ÉTICA Y POESÍA
UTOPÍA, GLOBALIZACIÓN Y
PO(ÉTICA) EN LA LITERATURA FEMENINA PERUANA DEL NUEVO MILENIO.-
La utopía de la globalización y de la cibernetización de la
sociedad, pretende, como toda utopía, la reproducción del nuevo
ser que la haga posible. El liberalismo descarnado exige extirpar
lastres del pasado en función de ese nuevo sujeto de consumo.
Sin embargo, pocos años después del anuncio ensordecedor de
este novísimo fundamentalismo, comprobamos el saldo negativo que
nos ha sido impuesto y la experiencia positiva de las masas que
se resisten a la deshumanización neoliberal.
La creación artística y literaria es uno de los pilares
fundamentales de la resistencia cultural. No hay nada que tenga
menos mercado que la creatividad literaria, pero hay seres
humanos que apuestan a esta noble tarea, sin importarles las
nefastas consecuencias que puede acarrearles en el plano de la
autorrealización individual y la insatisfacción de sus
necesidades más perentorias. Se ha usado demasiado el eufemismo
retórico de creación heroica, pero creemos que
actualmente estas dos palabras resumen la opción del poeta, como
desafío del ser frente a sus circunstancias.
Dentro de este contexto, la poesía hecha por mujeres ocupa un
espacio doblemente conflictivo: La amenaza que se cierne contra
todo acto creador y la marginalidad impuesta al género femenino
en la producción, en el ámbito familiar y en la cultura.
También debemos señalar que la marginalidad de la mujer no
solamente obedece a factores sistémicos, sino que, en muchos
casos, es generada por las propias mujeres que intentan un
espacio en la literatura.
El desarrollo del capitalismo, desde su etapa primigenia hasta el
momento, ha modificado los términos y condiciones de dominación
de la mujer por propia conveniencia. Nuestro programa liberador
no puede recurrir nuevamente al arsenal verbal del siglo XIX ni
estancarse en las mismas consignas de la década del 50. La mujer
tiene hoy acceso a campos antes exclusivos para el hombre,
conquista lugares de liderazgo y desplaza con eficacia al
varón tiránico en diversos rubros de la actividad
productiva.
No obstante, hay quienes pretenden esgrimir la lucha de los sexos
como única bandera o como justificativo de autopostración.
Desde nuestro punto de vista, la marginación o el éxito
dependen de otros factores estructurales, generalmente no
atendidos por quienes insisten en reducir la problemática
femenina a una sola causa. Por ejemplo, el acceso a la educación
superior para determinados sectores privilegiados de mujeres,
diferencia a este grupo de aquellas que no tienen posibilidades
de ilustración. Igualmente podemos referirnos a las
posibilidades de acceso a la cibernética de unas, mientras que
otras se suman a la gran masa de excluídos de las bondades de la
ultramodernización.
Nos preocupa la ausencia de una literatura que de cuenta de ello.
La poesía hecha por mujeres, a fines de los ochenta y los
noventa, ha descuidado estos aspectos por limitarse a un universo
que hoy ofrece pocas posibilidades semánticas.La significación
e intensidad que debería alcanzar el poema, además de las
exigencias formales que demanda el género lírico, no pueden
reducirse a una sola temática.
El sistema, mediante una política de disuasión y de
fragmentalismo, combate a la cultura con estrategias sutiles pero
eficaces. Los medios de información, audiovisuales y escritos,
reproducen mensajes y líneas de intereses que por su
reiteración y exclusividad, disocian a la receptora masiva de
toda actitud crítica o creativa. El impacto producido en los
ámbitos de la literatura hecha por mujeres, es evidente. No de
otra forma nos explicamos la abundancia de coprolalia en poesía
femenina, al unísono de la degradación del mensaje verbal que
hace la prensa amarilla.
La poesía femenian peruana de los últimos años, insiste en
temas ya horadados con relativo éxito por poetas de generaciones
anteriores, como María Emilia Cornejo, Carmen Ollé y Blanca
Varela; se sigue redescubriendo el cuerpo femenino y se intenta
un himno sin melodía a la ovaritis. En muchos casos hay más
preocupación por cómo decir las cosas, para lograr un impacto
sorprendente y efectista en el lector, que aquello que se dice.
Queda la sensación del uso y abuso de la chica mala de la
historia. La poeta, por lo general, se muestra como una
mujer unidimensional y coprolálica.
El artista paraguayo Ticio Escobar, en el Coloquio Internacional
Un siglo de plástica latinoamericana celebrado en la Casa
de las Américas en 1998 señaló -y lo considero aplicable al
tema seleccionado en esta oportunidad- lo siguiente: El
arte contemporáneo es antiformalista: no se muestra tan
preocupado por analizar los mecanismos del discurso (...) como
para disparar imágenes filosas, potentes, capaces de hacer carne
de lo real soterrado. Quizás por eso aparezcan de pronto en el
imaginario artístico actual formas tan viscerales y directas,
tan obvias casi. Tal vez por eso se nombre hoy lo orgánico, lo
íntimo, lo diferente, de manera cruda y brutal, obscena a
veces.
Con la apertura de la cibernética y el uso de la página web,
somos testigos de la proliferación de versos atrofiados que no
tienen el más mínimo rigor formal. Basta una ojeada a diversas
revistas cibernéticas para encontrar obras carentes de
coherencia ideal, pobreza lexical y temáticas reducidas a la
mujer abandonada; evocación a la infancia; supremacía de la
mujer sobre el macho; el cantar, desde la distancia, a la
marginalidad, etc.
