrar numerosos hogares constituidos de manera forzosa y hogares rotos.
Las relaciones de amistad se identifican como el modelo ideal de convivencia donde se da la aceptación incondicional del otro/a y se superan las relaciones de posesividad, celos, envidias, etc. Y se dan experiencias de solidaridad, cooperación y ayuda mutua de carácter desinteresado. Sin embargo, la experiencia general es la de realizar pocas acciones para cultivar y recrear las amistades y la sensación general de que la sociedad de consumo instaura valores y dinámicas antagónicas al ejercicio de la amistad.
Las relaciones comunitarias: Todos los participantes realizan de manera gratuita y voluntaria trabajo con la comunidad, promoviendo el desarrollo de proyectos de beneficio común. Muchos de ellos trabajan y dedican su tiempo libre a la vida comunitaria, dejando poco tiempo disponible para su familia e hijos. El grupo señala que el clima de convivencia que se da entre los diferentes líderes del barrio presenta características negativas. Los líderes se dedican a competir entre ellos y a buscar protagonismo ante la comunidad, sin tener en cuenta las necesidades colectivas y los intereses comunes. Se adelantan los proyectos buscando un beneficio personal y animados por una concepción egocéntrica del liderazgo y sin que se asuma una visión global del barrio. Esta situación es interpretada como el fiel reflejo de las acciones institucionales sobre la comunidad, donde se busca el protagonismo de la institución, no se da un verdadero trabajo de coordinación interinstitucional, se desconocen los problemas reales de la comunidad y se obtiene como resultante un desarrollo desordenado y desarticulador del tejido social.
Las relaciones laborales: El trabajo es uno de los aspectos de la vida cotidiana que es necesario asumir para subsistir pero que en sí mismo, en la mayoría de los casos, no es fuente de identificación ni de realización personal. La característica fundamental es su carácter rutinario y la impersonalidad de las relaciones que en él se dan. Es necesario destacar la gran cantidad de tiempo que los participantes de este sector social invierten en actividades y relaciones laborales, el alto grado de institucionalización de las tareas realizadas, que se expresa en la forma de rutinas y la poca importancia que las instituciones otorgan a las relaciones de convivencia en el desarrollo de sus programas, así como la ausencia de atención de las instituciones sobre los efectos que sus programas tienen en la convivencia social como una resultante de sus acciones particulares. Desde el punto de vista de la construcción de la convivencia tendríamos que interrogarnos sobre el mundo del trabajo como un espacio posible de creatividad y realización personal, que pueda proyectarse sobre el fortalecimiento de la convivencia social como un producto de las diversas acciones institucionales.
Las relaciones ciudadanas: Se identificó una tendencia a referirse a la gente a partir de informaciones de tipo impersonal proveniente de los noticieros y los medios masivos de comunicación. La gente hace parte más de un imaginario de origen virtual, que de una experiencia real de contacto y conocimiento de los habitantes del barrio. Se encontró una ausencia de reconocimiento y valoración de las características sociodemográficas de la población y de los diferencias étnicas, culturales, políticas y de orientación sexual que puedan existir en la comunidad. Solamente se mencionaron diferencias de carácter religioso relativas a las dificultades de comunicación y relación con los practicantes del cristianismo no católico. Por la influencia de los medios masivos de comunicación en la relación con la gente puede afirmarse la institucionalización progresiva de una cultura del consumo, competitiva e insolidaria, y la poca institucionalización de una cultura del reconocimiento explícito de las diferencias sociales, los derechos y oportunidades que permiten la coexistencia y convivencia entre personas diferentes.
Las relaciones con la naturaleza: Si bien las relaciones con la naturaleza son altamente valoradas en la experiencia subjetiva, se identificaron graves problemas relacionados con la insalubridad ambiental por la presencia de zancudos y de basuras y pocas actitudes y acciones orientadas a la conservación del medio ambiente.
A partir de este apretado resumen podemos afirmar que las relaciones de convivencia vistas en conjunto, presentan un panorama desarticulado y sin armonía donde la mayoría del tiempo se utiliza en la lucha por la subsistencia en el mundo del trabajo y el mejoramiento de las condiciones de vida y del reconocimiento personal en el ámbito de la vida comunitaria, donde las instituciones juegan un papel fundamental orientando un desarrollo desordenado. En un segundo plano encontramos el mundo familiar, que se vive más como un destino que como una opción libre, y frente al cual se proyectan las más profundas aspiraciones personales. Estos dos mundos, el trabajo y la familia absorben gran parte de la atención y energía de los participantes quedando relegadas las relaciones de amistad y el autocuidado o relación consigo mismo. Finalmente, se observa una relación descuidada con los demás ciudadanos y con el ecosistema o la naturaleza, relaciones estas mediadas por una cultura del consumo, insolidaria y competitiva impuesta por los medios masivos de comunicación.
