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“A Jay y a mi esposo Orlando que partieron sin equipaje pero por la misma causa”. A.F. Miré la noche, entretenida en prender estrellas, castillos de otros tiempos energía que aún late en cuerpos celeste que han muerto. No había nubes… el límite era el cielo, y lo vi. Lo vi a Jay con su túnica blanca pintándole flores a cerezos. Otro ser luminoso lo miraba también con sonrisas en los ojos y un traje blanco de blanco jardinero. ¡Supe quien era! ¿Cómo no saberlo? Si me enseñó que cada lágrima mía podía mojar su fuego casi extinguirlo por eso, se bebió todas mis lágrimas para regar con ellas sus cerezos y me dormí en un rezo. La noche dio su último bostezo y yo, en un sueño abrazada al destino sentí que mis cortinas, también blancas volaban serenatas perfumadas por aquel paraíso de recuerdos y de encuentros. Luego… Luego todo fue calma. Los castillos del Universo apagaron sus luces -una a una- mientras un par de sonrisas con dos alas iniciaban su viaje de regreso. Fue el sol, con su caricia, tentando a un día nuevo el que interrumpió mi sueño, manso sueño. Un coro en dos idiomas tarareó un valsecito de recuerdos. Estiré mis silencios y en mi almohada el destino estrenó un nuevo traje… de flores blancas de cerezos. ©Anamá Fez Artesana de Palabras® 5 de abril del 2006 “Día Universal de Cerezo” http://www.galeon.com/anamafez/ Mar del Plata-Argentina
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