Muchos concluyen sentenciando que la ausencia de la mujer en las
letras hoy se debe principalmente a la postergación del sexo
débil. Y no les falta razón del todo. Pero sería oportuno
recordar que en el panorama literario latinoamericano, la mujer
ha destacado en movimientos y períodos considerados típicamente
masculinos, como el romanticismo o el postmodernismo. Podemos
nombrar, entre las románticas cubanas, a Gertrudis Gómez de
Avellaneda, Luisa Pérez de Zambrana, Julia Montes de Oca,
Úrsula Céspedes de Escanaverino, Adelaida de Mármol y Luisa
Molina.
En el caso de la Avellaneda escribió: ¡Oh! ¡las mujeres!
¡Pobres ciegas víctimas! Como los esclavos, ellas arrastran
pacientemente su cadena y bajan la cabeza bajo el yugo de las
leyes humanas. Pero preguntémonos: ¿Quién pudo silenciar
a esta mujer que escribió poemarios tan brillantes?
En el Perú, si bien el romanticismo, el modernismo, el
postmodernismo y el vanguardismo han sido exclusivamente
masculinos, el realismo-naturismo (en narrativa) es el único
episodio literario que contó con la presencia absoluta de
escritoras. En períodos posteriores fueron pocas las autoras que
confirmaron su presencia, tal vez con excepciones que conspiraban
contra la norma. Magda Portal es elogiada por José Carlos
Mariátegui en sus célebres 7 Ensayos, pero la crítica ulterior
se muestra mezquina con Angela Ramos (incluso la pretendidamente
feminista).
Remitiéndonos al Perú contemporáneo, vemos que en la poesía
de los años 60 y 70, se produce un intento de continuidad y
posterior ruptura en cuanto a estructura formal y desarrollo de
las posibilidades significativas del lenguaje. Sin embargo,
recién en los 80, la poesía hecha por mujeres aparece como una
promesa del futuro, por su rigor formal y calidad estética.
Podemos mencionar a algunas creadoras, principalmente de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos: Mariella Dreyffus,
Patricia Alba, Tatiana Berger y Rocío Silva Santisteban, entre
otras.
Actualmente, el lector exigente se haya en una disyuntiva. No
encuentra respuestas adecuadas a este fenómeno. Más de uno se
hace la siguiente interrogante: ¿Crisis de composición o
el precio del marketing?
¿De qué manera podemos pedir entonces que exista un compromiso
de la escritora con el acto creativo si es que la mayoría de las
autoras que han sucumbido en el mundo globalizado, no saben a
ciencia cierta a dónde van? Afirmaría que buena parte de las
poetas actuales no posee un proyecto individual que organice el
acto creativo; por tanto, muchos menos existirá un proyecto
común o de grupo consolidado. Se está pendiente más del
receptor fácil e inmediato, que de la calidad literaria. Al
menos eso podemos deducir después de hacer lectura de un buen
porcentaje de las publicaciones últimas.
El público receptor de poesía es una minoría de minorías.
Digamos que es una minoría selecta y con mayores pretensiones
estéticas que otros públicos. Si se dice que los rigores del
género han sido postergados para conquistar un espacio en el
mercado literario, debemos antes reconocer su inexistencia, sea
para la literatura hecha por mujeres, como para la hecha por
hombres. La ambición de la poeta en formación puede
circunscribirse a la escasa audiencia que convoque entre sus
amistades, a satisfacer su afán de protagonismo mediante
entrevistas en diarios, a la inclusión en una antología de 1000
ejemplares -que tarda demasiado tiempo en venderse- o a la
autopublicación, sea en papel o en página web.
Urge a la poesía femenina sustituir por otro un lenguaje
gastado, y también sustituir por otro aquel universo
unidimensional de autoconfinamiento que es la lucha de sexos y
similares.
La teoría de la información -según Umberto Eco- señala que
cuanto más trivial y por tanto más previsible sea un mensaje,
tanto menor será la información que transmita. En
contrapartida, cuanto más original y más imprevisible sea la
organización del mensaje, tanto mayor será la información que
proporcione. Cuando un lenguaje literario, a fuerza de repetirse,
pierde su capacidad informativa, se produce la degradación de su
significado poético. ¿Estamos entonces ante la trivialización
de determinados motivos estéticos y de la forma de
transmitirlos?
La monotonía y la rigidez de los usos lingüísticos de la
poesía última escrita por mujeres, se debe en gran parte a la
monotonía y rigidez del conjunto informativo que se quiere
transmitir. La poeta que anhela crear un mundo nuevo, recrear el
existente o reinventar la realidad para subvertirla, ha de
recurrir a su propia naturaleza imaginativa, de manera
intencional y simbólica, discriminando los lugares comunes del
decadentismo feminoide.
Si hacemos una investigación más amplia de este fenómeno,
podemos entonces recurrir a la categoría del kitsch para
encontrar nuevos objetos de estudio. El profesor búlgaro, Iván
Slávov, plantea en su tesis que: En la caracterización
externa del kitsch, se destacan rasgos distintivos entre la
estereotipia, la repetición, la heredabilidad, que son
relativos. Se puede afirmar entonces que, la belleza y lo
estético que debe reproducir la poesía se condicionan,
actualmente, a las leyes del imaginado mercado
literario y por consiguiente adquieren una nueva
connotación: la obra adquiere una cuantía funcional que
determina su valor dentro de la competencia. Por ende, la
masificación de la cultura, según Slávov, es una
adaptación sin desarrollo, una explotación del arte sin
compensación y una agresividad sin inhibiciones morales.
Concluye el crítico búlgaro que el kitsch y la cultura de
masas, son pseudodemocráticas y pseudoideológicas. Es
momento de preguntarnos ¿Hasta qué punto la temática
predominante en poesía de mujeres se ha convertido en kitsch?
¿De qué modo han influido en su masificación las lecturas
maratónicas, las antologías complacientes y los concursos sólo
para mujeres?