LOS CICLOS DE LA VIDA COTIDIANA.
A partir del seguimiento al ciclo diario, semanal, mensual, anual,
vital e intergeneracional hemos podido objetivar algunos procesos estructurantes
de la convivencia y su relación con algunas neccesidades.
La realización de las necesidades biológicas básicas y el uso del tiempo libre. Los participantes describieron que diariamente se duerme y se despierta, se respira y se alimenta, se evacua y se realizan actividades de aseo, autocuidado y ordenamiento de la realidad más inmediata. Objetivamente el tiempo libre tiende a estar copado por los medios masivos de comunicación que irrumpen en la vida privada imponiendo mensajes que son recibidos de manera pasiva y acrítica. La carencia en este sector social de recursos económicos suficientes y la presencia de los medios masivos de comunicación, altamente institucionalizados por la economía de mercado y la cultura del consumo, permiten caracterizar el principal influjo del ciclo diario. El ciclo diario es normalmente vivido como algo rutinario y sin interés Este fenómeno cambia significativamente en los momentos en que las personas se retiran del influjo de estos medios y desarrollan una actividad de trabajo espiritual en diversas prácticas identificadas. En los días festivos se describen actividades del estar con los hijos, mayor descanso y conversaciones con familiares y amigos y en pocos casos se reportan actividades de autocuidado creativo.
La realización de las necesidades de la subsistencia. A partir del ciclo semanal se diferenció el día laboral del día de descanso. El día laboral comienza con el desplazamiento a los sitios de trabajo y se concreta en las actividades correspondientes a los roles de trabajo dentro de las programaciones institucionales o empresariales. A partir del ciclo mensual se identificó la manera como estos roles se estructuran en función de las programaciones institucionales Adicionalmente se describen las actividades relacionadas con el trabajo comunitario y las acciones de liderazgo no remunerado, igualmente regulado por las instituciones y la situación de inestabilidad de los desempleados.
Los participantes señalaron la notoria diferencia entre las actividades de los hombres y de las mujeres. Se comentó el exceso de trabajo y el poco descanso de las mujeres, en particular de las madres comunitarias y de las madres de hogar, quienes no tienen momentos reales de descanso ni de relación consigo mismas. Se identifica una situación de inequidad social adscrita al rol del género, y en particular al rol de madre.
La realización de las necesidades de identidad y participación cultural. A partir de la reconstrucción del ciclo anual, se identificó el proceso de recreación de la cultura en sus diferentes variantes de acuerdo a los orígenes étnicos de los participantes, así como el ciclo de fiestas comerciales de la sociedad de consumo. Se reconstruyó la secuencia anual de eventos y fiestas culturales alrededor de las cuales se realizan importantes experiencias de encuentro, celebración y convivencia colectiva. Cada uno describió con euforia y con nostalgia las tradiciones de sus tierras de origen y los esfuerzos que realizan para mantenerlas vivas. Si bien se pueden inferir altos niveles de identificación con sus culturas de origen, se observa incertidumbre ante la ausencia actual de formas de encuentro entre los habitantes del barrio a partir organizaciones étnicas o culturales claramente constituidos. Objetivamente, el ciclo cultural se ha visto alterado por los procesos de migración y cambio de contexto ecológico y cultural. Las condiciones sociales, económicas y técnicas han cambiado y no se observan procesos de promoción y desarrollo de alternativas y proyectos culturales, con excepción de la mención de un grupo de danzas folclóricas impulsado por uno de los líderes participantes.
La realización de la necesidad de participación política: La reconstrucción del ciclo anual permitió reconocer los ritmos y ciclos de la administración pública para la asignación de presupuestos a proyectos y programas y la aprobación de contratos. En función de este ciclo se dan relaciones de amistad entre miembros de la comunidad con los sectores de la administración que asignan recursos a los proyectos. Adicionalmente se menciona el proceso de ejecución de obras públicas en los períodos previos a las jornadas electorales, como un mecanismo de captación de votos de los electores. Se identifica una gran apatía, desinformación y ausencia de interés de la mayoría de los participantes frente al manejo de los recursos públicos, y el interés de unos pocos vinculados al desarrollo de proyectos. Objetivamente es evidente el alto grado de institucionalización de una cultura política clientelista y populista frente al manejo de los recursos públicos y la débil institucionalización de una cultura política democrática y participativa.
