Patricia Téllez
Chile
Prólogo
Yo nunca di
mucha importancia, a ninguna desolación que
aquejase a mi alma, es más, me había
acostumbrado al dolor, era como una especie
de maleta llena de vivencias, esperanzas,
añoranzas, en fin, es verdad, yo nunca di
mucha importancia a mis desolaciones.
¿Juegos de niña? Si de niña me gustaba
jugar con regresiones, ausentarme de mi
entorno, volar en el suelo a si lo
llamaba, y, el volver era lo más
fantástico, lo más mágico, aterrizar dentro
de mí, y en el tiempo en que estaba, y
regresaba cargando mi angustia desde mi
alma, y cargando otras angustias que iba
recogiendo por mi paso.
Fue entonces como
un 24 de Junio de 1965, mi alma comenzó
a dividirse en selectos salones de mi
existencia humana y astral, el cielo, había
dejado de llorar, y un frió intenso
comenzaba a manifestarse mientras caía la
noche... De pronto, la herida que había en
el cielo, se quebró en una nube, y mostró
por un instante una maravillosa luna, pura,
diáfana, de color amarillo, pero sin
estrellas que la cortejaran... mi madre
salió del cuarto de mi hermano con sus ojos
llenos de llanto, y me di cuenta que ambos
lloraban... Me quedé mirándolos si preguntar
nada, solo iba girando lentamente mi mirada,
desde los ojos de ellos hacia la luna, que
lentamente se ocultaba entre las nubes para
dejar caer su llanto también. hacia mis
ojos.
Y mi niñez se
atrapó, en un salón de mi alma, con esos
ojos diferentes, con lenguaje distinto, con
juegos de desdenes y olvidos, con un norte
tan diferente...
“ Mi casa fue
de folclore
y las murallas
de vino,
ahí aprendí de
amores,
ahí conocí
el olvido...”
“ Mi casa fue
de canción
un refugio
de esperanzas,
ahí conocí
el dolor
el
sosiego y la añoranza...”
Y así esa niña
quedó atrapada en el salón del recuerdo,
buscando su amor eterno, repartida entre
sueños reales, y sueños de quimeras.
Mi espíritu
viviente, se fue transformando en una efigie
que construyó los demás salones dentro de
mi alma, habitando el más gris, el de las
desolaciones, para que mi parte poeta, pudiera
cantar y esculpir los versos desde mis
penas... Mi parte poeta, habitó el salón del
cosmos, para mirar desde el infinito hacia
afuera, y así formar las sinfonías de
versos que caen como perlas desde el techo
de los salones.
La efigie ama y
ama
para que el poeta pueda cantar,
la efigie se ha muerto de amor
la efigie no canta más
y se ha ido
hacia un cielo
donde la puedan
amar...
Pues bien,
dejo los salones
abiertos al canto de
la efigie, que cantará
al amor, desde el alma de la poeta.
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