En el libro Tesis del Círculo de Praga se afirma que la lengua
es un sistema de medios apropiados para un fin y por
consiguiente, un producto de la actividad humana. Por lo tanto,
para cumplir su objetivo, debe ser funcional, intensa y capaz de
penetrar en el receptor. El lenguaje es un instrumento de
comunicación de la realidad que sirve para la comunicación de
ese conocimiento y de las vivencias de carácter emocional,
estético o volitivo relacionados con él. Si el poeta no
tiene viviencias ni sentimientos, ni un universo de conocimientos
que lo ayuden a trasladarse por los derroteros del género, sólo
transmite situaciones falseadas con una voz primaria y agónica.
Por eso descubrimos a menudo, entre líneas, frases imitativas
entre unas poetas y otras. Y este refrito poético
desgasta al lector y lo que es más penoso aún, resta espacio a
la poesía necesaria.
En estos tiempos parece que basta escribir un conjunto de versos
para sentirse poeta. Pero todos sabemos que eso no es suficiente.
Poeta es aquel capaz de entregarle al receptor un producto
elaborado y legítimo; es el que con sutileza y sensibilidad
logra apelar al subconciente del lector para que éste
reconstruya una nueva imagen de la realidad, o construya otra
realidad que sustituya a la primera.
Revisando bibliografías, plaquettes y publicaciones, no hicimos
más que decantar todo aquello que estuviese castrado de figuras
literarias y valores estéticos. Por eso, con el camino
despejado, encontramos que, a pesar del estaticismo discursivo y
del poco dominio del oficio que evidencia el panorama lírico
femenino actual, hay escritoras (de diversas generaciones) que
prestigian al género con talento y capacidad creadora. Bástenos
con citar, en el ámbito peruano, a Angela Ramos, Magda Portal,
Yolanda Westphalen, Catalina Bustamante y Roseella Di Paolo.
Termino esta nota citando a José Lezama Lima, adaptando este
mensaje a la realidad de la literatura hecha por mujeres: ¿Lo
que más admiro en un escritor? Que maneje fuerzas que lo
arrebaten, que parezcan que van a destruirlo. Que se apodere de
ese reto y disuelva la resistencia. Que destruya el lenguaje y
que cree el lenguaje. Que durante el día no tenga pasado y por
la noche sea milenario. Que le guste la granada, que nunca ha
probado y que le guste la guayaba que prueba todos los días. Que
se acerque a las cosas por apetito y que se aleje por
repugnancia.
ANGELA RAMOS: UNA VOZ MÁS
ALLÁ DE LA POESÍA
Decana de la prensa peruana, seguidora del pensamiento de José
Carlos Mariátegui, editora de la revista Amauta, poeta,
narradora y
luchadora social, hicieron de Angela Ramos (Callao, 1896 - Lima,
1988), una
mujer singular a la que aún no se le ha hecho justicia en su
exacta estatura.
Fue, sin lugar a dudas, una de las personalidades femeninas más
lúcidas y
auténticas del Perú en una época convulsa a escala continental
en donde la
mujer tenía que luchar para hacer valer sus derechos. Su poesía
-cuantitativamente reducida pero cualitativamente meritoria-, por
un lado, se
proyecta hacia el rescate de tradiciones y mitos que enorgullecen
y
enriquecen la historia de nuestros pueblos, elevando al negro, al
criollo y al
zambo a categoría estética; y por otro, se manifiesta una
profunda orientación
hacia una función cognoscitiva y valorativa del panorama
histórico-social
contemporáneo mediante un estilo sencillo y agudo que profundiza
en el
espíritu testimonial o de denuncia que exigía ese período
concreto. Su obra,
entonces, se consolida a partir de que es reflejo y resultado de
una conciencia
ideológica que se va transformando directa y coherentemente en
una nueva
conciencia estética que se va personalizando a través del
estilo y el metro y
aboga por la defensa y afirmación de la identidad
nacional.
Pareciera -a partir de una lectura primaria- que la poesía de
Angela
apostara sólo por el contenido que se erige en cada verso como
portavoz de
una conciencia ideológica en pleno proceso de consolidación y
auge; sin
embargo, un estudio imparcial y sereno descubre que se trata de
una poesía
de vuelo mayor.
Su obra poética puede agruparse en tres bloques claramente
definidos:
1. Poesía de corte social, testimonial y de denuncia
2. Poesía costumbrista y tradicional
3. Poesía laudatoria
1. Los poemas de corte social, testimonial y de denuncia están
inmersos en el proceso revolucionario de liberación de la
América Latina y
han sido escritos con descarnado verbo, desprovisto de metáforas
para que
cumplan el propósito de la autora: intensificar, a través
de su voz, la función
comunicativa y directa a la que ella aspiraba a través de su
obra toda. Y
valga aclarar que desmetaforizar no significa rehuir la estética
en el contexto
formal -belleza cruda, belleza que duele- pero que dignifica la
materia prima
del poema que se expresa a través de asociaciones: Veamos
algunas estrofas
de Muerte y pasión de Salvador Allende que ilustran
la anterior afirmación:
Patriota entre los patriotas
valiente entre los valientes
Peleando como un león
murió Salvador Allende.
............................................................
El cuerpo le acribillaron
con plomo los matasiete
No me rindo fue su grito
y le dio cara a la muerte.
...........................................................
Que muera la Inteligencia
braman los Cuatro Jinetes
¡caen Neruda, Víctor Jara
y Chile también se muere!