EL CICLO VITAL. Se refiere al proceso transcurrido entre el nacimiento
y la muerte de una persona y los eventos más significativos en ese
recorrido. Las regularidades encontradas a partir de las historias de estas
personas nos permiten afirmar que la mayoría de los participantes:
1. No ha contado en la primera infancia con vínculos afectivos
estables y sólidos. Han crecido en un contexto de conflicto y dolor
basado en experiencias de abandono con padres ausentes y madres que asumen
el hogar como una carga.
2. Han vivido una experiencia de migración familiar del campo
a la ciudad en un contexto de dificultades económicas y/o
persecución política.
3. Han reportado como una experiencia positiva la vida de escolarización
primaria y secundaria.
4. Se han vinculado al mundo del trabajo desde la temprana infancia
para ayudar a la subsistencia de su familia viéndose obligados en
muchos casos a abandonar los estudios. Se trabaja en diversas ocupaciones
dependiendo de la oportunidad, más que de la vocación o interés
y en pocos casos se describen opciones de vida profesional.
5. Han vivido la experiencia de conformación de nuevos hogares
como algo inevitable y forzado más que como una opción libre
y responsable de vida. La lucha por la conformación de la familia
ideal es la fuerza básica que orienta sus vidas.
6. Cada uno de los participantes ha adoptado una estrategia particular
para realizar la experiencia del amor. Se encontraron notables diferencias
en la manera como los hombres y las mujeres viven y asumen sus estrategias
de realización amorosa. La mayoría de los hombres describen
con orgullo historias de conquista amorosa y la mayoría de las mujeres
describen historias de abandono. Ambos se mantienen en la búsqueda
del verdadero amor o del hombre o la mujer de su vida. El dilema
del enamoramiento y la búsqueda permanente de un amor inalcanzable,
por un lado, y la experiencia del amor incondicional y desinteresado por
el otro, enmarcan las vidas de los participantes, y señalan el tema
fundamental del problema de la convivencia.
7. La enfermedad fue descrita como un evento que altera los ciclos
de la vida cotidiana y exige la revisión del estilo de vida y las
relaciones consigo mismo y los demás.
8. En todos los casos la muerte de un ser querido implicó cambios
profundos en el camino de la vida. Para este sector social la muerte es
un tema tabú, del cual no se habla, y que está profundamente
relacionado con la convivencia.
EL CICLO INTERGENERACIONAL O LA TRAMA DE LA VIDA.
La reconstrucción de las historias relacionadas con la formación
o disolución de la familia de origen, permitieron identificar una
trama de relaciones familiares, constituida alrededor de mitos y modelos
arquetípicos de identificación o rechazo personal, que se
transmite a lo largo de varias generaciones.
Los modelos arquetípicos de identificación masculina fueron:
Líderes políticos. Fundadores de pueblos, personas
emprendedoras, en ocasiones con mucho dinero, multifacéticos y mujeriegos.
Orgullosos de sus numerosas conquistas, dominantes e infieles con su compañera
o esposa. En algunos casos se reportan historias de persecución
política y enfrentamientos armados.
Hombres silenciosos. Trabajadores, fieles y reservados,
estrictos y religiosos, pobres y muy dedicados al hogar y a sus hijos,
defensores del modelo de familia tradicional.
Los modelos arquetípicos de identificación femenina fueron:
Mujeres abandonadas. Fieles, sometidas al marido, que han huido
de sus casas para buscar al hombre de su vida y se han quedado solas criando
a sus hijos, o que han repetido varias veces la historia de vincularse
nuevamente con el mismo tipo de hombre y el mismo desenlace. Usualmente
han recibido maltratos físicos y psicológicos.
Mujeres con poder. Solas y con capacidad de trabajo y autonomía que odian al marido y lo echan, tienen mucha dificultad o temor de mantener un vínculo estable.
Las “mujeres de cuatro en conducta”, mujeres liberadas que no coinciden con el modelo de familia tradicional, ni se quejan del abandono de los hombres.