Otra particularidad que encontramos en la poesía de Angela es la
utilización de accidentes gramaticales que se van ajustando a
las necesidades
del motivo literario. Es decir, cómo el sujeto lírico escrito
en primera persona
del singular se transforma en sujeto lírico plural para lograr
así cantar en
versos el dolor de las capas sociales marginadas por las que ella
siempre
luchó. Y esa conversión facilita, además, abrirnos camino
hacia una
expedición que nos conduce a nuevas formas de decir y llegar a
la esencia
misma de la voz del poeta que logra atraparnos con mensajes
estéticos
contemporáneos de los cuales hemos sido espectadores o
protagonistas y que
dotan al lenguaje de una intensidad particular. No tenemos la
fecha exacta
en que fue escrito el Padre Nuestro poema que nos
confirma lo antes
expuesto, y a nuestro juicio, uno de los más logrados, pero sí
podemos
ubicarlo en el tiempo desde el punto de vista estructural ya que
recurre a
recursos poéticos que cobraron significancia en las décadas de
los sesenta y
ochenta, cuando la poesía social reflota con nuevos bríos en
nuestro
continente. Podemos mencionar la obra de Roque Dalton, de Rodolfo
Walsh, de Juan Gelman y de Javier Heraud.
En Padre Nuestro Ramos utiliza como recurso de
impacto y
reflexión la pregunta retórica (la que magistralmente
desarrolló Gelman en su
poética del exilio intitulada Interrupciones).
Preguntas a sí misma o a ese
Dios que no le responde: Padre nuestro que
dicen/que estás en el cielo/
yo no te conozco/nunca te veo... (...)Explícame
Padre/qué cosa es el
cielo/ porque miro arriba/ y nunca te veo (...)/qué cosa es tu
reino/que
aquí en la barriada/ningún otro chico/sabe qué es tu
reino/ ¿es un mundo
de esteras, de latas, como éste que es nuestro? / ¿es un mundo
de insultos
y llanto/en donde nos gritan,/ nos odian, nos pegan?...
Esas interrogantes arbitrarias y cargadas de respuestas
liminales,
por momentos ingenuas, dotan al poema de otra particularidad:
permite al
lector visualizar imágenes, invita a construirnos como
receptores, espacios
geográficos que son portadores de estados de ánimo, situaciones
adversas,
acontecimientos históricos deprimentes que condicionan
socialmente a los
marginados, a los nadies dueños de
nada... Recurso poético este que
logra como efecto estético nuevos niveles de lectura y garantiza
un armonioso
y equilibrado encuentro entre lo que es la originalidad de la
autora y la
capacidad de interpretación y asimilación del receptor. Más
hay que destacar
que aunque no en todos los poemas, en ningún momento la autora
intenta
dejar a flor de piel la crueldad de la realidad circundante. En
Noche de San
Bartolomé Ramos deja un canto vivo y esperanzador como
mensaje social
intemporal que deben asumir las nuevas generaciones: Y con
himnos
volverán/las banderas desplegadas/nuevos sueños, nuevas
ansias/de lo que
el morir...avanzan
2. Angela logra fusionar en su poética diversos aspectos que
representan
un todo: lo social, lo histórico, lo cultural y lo humano y se
expresan
manifiestamente en la denominada poesía costumbrista y/o
tradicional.
Ramos apela a otro recurso estilístico muy común en este tipo
de poesía: los
elementos de carácter sensitivos y descriptivos. Hay que tener
en cuenta,
como dato necesario para una justa interpretación de los mismos,
la fecha en
que fueron escritos. La mayoría de ellos se acuñan en la
década del 30,
cuando el Callao contaba con un estable índice de población
auténticamente
chalaca. Hoy en día, la provincia constitucional del Callao es
una zona
altamente industrializada que atrae a un número indeterminado de
provincianos que llegan a probar suerte, a buscar fortuna en el
área pesquera,
de ahí que se constituya un universo social en donde predomina
el hombre de
tránsito, el individuo con mentalidad de migrante y esto
dificulta afianzar una
identidad con atributos propios. Pero intentemos una
interpretación de
acuerdo al contexto espacio-temporal en que fueron escritos.
Angela cantó a
una comunidad estable y determinada y se convierte en vocera para
traducir y
reproducir en otros contextos geográficos las costumbres, la
naturaleza y las
tradiciones de esa comunidad que a su vez era suya. Por eso sus
versos son
un derroche de zalamería, frescura y gracia que caracterizan a
los hombres
del primer puerto:
LOS CHALACOS
Mamita se sale el mar
y se vienen los chalacos
las ocho nos van a dar
van a haber sustos y atracos
......................................................
No quiero un esquelético
mariposón, currutaco;
yo quiero un muchacho atlético
del Atlético Chalaco
..........................................................
Alegre, atropellador,
buscapleito, jaranero,
celoso y engañador
¡un chalaco así yo quiero!
......................................................
La poesía de corte costumbrista de Angela Ramos nos recordó y
nos convidó a consultar una vez más la poesía de quien es
considerado el
decimista mayor de Cuba: Juan Cristóbal Nápoles Fajardo
(1829-1862). Por
la falta de un estudio consistente de la obra de esta insigne
mujer peruana
carecemos de elementos válidos para afirmar que tuvo posibilidad
de
acercarse a la obra del poeta tunero y que se dejó influir por
la frescura y la
transparencia de su verso. Aunque sí es sabido la simpatía que
sintió por
Cuba, país que visitó y con el que mantuvo estrechos lazos de
amistad. Si
comparamos la obra de Angela con la de El Cucalambé encontramos
muchos
elementos en común: ambos dominan un perfecto y amplio
vocabulario y
dotan a la palabra de ritmo y color ; la utilización del
adjetivo como
complemento y explicación de un sustantivo puro, fuerte y
autónomo que no
esquiva la atmósfera que lo rodea, un sustantivo que mantiene su
independencia dentro del verso pero a su vez complementa su
significado con
la adjetivación que se le ha impuesto; ambos utilizan
anacronismos,
neologismos o replana para afianzar su propia identidad; los dos
cantan en
sus versos al terruño que los vio nacer; y los dos utilizan la
descripción como
recurso literario para enriquecer la atmósfera a la que aluden.