Estos personajes o modelos arquetípicos establecen tramas de
relación que se repiten de generación en generación
de una manera bastante esquemática, y que son asumidos como el guión
de vida o el destino personal en algunos participantes. Dos ejemplos muy
evidentes identificados fueron:
1. Un abuelo mujeriego (mil amores) y una abuela sumisa y amargada.
Se dan situaciones de maltrato psicológico a la mujer. La madre
se rebela contra su padre (el abuelo) y lo echa de la casa. Esta
madre se vincula con otro hombre mil amores y la hija se rebela. Se presenta
la historia como un intento de romper el esquema de las mujeres sumisas,
sacrificadas, tolerantes y bobas.
2. La bisabuela, la abuela, la madre y la hija se han ido aburridas
de la casa con un hombre mayor que ellas. Ellas han sido fieles y sometidas
y los hombres han sido infieles, mujeriegos y maltratantes. El mensaje
transmitido de generación en generación ha sido. “Mi abuela
fracasó y de ahí salió mi mamá, mi madre fracasó
y ese fracaso soy yo y ahora tengo miedo de fracasar con mi hija”.
Si a partir del ciclo vital identificamos el proceso amoroso como el motivador fundamental de la convivencia, a partir del ciclo intergeneracional identificamos los contenidos que en la forma de mitos y modelos de identificación le dan significado a la trama de la vida. A partir de aquí nos encontramos con el reto de encontrar la manera para transformarlos. Esto implicaría el construir modelos diferentes de identificación y de relación entre hombres y mujeres.
3.6 CONCLUSIONES.
La convivencia se refiere a la manera como vivimos colectivamente.
Nuestras relaciones con nosotros mismos, los demás y la naturaleza,
son la consecuencia en un primer momento de nuestro aprendizaje y en un
segundo momento de la forma como consciente y deliberadamente optemos por
construir nuestro mundo. El criterio último de calidad de la convivencia
es la vida misma. Que la vida se exprese en toda su riqueza en nuestro
medio ambiente, que respetemos la vida de los demás y sus formas
de ser diferentes, que permitamos la realización plena de nuestros
seres amados y nos permitamos a nosotros mismos vivir plenamente, depende
de la capacidad que hayamos desarrollado para aceptarnos a nosotros mismos
plenamente y para vincularnos afectivamente con los demás y con
la vida como una totalidad.
En la dimensión subjetiva los procesos de convivencia son una resultante de la manera como hemos interiorizado el mundo de la cultura en la socialización primaria y secundaria y de la manera como hemos construido nuestra identidad personal y grupal. Como un producto del aprendizaje de la vida adquirido en el contexto del drama familiar donde se han producido identificaciones y rechazos, hemos adoptado un plan de vida que se concreta en la manera como nos vinculamos y nos relacionamos con los demás adoptando posiciones y roles determinados. El meollo subjetivo de la convivencia radica en el hecho de que “reproducimos un programa familiar, social o cultural a partir de experiencias y mensajes” interiorizados en las primeras etapas de nuestra vida a partir de la identificación con ciertos modelos o personajes arquetípicos. Imaginamos que gracias al hecho de comportarnos como ellos “seremos más queridos/as y tendremos el reconocimiento de la persona amada”(Sanz,1995).
En la dimensión objetiva, identificamos el papel jugado por las
instituciones (familia, escuela, empresas y medios de comunicación)
en el mantenimiento y reproducción de valores, mitos y creencias
de varias formaciones socioculturales:
1. De la cultura patriarcal judeo-cristiana en función de la
cual se reproducen los roles masculinos y femeninos en un contexto de inequidad
social que afecta tanto a hombres como a mujeres.
2. De una cultura tecnocrática, centrada en la economía
del mercado y el consumo, que impone valores competitivos e insolidarios
y destruye el tejido social propio de las diversas formaciones etnicas
y culturales con graves consecuencias sobre la vida del ecosistema.
3. De una cultura de la corrupción, el clientelismo político
y la intolerancia democrática, que mantiene un contexto de violencia,
desapariciones, asesinatos y favores a los amigos.
Los procesos de socialización y de institucionalización de la convivencia se concretan en las relaciones entre las personas, en las interacciones familiares y laborales, o más precisamente en la manera como nos vinculamos afectivamente en todos los ámbitos.
La transformación de la convivencia implicaría el construir
modelos diferentes de identificación y de relación entre
hombres y mujeres. Este no es un problema meramente personal y subjetivo,
es un problema colectivo en el cual juega un papel crucial las instituciones
sociales y sus programaciones. La construcción de un plan
para el desarrollo y fortalecimiento de la convivencia en el contexto del
barrio no tendrá sentido sin el concurso y respaldo de las instituciones.
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