La poesía costumbrista de Angela Ramos se caracteriza además
por
ser portadora de ritmo y musicalidad. De ahí que encontremos
influencias y
semejanzas con la obra de Federico García Lorca al que también
le compuso
un poema. Pero lo que más nos llamó la atención, es la
relación que se puede
establecer entre su obra y la del poeta nacional de Cuba,
Nicolás Guillén, en
cuanto a la utilización de retrueques en palabras o versos que
admiten
tarareos. Por solo citar un ejemplo, recordemos el
Songorocosongo de
Guillén y comparémoslo con el Endenguerequendengue,
de Cepa negra...
Sin dudas, la poesía de Angela Ramos merece un espacio mayor
para analizarla a plenitud. Pero es saludable al menos mencionar
cómo logró
emplear, magistralmente, recursos como la utilización de figuras
de
costrucción o dicción como el hipérbaton: que se quema, que se
abrasa/ la
cocina de mi casa... la anáfora: Arriba, arriba, zambo/arrímate
a mi fogón/
y sabrás lo que es canela/y sabrás lo que es amor..., figuras
de sentido
como: la comparación, símil o asociación , etc.
3. En la poesía laudatoria, logra yuxtaponer historia y verso
para hacer
llegar al destinatario una imagen resultante y definitoria de los
personajes
que hoy forman parte de la historia del Perú. Uno de los más
significativos:
el Amauta José Carlos Mariátegui. La utilización de diferentes
perspectivas
pronominales permite asistir a un monólogo convincente que
alcanza tono de
discurso persuasivo. La autora apela también al uso del
sustantivo
personalizado. En este caso: la mano. La mano que nos conduce por
los
vericuetos de la historia, la mano portadora de significados
auténticos.
Como terreno virgen e inexplorado la obra de Angela promete
nuevas
revelaciones. Acerquémosnos con lucidez e imparcialidad a la
obra de esta
sencilla y enérgica mujer. La literatura de un pueblo es su
patrimonio más
auténtico. Volver a la vida y obra de Angela Ramos es
reivindicarnos con la
historia de nuestro continente.
EL CUCALAMBÉ: CANTOR DE
PUEBLO
Elevar a la categoría de arte poética las costumbres,
tradiciones
y rasgos sociopolíticos del campesinado cubano, representó para
Juan Cristóbal Nápoles Fajardo: El Cucalambé
(1829-1862), una
apropiación del alma de su pueblo en aras de revitalizar lo
auténticamente nacional.
Fajardo es, el más genuino representante de la literatura
popular de la isla antillana. Sus décimas alcanzaron
perdurabilidad
en el repertorio de los juglares güajiros y a pesar
de proceder de
una de las clases sociales más explotadas -el campesinado- su
educación, inspirada en la fe cristiana, lo llevó al encuentro
de los
clásicos latinos, permitiéndole así una conjugación de lo
culto y lo
popular que rompe con la inmerecida marginación que
ha sufrido
en determinados momentos la literatura de masas.
Dentro de la historia literaria cubana, el poeta tunero ha
trascendido como un autor polémico. En ocasiones la crítica
parcializada ha cuestionado la brillantez de sus versos aduciendo
a
la libertad que se han permitido críticos, editores, redactores
y
tipógrafos a la hora de corregir sus textos. Pero lo que es
innegable
en la totalidad de la obra de Nápoles Fajardo, son los valiosos
aportes a la poesía que hicieron de este hombre sencillo y de
pueblo, la máxima gloria del movimiento criollista.
ALGUNOS ELEMENTOS RELEVANTES DE LA POESÍA
CUCALAMBEANA
Siendo Cuba un país eminentemente agrario, no sorprende que
un grupo de intelectuales se hayan interesado por hacer suyos los
motivos rurales.
En el caso de Fajardo, no asistimos a la disociación de la
personalidad del campesino/poeta, sino a la integracionalidad de
autor/destinatario (lector) que conlleva a otros niveles
expresivos
que trascienden, incluso, las fronteras de lo puramente
literario.
El Cucalambé ha sido uno de los escritores que más ha
reparado en la transparencia y en la pulcritud de la lengua. Sus
décimas afloran con belleza propia y evidencian el rigor formal
de
una poesía que purifica al género. Estudiosos de su obra han
resaltado la sensibilidad y el compromiso del artista plenamente
consciente que trasmite, de forma singular, una asociación entre
el
arte de pulir el léxico y su entorno cultural para alcanzar
verdaderos
objetos estéticos. En la poesía cucalambeana, la oralidad y la
escritura constituyen una unidad que va más allá de la
espontánea
inspiración y la madurez alcanzada por el poeta. La autonomía
del
lenguaje le permite posesionarse de la palabra y utilizarla como
arma eficaz para defender lo que se convertiría en las
constantes
temáticas de su obra: la cubanía, lo patriótico, lo expresivo
y su
inigualable sello estampado en las descripciones del paisaje
natural. La obra de Fajardo destaca además por el acucioso
trabajo
creativo de un autor que sabe cómo decir las cosas y de ahí los
sorprendentes resultados en aquellas poesías en las que lo
auditivo y visual se entrelazan, permitiéndo así que cada
estrofa se
erija como un monolito independiente y significativo en el plano
sensorial. El crítico e investigador cubano Cintio Vitier ha
dicho
que: adelantándose intuitivamente a un género de traslado
de
sensaciones que pondrá de moda el simbolismo francés, afirma
nada menos que los rumores visuales.
Otro de los méritos relevantes del decimista ha sido el uso de
inflexiones coloquiales que alternan con un lenguaje cotidiano y
el
rescate de terminologías siboneístas y criollistas que cobran
significancia en nuevos códigos literarios. Uno de los poemas
más
populares y difundidos es Hatuey y Guarina. A manera
ilustrativa
presentamos una de sus estrofas:
Yo soy Hatuey, indio libre
Sobre tu tierra bendita,
como el caguayo que habita
Debajo del ajenjibre
Deja que de nuevo vibre
Mi voz allá entre mi grey
Que resuene en mi batey
El dulce son de mi guano
Y acudan a mi reclamo
Y sepan que aún vive Hatuey.
Y otra estrofa que ejemplifica lo antes expuesto es:
¡Allá te goces!... Yo acá
Donde vivo me sepulto
Mi rabia y mi vergüenza oculto
Junto al fértil Yariguá.
Aquí entre el sumacará
Y el verde Pitajoní
Recordaré lo que fui
contemplaré lo que soy
Mientras maldiciendo estoy
A mi estirpe baladí...
(El cacique Maribón)
Otro rasgo que marca pautas sustanciales en la poesía
cucalambeana es la utilización del lenguaje prosopopéyico. Juan
Cristóbal encuentra justamente la esencia en sus raíces. De
ahí la
capacidad del poeta de transportar al lector a un mundo en donde
todo cobra animación: el paisaje (en movimiento), los olores (se
perciben), las comidas (se degustan) y los elementos autóctonos
de la naturaleza (principalmente la flora y la fauna), se
interrelacionan entre sí formando un mundo hermético donde se
complementarizan.
Ejemplos de la maestría y dominio del decimista cubano
sobre el lenguaje prosopopéyico son las estrofas que a
continuación mostramos:
Veloz así como el rayo
Que al monte temblando deja
Busca la incansable abeja
La linda flor del papayo
Con dulcísimo desmayo
En sus pétalos se posa
Zumba contenta y dichosa
En medio de sus pistilos,
Y se vuelve a sus asilos
Cargada de miel sabrosa.
(La Papaya)
Cuba, delicioso edén
Perfumado por tus flores
Quien ni ha visto tus primores,
Ni vio luz, ni gozo bien,
Con dulcísimo vaivén
Besan tus playas los mares
Se columpian tus palmares,
Gime el viento dulcemente,
Y adornan tu regia frente
blancos lirios y azahares.
(Galas a Cuba)
Fajardo cantó desde y para el campesinado cubano. Su afán
nacionalista le permitió poetizar los rasgos más distintivos de
la
personalidad de esta masa popular laboriosa, explotada pero
siempre aferrada a su idiosincracia:
¿No percibe ya su olfato
En medio de tanto afán
Del lechón que asando están
El olor sabroso y grato?
Pronto mi bien, de aquí a un rato
Antes que el baile se acabe
Verás lo bien que te sabe
De ese lechón un bocado
Con un platanito asado
Y un pedazo de casabe.
(El Guateque)
El decimista, como cantor popular, contribuye recreando la
sonoridad del contagioso ritmo de la música cubana mediante una
figura de sonido: la onomatopeya: Tu no oyes el tiplecillo
/ Ese
tiqui-tiqui / tun / La algazara y el run run / Que forma alegro
corrillo?... De esta manera Fajardo labró el camino que años
más
tarde transitaría, magistralmente, nuestro poeta nacional
Nicolás
Guillén.
Por todos los elementos antes referidos podemos afirmar,
que la resultante que magnifica la obra de El Cucalambé, está
dada por la perfección de sus diez octosílabos (décimas) que
ha
cantado el pueblo cubano, su pueblo, de generación en
generación.
JOSÉ LEZAMA LIMA:
ENTRE LA INCERTIDUMBRE Y LA METÁFORA
La historiografía literaria latinoamericana está frecuentada
por
autores que se han debatido entre la incertidumbre y la
exaltación,
como consecuencia de una crítica parcializada. En esta nómina
se
cuenta el escritor cubano José Lezama Lima (1910-1976).
Bien tenemos que reconocer, si somos honestos con nosotros
mismos, que en un principio dejándonos llevar por opiniones
insustanciales, renunciamos a navegar entre los textos de Lezama
cuando acudíamos a las clases de Literatura Latinoamericana en
la
Universidad de La Habana, pero, felizmente, con la madurez
adquirida por los años en nuestro oficio, hemos logrado valorar
con
justeza la resultante de una vida y una obra excepcionales. Por
eso, convocarlo en esta oportunidad es para los escritores,
investigadores e interesados en el desarrollo de la literatura
caribeña, una reivindicación de este hombre de América y de
todos.
En una entrevista concedida al periodista cubano Ciro Bianchi,
Lezama declaró:
A mí nunca me ha interesado publicar, sino hacer,
como aquel noble inglés que escribía sus poemas en
papel de cigarrillos y después se los fumaba y
exclamaba: lo interesante es crearlos.
Y es, a partir de esta reflexión que podemos deducir que Lezama
era un hombre que privilegió ante todo la obra, que centró su
atención en el re-descubrimiento de los misterios de la palabra
para horadar con metáforas el submundo de códigos abstractos y
simbólicos con el que convivimos. Sin embargo, descubrirlo y
decodificarlo, es tarea de cada lector.
Muchos calificativos se le han adjuntado a su obra: hermética,
hiperbólica, barroca, ajena, oscura, impenetrable. Pero lo que
es
cierto es que Lezama demostró que la poesía es un cuerpo
resistente frente al tiempo y que el poeta se presenta como
el
elegido, el instrumento o el medio para hacerla realidad.
La palabra como imagen, como sustancia, pretende adueñarse
de una realidad infinita. Con Lezama el lector no puede dejarse
intimidar, no se puede sentir agredido con un verso voraz,
barroco,
deslumbrante. Con la misma fuerza que el autor lanza el desafío
de
la metáfora, el receptor debe entregarse a ella sin temores.
Pocos
son y pocos serán siempre los buenos poetas, los verdaderos
alfareros de la palabra. Y Lezama es uno de esos privilegiados.
Hay que recordar que Lezama comienza a escribir sus primeros
textos en plena década del 30: época difícil y sangrienta para
el
pueblo cubano. Pero si bien este período sirve para elevar a
categoría estética al negro, al campesinado y al proletario, no
es
hasta los años cuarenta que un grupo de jóvenes repudia y se
plantea superar, a través de su obra, la etapa formalista
iniciada
por Florit y Ballagas.
Insatisfecho Lezama con la experiencia estética de una poesía
que no alcanzaba al subconciente colectivo, busca entonces llegar
a todos a través de las revistas que fundó y dirigió, entre
ellas:
Verbum (1937); Espuela de plata (1939-41) y Orígenes
(1944-1957). Esta última considerada por Octavio Paz como
la
mejor revista del idioma.
Volviendo a la poética de Lezama Lima hay que destacar que, a
pesar de la subjetividad racional y hermética del autor, sus
poemas
son reflejo de una vida custodiada por la figura femenina. La
omnipresencia de su madre -fuente de inspiración-, sus hermanas
y posteriormente, de su esposa María Luisa Bautista.
El ostracismo vivencial de Lezama, la presencia-ausencia de su
padre (fallecido cuado él solo contaba con ocho años de edad);
la
añoranza eterna de una familia que sufrió el dolor del exilio
por
afiliarse a la causa revolucionaria de José Martí y que se
relacionó
con lo más representativo de la intelectualidad de la época,
fueron
componentes de la materia prima de sus motivos literarios.
En la poética lezamiana la metáfora es la antesala de un mundo
complejo e inagotable. Un mundo donde los sentimientos del ser
humano, el despertar, el cuerpo, la luz, las vivencias, llegan al
borde de ese abismo en donde delimitan lo demoníaco con la
incertidumbre de un universo fragmentado en teorías poéticas
que
dan como summa total la desintegración y brusca ruptura del
orden
sintáctico y formal para crear una nueva realidad, más
contradictoria y novedosa simultáneamente. Es, en fin, el
resultado
de un producto moldeado con preconcebida arbitrariedad.
Lezama supo encontrar la fórmula adecuada para decir.
Encontró un singular sentido del lenguaje plagado de un lujoso
metaforismo. Veamos el siguiente ejemplo en donde en apenas
seis versos se da la licencia de presentar cincuenta y tres
palabras.
Granizados toronjiles y ríos de velamen congelados
aguardan la señal de una mustia hoja de oro,
alzada en espiral, sobre el otoño de aguas tan hirvientes.
Dócil rubí queda suspirando en su fuga ya ascendiendo.
Ya el otoño recorre las islas no cuidadas, guarnecidas
islas y aislada paloma muda entre dos hojas enterradas...
Lezama plantea en toda su obra, el contrapunto del hombre con
sus posibilidades infinitas. En una ocasión declaró:
Yo creo que la maravilla del poema es que
llega a crear un cuerpo, una sustancia
resistente enclavada entre una metáfora que
avanza creando infinitas conexiones y una
imagen final que asegura la pervivencia de esa
sustancia, de esa poiesis.
Es curioso observar en la poesía de este polémico autor,
aristas
que rompen con las trabas y los prejuicios que han intentado
mantenerlo marginado. Observemos cómo el espacio y el tiempo
en Lezama tienen un sentido circular. La historia nace y muere en
la misma esencia del poema. Si bien es una poesía
minuciosamente descriptiva, todo lo que se cuenta,
todo cuanto
está, habita un tiempo y un espacio concretos que
por más turbio
que pueda parecer pertenece a una realidad autónomamente
definida por el poeta. La poesía para él es un torbellino que
gira
alrededor de un epicentro concreto, ajeno al caos delirante de lo
suprarreal. Analicemos el siguiente fragmento del poema
Doble
noche:
La noche no logra terminar,
malhumorada permanece,
adormeciendo a los gatos y a las hojas.
Estar aprisionada entre dos globos de luces
y mantener como una cabellera
que se esparce infinitamente,
el oscuro capote de su misterio.
La noche nos agarra un pie
nos clava en un árbol,
cuando abrimos los ojos
ya no podemos ver al gato dormido.
El gato está escarbando la tierra,
ha fabricado un agujero húmedo.
Lo acariciamos con rapidez,
pero ha tenido tiempo para tapar
el agujero. Hace trampa
y esconde de nuevo a la noche.
Si bien Lezama se caracteriza por desarrollar una estructura
poética compleja, podemos ver que en gran parte de su obra
culmina con un tono complaciente para el receptor. En
Muerte de
Narciso después de metáforas desafiantes como:
perfección que
muere de rodillas; llama fría y lengua
alfilereada o piel
arponeada, descubrimos la armonía en el último verso:
Así el
espejo averiguó callado, así Narciso en pleamar fugó sin
alas.
EL SISTEMA ESTÉTICO LEZAMIANO
En el sistema estético lezamiano, la poesía es una forma de
pensamiento autónomo, por encima del tiempo y del espacio
reales. El poema crea su propia dinámica, su propia realidad, su
propio tiempo y su propia historicidad. Por eso una gran parte de
la lírica lezamiana es hermética ante los asedios de la
crítica
historicista o sociológica. Un poema de Lezama es un organismo
vivo, por lo tanto emocionante dentro del hermetismo deliberado
que le ha dado un alto rendimiento de belleza, de misterio y de
exploración de lo desconocido. A pesar de no ser creaturas de la
irracionalidad metafísica del poeta, se intuyen fuerzas
irracionales
que operan en ellos.
He partido siempre de los elementos propios de la
poesía, o sea, del poema, del poeta, de la metáfora,
de la imagen. Cuando me fui acercando a mi
madurez intelectual, yo, que como casi todos los
poetas he sido hombre de variada y voluptuosa
lectura (...) fui comprendiendo que por ese
aventurado juego reversible de la metáfora y la
imagen, esa aparente dispersión de lectura era una
devoradora ansia de integración en la unidad, en el
espejo, en el agua fluyente y detenida. Un día
pensaba en grandes períodos de la historia que no
habían tenido ni grandes ni poderosos poetas y que,
sin embargo, eran grandes épocas para el reinado de
la poesía.
Si como ocurre en diferentes creadores, la irracionalidad del
primer arrebato poético debe transformarse al pasar por el tamiz
del pensamiento racional antes de llegar a ser poema, ¿cómo
explicarnos las originales virtudes de la poesía de Lezama Lima
en
torno a la meditación metafísica de la imagen y de la metáfora
como medios y fines al mismo tiempo?
Lezama Lima es un creador de rigurosa formación estética.
Entre los demonios culturales y demonios
bibliográficos que
condicionan su obra, podemos encontrar una intensa valoración de
las conquistas expresivas del barroco, así como del pensamiento
metafísico de épocas diversas.
Es uno de los misterios de la poesía la relación que
hay entre lo análogo, o fuerza conectiva de la
metáfora, que avanza creando lo que pudiéramos
llamar el territorio substantivo de la poesía, con el
final de este avance, a través de infinitas analogías,
hasta donde se encuentra la imagen, que tiene una
poderosa fuerza regresiva, capaz de cubrir esa
substantividad
A través de esa integración misteriosa, el poeta llega al reino
puro de la imagen y la metáfora desentrañando los elementos
sustanciales de otra realidad: la realidad única del poema. Todo
el
universo de Lezama parte desde la poesía para retornar a ella,
íntimamente obsesionado por la búsqueda de un imaginario
territorio donde las palabras mueren para resucitar de nuevo.
El catolicismo de Lezama no obedece ni se condiciona a la
tradición histórica de un pueblo, sino que es un hallazgo
filosófico
que se pone al servicio de su sistema poético. Él mismo
recordará
a sus entrevistadores su religiosidad mediante la estrofilla de
San
Juan de la Cruz que dice: "Religioso y estudiante, religioso
por
delante".
El hombre para la resurrección se opone al
hombre para la
muerte de la filosofía existencial y le sirve
singularmente a su
concepto de imagen. Eso lo lleva a estudiar lo que llamó las
eras
imaginarias o de predominio de la imagen, idea que ha expuesto
en diversos ensayos que son los más significativos de su obra.
Por la posibilidad infinita que observa en el virgo potens del
catolicismo -si es que se puede engendrar un dios por
sobrenaturales modos- llega a la conclusión de que esa
posibilidad
es la que tiene que encarnar la imagen. Así es que define
finalmente a la poesía, en los términos de que imagen
alcanzada por el hombre de la resurrección. El católico
vive en
lo sobrenatural, pues está seducido por el intento de
substantivizar
la fe, de encontrar una substancia de lo invisible, de lo
inaudible, de
lo inasible, y esta natural seducción por lo inasible, dentro de
la
poesía, constituye un mundo de rotunda y vigente significación.
En 1932 conoció al poeta Angel Gaztelu, quien estudiaba para
sacerdote y va orientando a Lezama Lima hacia libros de teología
que este combina con otros de historia y de doctrinas místicas
orientales. Gaztelu (Verbum, núm. 3, nov. 1937) saluda al poeta
"que tal vez sea en Cuba el más alto y atrevido intento de
llevar la poesía a su desligamiento y región sustantiva y
absoluta en virtud y gracia de esa esencial y mágica deidad de
la metáfora..."
Su sistema poético desde entonces se desenvuelve dentro de la
historia de la cultura y de la imagen, donde el hombre creyente
demuestra que necesita aprehender la caridad y gracias a ella
puede creerlo todo, llegando a habitar en un piélago
sobrenatural
pleno de significaciones. Uno de sus más sorprendentes
postulados es que se puede comprender sin entender.
La
imagen para Lezama es naturaleza sustituida, no mero calco y
copia de lo real, ni tampoco severa racionalización del entorno.
El
autor de Paradiso recuerda que Aristóteles aclara este concepto
cuando dice que Esquilo se proponía alcanzar más una
sorpresa
maravillosa que una ilusión realista.
No es bueno que el hombre no vea nada: no es
bueno tampoco que vea lo bastante para creer que
posee, sino que tan solo vea lo suficiente para
conocer que ha perdido. Es bueno ver y no ver; esto
es precisamente el estado de naturaleza
Ya en la presentación de Orígenes, se empeñó en subrayar
esto.
Quería que la poesía publicada en esta revista fuera una
poesía
de retorno a los conjuros, a los rituales, al ceremonial viviente
del
hombre primitivo.
Las variantes de la palabra, según la tesis pitagórica recogida
por Lezama, se reducen a tres: la palabra simple, la jeroglífica
y la
simbólica. En otros términos, el verbo que expresa, el que
oculta y
el que significa. El poeta debe manejar todas las variantes de
Pitágoras, pero también debe ir más allá de ellas; logrando
la
expresión supra verbal que es en realidad la palabra en sus tres
dimensiones: expresividad, ocultamiento y signo. Diría Lezama
que
hay una cuarta palabra que es patrimonio exclusivo de
la poesía.
Una palabra que él mismo rehuye nombrar, que, basada en las
progresiones de la imagen y la metáfora, y en la resistencia de
la
imagen, asegura el cuerpo de la poesía.
Juan Ramón Jiménez, cuando visita La Habana y conoce a
José Lezama Lima, iniciará con él una profunda amistad fundada
en el asombro. No es casual que el autor de Platero y
yo
reconozca, además de las cualidades del bohemio amante de la
tertulia, la riqueza de conocimientos que lo hacen esotérico
dentro
del verbo:
"Con usted, amigo Lezama, tan despierto, tan ávido,
tan lleno, se puede seguir hablando de poesía
siempre, sin agotamiento ni cansancio, aunque no
entendamos a veces su abundante noción, ni su
expresión borbotante".
Sólo lo difícil es estimulante afirmó más de una
vez el autor de
Oppiano Licario; con esa misma vocación por desentrañar los
secretos de su arte, invitamos al público a conocerlo y a
complacerse dentro de una aventura verbal inigualable.
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